sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 11


Con los niños organizados en grupos, nos dirigimos al museo del Barça. Estábamos haciendo cola para entrar y los monitores iban repartiendo las entradas. Yo me puse al lado de Jordi. Sin quitar mis ojos de encima del señor más guapo del planeta, Erik Medina, Sí señor.
—Eli, ¿Puedes quedarte en el medio, por favor?  Este grupo es muy grande, Erik está en el principio y yo me quedo en el final, ¿Vale? Va a ser duro, pero no imposible, hay mucha gente así que mantén los ojos abiertos. ¡Vamos allá! –Me dijo Jordi quitándome de mi mundo de fantasía donde saltaba encima de Erik y me lo comía a besos, a la vez que se colocaba detrás el último niño y yo me colocaba en el medio. Iba mirando en dirección al Príncipe.
—Eli, ¿Te encuentras bien? –Oí a alguien preguntarme detrás de mí. Me giré y vi a una de las niñas del grupo de tenis. ¿Encontrarme bien? ¿A qué viene ésta pregunta?
—Sí, ¿Por qué? –Le contesté sin entender nada.
—Estás blanca, ¿Has comido? –Me miró acusatoriamente.
—Sí, estabas a mi lado. ¿Recuerdas? –Le dije, a ver si me dejaba.
—Sí, lo recuerdo, y simplemente probaste tu bocadillo. ¿Recuerdas? –Me contestó insolentemente.
Pasé y me giré para ir pasando dentro, con el ceño fruncido. Con esa expresión en la cara me gané una mirada de preocupación por parte de mi príncipe. Negué con la cabeza en su dirección ligeramente para no preocuparlo. Lo último que necesito ahora es todo el mundo pendiente de mí. No lo soporto. Así que sigamos con la excursión, por favor. Me dirigí al chico que cortaba las entradas, y le di la mía sin levantar la cabeza. Noté que me miraba mucho.
—Hola, guapísima. ¿Monitora? –Me dijo, para mi sorpresa. Asentí, sin mirarlo casi. Estaba observando a mi grupo pasar, y vi de soslayo a Erik mirarme fijamente, como si me estuviera vigilando. Sonreí inconscientemente ante ese pensamiento. Se siente raro el pensar que alguien esté tan fijado en ti que te vigile todo el tiempo. Es un poco agobiante, pero se siente bien.
— ¿Estás soltera? –Me preguntó, sorprendiéndome de que insistiera. Ni siquiera lo había mirado en todo el tiempo casi. Levanté la cabeza y vi que me miraba con interés. Cuando alguien me mira así me da repelús y me viene la risa floja. Pero al pensar cómo le afectará al chico mirón mi risa, mejor no me río. ¿Qué puedo decir para sacarme a mí misma de esta situación? No sé cómo reaccionar. ¡Qué alguien me ayude! Príncipe…
Justo cuando iba a responder, apareció Erik y colocó su brazo por mi hombro sorprendiéndome. ¡Bien! Mi Príncipe ha venido a rescatarme. Gracias a Dios. No habría sabido cómo salir de ésta situación.
—Está ocupada, métete con alguien más –Dijo a la vez que se iba y me arrastraba con él. Tenía cara de enfadado, cosa que me hizo feliz. Celosillo, celosillo. Me encanta mi Príncipe celoso.
Sonreí como una tonta y lo seguí. Le empujé hacia delante para que se colocase al principio del grupo. Cuando me quedé de pie sola en medio del grupo, me mareé ligeramente, me apoyé en un poste de publicidad para ganar sostenibilidad y cerré los ojos. Mala idea, ¿Cómo se me ocurre cerrar los ojos si estoy mareada? Abrí los ojos y me sentí mejor al instante. Pero seguía un poco grogui, no era para tanto. Si pienso en otra cosa, se me pasará rápido. Noté unas manos cálidas en mi cuello. Sorprendida, subí los ojos y vi a mi Príncipe mirarme preocupado. Es adorable. Esos ojos grandes color azul me derrito pueden conmigo. Me pierdo en sus ojos, y no creo que quiera encontrarme. Aquí me quedo.
—Ei, ¿Estás bien? Háblame –Me dijo, acercándose más, haciendo más firme su agarre en mí. Respiré hondo y asentí indicándole que estaba bien.
Colocó nuestras frentes juntas, haciéndome respirar entrecortadamente.
—Cuídate, por favor. No me des estos sustos, ¿De acuerdo? –Me miró intensamente, muy serio. Asentí, no confiando en mi voz. Moví mis brazos hacia él y los coloqué alrededor de su cintura abrazándolo. Necesitaba tenerlo cerca y me apretujé contra él. Él en respuesta, colocó sus brazos alrededor de mi cuello protectoramente. Me sentí mejor al oler su aroma, notar el latido de su corazón, sus labios en mi cuello y su respiración bajando por mi espalda. Respiré hondo y me separé.
—Tenemos que controlar a los niños, estamos a punto de entrar. Estoy bien, ¿Vale? –Le dije al notar su mirada de duda. Se giró para colocarse al principio del grupo, pero iba girándose para mirarme cada poco tiempo, asegurándose.
Me concentré con los pequeños, haciéndolos moverse más rápido, para que pudiera pasar la gente. Estaba tan lleno de gente que daba miedo. Empecé a ponerme nerviosa. Los niños no paraban de moverse y con el grupo de gente era estresante.
Hubo un momento en el que el grupo se dispersó y perdí a Erik. Moví el trozo de grupo que me quedaba y miré a Jordi.
— ¿Dónde está? –Me preguntó articulando con los labios, ya que era tan ruidoso el lugar que era imposible oír nada. Me encogí de hombros para indicarle que no tenía ni idea de dónde se había metido. Controlé a los pocos que tenía yo, y Jordi se fue, dejándome sola con los que tenía. Mierda, ¿y ahora qué hago? No puedo irme, tengo que controlar a estos niños. De repente, como de la nada, apareció un niño por las escaleras que daban a las gradas.
—Ei, ¿Qué hacías por ahí? ¿Estabas solo? –Le pregunté preocupada. No me contestó, pasó de largo y se colocó con los niños del grupo detrás de mí. Entonces, vi a más niños aparecer de la nada. Me giré y caminé un poco hacia las escaleras y entonces fue cuando lo vi. Con una cara triunfante, apareció Erik con el grupo de niños que faltaban.
— ¿Me has echado de menos? –Me preguntó arrogante. Negué con la cabeza, aún estresada. No me puedo creer que desapareciera así porque sí sin decir nada. ¡Estamos en un lugar lleno de gente, y estos niños están bajo nuestra responsabilidad! Me ha dado un susto de muerte.
Me giré y me dirigí a donde Jordi se encontraba, histérico, buscándolo. Dejé a Erik con la palabra en la boca, sin remordimiento alguno.
—Jordi, lo he encontrado. Estaba en las gradas con los niños que faltaban. Ahora está con los niños, ven –Le dije, a la vez que lo arrastraba conmigo. Vi al instante a Jordi relajarse a mi lado.
Me ha dado un vuelco al corazón el no verle. Estoy de los nervios, porque aquí hay mucha gente y los niños pueden perderse. No ayuda para nada que desaparezca así porque sí. Por favor, que esta excursión se acabe pronto.
Cuando se acabó la visita al museo, nos dirigimos al autocar. Esta vez, estaba libre la parte de atrás, así que allí nos dirigimos.
— ¿Te ha molestado lo de antes, lo de desaparecer de la nada? –Me preguntó cauteloso, mirándome con ojos de cachorrito abandonado. Me acurruqué a su lado y lo miré. No puedo hacer nada contra esos ojos increíbles. Este hombre tiene completo control sobre mí.
—No, para nada. Simplemente que me asusté al no verte. Había mucha gente y estaba muy nerviosa porque no quería perder a los niños. Y no me encontraba muy bien tampoco –Le contesté hablando muy rápido, apoyándome en su hombro. Noté su mano darme pequeños masajes en la espalda –Aparte, me cuesta muchísimo enfadarme, nunca me enfado realmente. Porque soy incapaz de guardar rencor, se me pasa al cabo de poco tiempo aunque no lo quiera. Al cabo de un rato, se me olvida porque me había molestado en primer lugar –Añadí para dejarlo claro.
—Eso es una de las cosas que más me gustan de ti. Aparte de lo guapa que eres y lo poco que lo sabes –Me dio un beso en la mejilla y entrelazó nuestras manos. Suspiré aliviada de que la excursión se hubiera acabado.
Llegamos al colegio y nos dirigimos hacia la sala donde se juega ping-pong y se merienda. Yo me junté con Raquel y los demás, y él se fue con Quim y los otros monitores.
—Dime, ¿que habéis hecho? –me preguntó Raquel, curiosa. Se lo conté todo y puso cara atónita.
—Ahora que me fijo, sí que estás un poco pálida, ¿Te encuentras bien? –Me preguntó mientras me miraba preocupada. Suspiré.
—Sí, estoy bien –Le contesté mientras cogía algo para merendar. Iba mirando a Erik, quien hacía lo mismo. Es como magnético, necesito notarlo cerca, necesito mantener aunque sea mero contacto visual con él. Sólo con el hecho de pensar en él se me acelera el corazón. Tengo una enfermedad, se llama Erikitis aguda. Y no tiene cura alguna. Me puse a reír yo sola, como una loca. Qué pensamientos más locos tengo, lo reconozco.
—Tierra llamando a Eli –Oí una voz que me sacó de mi mundo. Desgraciadamente. Con lo bien que se vive en mi mundo.
Me giré y vi a Marcus con Edu, abracé a Marcus, ya que no lo había visto en todo el día. Él y Edu habían ido de excursión al Imax. Me levantó por los aires y me colocó en su espalda. Me puse a reír sin poder evitarlo.
— ¿Qué tal la peli? –Les pregunté aun riéndome. Apoyé mi cabeza en su hombro, cansada.
—Un horror. Aburridísima. ¿Qué has hecho tú? –Me preguntó sin mirarme, ya que estaba en su espalda y era un poco difícil mirarme. ¿Por qué ni manteniendo una conversación con otra persona puedo evitar mirar en su dirección? ¿Qué me ha hecho este hombre? Por favor, que deje de mirarme. Simplemente el hecho de notar sus ojos en mí me pone nerviosa.
Pues yo he ido… al campo del Español y al Camp Nou –Dije yo, ganándome miradas de envidia. Me reí triunfante, pero me quedé en el intento y quedó como un JOJOJO raro. Mi risa malévola ridícula provocó risas entre los presentes. Incluso Quim se puso a reír. Pero Erik no.
—Oye, Eli. Creo que está celoso, no deja de mirarte y tiene cara de enfadado –Me dijo Raquel, haciéndome mirar en dirección del Ojo que me derrito. Efectivamente. Tiene los labios en una fina línea, quiere decir que está molesto. Mira más fijamente de lo normal y no gira la cabeza para seguir mirando a quien le habla como hace normalmente. ¿Estará enserio celoso? Si es así, me encanta. Me encanta ponerlo celoso. Pero creo que tampoco puedo pasarme, no quiero que se enfade. Ahora que pienso, ni siquiera puede enfadarse porque no somos nada. No estamos saliendo, ni siquiera hemos hablado de ello. Así que se enfade si quiere, sabe que no puede reprocharme nada, NADA. Solté una risita ante tales cavilaciones. Ganándome un ceño fruncido por su parte, cosa que me hizo reír más aún. 

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