sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 13


Cuando sonó el despertador di un vuelco en la cama.
—Solo ha sido un sueño, un sueño… -Susurré para mí misma. Qué susto, me pensaba que él no me había hablado en todo el día y que había sido seco y distante conmigo. Espera un momento, eso fue real. Mierda. Noté el nudo en la garganta volver. No creo que sea capaz de mirarlo a la cara hoy.
Me levanté sin ánimos y me dirigí al armario. ¿Qué me pongo hoy? Leggins azul eléctrico será. Puedo pedir la camiseta de futbol azul, así voy a ir de azul de la cabeza a los pies. Ojala pudiera dejar de pensar en él, un segundito solamente, no es mucho pedir.
Salí cuando Raquel me pasó a recoger. Al entrar en el coche me miró con cara preocupada, pero no dijo nada. Al llegar al colegio fue diferente, se sentía diferente. Tenía una sensación diferente, vacía. Entré más rápido para averiguar de qué se trataba, mi instinto no suele fallar. Pasé directamente a las clases de dejar el bolso, noté que faltaba algo. Ya sé, ÉL. No está. Ahora se entiende todo. Voy a ir a preguntar a alguien. Quim.
Justamente pasaba por el pasillo, como vio que lo miraba fijamente, se paró delante de mí. Nos quedamos mirando fijamente el uno al otro, como escaneando al otro. Buscando información el uno del otro. Noté que él sabía que yo lo estaba buscando, sabía perfectamente que iba a ir a preguntarle a él dónde estaba Erik, porque tenía una sonrisa de autosuficiencia en la cara. Cuando abrí la boca para hablar me interrumpió.
—Ni te molestes, no ha venido. Y no me preguntes más, porque no sé nada –Me miró orgulloso, como si hubiera pensado bastante qué decir, antes de decirlo. Pero había dejado un hueco, una brecha de información y no era consciente de ello, pero o sí lo fui.
—Si no sabes nada, ¿Cómo sabías que iba a preguntarte más? Si no hubieras sabido nada en realidad, habrías dicho simplemente que no ha venido –Le miré con una ceja levantada, esta vez, quién tenía una sonrisa de autosuficiencia en la cara era yo. Vi pasar por su cara un rastro de duda y frustración.
—Eli, enserio, no sé mucho. Intenté hablar con él porque no entendía su conducta. No conseguí nada, solamente que estaba hecho un lío. No te quiero decir más porque no quiero confundirte más de lo que ya debes estar –Ante eso, asentí comprensivamente, pero esperando a que acabara de hablar –Pero sólo quiero decirte que no es lo que parece, ¿Vale? –Dijo antes de irse con una sonrisa condescendiente, una muy diferente a la de autosuficiencia de antes. Me quedé allí parada, sin saber qué hacer. Y aún menos qué pensar. No podría haberme confundido más ni que hubiera querido. Gracias Quim. Suspiré. “No es lo que parece”. ¿Y Qué parece? No entiendo nada, estoy más confundida si eso es siquiera posible.
— ¿Eli? ¿Estás bien? –Me dijo Ana. Ni me había dado cuenta de que me había quedado allí parada sin hacer nada. La miré y vio que algo no estaba bien. Me arrastró a una clase –Dime –Añadió cuando se hubo asegurado de que estábamos asolas. Se lo conté todo, dejando claras como el cristal mis enormes dudas. Se quedó pensando durante un rato, intentando averiguar qué podía haber sido lo que lo impulsó a actuar de esa manera. No se me ocurre nada, estoy completamente en blanco. ¿Qué está pasando?
— ¿Y si tiene novia? –Dijo de repente, haciéndome saltar tanto del susto de haberla oído hablar de repente, como del golpe de sus palabras. Es verdad, no lo había pensado. ¿Y si tiene novia? No, no puede ser, no puede ser. No, nonononono. Me niego a creerlo.
Si tuviera novia no habría actuado ni la mitad de coqueto como ha actuado, es imposible. Porque como tenga novia, te juro que lo odiaré por toda mi vida. Quim ha dicho, no es lo que parece. Tendré que creerle ¿no? Basta, no vamos a dar más ideas, no quiero darle más vueltas a la cabeza. No me va a ayudar para nada, para nada, solo a incentivar mi dolor de cabeza –Dije, negando con la cabeza. Negándome a hablar más del tema me levanté y me fui.
El día pasó lento y rápido a ratos. Cuando estaba con los niños era más rápido, porque podía dedicarme única y solamente a ellos. Fue como el anterior, con mucha tarea, era la responsable de los más pequeños. Lo más duro fue la parte de la siesta, al no tener que hacer nada era imposible no pensar en él. Los niños me veían seria y se les hacía raro. Se me quedaban mirando curiosos y no dormían. Al cabo de unos 45 minutos largos, se durmieron. Me estiré con una, porque se empeñaba en que durmiera a su lado y la miré dormirse. Estaban muy tranquilos cuando dormían. Oí la puerta abrirse, y era una monitora dispuesta a sustituirme. Le sonreí agradecida y me fui. Como el día anterior, a la sala dónde jugaban a ping-pong.
— ¡Eli! Ven a jugar con nosotros. A no, que eres malísima, es verdad –Me dijo Edu antes de ponerse a reír.
—Chico listo –Contesté. Me vio afectada por algo y vino a darme un abrazo. Se lo respondí sin dudarlo. Marcus me miraba desde lejos, con expresión calculadora, como si estuviera intentando descifrar mi expresión. Le saqué la lengua e intenté sonreír. Cuando Edu me soltó, Marcus vino hacia mí con el ceño fruncido y me levantó del suelo colocándome en su hombro. Me puse a reír.
—Eres el único que me hace reír cuando no tengo ánimos de reír. Gracias Marcus –Le dije con el corazón. Colocó una de mis piernas alrededor de su cuello y me puso como los niños pequeños encima de lo hombros de su padre. Me sentía impresionantemente alta. Empezó a dar saltitos y a dar vueltas con sus manos en mis piernas, fijas para que no me cayera.
Al dar la vuelta, pude ver muy claramente que había alguien de pie en medio del pasillo observándome. Me fijé en quién era y me congelé. Dejé de reír al instante. Era él, con una mirada de fuego, con los labios hechos una fina línea. Ojalá tuviera vista de mi cara en ese momento, porque estoy segura de que se veía como si en vez de dos ojos, tuviera dos naranjas. Tengo los ojos bastante grandes, así que no pasan desapercibidos. No hizo nada, se quedó mirándome, analizándome. Entonces se giró y se fue sin hacer ningún ruido. No se giró para volver a verme, simplemente lo vi salir por la puerta. Se fue. Vino y se fue, tal cual. Al notar mi silencio repentino, Marcus paró de dar vueltas.
— ¿Tienes miedo a las alturas? –Preguntó preocupado. Noté la mirada de todos puesta en mí.
—No, para nada. Al contrario, me encantan –Susurré de vuelta. ¿Cuánto habrá visto? ¿Estará celoso? Estoy harta de las vueltas de cabeza. Tengo que hablar con él, ahora –Marcus, por favor, ¿Puedes dejarme en el suelo? Tengo algo que hacer –Añadí un poco más alto, para que no pasara desapercibido.
Cuando me dejó en el suelo, corrí en dirección a la puerta. Necesito aclarar esto, no entiendo nada. Espero que no se haya ido ya. Es la primera vez que corro detrás de un hombre, de verdad espero que valga la pena. Antes de siquiera darme cuenta, estaba delante de la puerta. La abrí de un empujón y salí fuera. Miré a los lados para ver si estaba. Estaba, definitivamente estaba. Estaba sentado en uno de los escalones que dan hacia el parking de atrás, dándome la espalda. Podía ver su musculosa espalda y una de sus manos colocada en la parte trasera de su cuello. Me acerqué poco a poco. Supongo que me oyó, porque de repente se giró. Me miró con expresiones que nunca le había visto, entre furioso, celoso, frustrado, y muchas más que no pude descifrar. Después de escanearme, se giró para irse. Di un paso adelante, instintivamente. Estiré mi brazo, inútilmente, para tocarlo. Pero lo bajé instantes después.
— ¡Espera! No otra vez. No entiendo nada, necesito una explicación. Tienes mi cabeza dando vueltas. Por favor, explícamelo. Explícame qué está pasando –Le dije con ojos suplicantes, y vi vacilación en sus ojos.
—No puedo, no sé qué decirte. Solamente que tengo mi cabeza dando vueltas también. No entiendo nada yo tampoco, tengo dudas. Eso es lo que pasa, que tengo dudas, no me gusta mucho el compromiso, ¿Vale? Y no me ayudas para nada –Me dijo contundentemente, más seco de lo que me hubiera gustado. Me miraba fijamente, intimidándome. No me había dado ninguna respuesta en absoluto.
— ¿Cómo?, ¿No te ayudo en qué? ¿Qué he hecho mal? ¿Qué he hecho? –Frustrada, me adelanté y me puse de puntillas para poder estar más cerca. Coloqué mis manos a ambos lados de su cara. Sus ojos se abrieron en sorpresa y me miró fijamente a los ojos.
—No, lo siento. No puedo lidiar contigo, no ahora. Nos vemos el lunes, Eli –Dijo él, apartando mis manos de sus mejillas delicadamente, pero con determinación. Jadeé sorprendida. Me miró por última vez, con mirada arrepentida y dolida. Más dolido de lo que estoy yo no creo que esté. No entiendo nada. Noté una lágrima silenciosa rodar por mi mejilla, la limpié antes de girarme. Me dirigí de nuevo hacia dentro. Caminaba con la cabeza baja, repitiendo sus palabras en mi cabeza “Tengo miedo al compromiso, ¿Vale? Y no me ayudas para nada”. Ha sido muy duro conmigo, pero no me ha dicho si he hecho algo mal. Me marea. Estoy hecha un lío.
¿Eli? –Dijo Raquel sacándome de mi mundo. Levanté la cabeza y cuando me vio supo que lo había visto. Supo que si hubiera salido y no lo hubiera encontrado fuera, no hubiera vuelto con esta expresión de frustración –Puedes quedarte en mi casa este fin de semana si quieres, ya lo sabes. Podemos ver películas, comer pizza, hablar hasta tarde. Podemos también trazar un plan –Dijo ella, intentando calmarme. Estoy decepcionada y dolida. El lunes va a intentar darme largas de nuevo y no voy a permitírselo. Asentí con la cabeza a Raquel y caminé directa donde se encontraban aún Marcus y Edu.
—Marcus, ¿Podrías hacerme un favor enorme? –Le pregunté pestañeando más de lo necesario y poniendo ojos de perrito. Pestañeó con sorpresa y asintió.
—Lo que quieras, preciosa –Me dijo con una sonrisa, pero sabía que pasaba algo, así que había un pequeño rastro de preocupación en su voz. Eso me gustó, que se preocupara de mí. Al menos alguien realmente se preocupa por mí.
—Pues verás, necesito que me ayudes a poner celoso a Erik, ¿Por favor? –En ese momento supliqué con los ojos grandes como el gato con botas de Shrek. Raquel a mi lado, dio un salto de sorpresa al oír mis palabras. Pero al rato, me miró calculando. En ese momento supe que era buena idea, y que ella iba a ayudarme.
—Claro, Eli, lo que sea. Podría ayudarme Edu, ¿Verdad? –Dijo, girándose hacia Edu, quién asintió con la cabeza con una sonrisa malévola en la cara. Erik Medina, prepárate sicológicamente, porque el lunes vas a ser arrollado.

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