-Ana, no tengo
nada más que hacer, ¿me acompañas a dar una vuelta a ver si lo veo? - le dije después
de horas trabajando, ella al estar aburrida accedió al instante, sin dudarlo, levantándose
rápidamente de la silla donde se encontraba.
-Vamos, vamos,
vamos - dijo casi chillando de la emoción.
Salimos del
despacho, con la energía renovada, con nuevas ideas bombeando en la cabeza. ¿Qué le voy a decir yo ahora? ¿Y si vuelvo a
decir exactamente lo que pienso como todas las otras veces? Este hombre tiene
demasiado poder sobre mi, no se si podre soportarlo mucho mas, si vuelvo a
encontrarme a poca distancia de él, no creo tener el suficiente autocontrol
como para no besarlo. Si lo beso, será su culpa, así que él mismo. Vamonoooos,
vamonooos. Ha mencionado algo sobre que esta se la cobrara, así que no sé que
esperar de él, no tiene pinta de ser de los que olvidan una cosa, ¿debería
preocuparme mucho? Nah, si seguro si le pongo alguna cara suplicante o hago
algo inesperado lo distraigo y evito lo que sea que pretende hacerme.
Subiendo la
rampa hacia el campo de futbol, oí su voz profunda, provocándome esos tan
comunes y conocidos escalofríos y un repentino golpeteo en mi corazón. Así que
ni me molesté en mirar en dirección al campo de futbol, me dirigí directamente
hacia el patio cubierto, donde al instante de pasar por completo la rampa, pude
ver su grande espalda cómodamente apoyada en una silla, controlando a los
niños. Vi que tenía zumos a su derecha en el suelo.
-Mira, mira
bien lo que pasará ahora, lo voy a sorprender -dije con un susurro a Ana, que
no pudo evitar ponerse a reír y se quedó en un rincón para no molestar.
Me coloque
detrás, coloque los brazos alrededor de su cuello y le susurré al oído:
-¿Me das un
zumo, por favor, príncipe azul de pacotilla? -empecé a reírme al instante, a la
vez que él se levantaba sorprendido y me miraba con una mirada desafiante. Al
ver que era yo, una luz diferente se adueño de sus ojos irresistibles, y una
sonrisa brillante como el sol mismo apareció en su cara, haciendo flaquear mis
piernas. Yo incapaz de parar de reír, seguí mirándolo con una mirada malvada,
aunque con la risa, no se como me salió. Vi su duda, pero también vi su
incapacidad ante mi, era incapaz de decirme que no. Ante ese pensamiento, no
pude evitar agrandar mi sonrisa aún más.
Se agachó y
cogió un zumo, antes de tendérmelo, lo abrió, provocando otra risa por mi
parte. Cuando lo colocó cuidadosamente en mi mano lo llevé a mis labios, repentinamente
sedienta. Sin apartar mis ojos de los suyos, bebí con exagerada lentitud.
Cuando me había bebido un cuarto del bote, se lo tendí.
-¿Quieres un
poco? -le pregunté con una sonrisa tentadora. En ese momento dio un paso hacia
delante antes de pasar su pulgar por mi labio inferior para luego llevárselo a
la boca, sin en ningún momento, apartar sus ojos de los míos.
Ante el
repentino toque, me quede allí plantada sin saber qué hacer ni qué decir, vi
que mi reacción le gusto, por la risita que soltó. En el instante en el que oí
su risa, me relajé, era el sonido más maravilloso del mundo, aparte de cuando
me llamaba princesa. Me encantaba. Me he
quedado embobada de nuevo, ¿por qué es tan guapo este hombre? No lo entiendo.
¿Cómo se lo hace para hacerme parecer inútil? Parece que lo haga a propósito.
-Princesa,
tengo que cuidar de los niños y eres una distracción, y está a punto de acabar
nuestro horario laboral. Aunque nunca antes había querido venir a trabajar
tanto como quiero venir mañana -Dijo él rompiendo el silencio, diciendo esta última
parte más para sí mismo, que para mí.
-Supongo que
los peques se dejan querer, ¿verdad? -Le dije yo para no dejarlo hablando solo.
-¿Perdón? -Dijo
él con mirada confusa, como si lo hubiera sacado de su mundo.
-Digo que se
les coge cariño a los niños, por eso es por lo que quieres que sea mañana, ¿o
no? -Le pregunté inocentemente.
-Bueno si,
pero no sólo quiero venir mañana por los peques, sino por alguien más -Dijo él
todo misterioso.
-¿Quién,
príncipe? Si se puede saber –Dije yo sonriendo tranquilamente pero en realidad
pensando: ¡¡¡O dios mio, por favor, por
favor, por favor que sea yo, por favor!!! No deseo algo con tanto ímpetu desde
hace mucho tiempo, mucho.
Se acercó más
a mí y cuando se encontraba a poco más de un centímetro de mí, me susurró a los
labios:
-¿Quieres una
pista? -
-Aja –Fue lo único
que pude decir, a la vez que asentía, a causa de muestra cercanía. ¿Podrá oír mi corazón? Porque juraría que yo
sí puedo.
Entonces me dio
un beso en la mejilla a la vez que recorría mi brazo con su mano hasta llegar a
mi mano y entrelazaba sus dedos con los míos. Así nos quedamos unos momentos, a
centímetros, sin poder ninguno de los dos, movernos. Cuando estaba empezando a
separar sus dedos de los míos, yo dejé ir de repente su mano, provocando una
mirada de confusión por parte de él.
Sin poder
controlarme lo abracé, colocando mis brazos fuertemente alrededor de su cuello,
como una prisión. Él sorprendido, soltó una risita y todo el aire sostenido. Le
costó reaccionar, pero colocó sus brazos a mí alrededor y me apretó contra su
cuerpo. Con mi corazón a mil, deseé que ese momento no se acabara nunca. Podía
olerle, olía a hombre, un olor embriagador y adictivo.
Cuando empecé
a soltarme, para evitarlo me apretó más contra él y me levantó del suelo,
dándome vueltas, provocando risas en los dos. Enterré mi cara en su cuello,
provocando que él temblara.
Riéndome, fui
la causante de que se le pusiera la piel de gallina en el cuello. Le di un
repentino beso en el cuello, haciendo que se retorciera y me solté de su
amarre.
-Gracias,
príncipe –Dije una vez en el suelo. Le sonreí y empecé a alejarme, con el
sonrojo tatuado en la cara permanentemente, mirando a Ana, sin poder evitar
reírme.
-Princesa –Me
llamó mientras me alejaba. Me paré un segundo, para mirarlo con cara expectante
–Eres tú, princesa, eres tú –Dijo antes de girarse y dirigirse dentro del
edificio con todos los niños detrás.
Me quedé allí
petrificada, no podía moverme. Cuando hubo entrado completamente en el
edificio, Ana llegó corriendo hasta mí.
-Eli, Eli,
Eli, Eli, ¡Que fuerte! Sois el uno para el otro, está clarísimo. A ver que pasa
mañana –Cantó ella emocionadísima, pero la verdad es que su emoción no era ni
una cuarta parte de lo que era la mía.
Entré en el
despacho para recoger mi bolso y luego fui a buscar a Raquel, que se encontraba
en una clase. Cuando llegué, estaba jugando al parchís. Me senté lo más cerca
que pude.
-Canta –Oí a
Raquel decir con todo desafiante. Ana ya le había dicho algo, seguro. Entonces
se lo conté todo, y acabó tan emocionada como Ana.
-Tienes que
decirle algo –Me dijo, como regañándome.
-¿Qué quieres
que le diga, que no le he dicho ya? Si me paso el día casi con él, bueno, puede
que no tanto, pero ya me gustaría –Le contesté quejándome como una niña
pequeña.
-No sé, algo.
Pasa más tiempo con él, por ejemplo –Me contestó.
-No puedo, los
dos estamos trabajando aquí, no puedo simplemente pasar más tiempo con él,
tenemos cosas que hacer, ambos. No es una opción, paso todo el tiempo que puedo
y más con él –Contraataqué, con lo que tenía.
-Bueno chicos,
hora de recoger, tiempo de irse a casa –Oí una voz más que familiar detrás de
mí. Me quedé petrificada. ¿Puede ser que
me haya oído? Espero que no.
-Chicas,
también, hora de irse –Me giré para enfrentarlo, solamente me miraba a mí, con
sus ojos que me derretían.
Noté un
codazo. Raquel, ¿Quién iba a ser, sino?
Al menos ha evitado que me quede embobada de nuevo.
Todos se
levantaron y con prisa se fueron de la sala, Raquel, con ellos, enviándome una
mirada significativa mientras salía por la puerta, provocando una risita en mí.
Me dirigí la última hacia la puerta, donde se encontraba él. Al pasar por su
lado, se giró para salir conmigo, noté su mano en mi espalda, guiándome. Cuando
de repente, su mano recorrió mi espalda, para quedarse en la cintura, y girarme
repentinamente, atrayéndome hacia él. Sin pensarlo, rodeé su cuello con mis
brazos.
-Lo siento
princesa, pero lo necesitaba antes de irme –Me susurró en el oído, provocando
que temblara como una hoja. ¿Cómo se lo
hace para ser tan sumamente perfecto? Este hombre me hace temblar.
-Hasta mañana
–Le susurré al oído antes de darle un beso en la mejilla, tardando más de lo
necesario al darlo.
-Eres peligrosa,
princesa, eres muy peligrosa –Dijo él, cuando nos soltamos de nuestro abrazo
impresionante. Me reí como una niña.
-No tanto como
tú, príncipe, tú no te quedas corto –Esas fueron mis últimas palabras hacia él,
ya que me giré y me dirigí hacia la salida, donde el padre de Raquel nos
esperaba para recogernos. Antes de salir por la puerta principal, me giré para
volver a mirarlo, aún estaba mirándome, con esa sonrisa inmensa que provocaba
salir corriendo hacia él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario