sábado, 30 de marzo de 2013

Capítulo 39


Siento como si la oscuridad me tragase. No tengo fuerza. ¿He comido los últimos días? Sí, poco pero sí. Este nudo en el estómago lo tengo desde el momento en el que conocí a Erik, pero nunca llegué a pensar que sentiría tanto por él. No supe controlar mis impulsos y ahora estoy enamorada hasta los huesos, sin poder hacer nada pada reprimirlo. No quiero estar lejos de él. Pero ¿Qué ha pasado? Piensa…
No, no, no. Ya sé. Lo oí hablar con el director de deportes antes. Dijo que no tenía nada conmigo, ni lo quería. Eso me sentó como una patada, peor que nada. Puede ser que realmente no sienta nada por mí y todo sea una mentira, o simplemente se estuviera divirtiendo. O por otra parte, podría ser que solo me estuviera protegiendo, que quisiera evitar problemas con el director de deportes hacia mí. Pero eso no los evita, no quiero esconderme, no quiero. Pero aaaarg, ¿Por qué ha tenido que hacerlo? Empiezo a cansarme de la actitud de Príncipe Azul que tiene que salvar a la Princesa en apuros. No soy una Princesa en apuros. Puedo defenderme yo solita, pude con Jaime. No es que no agradeciera la intervención de Erik, claro que sí, pero ahora la acción de protección hacia el director me ha sobrado. No sé qué se espera al mentirle. Lo va a descubrir tarde o temprano. Noto como la cabeza me da vueltas, estoy muy mareada. Teniendo los ojos cerrados no ayuda para nada, tengo que abrirlos y mantenerlos fijos en algo. Pero no encuentro mis ojos, no encuentro nada. No sé dónde estoy, solo que no soy dueña de mi cuerpo. No puedo moverme.
¿Por qué noto que todo se mueve? ¡No! Eso me provoca más mareo. Espera, empiezo a notar cosas. Noto que me falta el aliento, vamos mejorando. Empiezo a notar mi cuerpo, voy a mover algo a ver si puedo. Moví los dedos de la mano izquierda poco a poco, intentando volver a la realidad. ¡Sí! Vamos a mejor. A ver, tengo que abrir los ojos, pero me escuecen. Moví poco a poco el brazo y me froté los ojos, intentando recobrar todo el dominio de mi cuerpo gradualmente. ¿Eso son voces? Oigo algo, pero como si fuera de muy lejos y no entiendo nada, como si fuera en otro idioma. Intentaré concentrarme a ver si entiendo algo. Esa voz me suena, ¿Será de Erik? Tengo que hablar con él, dejarle saber que no soy una Princesa en apuros, la semana que viene hago los 18, no pueden decidir por mí. Yo soy la que decido con quién estoy y con quién no. Sé que nos llevamos algunos años, sé que es mayor que yo, pero me da igual. Ahora que pienso, ¿Cuántos años mayor será? No sé su edad, la verdad es que siempre me ha dado igual la edad, a mí me gustan mayores y él es mayor. No hay más. Empiezo a entender un poco las voces, pero siguen siendo lejanas. Parece como si se acercaran, sin embargo. Me pitan los oídos.
¿Eli? ¿Eli? ¡Eli por favor abre los ojos! Por favor… – Oí a alguien decir, una y otra vez. La voz sonaba realmente preocupada, ¿Será realmente Erik? Puede ser. Tengo que abrir los ojos, pero lo intento y no pasa nada. Noté algo por encima, parece una manta, pero estamos en pleno verano. Pues se siente bien, ya no tengo tanto frío. ¿Frío? Dios mío, no entiendo nada. ¿Por qué tengo frío? Sigo muy mareada. Ah, puede ser una bajada de azúcar o una bajada de tensión. Entonces se entiende por qué me pitan los oídos, el frío y el mareo. Tengo que comer mejor. Intentaré abrir los ojos de nuevo.
Abrí los ojos y tuve que cerrarlos al instante por la claridad. Al cabo de unos segundos los volví a abrir y me di cuenta de que mucha claridad no había. Estaba en la enfermería, que realmente era un cuarto con camilla justo al lado del vestuario de piscina de los chicos. Era el vestuario de los monitores de piscina, con una ducha y un cristal que permitía ver la piscina entera. Me giré poco a poco sin querer marearme más de lo que ya estaba. En el instante en el que me giré, vi a Erik a mi lado. Me miraba tan preocupado que hice una mueca. Odio que se preocupen por mí, no lo soporto. No me gusta que estén encima de mí preocupados, como si fuera a morirme o algo. Se lanzó encima de mí y me abrazó con fuerza.
— Menos mal que estás bien, estaba preocupadísimo – Susurró, apretándome contra él. Estábamos solos en la enfermería. Suspiré e intenté sentarme, pero necesité su ayuda. Con una mano en mi espalda me levantó, me giró y me colocó apoyada en la pared.
— ¿Cómo te encuentras mi amor? ¿Qué ha pasado? – Preguntó demasiado rápido para mi gusto. Miré hacia el techo, intentando fijarme en un punto concreto para no marearme.
— Estoy bien. Oí tu conversación con el director – Contesté con voz suave pero ronca, sin reconocer mi propia voz. Tosí para conseguir recobrar mi propia voz. Notaba su mirada fija en mí, pero no lo miré.
— Princesa, no es lo que piensas, solo quería protegerte, no quería que te llamara la atención o te molestara de ninguna manera. ¿Lo entiendes verdad? Necesito que lo entiendas, porque… – Lo corté mirándolo fijamente. Sé que me quería proteger, pero no necesito que me proteja, no quiero esconder nada. No lo necesito, mi madre acepta nuestra relación, no necesito que un director de deportes decida sobre mi vida.
— Quien no lo entiende eres tú. No necesito que me protejas constantemente, puedo arreglármelas y lo sabes. No quiero esconder lo que siento por ti, no quiero estar contigo a escondidas. La única opinión que importa para mí es la de mi madre y ella ya nos ha dado el visto bueno. Lo que diga el director me da igual – Dije seria, mirándolo fijamente.
Antes de que pudiera añadir nada más colocó las manos en mis mejillas y puso su frente sobre la mía. Sonreí levemente aun sintiéndome mareada.
— No puedo perderte, simplemente no puedo permitírmelo – Susurró antes de besarme con fuerza pero tiernamente a la vez. No sé cómo hubiéramos conseguido esconder tal atracción, simplemente imposible.
Rodeé su cuello con los brazos y me separé de la pared acercándome a él. Jugué con su pelo entre mis dedos, ganándome una sonrisa por su parte. Me rodeó con sus brazos de nuevo, masajeándome la espalda con cariño. Después de un rato tuvimos que separarnos debido a la falta de oxígeno. Nuestras respiraciones estaban aceleradas y yo seguía jugando con su pelo. De repente, la puerta se abrió y apareció el director con mi bocadillo en una mano y una Coca-Cola en la otra. Erik se separó de mí para que pudiera acercarse el director y dármelos. Tenía una mirada enfadada y miraba a Erik como si tuviera rayos láser.
Me tendió la Coca-Cola y el bocadillo. Lo cogí sin mirarle. Si veo otra mirada asesina hacia Erik, le voy a chillar. Abrí la lata y empecé a desenvolver el bocadillo. Nadie decía nada, la atmosfera se podía cortar con un cuchillo de lo tensa que estaba.
— ¿Te encuentras mejor, Eli? – Preguntó preocupado, mirándome. Asentí sin responder nada y mordí el bocadillo – ¿Puedo hablar un segundo contigo, Erik? – Pregunto, esta vez con voz seria y desafiante, claramente enfadado. Cogí la mano de Erik y le di un apretón, me miró y le asentí a la vez que sonreía. Negó con la cabeza visiblemente y fruncí el ceño. ¿Qué estará pensando? Tiene que hablar con él, quiera o no.
— No. Está claro que de lo que quieres hablar nos concierne a los dos. Por lo tanto, puedes decirlo aquí sin ningún problema – Soltó Erik totalmente seguro, ganándose un apretón en la mano de mi parte y una mirada de sorpresa por parte del director.
— De acuerdo, como quieras. ¿Cómo puedes estar en una relación con una menor? ¡Tienes 24 años, por dios! – Soltó de repente, enfadado. ¿24? No me esperaba esa edad, No sé. Me da igual, yo quiero estar con él y él quieres estar conmigo. Eso me basta y me sobra. Y si al director no le basta, pues es su problema.
— Me da igual lo que creas. Yo quiero estar con él y él quiere estar conmigo, eso me basta. Los 18 los hago la semana que viene el lunes. La única opinión que me importa es la de mi madre, y ya nos ha dado el visto bueno. No tienes nada a hacer. Estamos los dos de monitores, no es como si él estuviera haciéndome de profesor o algo similar – Dije yo enfadada, no tenía ningún derecho a reprocharle nada a Erik o a mí. Respiré profundamente, me encontraba un poco mejor pero el nudo en el estómago seguía allí, perenne.
El director me miró asombrado. Claramente no se esperaba que fuera yo la que lo cortara de tal manera, no tiene nada que hacer. Sonreí al ver que no le salían las palabras.
— Puedes aceptarlo o estar en contra, es tu decisión. Pero no podrás evitarlo, no tienes nada que hacer – Añadió Erik, rodeándome con un brazo, colocándolo alrededor de mi cintura. Sonreí de nuevo cuando el director se fue de repente cerrando la puerta de un golpe.
Erik se giró hacia mí y me acercó a él sonriendo. Nuestras narices se rozaron y nos reímos. Coloqué una mano en su mejilla y lo besé suavemente. Otra batalla menos. Esto promete.

No hay comentarios:

Publicar un comentario