sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 31


Cuando llegué a mi habitación después de contarle todo, con pelos y señales a mi madre, Sí, se lo cuento todo a mi madre, siempre hemos sido el pilar la una de la otra sin importar las circunstancias, mi madre es algo esencial para mí, realmente no sabría que hacer sin ella, me estiré en la cama con un golpe sordo.
Miré al techo con una sonrisa ridícula asomando entre mis labios aún hinchados, recordando la sensación de sus labios bailando al unísono con los míos, sus brazos rodeándome, haciéndome prisionera de mis propios deseos. Sin apenas darme cuenta, caí en un profundo sueño, completamente imposible de romper. Excepto por el sonido de mi móvil en el bolsillo derecho del pantalón. No, por una vez que me duermo rápido. Esto no es justo.
Me apoyé en mi lado izquierdo para coger el móvil con más comodidad. Me lo acerqué arrastrándolo a través de mí completamente dormida aún. Entreabrí los ojos molesta, había estado soñando con mi Príncipe azul y se me había interrumpido sin ningún miramiento.
Cuando la luz de la pantalla me cegó cerré los ojos con fuerza gruñendo. De forma gradual y calmada los fui abriendo para acostumbrarme poco a poco a tal claridad y observar la razón de la interrupción tan repentina. Miré primero la hora: 00:30. Auch, ¿a quién se le ocurre enviarme un mensaje a estas horas?
En el momento en el que me fijé en quién enviaba el mensaje antes de desbloquear el teléfono, noté la rabia desaparecer de mi sistema casi instantáneamente. Príncipe Azul. Como no, no sé cómo no lo he visto venir, ahora parece tan obvio. Si es él, se lo perdono. Se lo perdono todo. Veamos que pone.
No puedo dormir, no te puedo sacar de mi cabeza. ¿Qué me has hecho?
Me puse a reír. Es demasiado tierno, y tonto. Es empalagoso como él solo, por eso creo que el apodo de Príncipe Azul le va como anillo al dedo o como chocolate a las creps, según preferencia. Aunque debería ser incluso rosa, Príncipe Rosa. Me reí aún más de mi ocurrencia. Cerré los ojos sonriendo, mientras pensaba en qué responderle. Dejé de pensar y escribí:
Yo estaba durmiendo, justamente estaba soñando contigo, vives en una jaula llamada mi mente. La pregunta es: ¿Qué me has hecho TÚ a mí?
No esperaba ninguna respuesta, pero al cabo de dos minutos casi enteros volvió a sonar.
Me has hechizado con tus poderes de Princesa, peor como eres tan mala te has hechizado también. Tienes que tener cuidado con lo que haces. Sigo sin poder conciliar el sueño, a lo mejor debería probar tu técnica.
Sonreí tanto que me dolían las mejillas de tanto estirar la piel. Solté una risita.
Así que yo soy la mala, pues entonces no sé qué eres tú. Mi técnica… ¿Soñar contigo? No sé qué bueno puede salir de ti soñando contigo mismo ;)
Me reí en el mismo instante en el que envié el mensaje. Mala dice… Él sí que es malo. Me pregunto cuando lo volveré a ver, digo antes del campus. Conociéndolo estará en mi puerta antes siquiera de que me dé tiempo de pestañear. El teléfono sonó de nuevo, sacándome de mis pensamientos.
¿Malo, yo? No tienes ni idea… Pues mi técnica será soñar contigo, ¿Te parece bien?
Volví a reírme, miré de nuevo la hora y bostecé. Eran las 00:50
Me parece genial mientras me dejes dormir Príncipe Malévolo.
Entonces, volvió a sonar, pero esta vez más continuado. Como si fuera una llamada. ¿Una llamada? ¿Qué…? Me senté de repente y miré fijamente a la pantalla con los ojos abiertos de par en par, totalmente acostumbrada a la claridad de ésta. En la parte superior de la pantalla estaba escrito Príncipe Azul, llamando. Con miedo a que se colgara debido a mis reflejos lentos. Toqué la pantalla justo en el rincón en el que ponía contestar.
— ¿Si? – Dije titubeando, estaba cruzando los dedos para que no se me notara la voz de dormida. Yo siempre contesto así las llamadas, por mucho que sepa quién está en la otra línea. Siempre, es una costumbre.
—Hola mi Bella Durmiente – Contestó con su voz sexy y melodiosa al mismo tiempo. Sé que está sonriendo, se lo noto en la voz. Es tan adorable… Se hace querer. Sonreí al oír otro apodo para mí. No gano para apodos… a cada segundo que pasa tengo uno nuevo.
— ¿Qué quieres? Veo que no he sido lo suficientemente clara en mi mensaje, quiero dormir – Respondí con voz enfadada. Pero por la risa que la siguió, entendió que no estaba ni una pizca enfadada. Cuando oí su risa no pude evitar reírme también.
—De acuerdo, Princesita ocupada. Total, vas a soñar conmigo. ¿No prefieres charlar primero con el Príncipe Azul real, no el de los sueños? – Preguntó con tono arrogante. Me encanta cuando se pone prepotente, me recuerda a un niño pequeño. Pero de niño pequeño tiene bien poco.
—En realidad, el Príncipe de los sueños se está más calladito – Solté una risita cuando él resopló.
—Princesa – Me derritió al instante de llamarme así. No tengo remedio, él sabe cómo deshacerme. Y lo utiliza a su favor.
—Dime, Príncipe Pesado – Suspiré y me rendí a su encantos, como de costumbre.
—Pues la cosa es que mañana tengo un partido muy temprano en uno de los pueblos de aquí al lado. ¿Te importa si te paso a buscar sobre las 8:30 de la mañana? – Preguntó con voz dudosa, supongo que se esperaba un NO rotundo por mi parte. Sonreí.
—De acuerdo, ahora me pongo la alarma. Sabes que voy donde me quieras, ¿Lo sabes verdad? – Pregunté sonriendo. Oí su suspiro y me puse a reír, realmente se esperaba que lo rechazara. ¿Cómo podría rechazarlo? No creo que pudiera ni siquiera intentándolo.
—Prefecto, hasta mañana entonces – Dijo, esta vez con voz más animada. Me alegré de hacerlo feliz. La verdad es que me hacía ilusión ir a verlo jugar enserio, me hacía sentir importante en su vida.
—Buenas noches Príncipe. Y para que lo sepas, TÚ eres el Príncipe de mis sueños – Contesté antes de pensarlo. Ui, ha sonado más empalagoso de lo pretendía. Espero que no piense que es demasiado.
—Tú sí que eres la Princesa de mis sueños, preciosa – Soltó sonriendo. Sonreí encantada.
Colgué antes de que nos pasáramos una hora despidiéndonos y me estiré con mi sonrisa de ensueño colocada en la cara como un tatuaje. Cogí el teléfono y activé la alarma a las 7:30 para que me diera tiempo de ducharme. Volví a estirarme en la cama y al poco tiempo ya estaba en la ciudad de los sueños, soñando con el hombre de mis sueños.
En menos de lo que dura un latido, me sonó la alarma. Parece que no haya dormido nada de nada, que sueño tengo. Va siendo hora de levantarme.
Me levanté poco a poco de la cama y me dirigí al baño. Coloqué mi teléfono en el altavoz para escuchar música mientras me duchaba, sino sí que me dormía en la ducha del propio aburrimiento. Abrí el agua para que se calentara y mientras me desvestí. Cuando una nube cálida se adueñó del baño, entré en la ducha y dejé que el chorro de agua me recorriera, dibujando la forma de mi cuerpo a la perfección. Me relajé mientras el agua caliente despertaba mis aún dormidos músculos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario