domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 33


— ¡Venga Erik! – Chillé para animarlo, podía oír el rugir de la multitud detrás de mí. No era mucha gente, pero la suficiente como para que un partido de fútbol no pareciera un desierto con personas vestidas de uniforme haciendo el tonto persiguiendo un objeto redondo llamado pelota.
Yo me encontraba en el banquillo, sentada junto a dos o tres jugadores del equipo. Entre yo y los jugadores sentados a mi derecha solo había una diferencia: Ellos miraban a todos los miembros del equipo por igual, observando su técnica y destreza mientras que yo solamente observaba a Erik, me daba igual su técnica o destreza, solo observaba con adoración esa mirada de concentración absoluta, la tensión de sus músculos que le hacía el doble de atractivo, el brillo de su piel a causa del sudor, el subir y bajar de su pecho a causa de su respiración acelerada, todo él. Estando aquí sentada, me siento especial, importante. Me siento lo suficientemente buena para merecerme estar aquí, con él. Siento que él quiere que esté aquí tanto como yo quiero estar. Lo que él me hace sentir es indescriptible, indestructible. Si algún día, por alguna razón, no estoy con él. Sé que voy a recordar este verano toda mi vida. Es el verano que me dio la fuerza suficiente como para dejar a alguien llegar a mí de esta manera, el verano que me ha dado la autoestima suficiente como para salir allí fuera, al mundo, con todo lo que tenga. Es el verano de mi vida, el verano que marca un antes y un después. Siempre habrá un antes y un después de Erik. Él es el punto de cambio.
— ¿En qué piensas tan concentrada? – Oí una voz a mi derecha que fue la que me sacó de mi mundo, mi tranquilo mundo. Me giré para enfrentar al hablante y vi a Pol inclinado en su silla mirándome expectante con una sonrisa en la cara. Sus ojos negros brillantes me miraban con sincera curiosidad. Le sonreí.
— En nada, ¿alguna novedad?, he estado ausente unos segundos – Contesté mirando de nuevo al campo, donde podía ver a Erik parado en medio del campo. Estaba mirando al suelo con las manos apoyadas en los muslos, intentando recuperar el aliento – ¿Falta mucho para la media parte? – Le pregunté a Pol sin mirarle, estaba muy ocupada observando a Erik levantar la mirada. Justamente, su mirada se dirigió hacia el banquillo. Sentí los extremos de mi boca estirar hacia arriba, formando una sonrisa. Él al verme sonreír se puso a reír y me guiñó un ojo. Noté el calor subir a mi cara y bajé la mirada sonriendo como una tonta.
— Ya se ha acabado la primera parte. Ya puedes estar de nuevo con tu chico, tortolitos empalagosos – Respondió mofándose. Lo miré y le empujé y eso provocó risas por parte de los dos. Entonces me giré de nuevo hacia el campo, y vi a Erik mirarme fijamente mientras caminaba en mi dirección con paso firme. Solté una risita porque parecía que fuera un soldado dirigiéndose al campo de batalla. Tenía una mirada concentrada, pero no era comparable a la que le había visto durante el partido. Mientras jugaba era como si nada en este mundo existiera, solamente estaba él en el campo.
Me levanté en el momento en el que Erik estaba a unos 5 metros de distancia del banquillo. Me crucé de brazos para ponérselo más difícil, es decir, sin correr hacia él o abrir los brazos. Vi un atisbo de sonrisa pasar por sus labios, como si entendiera el reto y lo aceptara. Sus ojos brillaron con anticipación y picardía. Me encanta.
Cuando estuvo a un paso de mí, se paró y yo fruncí el ceño, confundida. ¿Qué estará planeando? Antes de que pudiera reaccionar, se agachó y me rodeó la cintura con los brazos, así colocándome encima de su hombro izquierdo como si yo fuera una bolsa de patatas.
— ¡Erik! ¡Bájame! – Chillé para que me dejara en el suelo, pero fue inútil. Empezó a moverse en círculos, mareándome. Cogí su camiseta y tiré hacia arriba para ver la forma de su espalda, el final de su espalda donde dejaba de ser espalda. Pude ver en ese momento los hoyuelos en el final de la espalda y no pude evitar sonreír. Adoro esos hoyuelos, son tan sexis… Yo también los tengo, pero no se me ven mucho porque tengo que perder algunos quilos para que se me noten más.
Cuando dejé de luchar y solté la camisa paró de repente, haciendo que todo me diera vueltas como si aún nos estuviéramos moviendo. Entonces con el brazo derecho me rodeó las piernas, moviéndome para que me colocara en posición nupcial. En el momento en el que se estuvo quieto, rodeé su cuello con mis brazos. Él me acercó a él bruscamente y nuestras frentes se chocaron. Sonreímos al unísono. Estábamos respirando con dificultad. Con solo estar así de cerca de él, ya me siento completa, no necesito nada más para ser feliz la verdad. Con sus tonterías, sus bromas, su todo, me hace reír, me hace sentir como nunca antes.
Él se inclinó hacia mí y yo apreté mi agarre alrededor de su cuello, haciéndolo mío.
— Eres mío – Susurré hacia sus labios antes de que éstos se tocaran. Un segundo antes de cerrar los ojos fue lo que me bastó para ver el brillo de sus ojos a medida que se formaba una sonrisa en sus labios en respuesta a mi afirmación.
Cuando nuestros labios se tocaron, o mejor dicho, chocaron, fue eléctrico. Noté la electricidad pasar a través de mi cuerpo como si acabara de poner los dedos en un enchufe y encima estuviera mojada. Retorcí su pelo con mis manos, acercándolo más a mí si era siquiera posible. Él no podía mover sus manos porque me estaba sosteniendo, así que el brazo que mantenía mis piernas en el aire de repente dejó de hacerlo. Mis pies de repente tocaron el suelo, sin previsión. Así que a causa del susto no tuve suficiente fuerza como para sostenerme de pie y noté mi cuerpo tambalearse. Jadeé con anticipación. Pero él nunca permitiría que yo me hiciera daño. Efectivamente, me cogió antes de que me cayera, colocó sus brazos alrededor de mi cintura, juntando nuestros pechos hasta que no pasó ni un ápice de aire entre nosotros.
Sonreí. Vaya reflejos. Este es mi hombre. Al estar empotrada a su pecho noté su camiseta mojada de sudor y me rodeó ese olor dulce a sudor.
— Vaya reflejos, pero ¿Por qué me has dejado ir así de repente? – Pregunté mientras me perdía en la profundidad de sus ojos azules increíbles. No consigo acostumbrarme a lo increíbles que son sus ojos, a su profundidad, a su transparencia. Puedo saber exactamente qué está pensando solo mirándole a los ojos, aparte de que es muy previsible, porque tienen un brillo característico, un brillo que me cala, me llega directamente sin pasar por peaje.
— Simplemente, porque si te tenía cogida en brazos, no podía hacer esto – Contestó él mientras pasaba su mano por mi espalda, bajando hasta pasar por mi trasero y subiendo de nuevo pero esta vez por debajo de mi camisa. El camino que recorría su mano por mi espalda desnuda dejaba un rastro de piel de gallina, pero irónicamente, mi piel ardía ante sus caricias. Por dios, lo que este hombre me provoca no tiene nombre.
Nuestras lenguas bailaban juntas, y a ratos su lengua recorría el grosor de mis labios, dejándolos entumecidos. Yo no podía evitar sonreír y morderle de tanto en tanto. Estamos en nuestro mundo, nuestra isla. Allí tenemos todo lo que realmente necesitamos, el uno al otro. Lo necesito, ahora me acabo de car cuenta.
— Te necesito – Susurró rápidamente contra mis labios antes de volver a besarme tiernamente. Parece que lea mis pensamientos, la verdad. Es increíble. Una sonrisa tan grande se formó en mi cara, que le costó besarme de lo tirantes que estaban mis labios. Yo intenté separarme para contestarle, pero no me dejó, al contrario, me apretó más contra él y me besó con más fiereza. Suspiré en medio del beso y le mordí para que me dejara contestarle al menos. Me costó, pero mordiendo su labio inferior pude al fin conseguir un segundo de aire. Cogí aire rápidamente.
— Y yo a ti – Suspiré y antes de que pudiera acabar siquiera el suspiro, volvía a tener sus labios en los míos. Le necesito, me necesita… Me derrito. Mierda, ¿Esto significa que ya me he enamorado perdidamente? Creo que sí… No tengo salida, ya no puedo hacer nada. Ahora tiene completo poder sobre mí.

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