Cuando sonó el despertador di un vuelco
en la cama.
—Solo ha sido un sueño, un sueño…
-Susurré para mí misma. Qué susto, me
pensaba que él no me había hablado en todo el día y que había sido seco y
distante conmigo. Espera un momento, eso fue real. Mierda. Noté el nudo en
la garganta volver. No creo que sea capaz
de mirarlo a la cara hoy.
Me levanté sin ánimos y me dirigí al
armario. ¿Qué me pongo hoy? Leggins azul
eléctrico será. Puedo pedir la camiseta de futbol azul, así voy a ir de azul de
la cabeza a los pies. Ojala pudiera dejar de pensar en él, un segundito
solamente, no es mucho pedir.
Salí cuando Raquel me pasó a recoger. Al
entrar en el coche me miró con cara preocupada, pero no dijo nada. Al llegar al
colegio fue diferente, se sentía diferente. Tenía una sensación diferente,
vacía. Entré más rápido para averiguar de qué se trataba, mi instinto no suele
fallar. Pasé directamente a las clases de dejar el bolso, noté que faltaba
algo. Ya sé, ÉL. No está. Ahora se
entiende todo. Voy a ir a preguntar a alguien. Quim.
Justamente pasaba por el pasillo, como
vio que lo miraba fijamente, se paró delante de mí. Nos quedamos mirando
fijamente el uno al otro, como escaneando al otro. Buscando información el uno
del otro. Noté que él sabía que yo lo estaba buscando, sabía perfectamente que
iba a ir a preguntarle a él dónde estaba Erik, porque tenía una sonrisa de
autosuficiencia en la cara. Cuando abrí la boca para hablar me interrumpió.
—Ni te molestes, no ha venido. Y no me
preguntes más, porque no sé nada –Me miró orgulloso, como si hubiera pensado
bastante qué decir, antes de decirlo. Pero había dejado un hueco, una brecha de
información y no era consciente de ello, pero o sí lo fui.
—Si no sabes nada, ¿Cómo sabías que iba
a preguntarte más? Si no hubieras sabido nada en realidad, habrías dicho
simplemente que no ha venido –Le miré con una ceja levantada, esta vez, quién
tenía una sonrisa de autosuficiencia en la cara era yo. Vi pasar por su cara un
rastro de duda y frustración.
—Eli, enserio, no sé mucho. Intenté
hablar con él porque no entendía su conducta. No conseguí nada, solamente que
estaba hecho un lío. No te quiero decir más porque no quiero confundirte más de
lo que ya debes estar –Ante eso, asentí comprensivamente, pero esperando a que
acabara de hablar –Pero sólo quiero decirte que no es lo que parece, ¿Vale?
–Dijo antes de irse con una sonrisa condescendiente, una muy diferente a la de
autosuficiencia de antes. Me quedé allí parada, sin saber qué hacer. Y aún menos
qué pensar. No podría haberme confundido
más ni que hubiera querido. Gracias Quim. Suspiré. “No es lo que parece”. ¿Y Qué parece? No entiendo nada, estoy más
confundida si eso es siquiera posible.
— ¿Eli? ¿Estás bien? –Me dijo Ana. Ni me
había dado cuenta de que me había quedado allí parada sin hacer nada. La miré y
vio que algo no estaba bien. Me arrastró a una clase –Dime –Añadió cuando se
hubo asegurado de que estábamos asolas. Se lo conté todo, dejando claras como
el cristal mis enormes dudas. Se quedó pensando durante un rato, intentando
averiguar qué podía haber sido lo que lo impulsó a actuar de esa manera. No se me ocurre nada, estoy completamente en
blanco. ¿Qué está pasando?
— ¿Y si tiene novia? –Dijo de repente,
haciéndome saltar tanto del susto de haberla oído hablar de repente, como del
golpe de sus palabras. Es verdad, no lo
había pensado. ¿Y si tiene novia? No, no puede ser, no puede ser. No,
nonononono. Me niego a creerlo.
—Si tuviera novia
no habría actuado ni la mitad de coqueto como ha actuado, es imposible. Porque
como tenga novia, te juro que lo odiaré por toda mi vida. Quim ha dicho, no es
lo que parece. Tendré que creerle ¿no? Basta, no vamos a dar más ideas, no
quiero darle más vueltas a la cabeza. No me va a ayudar para nada, para nada,
solo a incentivar mi dolor de cabeza –Dije, negando con la cabeza. Negándome a
hablar más del tema me levanté y me fui.
El día pasó lento y rápido a ratos. Cuando
estaba con los niños era más rápido, porque podía dedicarme única y solamente a
ellos. Fue como el anterior, con mucha tarea, era la responsable de los más
pequeños. Lo más duro fue la parte de la siesta, al no tener que hacer nada era
imposible no pensar en él. Los niños me veían seria y se les hacía raro. Se me
quedaban mirando curiosos y no dormían. Al cabo de unos 45 minutos largos, se
durmieron. Me estiré con una, porque se empeñaba en que durmiera a su lado y la
miré dormirse. Estaban muy tranquilos cuando dormían. Oí la puerta abrirse, y
era una monitora dispuesta a sustituirme. Le sonreí agradecida y me fui. Como
el día anterior, a la sala dónde jugaban a ping-pong.
— ¡Eli! Ven a jugar con nosotros. A no,
que eres malísima, es verdad –Me dijo Edu antes de ponerse a reír.
—Chico listo –Contesté. Me vio afectada
por algo y vino a darme un abrazo. Se lo respondí sin dudarlo. Marcus me miraba
desde lejos, con expresión calculadora, como si estuviera intentando descifrar
mi expresión. Le saqué la lengua e intenté sonreír. Cuando Edu me soltó, Marcus
vino hacia mí con el ceño fruncido y me levantó del suelo colocándome en su
hombro. Me puse a reír.
—Eres el único que me hace reír cuando
no tengo ánimos de reír. Gracias Marcus –Le dije con el corazón. Colocó una de
mis piernas alrededor de su cuello y me puso como los niños pequeños encima de
lo hombros de su padre. Me sentía impresionantemente alta. Empezó a dar
saltitos y a dar vueltas con sus manos en mis piernas, fijas para que no me
cayera.
Al dar la vuelta, pude ver muy claramente
que había alguien de pie en medio del pasillo observándome. Me fijé en quién
era y me congelé. Dejé de reír al instante. Era él, con una mirada de fuego,
con los labios hechos una fina línea. Ojalá tuviera vista de mi cara en ese
momento, porque estoy segura de que se veía como si en vez de dos ojos, tuviera
dos naranjas. Tengo los ojos bastante grandes, así que no pasan desapercibidos.
No hizo nada, se quedó mirándome, analizándome. Entonces se giró y se fue sin
hacer ningún ruido. No se giró para volver a verme, simplemente lo vi salir por
la puerta. Se fue. Vino y se fue, tal cual. Al notar mi silencio repentino,
Marcus paró de dar vueltas.
— ¿Tienes miedo a las alturas? –Preguntó
preocupado. Noté la mirada de todos puesta en mí.
—No, para nada. Al contrario, me
encantan –Susurré de vuelta. ¿Cuánto
habrá visto? ¿Estará celoso? Estoy harta de las vueltas de cabeza. Tengo que
hablar con él, ahora –Marcus, por favor, ¿Puedes dejarme en el suelo? Tengo
algo que hacer –Añadí un poco más alto, para que no pasara desapercibido.
Cuando me dejó en el suelo, corrí en
dirección a la puerta. Necesito aclarar
esto, no entiendo nada. Espero que no se haya ido ya. Es la primera vez que
corro detrás de un hombre, de verdad espero que valga la pena. Antes de
siquiera darme cuenta, estaba delante de la puerta. La abrí de un empujón y
salí fuera. Miré a los lados para ver si estaba. Estaba, definitivamente
estaba. Estaba sentado en uno de los escalones que dan hacia el parking de
atrás, dándome la espalda. Podía ver su musculosa espalda y una de sus manos
colocada en la parte trasera de su cuello. Me acerqué poco a poco. Supongo que
me oyó, porque de repente se giró. Me miró con expresiones que nunca le había
visto, entre furioso, celoso, frustrado, y muchas más que no pude descifrar.
Después de escanearme, se giró para irse. Di un paso adelante, instintivamente.
Estiré mi brazo, inútilmente, para tocarlo. Pero lo bajé instantes después.
— ¡Espera! No otra vez. No entiendo
nada, necesito una explicación. Tienes mi cabeza dando vueltas. Por favor,
explícamelo. Explícame qué está pasando –Le dije con ojos suplicantes, y vi vacilación
en sus ojos.
—No puedo, no sé qué decirte. Solamente
que tengo mi cabeza dando vueltas también. No entiendo nada yo tampoco, tengo
dudas. Eso es lo que pasa, que tengo dudas, no me gusta mucho el compromiso,
¿Vale? Y no me ayudas para nada –Me dijo contundentemente, más seco de lo que
me hubiera gustado. Me miraba fijamente, intimidándome. No me había dado
ninguna respuesta en absoluto.
— ¿Cómo?, ¿No te ayudo en qué? ¿Qué he
hecho mal? ¿Qué he hecho? –Frustrada, me adelanté y me puse de puntillas para
poder estar más cerca. Coloqué mis manos a ambos lados de su cara. Sus ojos se
abrieron en sorpresa y me miró fijamente a los ojos.
—No, lo siento. No puedo lidiar contigo,
no ahora. Nos vemos el lunes, Eli –Dijo él, apartando mis manos de sus mejillas
delicadamente, pero con determinación. Jadeé sorprendida. Me miró por última
vez, con mirada arrepentida y dolida. Más
dolido de lo que estoy yo no creo que esté. No entiendo nada. Noté una
lágrima silenciosa rodar por mi mejilla, la limpié antes de girarme. Me dirigí
de nuevo hacia dentro. Caminaba con la cabeza baja, repitiendo sus palabras en
mi cabeza “Tengo miedo al compromiso,
¿Vale? Y no me ayudas para nada”. Ha sido muy duro conmigo, pero no me ha dicho
si he hecho algo mal. Me marea. Estoy hecha un lío.
— ¿Eli? –Dijo
Raquel sacándome de mi mundo. Levanté la cabeza y cuando me vio supo que lo
había visto. Supo que si hubiera salido y no lo hubiera encontrado fuera, no
hubiera vuelto con esta expresión de frustración –Puedes quedarte en mi casa
este fin de semana si quieres, ya lo sabes. Podemos ver películas, comer pizza,
hablar hasta tarde. Podemos también trazar un plan –Dijo ella, intentando
calmarme. Estoy decepcionada y dolida. El
lunes va a intentar darme largas de nuevo y no voy a permitírselo. Asentí
con la cabeza a Raquel y caminé directa donde se encontraban aún Marcus y Edu.
—Marcus, ¿Podrías hacerme un favor
enorme? –Le pregunté pestañeando más de lo necesario y poniendo ojos de
perrito. Pestañeó con sorpresa y asintió.
—Lo que quieras, preciosa –Me dijo con
una sonrisa, pero sabía que pasaba algo, así que había un pequeño rastro de
preocupación en su voz. Eso me gustó, que se preocupara de mí. Al menos alguien realmente se preocupa por
mí.
—Pues verás, necesito que me ayudes a
poner celoso a Erik, ¿Por favor? –En ese momento supliqué con los ojos grandes
como el gato con botas de Shrek. Raquel a mi lado, dio un salto de sorpresa al
oír mis palabras. Pero al rato, me miró calculando. En ese momento supe que era
buena idea, y que ella iba a ayudarme.
—Claro, Eli, lo que sea. Podría ayudarme
Edu, ¿Verdad? –Dijo, girándose hacia Edu, quién asintió con la cabeza con una
sonrisa malévola en la cara. Erik Medina,
prepárate sicológicamente, porque el lunes vas a ser arrollado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario