Cerré los ojos con fuerza y me apreté a él, enterrando la cabeza en su
hombro. Notaba sus fuertes brazos a mí alrededor, manteniéndome enganchada a él
sin posibilidad de moverme. Grité hasta que caímos al agua, notando el cambio
de temperatura. El agua se amoldó a la forma de mi cuerpo como si de un molde
se tratara, ¿Eso me convierte en una
tarta?, Espero que sea de chocolate…
No me hundí mucho porque la piscina no era profunda y porque él no me lo
permitió. Chocó con sus pies en el suelo, manteniéndome a flote.
Abrí los ojos y lo atravesé con la mirada. Él al ver mi expresión se puso a
reír, provocando que yo también empezara a reír. No soltó su agarre en ningún
momento. Me encantaría mantenerme entre
sus brazos, protegida, para siempre. Ese beso que no me ha permitido darle se
me ha quedado en la memoria. Me ha dejado con las ganas. Pareciera que me
hubiera leído el pensamiento, porque se acercó a mí, rozando su nariz con la
mía. Me reí nerviosa y apreté mis piernas a su alrededor. Él clavó sus dedos en
mi cintura, provocando un jadeo por mi parte.
Acercó su boca a la mía, y rozó sus labios con los míos, provocando que temblara.
— ¡Se ha acabado la hora de piscina! ¡Todo el mundo fuera del agua! –Gritó
el director de Deportes, Sacándonos de nuestro mundo por desgracia. Nos giramos
en su dirección y al instante empezamos a movernos hacia la escalera. Me aparté
de Erik, no podía resistirme a él si estaba tan cerca. Aún no hemos arreglado las cosas, no puedo simplemente tirarme a sus
brazos esperando algo que no sé si va a pasar.
Salí de la piscina y recordé mi ropa. Me llevé la mano a la cara y suspiré.
— ¿Qué ocurre? –Dijo Erik detrás de mí. Negué con la cabeza sin decir nada
antes de coger aire.
—Mi ropa, no tengo más que esta –Dije con un suspiro, ya imaginándome pasar
lo que quedaba de tarde con la ropa empapada. Arrugué la camisa haciendo salir el
agua a chorros. Erik me cogió de la mano y me arrastró hasta los vestuarios.
—Espera, Tengo la ropa interior en el vestuario de las chicas, junto con mi
toalla –Le dije al darme cuenta de que iba directo al vestuario de chicos
–Aparte, ¿Qué quieres que haga allí? –añadí sin entender nada.
—Coge la ropa interior y nos vamos a los vestuarios del pasillo, que no
habrá nadie –Me dijo antes de desaparecer por la puerta del vestuario de
chicos.
Con el ceño fruncido, confundida, me dirigí hacia el vestuario de chicas.
Al entrar Raquel se puso a reír al instante, ella se había perdido la venganza
del Ojo que me derrito. Le saqué la lengua.
— ¿Qué te ha pasado? –Dijo entre carcajada y carcajada. Me miró con una
ceja levantada –Espera. No tienes más ropa, ¿Verdad? ¿Qué te vas a poner ahora?
–Me dijo parando de reír, y al ver mi mirada asesina volvió a reír.
—No sé, sinceramente, no sé nada. Erik me ha dicho que coja mi ropa
interior y la toalla y vaya con él. Espero que me consiga algo de ropa porque
ha sido culpa suya, más le vale –Le dije a Raquel sin saber qué creer. Este hombre cada día me sorprende más.
Cogí mi toalla y mi ropa interior y salí del vestuario por la puerta que da
al pasillo principal. Solo abrir la puerta empecé a tiritar. Estaba empapada y
había corriente de aire. Me abracé a mí misma y oí la puerta del vestuario de
los chicos abrirse. Me giré y lo vi a él con su toalla en el cuello, cambiado
con su uniforme de fútbol. Camisa del colegio azul con pantalones cortos del
mismo color. Iba guapísimo.
Al verme tiritar, se quitó la toalla del cuello y me la colocó sobre los
hombros, fregando mis brazos. Lo tenía tan cerca que podía oler su colonia. Me
guio hasta un vestuario. Entramos y me giré para enfrentarlo.
— ¿Qué me voy a poner? ¿Tienes alguna solución? –Le miré inquisitivamente. Lo veo demasiado relajado para estar en esta
situación, debe tener alguna solución. Es culpa suya, debe encontrarme ropa
para ponerme para pasar la tarde. De repente me vi emocionada ante el
pensamiento de llevar ropa suya. ¿Podré quedármela? Me da muchísima ilusión
tener algo de ropa suya, una camiseta sobre todo.
—Yo he traído más ropa, tendrás que ir con mi ropa. Tengo otro pantalón del
uniforme, pero camisa no, tengo otra. Te acuerdas que te dije que juego a
futbol, ¿Verdad? Pues tengo mi camiseta aquí, la llevo siempre para que me dé
suerte. Tengo dos o tres por si se está lavando. Pruébatela, a ver qué tal te
queda –Dijo él. Me quedé de piedra. ¿Enserio
voy a tener su camiseta de fútbol? Que ilusión. Quiero quedármela. Me la
tendió y la cogí sin duda alguna. Era de color rojo, con un escudo simple. La
giré y vi que tenía escrito Medina y el número 5. Sonreí sin poder evitarlo. Me
miró pensativo y curioso, preguntando con la mirada.
—Da la casualidad que es mi número favorito, pero si es tu amuleto de la
suerte no quiero tenerla. No quiero privarte de tu amuleto de la suerte –Le
dije aun sonriendo. Una sonrisa sexy y demasiado perfecta para mi ritmo
cardíaco se formó en sus labios. Intenté concentrarme en respirar, ya que
pareciera que mi cuerpo se había olvidado de cómo se hacía.
—Mi amuleto de la suerte eres tú, así que es un honor para mí que lleves mi
camiseta –Dijo él aún con esa sonrisa tan sexy que debería ser ilegal. Miré
hacia el suelo, poniéndome roja. Lo que
me hace sentir este hombre, no tiene nombre. Va a poder conmigo y con todas mis
fuerzas. Mejor me la pruebo a ver cómo queda.
Entré en el baño. Vi la decepción clara en su cara al ver que entraba en el
cubículo. ¿Se esperaba que me cambiara
delante de él? Que espere sentado si quiere, porque se va a cansar. Solté
una risita y cerré la puerta. Me quité el bañador y busqué mi toalla. Mierda, me la he dejado fuera.
— ¿Erik? ¿Puedes pasarme mi toalla?, creo que me la he dejado en uno de los
bancos –Dije. No oí nada, pero en pocos segundos noté la puerta vibrar como si
se intentara abrir desde fuera.
—Ni se te ocurra entrar, pásamela por encima, por favor –Le dije yo,
riéndome –Qué ocurrencias tienes… –Añadí entre risas. Cogí la toalla que me
tendía por encima y me sequé. Me coloqué mi ropa interior, lentamente, haciendo
sufrir al personaje tan sexy justo al otro lado de la puerta. Me puse los
pantalones del uniforme, odiándolos al instante. Seguidamente me coloqué su
camiseta, me iba grande, pero me gustaba sentir la tela sobre mi piel. Es SU camiseta, la ha llevado a muchos
partidos. Le da suerte, y quiere que la lleve YO. Su amuleto de la suerte dice…
Me encanta. Voy a salir a ver cómo reacciona al verme llevar su camiseta de la
suerte.
Salí del cubículo, con el corazón a cien por hora. Pero eso cambió
radicalmente cuando sus ojos recorrieron mi cuerpo, se me paró el pulso de
golpe, sin previo aviso. Nos quedamos mirando fijamente durante lo que
parecieron horas. Él me miraba la camiseta, lo que sospecho que significa que
me estaba mirando los pechos. Al darme cuenta de eso, me reí y me moví hacia el
espejo, para mirarme.
La imagen que me transmitía el espejo, era una versión desconocida de mí
misma. La camiseta me iba grande, pero se me marcaban los pechos en la
camiseta, ya que no eran fáciles de disimular. Me iba muy larga, casi tanto
como el pantalón del uniforme. Me tapaba el pantalón y parecía que no llevaba
nada debajo. Me gustaba llevar la camiseta, no simplemente porque fuera suya,
sino por el significado que tenía para él. Era una camiseta especial y yo la
estaba llevando puesta, eso me hacía sentir especial. Podría habérsela puesto
él y yo llevar su camiseta del uniforme sin ningún problema, pero por alguna
razón él prefirió que yo llevara ésta camiseta. Noté su mirada fija en mí, ya
que yo no había dicho nada desde que había salido del baño.
— ¿Qué te parece? ¿Te gusta? –Me dijo, tentativamente. Curioso, emocionado
y esperando mi respuesta. Lo miré y me perdí en sus ojos.
—Me encanta, ¿Qué tal me queda? –Dije, justo antes de dar una vuelta, con
los brazos extendidos a mis costados. Noté su mirada recorrerme de arriba a
abajo, sin dejarse ningún rincón y noté el calor subir hasta mi rostro.
—Mejor que a mí –Dijo él con una risita. Al oír eso, no pude evitar ponerme
a reír también. A ver, ¿No se supone que
iba a esperar a que él tomara una decisión? Debo tener más autocontrol. Esto no
puede quedarse así.
—Por cierto, sobre lo que hablamos ayer… ¿Has tomado una decisión? ¿Has
decidido si confiar en mí? ¿Si vas o no a enfrentarte a tus sentimientos? –Dije
yo, a lo mejor demasiado brusca, pero inocente y preocupada. Necesito saberlo, no puedo enfrascarme en
nada si no sé seguro que estamos iguales, que sentimos lo mismo. No es justo
para ninguno de los dos.
Él no respondió y giró su cara hacia su derecha, evitando mi mirada.
Suspiré. A lo mejor él no quiere enfrentarse
a sus sentimientos, puede que yo no valga la pena.
—De acuerdo, a lo mejor no valgo la pena lo suficiente. Lo entiendo
–Susurré, notando lágrimas en mis ojos, escociéndome –No puedo seguir así,
simplemente no puedo. Y tienes que entenderlo, como yo lo entiendo. Si no sabes
exactamente lo que sientes, no es justo para ninguno de los dos seguir con esto.
Y por la camiseta, ya conseguiré otra –Dije, empezando a sacármela. Me paró
poniendo una mano en mi cintura. Jadeé, escondiendo un sollozo.
—Quédatela, quiero que la tengas. Vales la pena, por eso estoy tardando
tanto en averiguar lo que siento por ti, porque me asusta el poder que tienes
sobre mí –Dijo él con voz suave.
Noté una lágrima resbalar por mi mejilla y me giré y me fui. No podía
enfrentar más la situación.
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