— ¡Eli! Deja de soñar despierta… si quieres que te espere para entrar en la
piscina, tienes que salir ya –Gritó Raquel desde la puerta del vestuario
enfadada. Me rehusaba a salir porque me sentía avergonzada de mi cuerpo. No me gusto en bañador. Esto ha sido una muy
mala idea, estoy haciendo dieta pero sigo con unos quilos de más. Si quiero
enfrentarme a ello, tengo que hacerlo ya. Bueno, no me tengo que meter en el
agua, simplemente puedo llevar el pantalón corto con el bañador puesto. Es
buena idea. Me puse de nuevo el pantalón, me miré en el espejo y me puse la
camiseta encima. Raquel a mi lado puso los ojos en blanco.
Cuando me giré para salir. Le
saqué la lengua y nos pusimos a reír. Cuando atravesé la puerta y entré paré al
instante de reír, un Dios estaba sentado en el borde de la piscina. Sí, ese Dios
era Erik. Estaba apoyado con sus manos hacia atrás mirando hacia la piscina
concentrado. Raquel me empujó hacia donde estaba él pero yo di media vuelta y
me fui por la derecha.
Miraba constantemente hacia su
dirección, pero nunca lo enganchaba mirando. Pero sabía que estaba mirando
cuando yo no miraba porque me lo decía Raquel, que ya se había metido dentro
del agua.
Durante un buen rato me aburrí,
me quedaba allí de pie mirándolo embobada. Raquel de vez en cuando me miraba y
me decía algo y yo le sacaba la lengua y nos reíamos. Solo con mirarle se me aceleraba el corazón. Es demasiado guapo, es
imposible que esto sea real. Ahora que me fijo, no es tan perfecto como parece.
Tiene la marca de la camiseta y está muy blanco, me puse a reír al pensar que
no era tan perfecto como lo idealizaba. Él no es perfecto, simplemente es
perfecto para mí. Es celoso y tiene problemas a la hora de confiar en la gente.
Pero cuando estoy con él eso no tiene importancia, una persona no es perfecta
hasta que te enamoras de ella. Totalmente verdad.
Durante un momento de despiste,
claramente estaba soñando despierta de nuevo, noté de repente una pelota
golpearme el brazo izquierdo. Me giré bruscamente para averiguar quién había
sido el o la culpable. Cuando examiné la piscina entera vi a Raquel
retorciéndose de risa y a su lado se encontraba Tete, el monitor de su grupo,
riéndose a carcajadas. Supe que ella se lo había dicho y él había lanzado la
pelota, porque el impacto había sido demasiado fuerte para que fuera obra de
Raquel. Les envié una mirada asesina pero eso simplemente les hizo reí más
fuerte que antes. A los pocos segundos, me contagiaron la risa y no pude evitar
doblarme de la risa. Vi a Raquel señalar algo a mi izquierda moviendo la cabeza
en esa dirección ligeramente, me giré curiosa para encontrarme a Erik mirándome
fijamente desde el agua. Estaba rodeado de niños, colgados de su cuello, de su
ancha espalda y muchos colgados de sus fuertes brazos. La cosa más sexy que se
puede ver en este mundo, según mi punto de vista, es un hombre vestido de
traje, con camisa negra, o jugando con niños pequeños. De momento no lo he
visto con traje, pero lo segundo sí y es cuando lo he visto más adorable. Puede
que sea porque está en bañador y puedo ver sus abdominales perfectamente
moldeadas, sus brazos fuertes y varoniles, etc. Este hombre controla completamente todos mis pensamientos. Todos y cada
uno de ellos.
Tenía que distraerme, sino, era capaz
de saltar a la piscina y colgarme de sus brazos igual que los niños. Sacudí la
cabeza y cogí la pelota del suelo.
Erik me miró con cara pícara pero
curiosa. Le guiñé un ojo y me giré hacia donde se encontraba Raquel, de
espaldas a mí. Perfecto, ahora es cuando
puedo pillarla desprevenida. Di un paso hacia atrás, respiré hondo y lancé
la pelota. Rebotó exactamente en la parte trasera de la cabeza de Raquel,
provocándome un ataque de risa.
Sí. Pero qué raro porque mi puntería siempre ha sido mi punto débil, nunca
le doy a lo que le quiero dar. Miré hacia
Erik, orgullosa, a ver si lo había visto. Me lo encontré riéndose y cuando se
dio cuenta de que lo estaba observando, me miró con una sonrisa radiante y me
guiñó un ojo. Sentí mis piernas volverse de goma. Me encanta, demasiado. Vi cómo se movía hacia la escalera, solté
una risita y miré hacia el suelo, mordiéndome el labio. En el momento en el que
Erik salió de la piscina y cogió su toalla, noté un brazo por la cintura y un
pequeño empujón hacia la piscina. Grité y me cogí del cuello del culpable, con
todas mis fuerzas. No me puedo caer, no
tengo ropa con la que cambiarme. Respirando entrecortadamente, me giré para
enfrentar a quien fuera que me había asustado. Abrí los ojos como platos al ver
a Tete con una sonrisa de autosuficiencia en la cara.
—Tranquila mujer, que solamente
quería asustarte. No iba a tirarte enserio –Dijo él riéndose. Será cabrón…
Le fruncí el ceño mientras
apartaba mi brazo de su cuello, me giré hacia Erik y vi que estaba parado con
sus labios dibujando una línea recta, apretándolos, con su toalla a su
alrededor mirando fijamente algo en mi cintura. ¿Celoso? ¿De qué está celoso ahora? Sorprendida, miré hacia mi
cintura y recordé cuando Tete había colocado el brazo a mí alrededor. Se lo
aparté de un manotazo, me paré delante de él y colocando las dos manos en su
pecho lo tiré a la piscina. Me reí a carcajadas al ver su cara de sorpresa y
luego su cara de enfado. Levanté las manos.
—Estamos en paz, ¡me has dado un
susto de muerte! –Le dije al ver su cara decidida. Se tranquilizó visiblemente
y me relajé. Entonces volvió a poner cara de decidido, como si le hubiera
retado. Di un paso hacia atrás negando con la cabeza.
—Ni te acerques a ella, o te las
verás conmigo. ¿Ha quedado claro? –Oí a Erik decir a mi lado, pillándome por
sorpresa. Lo miré con una sonrisa que dejaba claros mis sentimientos hacia el
hombre indeciso que me había robado el corazón despiadadamente. Erik miraba
fijamente a Tete, noté mis mejillas teñirse de rojo.
—De acuerdo, Erik, de acuerdo
–Dijo Tete con las palmas levantadas y se movió hacia otro trozo de la piscina,
ya que estaba dividida en cuatro partes. Respiré hondo.
Me fui al lateral derecho donde
había una puerta abierta, me estaba muriendo de calor. El hecho de tener a Erik
en bañador justo delante, en el agua de nuevo, no ayudaba mucho, la verdad. Me
iba mirando cada pocos segundos, dejándome sin aliento cada vez que esos ojos
increíbles se cruzaban con los míos. Sus
ojos… Son mi perdición, podría observarlos durante todo el día y nunca me
cansaría.
— ¡Eli! –Me chillaron las niñas
del club de tenis, acercándose corriendo a mí. Las miré con sorpresa y pánico. Salté
hacia atrás instintivamente. Estaban empapadas y querían abrazarme.
— ¡No! ¡¡Nonononononono me empapareis!! Ni hablar –Grité con las manos
delante de mí, dando pasos hacia atrás hasta que estuve corriendo por los
bordes de la piscina con ellas detrás, gritando.
Después de 5 minutos corriendo por la piscina me cortaron el paso y me
quedé quieta hasta que me pillaron, dándome un abrazo las dos a la vez,
mojándome. Me puse a reír y las aparté. Sacudí la cabeza a la vez que doblaba
mi camiseta para quitar un poco el agua. Al menos el
pantalón no lo tenía muy mojado.
Raquel, al ver a las niñas mojarme, no pudo resistirse. Cuando la vi
acercarse con los brazos abiertos sabía que lo hacía por maldad, porque ella no
es muy de abrazos. Suspiré.
— ¿Tú también? Qué pesadas… -Dije a la vez que me dejaba abrazar. Raquel se
rio y yo le di una mirada asesina y me reí falsamente.
Me sacudí. Miré hacia la piscina buscando a Erik, pero no lo vi. Por un
momento me asusté. ¿Se habrá ido? ¿Sin decir nada? Suspiré Es capaz…
—Eli, ¿Quieres que yo también te dé un abrazo? –Oí a alguien decir detrás
de mí, con una voz muy familiar, Erik. Me giré sorprendida y lo miré fijamente
sin saber si lo decía enserio o no. Raquel se fue sin decir nada, como si nunca
hubiera estado allí.
Al ver que no reaccionaba se me acercó y me rodeó con los brazos. Me
levantó del suelo y colocó mis piernas alrededor de su cintura. Oh no, nonono, no puede tirarme, ¿Qué me
pongo después sino?
—Erik, No, ni se te ocurra tirarme. Erik no, ¡NO! –Grité a la vez que me
apretaba contra su pecho desnudo rodeando con los brazos su cuello.
—Si para que te cojas de mi cuello de esta manera tengo que amenazarte con
tirarte a la piscina, lo haré siempre –Susurró él en mi oído, provocando piel
de gallina por todo mi cuerpo y le di un golpe en el hombro.
—Erik, por favor –Le supliqué, mordiéndome el labio. Se me quedó mirado los
labios fijamente. Podría besarlo para
distraerlo. Me lo pensé un momento.
No, no puedo. Si empiezo, no voy a ser capaz de parar. Si eso ocurre, no va a
servir de nada –Erik, no tengo más ropa que esta. No me tires, por favor
–Añadí, esperando persuadirlo.
La expresión de su cara no cambió y perdí la sonrisa de la cara, dándome
cuenta de que realmente iba a tirarme. Oh-oh.
De repente, colocó una mano en mi nuca, me apartó de su hombro y me miró
fijamente. Colocó su frente sobre la mía.
—Te dije que no te librarías tan fácilmente, ¿Recuerdas? –Me dijo, levanté
las cejas totalmente sorprendida. Entonces caí. Mierda, cuando le di la grapadora. Dijo que no me libraría de esa. Así
que es rencoroso. No me lo puedo creer.
—Ah, que rencoroso que eres, ¿No? Cabrón... –Dije, intentando distraerlo
hablando para que no me tirara. Parece
que funciona, a ver si consigo que no me tire.
—Solo contigo, mi amor –Dijo él con un
hilo de voz. Jadeé al oír la segunda parte. La sonrisa radiante que se formó en
mis labios no tiene nombre. Acerqué mi cara a la suya, con la intención de
besarlo. Entonces… cuando estaba a punto de besarle…
Entonces, solamente entonces… Saltó al agua.
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