Con los niños
organizados en grupos, nos dirigimos al museo del Barça. Estábamos haciendo
cola para entrar y los monitores iban repartiendo las entradas. Yo me puse al
lado de Jordi. Sin quitar mis ojos de encima del señor más guapo del planeta,
Erik Medina, Sí señor.
—Eli, ¿Puedes
quedarte en el medio, por favor? Este
grupo es muy grande, Erik está en el principio y yo me quedo en el final,
¿Vale? Va a ser duro, pero no imposible, hay mucha gente así que mantén los
ojos abiertos. ¡Vamos allá! –Me dijo Jordi quitándome de mi mundo de fantasía
donde saltaba encima de Erik y me lo comía a besos, a la vez que se colocaba
detrás el último niño y yo me colocaba en el medio. Iba mirando en dirección al
Príncipe.
—Eli, ¿Te
encuentras bien? –Oí a alguien preguntarme detrás de mí. Me giré y vi a una de
las niñas del grupo de tenis. ¿Encontrarme
bien? ¿A qué viene ésta pregunta?
—Sí, ¿Por qué?
–Le contesté sin entender nada.
—Estás blanca,
¿Has comido? –Me miró acusatoriamente.
—Sí, estabas a
mi lado. ¿Recuerdas? –Le dije, a ver si me dejaba.
—Sí, lo
recuerdo, y simplemente probaste tu bocadillo. ¿Recuerdas? –Me contestó
insolentemente.
Pasé y me giré
para ir pasando dentro, con el ceño fruncido. Con esa expresión en la cara me
gané una mirada de preocupación por parte de mi príncipe. Negué con la cabeza
en su dirección ligeramente para no preocuparlo. Lo último que necesito ahora es todo el mundo pendiente de mí. No lo
soporto. Así que sigamos con la excursión, por favor. Me dirigí al chico
que cortaba las entradas, y le di la mía sin levantar la cabeza. Noté que me
miraba mucho.
—Hola,
guapísima. ¿Monitora? –Me dijo, para mi sorpresa. Asentí, sin mirarlo casi.
Estaba observando a mi grupo pasar, y vi de soslayo a Erik mirarme fijamente,
como si me estuviera vigilando. Sonreí inconscientemente ante ese pensamiento. Se siente raro el pensar que alguien esté
tan fijado en ti que te vigile todo el tiempo. Es un poco agobiante, pero se
siente bien.
— ¿Estás
soltera? –Me preguntó, sorprendiéndome de que insistiera. Ni siquiera lo había
mirado en todo el tiempo casi. Levanté la cabeza y vi que me miraba con
interés. Cuando alguien me mira así me da
repelús y me viene la risa floja. Pero al pensar cómo le afectará al chico
mirón mi risa, mejor no me río. ¿Qué puedo decir para sacarme a mí misma de
esta situación? No sé cómo reaccionar. ¡Qué alguien me ayude! Príncipe…
Justo cuando
iba a responder, apareció Erik y colocó su brazo por mi hombro sorprendiéndome.
¡Bien! Mi Príncipe ha venido a
rescatarme. Gracias a Dios. No habría sabido cómo salir de ésta situación.
—Está ocupada,
métete con alguien más –Dijo a la vez que se iba y me arrastraba con él. Tenía
cara de enfadado, cosa que me hizo feliz. Celosillo,
celosillo. Me encanta mi Príncipe celoso.
Sonreí como
una tonta y lo seguí. Le empujé hacia delante para que se colocase al principio
del grupo. Cuando me quedé de pie sola en medio del grupo, me mareé
ligeramente, me apoyé en un poste de publicidad para ganar sostenibilidad y
cerré los ojos. Mala idea, ¿Cómo se me
ocurre cerrar los ojos si estoy mareada? Abrí los ojos y me sentí mejor al
instante. Pero seguía un poco grogui, no era para tanto. Si pienso en otra cosa, se me pasará rápido. Noté unas manos
cálidas en mi cuello. Sorprendida, subí los ojos y vi a mi Príncipe mirarme
preocupado. Es adorable. Esos ojos
grandes color azul me derrito pueden conmigo. Me pierdo en sus ojos, y no creo
que quiera encontrarme. Aquí me quedo.
—Ei, ¿Estás
bien? Háblame –Me dijo, acercándose más, haciendo más firme su agarre en mí.
Respiré hondo y asentí indicándole que estaba bien.
Colocó
nuestras frentes juntas, haciéndome respirar entrecortadamente.
—Cuídate, por
favor. No me des estos sustos, ¿De acuerdo? –Me miró intensamente, muy serio.
Asentí, no confiando en mi voz. Moví mis brazos hacia él y los coloqué
alrededor de su cintura abrazándolo. Necesitaba tenerlo cerca y me apretujé
contra él. Él en respuesta, colocó sus brazos alrededor de mi cuello protectoramente.
Me sentí mejor al oler su aroma, notar el latido de su corazón, sus labios en
mi cuello y su respiración bajando por mi espalda. Respiré hondo y me separé.
—Tenemos que
controlar a los niños, estamos a punto de entrar. Estoy bien, ¿Vale? –Le dije
al notar su mirada de duda. Se giró para colocarse al principio del grupo, pero
iba girándose para mirarme cada poco tiempo, asegurándose.
Me concentré
con los pequeños, haciéndolos moverse más rápido, para que pudiera pasar la
gente. Estaba tan lleno de gente que daba miedo. Empecé a ponerme nerviosa. Los
niños no paraban de moverse y con el grupo de gente era estresante.
Hubo un
momento en el que el grupo se dispersó y perdí a Erik. Moví el trozo de grupo
que me quedaba y miré a Jordi.
— ¿Dónde está?
–Me preguntó articulando con los labios, ya que era tan ruidoso el lugar que
era imposible oír nada. Me encogí de hombros para indicarle que no tenía ni
idea de dónde se había metido. Controlé a los pocos que tenía yo, y Jordi se
fue, dejándome sola con los que tenía. Mierda,
¿y ahora qué hago? No puedo irme, tengo que controlar a estos niños. De
repente, como de la nada, apareció un niño por las escaleras que daban a las
gradas.
—Ei, ¿Qué
hacías por ahí? ¿Estabas solo? –Le pregunté preocupada. No me contestó, pasó de
largo y se colocó con los niños del grupo detrás de mí. Entonces, vi a más
niños aparecer de la nada. Me giré y caminé un poco hacia las escaleras y
entonces fue cuando lo vi. Con una cara triunfante, apareció Erik con el grupo
de niños que faltaban.
— ¿Me has
echado de menos? –Me preguntó arrogante. Negué con la cabeza, aún estresada. No me puedo creer que desapareciera así
porque sí sin decir nada. ¡Estamos en un lugar lleno de gente, y estos niños están
bajo nuestra responsabilidad! Me ha dado un susto de muerte.
Me giré y me
dirigí a donde Jordi se encontraba, histérico, buscándolo. Dejé a Erik con la
palabra en la boca, sin remordimiento alguno.
—Jordi, lo he
encontrado. Estaba en las gradas con los niños que faltaban. Ahora está con los
niños, ven –Le dije, a la vez que lo arrastraba conmigo. Vi al instante a Jordi
relajarse a mi lado.
Me ha dado un vuelco al corazón el no verle. Estoy
de los nervios, porque aquí hay mucha gente y los niños pueden perderse. No
ayuda para nada que desaparezca así porque sí. Por favor, que esta excursión se
acabe pronto.
Cuando se
acabó la visita al museo, nos dirigimos al autocar. Esta vez, estaba libre la
parte de atrás, así que allí nos dirigimos.
— ¿Te ha
molestado lo de antes, lo de desaparecer de la nada? –Me preguntó cauteloso,
mirándome con ojos de cachorrito abandonado. Me acurruqué a su lado y lo miré. No puedo hacer nada contra esos ojos
increíbles. Este hombre tiene completo control sobre mí.
—No, para
nada. Simplemente que me asusté al no verte. Había mucha gente y estaba muy
nerviosa porque no quería perder a los niños. Y no me encontraba muy bien
tampoco –Le contesté hablando muy rápido, apoyándome en su hombro. Noté su mano
darme pequeños masajes en la espalda –Aparte, me cuesta muchísimo enfadarme, nunca
me enfado realmente. Porque soy incapaz de guardar rencor, se me pasa al cabo
de poco tiempo aunque no lo quiera. Al cabo de un rato, se me olvida porque me
había molestado en primer lugar –Añadí para dejarlo claro.
—Eso es una de
las cosas que más me gustan de ti. Aparte de lo guapa que eres y lo poco que lo
sabes –Me dio un beso en la mejilla y entrelazó nuestras manos. Suspiré
aliviada de que la excursión se hubiera acabado.
Llegamos al
colegio y nos dirigimos hacia la sala donde se juega ping-pong y se merienda.
Yo me junté con Raquel y los demás, y él se fue con Quim y los otros monitores.
—Dime, ¿que
habéis hecho? –me preguntó Raquel, curiosa. Se lo conté todo y puso cara
atónita.
—Ahora que me
fijo, sí que estás un poco pálida, ¿Te encuentras bien? –Me preguntó mientras
me miraba preocupada. Suspiré.
—Sí, estoy
bien –Le contesté mientras cogía algo para merendar. Iba mirando a Erik, quien
hacía lo mismo. Es como magnético,
necesito notarlo cerca, necesito mantener aunque sea mero contacto visual con
él. Sólo con el hecho de pensar en él se me acelera el corazón. Tengo una
enfermedad, se llama Erikitis aguda. Y no tiene cura alguna. Me puse a reír
yo sola, como una loca. Qué pensamientos
más locos tengo, lo reconozco.
—Tierra
llamando a Eli –Oí una voz que me sacó de mi mundo. Desgraciadamente. Con lo bien que se vive en mi mundo.
Me giré y vi a
Marcus con Edu, abracé a Marcus, ya que no lo había visto en todo el día. Él y
Edu habían ido de excursión al Imax. Me levantó por los aires y me colocó en su
espalda. Me puse a reír sin poder evitarlo.
— ¿Qué tal la
peli? –Les pregunté aun riéndome. Apoyé mi cabeza en su hombro, cansada.
—Un horror.
Aburridísima. ¿Qué has hecho tú? –Me preguntó sin mirarme, ya que estaba en su
espalda y era un poco difícil mirarme. ¿Por
qué ni manteniendo una conversación con otra persona puedo evitar mirar en su
dirección? ¿Qué me ha hecho este hombre? Por favor, que deje de mirarme.
Simplemente el hecho de notar sus ojos en mí me pone nerviosa.
—Pues yo he ido…
al campo del Español y al Camp Nou –Dije yo, ganándome miradas de envidia. Me
reí triunfante, pero me quedé en el intento y quedó como un JOJOJO raro. Mi
risa malévola ridícula provocó risas entre los presentes. Incluso Quim se puso
a reír. Pero Erik no.
—Oye, Eli.
Creo que está celoso, no deja de mirarte y tiene cara de enfadado –Me dijo
Raquel, haciéndome mirar en dirección del Ojo que me derrito. Efectivamente. Tiene los labios en una fina línea, quiere decir que está molesto. Mira
más fijamente de lo normal y no gira la cabeza para seguir mirando a quien le
habla como hace normalmente. ¿Estará enserio celoso? Si es así, me encanta. Me
encanta ponerlo celoso. Pero creo que tampoco puedo pasarme, no quiero que se
enfade. Ahora que pienso, ni siquiera puede enfadarse porque no somos nada. No
estamos saliendo, ni siquiera hemos hablado de ello. Así que se enfade si
quiere, sabe que no puede reprocharme nada, NADA. Solté una risita ante
tales cavilaciones. Ganándome un ceño fruncido por su parte, cosa que me hizo
reír más aún.
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