lunes, 8 de abril de 2013

Capítulo 40

Capítulo 40

De acuerdo, yo ya he tenido suficientes emociones por hoy, ahora toca ayudar a mi mejor amiga. Necesita sacar lo que lleva dentro. No puede esconder la atracción que siente por Quim mucho tiempo más, así que voy a intentar sacarle información.
Paseando por el pasillo con la lista de asistencias en una mano y en la otra la Coca-Cola que no me había acabado aún. A ver si ha pasado algo más con Riri y Quim, podría ser. Aunque no lo creo, después del rechazo de los dos el otro día lo veo difícil. Parece como si los dos tuvieran miedo de salir heridos. Pero si no se arriesga no se gana, no podemos vivir con miedo, es lo peor que hay.
Atravesé la puerta que daba al campo de fútbol y el sol me cegó de repente. Saqué las gafas de sol que colgaban del cuello de mi camisa y me las puse, notando el alivio al instante. Al llevar lentillas, el sol me molesta el doble, necesito llevar las gafas de sol. Aunque con estas gafas parezco una turista. Son muy grandes y negras, parece que sea una famosa que quiere esconder su identidad, por eso me encantan.
Cuando Raquel me vio, fue corriendo hacia mí. Le sonreí, indicando que estaba bien, la cara preocupada que llevaba no me gustaba nada.
— ¿Cómo estás? – preguntó con voz seria y enfadada. ¿Enfadada? ¿Por qué está enfadada? Asentí indicando que estaba bien, fruncí el ceño en su dirección intentando pensar en una razón por la que pudiera estar enfadada – ¿Cómo te atreves? – Preguntó, de nuevo enfadada. Ladeé la cabeza confusa.
— ¿Qué? ¿Por qué estás enfadada? – Pregunté totalmente fuera de mí, no sabía a qué se refería.
— ¿Cómo te atreves a preocuparme así? ¿Volveremos a pasar por lo mismo? ¿Volveré a pelearme contigo porque no comes? Otra vez no, Eli. ¿Te gusta marearte y encontrarte mal? No lo entiendo, ya pasaste por eso una vez, ¿Te acuerdas? ¿Has comido? – Habló muy rápido, sin dejarme tiempo de responder a ninguna de las preguntas formuladas. Suspiré.
— No volveré a pasar por lo mismo, no he tenido tiempo de comer estas semanas, no es que haya dejado de comer como esa vez. No te preocupes tanto, he estado muy estresada con todo, hoy he oído a Erik decirle al director que no tenía nada conmigo y que tampoco quería y sin darme cuenta he perdido el conocimiento. Supongo que estoy manejando más estrés del que puedo. Sí, he comido, me he comido mi bocadillo antes de tiempo y el director me ha comprado una Coca-Cola. ¿Contenta? – Pregunté, hablando rápido también, sin dejarle tiempo de objetar nada. No quería escuchar su sermón otra vez. Suspiré de nuevo, cansada de pelearme con la gente. Bebí de la lata que tenía en la mano, acabándomela finalmente. Con lo poco que me gustan las peleas, últimamente tengo más de las que puedo controlar. No lo entiendo.
— Y ahora a hablar de ti, me he cansado de hablar solamente de mí. ¿Qué pasa entre tú y Quim? – Pregunté levantando las cejas. Mi pregunta la pilló por sorpresa y se tiró atrás abriendo mucho los ojos, que ese día se veían de color verde oscuro a causa del fulgor del sol. Abrió la boca para decir algo, la miré atenta, pero volvió a cerrarla rápidamente mirando hacia otra parte. Respiró profundamente. Ahí viene la negación.
— Nada, ¡No pasa nada! – Dijo, entre enfadada y decepcionada. Me reí de lo absurdo que sonaba en sus labios. Me miró enfadada al ver que no me lo creía ni por asomo. Ladeé la cabeza de nuevo, levantando las cejas otra vez para rehacer la pregunta a ver si esa vez respondía. Pero se negó a mirarme. Suspiré con una sonrisa. Eso ya responde a muchas preguntas.
— Reharé la pregunta. ¿Te gusta Quim? – Pregunté, poniéndome delante de su cara, obligándola a mirarme aunque no quisiera. Soltó una risita y evitó de nuevo mi mirada. Ahí tengo mi respuesta – De acuerdo, ya sé lo que quería que saber, ahora ¿Me vas a explicar por qué os evitáis como si quemarais? – Pregunté levantando la voz. Me miró de inmediato sorprendida y enfadada, miró a nuestro alrededor para comprobar si alguien nos había oído. Siguió sin contestar y suspiré de nuevo asintiendo con la cabeza – Bien, negación. Vamos bien – Solté, girándome con una sonrisa enorme en los labios. Solo quiero provocarla para que lo suelte, no puede mantenerlo encerrado siempre.
— No soy como tú, ¿Vale? – Dijo de repente, intentando que me parara, pillándome por sorpresa. Me paré de repente, girándome con el ceño fruncido, completamente confusa.
— ¿Qué se supone que significa eso? – Pregunté, cruzando los brazos sobre el pecho. Resopló cansada. Levanté las cejas, empezando a estar molesta.
— Pues… Que no sé expresar lo que siento así porque sí, sin más. No puedo simplemente decirle que quiero estar con él. No… No puedo – Dijo sin mirarme. Me relajé. Me acerqué a ella y coloqué las manos en sus hombros, provocando que levantara la cabeza y nuestras miradas se cruzaron.
— Riri, Es normal tener miedo. ¿Crees que yo no tenía miedo? ¿No me viste el fin de semana pasado? El fin de semana entero en tu casa comiéndome el coco sin poder evitarlo. Estaba aterrada, no podía ni moverme del miedo que me corría por las venas. Es inevitable sentirse así cuando estás en una situación como esta. Pero ¿Sabes qué? – Negó con la cabeza mordiéndose el labio inferior – Que el simple hecho de tener miedo significa que es de verdad, que no es un capricho momentáneo. Eso solamente te convierte en humana, no pasa nada. No voy a decir quién no arriesga no gana, porque simplemente pega. Aunque la acabe de decir, claro – Nos reímos y decidí seguir con mi discurso – El miedo es normal, pero se tiene que controlar. No podemos dejar que el miedo nos controle a nosotros, ¿De acuerdo? – Asintió con la cabeza mientras respiraba profundamente. Sonreí – Tienes que enfrentarte a tus miedos, porque la sensación de debilidad que se siente cuando el miedo te domina dudo mucho que te guste. De acuerdo. Entiendo que no quieras arriesgarte a no ser que sepas exactamente lo que siente la otra persona, pero eso es muy difícil. Pero para eso estoy aquí, y Erik también. Para apoyarte y para averiguar si ese energúmeno siente lo mismo, ¿De acuerdo? – Asintió de nuevo con la cabeza y me miró agradecida.
— Gracias, Eli. ¿Tanto se me nota que me gusta? Es que no quiero que lo sepa… No quiero que quede muy evidente – Dijo, preocupada mientras miraba hacia el campo de fútbol, donde él se encontraba. Suspiré aliviada de que soltara todo lo que sentía.
— Se te nota tanto como se le nota a él – Me miró con la pregunta en los ojos, confundida – Sí, lo que has oído. Se le nota tanto como a ti. Te daré un ejemplo: Cuando Erik y yo dijimos que estábamos saliendo y os abrazasteis. De repente ya no estabais abrazados y cada uno caminaba en sentidos opuestos, huyendo – Negó la cabeza, incrédula – Sí, huyendo. Como si de repente os hubierais dado cuenta de lo que estaba pasando y no quisierais enfrentaros a la realidad justo en frente de vuestras narices. De repente quisiste irte corriendo, como si te hubiera picado una abeja en el culo – Soltamos una risita las dos, disfrutando del momento. En ese instante, la escena resultaba realmente cómica.
Cuando nos hubimos calmado, una idea le pasó por la cabeza, lo noté en sus ojos color verde botella. Ui, que miedo.
— No me has contado nada sobre lo que ha pasado con Erik y el director. ¿No habías dicho que había dicho que no estaba contigo ni quería? Cuenta – Dijo con el ceño fruncido, sin entender nada. Suspiré. Odio hablar de mí, pero antes le he empezado a explicar y no he seguido. Tengo que acabar.
— Pues lo dijo para protegerme, pero no me gustó porque el director iba a descubrirlo tarde o temprano. No servía de nada, no necesito la aprobación del director, solo la de mi madre y ya la tengo. Así que me niego a escondernos – Dije suspirando.
— ¿Iba? ¿Es que ya os ha descubierto? – Preguntó con los ojos como platos. Bingo, las pilla al vuelo.
— Sí. Erik me llevó a la enfermería y cuando me desperté dijo que no podía perderme y que lo había dicho para protegerme. Pero yo le dije lo mismo que te he dicho a ti, no necesito la aprobación de nadie excepto la de mi madre. Me besó y entonces entró el director – Dije, narrando la historia como si se tratara de un cuento de hadas.
— ¿Y qué dijo? ¿Qué pasó? – Preguntó acercándose más, como si fuera una niña pequeña y yo le estuviera explicando un cuento cualquiera antes de ir a dormir. Sonreí.
— Me enfrenté al director, diciéndole que su aprobación me traía sin cuidado. No pudo decir nada, y se fue – Contesté con una sonrisa, consiguiendo una por su parte. Me miró orgullosa y chocamos lo cinco riéndonos.
— Por cierto Schwester, pareces una mosca con esas gafas, o una turista – Dijo, cosa que provocó más risas aún. (Schwester: hermana en alemán. Como nos parecemos tanto, y nos confunden decidimos llamarnos hermanas, ya que lo parecemos y todo el mundo lo cree. En francés no quedaba muy bien, así que decidimos en alemán, y así se quedó)
— Lo sé, me encanta – Volvimos a reírnos – Más me vale seguir con mi recorrido, tengo que pasar lista. Voy a empezar con tu enamorado, ¿Vale? ¿Quieres acompañarme? – Pregunté coqueta, levantando las cejas y pestañeando excesivamente ganándome un golpe en el brazo. Me reí de nuevo. Esto parece ir a mejor por momentos, esto promete.

No hay comentarios:

Publicar un comentario