— ¡Venga Erik! – Chillé para animarlo, podía oír
el rugir de la multitud detrás de mí. No era mucha gente, pero la suficiente
como para que un partido de fútbol no pareciera un desierto con personas
vestidas de uniforme haciendo el tonto persiguiendo un objeto redondo llamado
pelota.
Yo me encontraba en el banquillo, sentada junto a
dos o tres jugadores del equipo. Entre yo y los jugadores sentados a mi derecha
solo había una diferencia: Ellos miraban a todos los miembros del equipo por
igual, observando su técnica y destreza mientras que yo solamente observaba a
Erik, me daba igual su técnica o destreza, solo observaba con adoración esa
mirada de concentración absoluta, la tensión de sus músculos que le hacía el
doble de atractivo, el brillo de su piel a causa del sudor, el subir y bajar de
su pecho a causa de su respiración acelerada, todo él. Estando aquí sentada, me siento especial, importante. Me siento lo
suficientemente buena para merecerme estar aquí, con él. Siento que él quiere
que esté aquí tanto como yo quiero estar. Lo que él me hace sentir es
indescriptible, indestructible. Si algún día, por alguna razón, no estoy con
él. Sé que voy a recordar este verano toda mi vida. Es el verano que me dio la
fuerza suficiente como para dejar a alguien llegar a mí de esta manera, el
verano que me ha dado la autoestima suficiente como para salir allí fuera, al
mundo, con todo lo que tenga. Es el verano de mi vida, el verano que marca un
antes y un después. Siempre habrá un antes y un después de Erik. Él es el punto
de cambio.
— ¿En qué piensas tan concentrada? – Oí una voz a
mi derecha que fue la que me sacó de mi mundo, mi tranquilo mundo. Me giré para
enfrentar al hablante y vi a Pol inclinado en su silla mirándome expectante con
una sonrisa en la cara. Sus ojos negros brillantes me miraban con sincera
curiosidad. Le sonreí.
— En nada, ¿alguna novedad?, he estado ausente
unos segundos – Contesté mirando de nuevo al campo, donde podía ver a Erik
parado en medio del campo. Estaba mirando al suelo con las manos apoyadas en
los muslos, intentando recuperar el aliento – ¿Falta mucho para la media parte?
– Le pregunté a Pol sin mirarle, estaba muy ocupada observando a Erik levantar
la mirada. Justamente, su mirada se dirigió hacia el banquillo. Sentí los
extremos de mi boca estirar hacia arriba, formando una sonrisa. Él al verme
sonreír se puso a reír y me guiñó un ojo. Noté el calor subir a mi cara y bajé
la mirada sonriendo como una tonta.
— Ya se ha acabado la primera parte. Ya puedes
estar de nuevo con tu chico, tortolitos empalagosos – Respondió mofándose. Lo
miré y le empujé y eso provocó risas por parte de los dos. Entonces me giré de
nuevo hacia el campo, y vi a Erik mirarme fijamente mientras caminaba en mi
dirección con paso firme. Solté una risita porque parecía que fuera un soldado
dirigiéndose al campo de batalla. Tenía una mirada concentrada, pero no era
comparable a la que le había visto durante el partido. Mientras jugaba era como
si nada en este mundo existiera, solamente estaba él en el campo.
Me levanté en el momento en el que Erik estaba a
unos 5 metros de distancia del banquillo. Me crucé de brazos para ponérselo más
difícil, es decir, sin correr hacia él o abrir los brazos. Vi un atisbo de
sonrisa pasar por sus labios, como si entendiera el reto y lo aceptara. Sus
ojos brillaron con anticipación y picardía. Me
encanta.
Cuando estuvo a un paso de mí, se paró y yo fruncí
el ceño, confundida. ¿Qué estará
planeando? Antes de que pudiera reaccionar, se agachó y me rodeó la cintura
con los brazos, así colocándome encima de su hombro izquierdo como si yo fuera
una bolsa de patatas.
— ¡Erik! ¡Bájame! – Chillé para que me dejara en
el suelo, pero fue inútil. Empezó a moverse en círculos, mareándome. Cogí su
camiseta y tiré hacia arriba para ver la forma de su espalda, el final de su
espalda donde dejaba de ser espalda. Pude ver en ese momento los hoyuelos en el
final de la espalda y no pude evitar sonreír. Adoro esos hoyuelos, son tan sexis… Yo también los tengo, pero no se me
ven mucho porque tengo que perder algunos quilos para que se me noten más.
Cuando dejé de luchar y solté la camisa paró de
repente, haciendo que todo me diera vueltas como si aún nos estuviéramos
moviendo. Entonces con el brazo derecho me rodeó las piernas, moviéndome para
que me colocara en posición nupcial. En el momento en el que se estuvo quieto,
rodeé su cuello con mis brazos. Él me acercó a él bruscamente y nuestras
frentes se chocaron. Sonreímos al unísono. Estábamos respirando con dificultad.
Con solo estar así de cerca de él, ya me
siento completa, no necesito nada más para ser feliz la verdad. Con sus
tonterías, sus bromas, su todo, me hace reír, me hace sentir como nunca antes.
Él se inclinó hacia mí y yo apreté mi agarre
alrededor de su cuello, haciéndolo mío.
— Eres mío – Susurré hacia sus labios antes de que
éstos se tocaran. Un segundo antes de cerrar los ojos fue lo que me bastó para
ver el brillo de sus ojos a medida que se formaba una sonrisa en sus labios en
respuesta a mi afirmación.
Cuando nuestros labios se tocaron, o mejor dicho,
chocaron, fue eléctrico. Noté la electricidad pasar a través de mi cuerpo como
si acabara de poner los dedos en un enchufe y encima estuviera mojada. Retorcí
su pelo con mis manos, acercándolo más a mí si era siquiera posible. Él no
podía mover sus manos porque me estaba sosteniendo, así que el brazo que
mantenía mis piernas en el aire de repente dejó de hacerlo. Mis pies de repente
tocaron el suelo, sin previsión. Así que a causa del susto no tuve suficiente
fuerza como para sostenerme de pie y noté mi cuerpo tambalearse. Jadeé con
anticipación. Pero él nunca permitiría
que yo me hiciera daño. Efectivamente, me cogió antes de que me cayera,
colocó sus brazos alrededor de mi cintura, juntando nuestros pechos hasta que
no pasó ni un ápice de aire entre nosotros.
Sonreí. Vaya
reflejos. Este es mi hombre. Al estar empotrada a su pecho noté su camiseta
mojada de sudor y me rodeó ese olor dulce a sudor.
— Vaya reflejos, pero ¿Por qué me has dejado ir
así de repente? – Pregunté mientras me perdía en la profundidad de sus ojos
azules increíbles. No consigo
acostumbrarme a lo increíbles que son sus ojos, a su profundidad, a su
transparencia. Puedo saber exactamente qué está pensando solo mirándole a los
ojos, aparte de que es muy previsible, porque tienen un brillo característico,
un brillo que me cala, me llega directamente sin pasar por peaje.
— Simplemente, porque si te tenía cogida en brazos,
no podía hacer esto – Contestó él mientras pasaba su mano por mi espalda,
bajando hasta pasar por mi trasero y subiendo de nuevo pero esta vez por debajo
de mi camisa. El camino que recorría su mano por mi espalda desnuda dejaba un
rastro de piel de gallina, pero irónicamente, mi piel ardía ante sus caricias. Por dios, lo que este hombre me provoca no
tiene nombre.
Nuestras lenguas bailaban juntas, y a ratos su
lengua recorría el grosor de mis labios, dejándolos entumecidos. Yo no podía
evitar sonreír y morderle de tanto en tanto. Estamos en nuestro mundo, nuestra isla. Allí tenemos todo lo que
realmente necesitamos, el uno al otro. Lo necesito, ahora me acabo de car
cuenta.
— Te necesito – Susurró rápidamente contra mis
labios antes de volver a besarme tiernamente. Parece que lea mis pensamientos, la verdad. Es increíble. Una
sonrisa tan grande se formó en mi cara, que le costó besarme de lo tirantes que
estaban mis labios. Yo intenté separarme para contestarle, pero no me dejó, al
contrario, me apretó más contra él y me besó con más fiereza. Suspiré en medio
del beso y le mordí para que me dejara contestarle al menos. Me costó, pero
mordiendo su labio inferior pude al fin conseguir un segundo de aire. Cogí aire
rápidamente.
— Y yo a ti – Suspiré y antes de que pudiera
acabar siquiera el suspiro, volvía a tener sus labios en los míos. Le necesito, me necesita… Me derrito.
Mierda, ¿Esto significa que ya me he enamorado perdidamente? Creo que sí… No
tengo salida, ya no puedo hacer nada. Ahora tiene completo poder sobre mí.
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