sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 7


¿Qué te hace pensar que no estoy interesado en ti? Todo lo que hago, digo y pienso, lo dejan al descubierto sin poder yo controlarlo. Esas palabras hacían eco en mi cabeza, las escuchaba una y otra vez. La sonrisa en mi cara era imborrable, como un tatuaje.
—Tierra llamando a Eli –Oí una voz de fondo, que me sacó de mis cavilaciones. Me giré, haciendo rodar la silla del despacho, para enfrentar a Ana, con una sonrisa curiosa y expectante en la cara, esperando a que yo me explicara.
—Perdón Ana estaba perdida en mis pensamientos –Dije a la vez que volvía a perder la mirada en la nada. Recordando la cercanía de ese hombre que ha tomado completo control de mi cuerpo y mente.
—Ya lo veo, ya. Cuenta –Contestó ella, mirándome acusatoriamente. Se lo conté todo, poniendo especial atención a la frase final. Cuando hube acabado, me levantó y se puso a saltar. Yo sin poder evitarlo, salté con ella, mostrando por primera vez en dos días, la emoción retenida. Soltamos algún que otro grito, provocando miradas de la gente que pasaba por delante del despacho. Por desgracia, una de esas personas era el Ojo que me derrito. Al no estar solo, Quim estaba con él, simplemente sonrió en mi dirección a la vez que me guiñaba un ojo. Solté una risita nerviosa, devolviéndole la sonrisa. Dios mío, ¿Por qué me hace esto? Al verlo, me dan ganas de correr hacia él, esto no puede ser bueno.
—Otra vez, tierra llamado a Eli –Oí a Ana decir, con una sonrisa, con envidia clara en su cara.
—Perdón, otra vez, no puedo evitarlo –La miré avergonzada.
—Oye, que guapa estás hoy, por alguna razón creo saber a quién pretendes impresionar –Me acusó ella, mirándome de arriba abajo – ¿Este mediodía, vamos a ir a comer juntas, a ver si te mira tanto como ayer? –Añadió ella, pensativamente.
—Si apenas son las 11 de la mañana, aparte no sé si podré ir a comer hoy, tengo muchas cosas que hacer. Hay una reunión de padres y tengo que saber quién viene. Muchos mails pendientes y llamadas, te aviso si sé algo, ¿sí? –Le dije, un poco triste, al pensar que no podré comer con ella.
—De acuerdo, haz lo que tengas que hacer, pero por favor rápido. No quiero comer sola –Contestó ella, con cara de cachorrito.
—No me mires así, lo haré lo más rápido que pueda –Solté. Dos segundos después de mi respuesta, oí el teléfono sonar. La miré pidiéndole perdón, indicándole que debía contestar. Ella salió del despacho, con cara triste, pero se le veía debajo que estaba tan emocionada como yo, con lo referente a Erik. Cogí el teléfono y lo coloqué en mi oreja.
—Elizabeth, hay una niña aquí en recepción que tiene que ser llevada a su respectivo grupo. ¿Te importa pasar a buscarla? –Tan pronto como oí la voz de la secretaria del colegio pedírmelo, me levanté de la silla.
—Sí, de acuerdo. Voy para allá –Contesté rápido, luego colgando suavemente el teléfono.
Mientras subía las escaleras, estaba pensando en él, para variar. Esperando poder cruzarme con él, accidentalmente de nuevo. Pero ya hubiera sido demasiado pedir. Este hombre está tomando control sobre mí, y eso me aterra. Porque sin darme cuenta, estoy demasiado apegada a él. Soy muy enamoradiza, lo sé. Eso no es bueno, porque la mayoría de las veces, acabo con el corazón roto. Espero que esta sea diferente.
Cuando llegué a la recepción, me encontré con una niña pequeña rubia. Al verme, corrió hacia mí y la levanté del suelo, sin ningún esfuerzo.
— ¡Eli! –Chilló ella, cuando la levanté del suelo. La coloqué entre mis brazos, y me la llevé. Era la hija del director, me la había encontrado anteriormente durante el año escolar.
Cuando cruzamos las puertas, para dirigirnos a las clases donde estaba el grupo del campus de inglés, se me soltó de los brazos y se dirigió hacia su clase, dándome un beso en la mejilla antes de irse.
Relajada, bajé las escaleras, en mi mundo de nuevo. Cuando giré la esquina que daba al despacho, me quedé petrificada. Allí, en el marco de la puerta, había un Dios. Un Dios apoyado allí de lo más natural, esperando a algo, o alguien. Cuando me vio, se le iluminó la cara.
—Hola, Princesa. Te estaba esperando –Dijo esa voz tan familiar, que me producía un grupo de emociones impredecibles.
—Un Príncipe esperándome, todo lo que podría soñar –Solté antes de poder evitarlo. ¿De nuevo? A ver, tiene que haber alguna manera de evitar que suelte lo primero que me pasa por la cabeza así porque sí. Suspiré, resignada, al darme cuenta de que no había nada que pudiera hacer para evitar la reacción natural de mi cuerpo al verle –Dime, ¿Necesitas algo? –Añadí, esperando que no se hubiera notado mi vacilación.
—En realidad, sí –Se me quedó mirando fijamente, provocando un rubor aparecer en mis mejillas. Pasé de largo a su lado, sentándome en la silla delante del ordenador.
—Tú dirás –Me giré para enfrentarlo, una vez hube controlado el color en mis mejillas.
—Necesito que cambies algunos nombres de mi lista –Dijo, casi sin respirar, a la vez que me tendía su lista.
—Hecho, ven, dime cuales tengo que cambiar –Al oír sus pasos al acercarse, también oí mi corazón acelerarse. Intenté mantener la compostura, pero se me erizó el pelo de los brazos. Él al colocarse a mi lado, puso una mano en mi silla y otra en la mesa, y se inclinó.
Uf, está demasiado cerca para mi comodidad. No voy a poder concentrarme. Inspira, expira, relájate, Elizabeth, por favor. Solo esta vez.
Abrí el archivo que necesitaba, y me giré hacia él expectante. Al girarme, me congelé. Estaba muy cerca, tenía su cara a centímetros. Tragué, intentando tomar control sobre mi cuerpo, que parecía como si no fuera mío. Su respiración me hacía cosquillas, provocando una risita tonta. La risa nos sacó de nuestro mundo, y me giré hacia el ordenador, negándome a girarme de nuevo. Si vuelvo a encontrármelo tan cerca, me voy a desmayar antes de poder siquiera hacer algún movimiento.
Para poder indicarme los nombres, puso sus brazos a mis costados, dejándome encerrada. Cambié los nombres, e imprimí su lista. Pero aun que estuviera imprimida, no la recogió, se quedó allí, quieto. Yo no me moví un centímetro. Lo único que se oía era mi respiración entrecortada. Y lo único que se movía era mi pecho, luchando para conseguir eso que tanto necesitaba, por lo visto no era aire.
Durante unos segundos, permanecimos así. Yo olía su olor, su perfume, me embriagaba. Él cerró los brazos a mí alrededor, abrazándome por detrás, colocando su cabeza en mi hombro. Yo instintivamente, dejé caer mi cabeza hacia atrás, colocándola en su hombro. Noté su respiración en mi cuello, cosa que me relajó más de lo que me esperaba. Estando tan cerca, nuestras respiraciones aceleradas, se hicieron una. Entonces, noté como si pudiera quedarme dormida, allí, en sus brazos.
Se levantó poco a poco, besando mi cuello antes de levantarse por completo. Yo no me moví, y él desapareció por la puerta. Notaba la piel ardiendo donde él me había besado. Estaba mareada, no podía moverme. Mi respiración volvió a acelerarse. Me levanté de la silla, demasiado rápido aparentemente, y me mareé. Caminé por el pasillo hasta el baño. Una vez dentro, me mojé la cara, y el cuello, con las manos temblorosas. No puede ser, Él es mi perdición. Estoy temblando entera, tengo que relajarme. Miré la hora en mi reloj, y di un brinco. Eran las dos del mediodía, y yo aún no había enviado todos los mails. Parece que hoy no tengo tiempo de comer. Le enviaré un mensaje a Ana, disculpándome, para que no me espere más.
Triste, pensando que no lo veré durante la comida, me dirigí de nuevo al despacho.
Justo cuando me senté en la silla, mi teléfono vibró, Ana me había respondido al mensaje. Decía: Vale, ya comeré con Edu y mi hermano. Por cierto, ¿A que no adivinas quién me ha preguntado por ti? Sí, el mismo. Le he dicho que hoy no tenías tiempo de comer, porque estabas muy ocupada. Este tío está completamente loco por ti, ¿Lo sabes, verdad?
Sonreí como una tonta. Pero no contesté, tenía muchas cosas que hacer. Una hora más tarde, después de 4 o 5 llamadas, e incontables mails, oí un golpe en la puerta. Me giré para enfrentar a unos ojos azules, increíbles, que me dejaban sin aliento.
—Princesa, Ana me ha dicho que no tenías tiempo de comer. Te he traído esto –Dijo a la vez que me tendía una servilleta con una manzana roja y un vaso de Coca-Cola.
Me sonrió al ver la expresión de sorpresa en mi cara. Recogí las cosas de sus manos, las dejé en la mesa, y salté a abrazarlo. Una vez entre sus brazos pensé: Ui, lo he hecho sin pensar. ¿Cómo puede ser tan mono? Es adorable, me encanta. Cada vez que pienso en él, me gusta más. Él me rodeó con sus fuertes brazos, levantándome del suelo, mientras enterraba su cara entre mi pelo.
—Gracias, Príncipe azul. Siempre me sorprendes –Susurré, mientras disminuía la fuerza del agarre de mis brazos. Estaba sonriendo tanto, que me dolían las mejillas.
—Te sorprenderé siempre, si eso significa que vas a reaccionar así –Susurró también, podía notar la sonrisa en sus labios al oír su voz, provocándome un escalofrío. Me reí, mientras él me dejaba en el suelo.
—Mañana, es la excursión, ¿vienes con el campus de Fútbol? –Me preguntó con cara expectante, y con ojos de cordero degollado. No me mires así, que me derrito.
—No lo sé, espera que cojo la hoja informativa –Me giré para buscar en el escritorio, a ver si aparecía. Cuando la levanté y leí, se me iluminó la cara. Él al ver mi expresión sonrió, miró la hoja y vio lo mismo que yo. Sí, sísísí, voy a ir con él. Él cogió mi cara con sus manos, colocándolas en mis mejillas, me acercó a él. Yo aguanté la respiración, expectante. Rozó su nariz con la mía, como los besos de esquimal que me daba a veces con los niños pequeños. Sonreí. Me soltó y se fue por la puerta, son una sonrisa inmensa que me quitó el aliento, por millonésima vez.

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