sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 27


— ¡Pásamela! – Gritó Erik con su voz melodiosa y sexy a uno de sus compañeros. Estaban en medio de uno de sus entrenamientos, yo estaba sentada en el banquillo, observando a mi novio jugar como un Dios. Mientras lo veía correr recordé cuando entramos en primer lugar.
Cogidos de la mano caminábamos por un pasillo largo y muy iluminado, cada poco tiempo iba mirando hacia él, como si realmente no creyera que estaba allí con él. Sigo reacia a creer que esto es real, a creer que realmente quiere estar conmigo. Tengo miedo sinceramente a que se canse de mí, tampoco tengo nada interesante que ofrecer, solamente mi corazón entero, exponerme por completo. Al entregar mi corazón le doy el arma más poderosa para hundirme y destrozarme dejándome vacía. Eso es lo que siento, el miedo al abismo de estar sin él si algún día decide que se ha cansado de mí.
En el instante en el que entramos en el vestuario, gritos, saltos y ovaciones nos rodearon. Todos me miraban atentamente, como si fuera un espécimen a estudiar. Me sentí muy incómoda y no sabía dónde mirar. Avergonzada ante tal escrutinio me escondí entre los brazos de Erik. No debería haber hecho eso, ahora van a pensar que soy una cría. Odio ser el centro de atención, prefiero pasar desapercibida. Erik me envolvió en sus brazos y me dio besos en la cabeza cariñosamente. Levanté la cabeza hacia él y me perdí en la inmensidad de sus ojos de eso tono de azul que me derretía. Tiene más poder sobre mí del que nunca sabrá. Bajó la cabeza y me dio un tierno y suave beso en los labios, provocando escalofríos por todo mi cuerpo y haciéndome sentir como si no estuviera sobre la Tierra, sino en el espacio flotando. Cuando me dio el beso, la habitación desapareció dejándonos solos. Estábamos en nuestro mundo, totalmente autosuficiente, no necesitábamos nada ni nadie más. Yo entre sus brazos era más que feliz, estaba completa.
Cuando separó sus labios de los míos y abrí los ojos, me di cuenta de que seguíamos en el vestuario, pero esta vez estábamos rodeados por el equipo completo. Entrecerré los ojos mirándolos, con las fuerzas recobradas gracias al beso.
—Hola –Dije, tanteando el terreno, no sabía por dónde me podían salir. No sabía si estarían de acuerdo conmigo estando allí. Les sonreí tímidamente, esperando que me recibieran bien. En realidad no tenía mucho miedo de que me trataran mal, ya que tenía a mi Príncipe azul para protegerme. Azul… ese adjetivo le va como anillo al dedo. Suspiré. Me seguían mirando -¿Vais a seguir mirándome fijamente o en algún momento vais a jugar? –Pregunté intentando distraerles durante un segundo de mí.
Se pusieron a reír todos, haciendo el ambiente más ligero y cómodo. Les sonreí contenta de al menos haber conseguido que se rieran. Entonces empezaron a decir nombres, presentándose. Me mareaba estar rodeada y que todos hablaran a la vez.
—Soy muy mala para los nombres, así que haré lo que pueda, pero por favor uno a la vez –Dije, apartándome un poco de la masa de hombres moviéndose cada vez más cerca. Choqué contra alguien al apartarme demasiado, me giré para ver quién era. Erik. Me relajé y él colocó los brazos alrededor de mi cintura, apretándome contra él, haciendo que mi espalda se amoldara perfectamente a su pecho, como si nuestros cuerpos pertenecieran juntos.
—Jaime –Dijo uno muy alto con pelo rubio y una sonrisa de niño malvado, me reí y asentí.
—Pol –Añadió otro, un poco más bajito que el anterior pero con una sonrisa de niño bueno, tenía el pelo muy negro, a juego con los ojos.
Hasta allí duró lo de uno por uno. Empezaron todos a la vez y yo intenté memorizar lo máximo que pudiera, para no hacerles repetir el nombre cada vez.
—Sergi, Carlos, Víctor, Fernando, Marc, Alejandro, Pedro –Fueron añadiendo cada uno, casi a la vez, y yo iba mirando de uno en uno intentando asociar una cara con un nombre. Unos ojos chocolate como los míos con el nombre Alejandro, unos ojos verdes esmeralda con el nombre Carlos, unos ojos grises con el nombre Sergi… Y así hasta hartarse.
—Bueno, dejad respirar a mi novia. Vámonos a jugar –Dijo él, frenándolos al instante, todos lo miraron con una mirada que inspiraba respeto y se separaron gradualmente de nuestro lado, dirigiéndose hacia la puerta de salida del vestuario. Erik me giró sobre mis pies y me obligó a enfrentarlo –En cuanto a ti, quiero que estés aquí hoy. Puedes sentarte en el banquillo. Me da mucha ilusión que puedas formar parte de algo que es tan importante en mi vida –Dijo él con la sonrisa más grande de la historia. Me puse de puntillas y le planté un beso corto, separándome a los pocos segundos.
—A mí también me da mucha ilusión, estoy siempre donde me quieras y lo sabes –Dije, mientras le cogía de la mano y lo llevaba a la puerta para que no llegara más tarde aún.
Sentada en el banquillo, mirando fijamente a Erik, me perdí. Perdí la noción del tiempo y del espacio. De repente, se giró y me miró con preocupación.
— ¡Cuidado Eli! ¡La pelota! –Leí sus labios, ya que al estar tan lejos no pude oírlo con claridad. Me giré en todas direcciones buscando la pelota. Cuando la vi, casi era tarde, casi. Soy un imán para las pelotas, donde hay una, me acaba dando un golpe (normalmente en la cabeza). Me levanté y la paré con las manos antes de que diera directamente a mi estómago. Me picaron las manos del golpe, pero supuse que era mejor que el dolor de estómago si no la hubiera parado. La levanté unos centímetros por encima de la cabeza, la solté y la chuté, enviándola hacia donde estaba Erik, es decir, lejos.
Al dejar de mirar la pelota, cuando la tuve controlada, vi que Erik me miraba fijamente con una sonrisa preciosa en la cara. Le devolví la sonrisa y llamó a los de su equipo un segundo. Vi como cada uno se iba acercando a él y fueron agrupándose a su alrededor. Se pusieron a hablar, y yo me dirigí de nuevo a mi silla. Lo que no me esperaba fue lo que pasó a continuación.
El grupo se disolvió, dirigiéndose directamente hacia donde yo me encontraba. Miré extrañada cara por cara, pero todo lo que pude leer de sus expresiones fue determinación y excitación. Tienen algo en mente, me da miedo. ¿Qué estará tramando Erik? Este hombre hace y deshace a sus anchas. Cuando estuvieron unos 3 metros delante de mí, me levanté y los miré con cara confundida. Busqué a Erik, pero no lo encontré. Fruncí el ceño, confusa.
—Tenemos una proposición para ti, pero tienes que venir con nosotros –Dijeron dos que estaban más adelantados. Me quedé allí plantada, sin saber cómo reaccionar. No entiendo nada, están en medio del entrenamiento. ¿Qué se le puede haber ocurrido a Erik? Seguro que es alguna de sus descabelladas ideas. Negué con la cabeza dando un paso hacia atrás. En el instante en el que di el paso hacia atrás los dos hombres delante de mí dieron un paso hacia delante. Suspiré. No tengo nada que hacer contra estos. Aunque corriendo no sé si podrían pillarme, soy bastante rápida. Se me acaba de ocurrir una idea.
Eché a correr hacia la derecha, dejándolos allí de pie sin saber qué hacer. En pocos segundos, había conseguido dejar una distancia considerable entre los chicos y yo. Me giré para comprobar si me seguían y me sorprendió verlos sonriendo en mi dirección, no se habían movido ni un centímetro. Pero no solo sonreían hacia mí, sino a algo a mi derecha. Me giré confundida y vi a Erik dirigiéndose hacia mí con cara decidida. O no. Contra él sí que no tengo nada que hacer, él me puede. Más vale quedarme donde estoy.
Me guiñó el ojo, provocando una risita por mi parte. Sonrió y le sonreí. A cada centímetro que recorría hacia mí, el corazón aceleraba 10 latidos por segundo. Sabía que tramaba algo, pero no podía averiguar qué.
—Estás tramando algo, lo sé. ¿Qué es? –Le dije, alzando la voz para que me oyera. Su sonrisa se intensificó aún más y cuando estuvo justo delante de mí se paró en seco. Di un paso hacia delante, pretendiendo cerrar la distancia que nos separaba. Estando justo a medio metro de él me provocaba escalofríos y temblé con anticipación. Rodeé su cuello con mis brazos y dejé mis labios a un centímetro de los suyos sin besarlo – ¿Y? Vas a contármelo, ¿O no? –Dije, rozando mi nariz con la suya. Intentó evitar la pregunta besándome, pero me aparté, sin apartar mis brazos de su cuello. Soltó una risita.
—Quiero que hoy juegues con nosotros –Dijo él rápidamente. Me aparté sorprendida. No me esperaba nada parecido.
— ¿Yo? ¿Jugar? Estarás de broma. Soy malísima jugando, no quiero hacer el ridículo, aparte, ¿en qué posición me pondría?. Solamente puedo maniobrármelas si me pongo de portera, y vosotros sois muy bestias, no quiero morir aplastada contra la red por culpa de un pelotazo –Dije, intentando sacarle la loca idea de la cabeza, pero eso es más imposible que conseguir ir a la luna en patines de línea –No voy a sacarte la idea de la cabeza ¿Verdad? –Añadí resignada. Sonrió al ver que iba ganando y le empujé.
—Como me conoces, pero como te conozco y eres muy cabezona también, creo que vas a conseguir dejarlos a todos con la boca abierta –Dijo, rodeándome con un brazo y acercándome a él. Ladeé la cabeza con confusión.
— ¿Por qué estás tan convencido? –Dije, sonriendo, pero internamente temblado ante la idea de hacer el ridículo delante de todo el equipo.
—Porque eso es lo que me haces cada día, me dejas con la boca abierta –Solo decir esa frase, sentí que me derretía. Bajó la cabeza y me besó con todo lo que tenía, su corazón. Y yo le respondí con todo lo que pude dar y más, entrelazando mis dedos en su pelo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario