No, ¿Por
qué no se han ido aún? ¿Seguirán mucho tiempo? Odio lo que me hizo. Me miré en el espejo y me fijé en las marcas
oscuras del cuello. Espero que se vayan
pronto, no quiero estar explicándole a todo el mundo la razón de mis moratones.
Un psicópata me atacó. Suspiré y las intenté esconder con el pelo, pero se
seguían viendo, menos, pero se seguían viendo. Le dejé, no había más. Bueno, hoy es lunes. Toca enfrentarse a
todos con moratones en el cuello. Suspiré. Inmersa en mi mundo, me vestí. Cuando estaba subiéndome los
pantalones cortos mi teléfono vibró como un loco, como si fuera su último
aliento. Corrí a cogerlo antes de que colgara y sonreí al ver quién llamaba.
— ¿Si? – Contesté, para variar… Era evidente la sonrisa en mi cara, totalmente
palpable.
— Princesa, buenos días. ¿Qué te parece que te
pase a buscar yo y no Raquel? – Dijo emocionado, como si fuera un genio y
acabara de descubrir una ley física maravillosa. Me reí ante su emoción. No lo había pensado, pero es buena idea. Así
evito los enfados de Riri cuando salgo tarde.
— Buena idea, mi Príncipe Azul. Pica al número 12
cuando llegues. Ya estoy lista, me estoy poniendo los zapatos – Contesté
emocionada. Cuando me hube puesto los dos zapatos correctamente y hube
comprobado que estaban en el pie que debían estar, me dirigí a la cocina –
¿Tardarás mucho en venir? – Añadí mientras Cogía el bocadillo y lo colocaba en
el bolso, maniobrando con el teléfono aún en la oreja.
— No. Sal, ya estoy aquí – Dijo él, con una
sonrisa en la cara. No necesitaba verlo para saber que estaba sonriendo, era
totalmente previsible, aparte de que se le notaba al hablar. No puede esconderme nada, ni que quiera.
— Ah, vale. Saliendo – Contesté a la vez que
separaba el teléfono de la oreja y colgaba. Atravesé la puerta de un salto y
cerré con llave. Mierda, Riri. Si no la
aviso va a venir. Cogí el teléfono mientras caminaba hacia la puerta del
vestíbulo y le envié un mensaje mientras pasaba por la pasarela del jardín.
Me
pasará a buscar Erik a partir de ahora. Tenemos que hablar
Como es
una cotilla acabada, no tendré tiempo de entrar antes de que me pare para que
le cuente lo que le quiero contar. Miré hacia delante y me encontré a Erik apoyado en el marco de la puerta
exterior con una sonrisa en la cara. Me acerqué a él. Con una risita, se acercó
y colocó una mano en mi barbilla para besarme. Lo besé con ganas, ya que no lo
veía desde el sábado. Solo hace un día
pero parece una eternidad. Suspiré y sonreí durante el beso.
— Me acuerdo aún de lo del sábado, eh. No creas
que te salvarás de esta – Dijo una vez nuestros labios se separaron. Solté una
risotada.
— Si, ya… Te la debía y lo sabes. ¡Me tiraste tal
cual al agua en el colegio! Sin piedad alguna, ¿Creías que iba a pasártela así
sin más? – Contesté aún sonriéndole.
— No, no y no. No me la debías, estábamos en paz
después de lo de la grapadora – Dijo con tono insolente.
— Me da igual, no necesito deberte nada para
empujarte a la piscina si quiero. Tú habrías hecho lo mismo aunque no me
debieras ninguna, ¿o no? – Lo miré con las cejas levantadas. Como no contestó,
me moví hacia el coche y me senté en el asiento del copiloto sonriendo. Se
sentó pocos segundos después al volante.
— ¡Vale! – Soltó antes de arrancar el coche,
provocando que me riera descontroladamente. No podía parar de reír ante su
infantilismo. Me encanta.
Paró el coche y yo seguía riéndome, ya que de mi
casa al colegio solamente había un minuto o dos. Me miró con fingido enfado,
cosa que empeoró la situación, porque me reí el doble. Al final, se puso a reír
mientras íbamos saliendo del coche poco a poco. Cuando salimos, se puso a mi
lado y me cogió de la mano. Le sonreí con todas las ganas que tenía, sus ojos
brillaban más que el cielo muy por encima de nuestras cabezas.
Tal como había previsto, antes siquiera de poder
atravesar la puerta, Raquel apareció a mi lado y me arrastró fuera. Sin poder
evitarlo, mi mano se soltó de la de Erik y éste se giró rápidamente para ver
qué pasaba. Le sonreí y asentí con la cabeza indicando que estaba bien, que se
adelantara.
— Erik, ¿Tienes un minuto? – Oí una voz profunda
preguntar desde dentro. Me fijé y vi al director de deportes mirar muy
fijamente a Erik. Esto no tiene muy buena
pinta, ya le preguntaré luego de qué se trata.
Me giré hacia Raquel y me miró confusa y
preocupada. No tengo ganas de explicar
ahora mismo, así que… Simplemente levanté mi pelo para que viera mi cuello.
Jadeó y se llevó las manos a la boca, cubriéndola con asombro.
— ¿Qué demonios te ha pasado? ¿Quién te lo ha
hecho? – Se acercó a mí y con un dedo tocó uno de lo moratones, como si no se
creyera que estaba allí, al instante me aparté con cara de dolor. Auch, eso duele. Mejor le cuento todo ahora,
no quiero que mucha más gente se entere.
— Jaime, un compañero del equipo de fútbol de Erik
– Empecé intentando mantenerme tranquila. Se lo conté todo y ella me miraba con
cara horrorizada, como si no quisiera creérselo. Es difícil de creer, lo sé. Pero a quién más le cuesta creerlo es a mí,
está claro. Me puso una mano en el hombro, confortándome. Le sonreí.
— Lo siento mucho, Eli. Tendrías que haberme
llamado antes – Contestó con voz enfadada. Asentí con la cabeza, entendiendo.
Suspiré.
— Será mejor que entremos, me da mala espina el
director de deportes hablando con Erik tan serio. Debe haber pasado algo.
Quiero saber si Erik se ha metido en problemas por algo, aunque no lo creo –
Solté mientras me giraba hacia la puerta. Me paró Riri y me cubrió el cuello
con mi propio pelo. Le sonreí agradeciéndole el gesto.
Caminamos a través de las puertas y no hizo falta
acercarme al despacho, podía oír los gritos desde la propia puerta. Oí mi
nombre entre los gritos y me acerqué sin hacer ruido. Raquel me miró confusa y
le indiqué que siguiera, no quería que se ganara una bronca por mi culpa. “Te
cuento todo lo que averigüe luego” articulé con los labios en su dirección.
Asintió en mi dirección y se fue sin hacer ningún ruido. Me acerqué más.
— ¿Te das cuenta en los problemas en los que nos
podríamos meter? – Oí el grito profundo del director. Oh-oh. Esto destila problemas. ¿Qué habrá pasado?
— No sé de qué me está hablando, señor – Contestó
Erik serio y seguro, pero yo pude notar un rastro de nerviosismo en su voz. Espero que el director no lo note, ¿De qué
deben estar hablando? ¿Y por qué he oído mi nombre antes? No, no puede ser.
¿Puede ser que se haya metido en problemas por estar conmigo? No… Por favor
dime que no. Seguí escuchando para poder asegurarme.
— Sabes perfectamente de lo que te estoy hablando.
Elizabeth, es una menor aún, no tienes permitido acercarte a ella – La voz
grave y protectora del director me provocó escalofríos. No es justo que le culpen a él, apenas soy menor, la semana que viene
hago los 18. Aparte, con quién estoy o no es completamente cosa mía.
— Los dos somos monitores, no es como si fuera su
profesor o algo. Aparte, hace los 18 dentro de nada – Contestó Erik a la
defensiva. Así se habla. Mi chico. Siento
meterlo en problemas. Espero de verdad que defienda nuestra relación, eso
querrá decir que se siente orgulloso de ella.
— ¿Así que admites estar con ella? – Preguntó
acusatoriamente el director. Se le notaba el enfado en la voz y en el volumen
de la conversación, claro.
— No, no estoy con ella. No tengo nada que ver con
ella. Tampoco quiero – Dijo Erik con voz segura y firme, totalmente enfadado.
El golpe que sentí en el pecho al escuchar esas palabras fue indescriptible.
Sentí el aire escaparse de mis pulmones y mis piernas tambalearse sin fuerza
suficiente como para seguir sosteniéndome de pie. Me apoyé en la pared,
intentando recuperar el aliento. ¿Qué ha
sido eso? ¿Dónde está el Príncipe que iba a protegerme siempre? ¿El que iba a
rescatarme y defenderme siempre? ¿Qué ha pasado? No entiendo nada. Entonces
oí los pasos de Erik salir del despacho. Yo estaba paralizada, no podía
moverme. Todas las dudas que tenía sobre nuestra relación o sobre si de verdad
le gustaba aparecieron de la nada, como si fueran un muelle y hubiera sido
estirado al máximo y ahora volviera a su forma original. ¿Y si en realidad nada ha sido real para él? Pues entonces sí que es
buen actor… No puede ser, pero si lo ha hecho para protegerme lo ha hecho
bastante mal, porque si el director quiere saber qué pasa, lo sabrá. No
podremos escondérselo mucho tiempo. Es muy iluso por su parte el pensar que
simplemente negándoselo salvaría la situación. Jadeé aún sin poder
conseguir el aire que necesitaba para respirar correctamente. Esto es demasiado, demasiado para mis
nervios. Sigo aún a la espera de otro ataque por culpa de Jaime, ¿Y ahora esto?
Suficiente, no puedo más.
— ¿Eli? – Oí su voz melodiosa, estaba preocupado.
Levanté la mirada y le envié una mirada asesina, no creyendo nada de nada. ¿Qué es real y qué no? ¿Qué va a pasar
ahora? ¿Vamos a tener que escondernos como si esto estuviera mal? No quiero
eso, quiero estar con él sin vergüenza, sin esconderme. Estoy mareada. Me tengo
que ir de aquí. Noté como él ponía expresión de pánico. Me giré para irme,
pero tan pronto como solté las manos de la pared, me fui directa al suelo.
Antes siquiera de notar el golpe del suelo, perdí el conocimiento.
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