lunes, 3 de junio de 2013

Capítulo 49


El teléfono sonó de nuevo, sobresaltándome. Estaba todo oscuro como una cueva excepto por una luz a mi izquierda, en el suelo, al lado de la cama. ¿Desde cuándo pongo el móvil en el suelo a mi izquierda? Desde nunca, espera, esta habitación no me suena de nada. ¿Dónde estoy? El móvil volvió a sonar, haciéndome saltar de nuevo.
— Contéstale, no ha parado de llamar desde el viernes. Va a aparecer por aquí al final, porque estoy segura de que habrá aparecido por tu casa – Dijo una voz dormida, a mi lado. Me giré de repente y vi a Raquel frotarse los ojos. Espera, ¿Raquel? Me quedé pensando durante unos segundos y entonces me acordé. Lerda, apareció el viernes, me quedé a dormir en casa de Raquel para evitar que Erik apareciera por mi casa. Sé que no es muy inteligente evitar a Erik de esta manera, pero ahora mismo no puedo enfrentarlo sin soltarle el porqué de la desaparición de Lerda. Sé que le va a doler, sé que necesitará hablar con ella para cerrar todo el asunto. Y no quiero que la vea, porque es una arpía. No se lo merece, no merece ni que Erik le dirija una mirada. Sé que no es justo lo que estoy pensando, pero no quiero que la vea. Sin embargo, sé que cuando se lo cuente hará lo que yo quiera que haga, y eso es lo que me da más rabia. Sé que si le digo que no vaya, no irá. Pero también sé que eso es totalmente injusto y tengo que ser consecuente con las personas que quiero. Y si de verdad confío en Erik, entonces no debería preocuparme. Pero de eso ya se han ocupado mis dudas y complejos, de asegurarme de dejar un mar de inseguridades al descubierto.
— ¿Quieres coger el teléfono de una vez? ¡O lo haré yo! Son las 4 de la mañana, por el amor de dios… – Gritó Raquel, exasperada. Esa vez, no había oído a mi teléfono sonar otra vez, estaba completamente perdida en mi mundo pensando qué debería hacer. Como me había pasado el fin de semana entero. Era domingo madrugada, técnicamente era lunes. Miré a mi teléfono y suspiré al ver que era mi madre.
— ¿Si? – Contesté como siempre aun sabiendo quién era. No tenía la voz de dormida que tenía Raquel, me había despejado completamente. Mierda, eso significa que no voy a poder volver a dormirme. Me levanté y salí de la habitación. Bajé las escaleras mientras tapaba el teléfono, ya que mi madre estaba chillando como una histérica.
– ¿Mamá? ¿Qué ocurre? – Susurré alarmada, intentando no despertar a nadie de la casa.
— Tu maldito novio está histérico. Está aquí y no piensa irse hasta que sepa dónde estás y por qué lo estás evitando. Así que te sugiero que te pongas al teléfono y le indiques cómo ir a casa de Raquel, porque no pienso aguantarle ni un minuto más – Y con eso, colgó. Me quedé boquiabierta, mirando fijamente el teléfono. ¿Qué acaba de pasar? ¿Erik está en mi casa? ¿Está mal pensar lo rematadamente romántico que es eso? Al cabo de un minuto, mi teléfono volvió a sonar. Erik.
— Sube por la carretera principal, a la segunda a la derecha y en la curva del pueblo te paras, bajo en cinco minutos – Contesté, sin dejarlo hablar. Colgué al acabar la frase, suspirando. Ahí voy, y yo pensaba que me quedaban unas horas para enfrentarme a él. Que equivocada estaba.
Corrí hacia la habitación de Raquel y la encontré sentada, mirando hacia la pared con expresión dormida. No pude evitar soltar una risa. Me miró sorprendida y se le encendieron los ojos con curiosidad.
— ¿Qué pasa? ¿Qué es tanto alboroto? – Susurró intentando sonar demandante pero sonó más desesperada de lo que le hubiera gustado, eso seguro. Le sonreí mientras me sentaba en la cama a su lado.
— Erik ha montado una escena en mi casa, mi madre está histérica. Me ha hecho contestarle el teléfono para indicarle dónde estoy – Suspiré y miré hacia el suelo sabiendo que mi cara debía estar de un tono mortalmente rojizo. Cuando levanté la mirada, extrañada al no oír ni siquiera una risa por parte de Raquel, vi que se había quedado con la misma cara que yo al enterarme, totalmente boquiabierta – Vaya un novio me he buscado, no puedo ocultarle nada – Suspiré de nuevo, levantándome y caminando alrededor de la cama para recoger mis cosas y vestirme.
— Tienes que entenderlo, también. Eres muy extremista. De repente estás todo el día encima de él y horas después te niegas a hablarle. Añadiendo las constantes llamadas cortadas durante el fin de semana entero. No eres lo que yo llamaría sutil – Contestó, completamente despierta. Me tapé la cara con las manos, respirando profundamente intentando calmarme.
— Siento haberte despertado, espero que puedas volver a dormir, yo me tengo que ir. Conociéndolo, estará allí esperando como un pitbull – Dije demasiado alto porque Raquel me miró alarmada. Asentí sin decir nada, me vestí tan rápido que estaba segura de que tenía la camiseta y el sujetador del revés. Pero me dio igual, tenía que enfrentarme a él y cuanto antes mejor. Parece que vaya a la guerra. Me reí sola, mientras abría la puerta principal con el menor ruido posible.
El aire fresco fue un choque agradable contra mi cálida piel expuesta. No quería enfrentarme a un novio enfadado, pero tampoco soportaba pasar un minuto más sin hablarle. Lo necesito de nuevo, necesito ese calor que siento en el pecho cada vez que me toca o me mira con esos ojos enormemente azules de cachorrito inofensivo. Bajé corriendo la calle dirección a la curva del pueblo. Antes de que llegara a la curva, ya me había visto. Estaba apoyado en el capó del coche, con los labios dibujando una línea. Ups, está enfadado. Supongo que me lo merezco. Me miró de arriba abajo, como si le costara reconocerme. Dejé de correr y miré hacia otra parte sin querer enfrentar su mirada gélida. Estaba a unos 5 metros de donde se encontraba él.
— ¿Pero qué demonios te pasa? – Preguntó, demasiado fuerte. Por un segundo tuve miedo de despertar a los vecinos, pero entonces me di cuenta de que realmente me daba lo mismo. Como no me moví, en 5 zancadas, estaba delante de mí. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, a compás del suyo que estaba apenas a un centímetro del mío. Me costaba respirar de lo cerca que estábamos y de lo poco que deseaba pelarme con él. Me miraba intensamente, como si batiera una lucha interna – No me vuelvas a hacer algo así. Ahora entiendo cómo te sentiste cuando desaparecí porque tenía dudas. Lo llevaste mejor de lo que lo estoy llevando yo, tengo que admitirlo. Pero, NO VUELVAS A HUIR DE MÍ – Empezó a gritar, y en la última palabra se le quebró la voz, quedando solamente un susurro.
Levanté la mirada hacia él, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Notaba la electricidad pasar a través de nuestros cuerpos. No sé cuánto tiempo voy a aguantar sin besarle. Ante ese pensamiento, no pude evitar mirar directamente sus labios. Me mordí el labio intentando frenar mis impulsos. Pero fui la única en conseguirlo.
Porque de repente me besó, con toda la pasión y las ganas retenidas por el tiempo que habíamos pasado separados. Apenas dos días, pero parecía una eternidad. Al principio, sus labios eran fieros y urgentes contra los míos, pero luego se convirtió en un beso dulce y lleno de preocupación. Nuestros cuerpos se unieron como si fueran dos imanes y no pudieran evitar la atracción. Me rodeó con los brazos, atrayéndome aún más contra él y yo le envolví el cuello con mis brazos y le devolví el beso con toda la necesidad que tenía de él. Nos pasamos besándonos hasta que el sol salió, calentándonos las cabezas. Ni siquiera vimos el amanecer, estábamos demasiado perdidos entre os labios del otro. Estábamos bajo un hechizo.
— Conseguid una habitación. No os comáis en medio de la calle, es asqueroso – Gritó Raquel desde su ventana, sacándonos de nuestro mundo. Dejamos de besarnos para mirarla y reírnos. Pero no nos separamos ni un centímetro. Cuando le hube sacado la lengua a Raquel y enviado una mirada asesina, me volví a girar hacia él y rocé mi nariz con la suya consiguiendo que cerrara los ojos. Cogí aire.
— Lo siento, tuve un ataque de celos y de dudas. No pude evitarlo después de… – Me paré a media frase, aún sin saber cómo abarcar el tema de Lerda. Sé que se llama Leila, pero me niego a llamarla por su nombre, no se merece ni eso por mi parte. Me miró comprensivo y besó la punta de mi nariz, haciéndome reír.
— Lo sé, sé que hablaste con Leila. Lo vi, yo fui quien te llamó justo al acabar la conversación. No me lo cogiste y llamaste a Raquel. Pensé en darte tiempo pero luego no cogías mis llamadas, así que me planté en tu casa esta madrugada. Seguro que tu madre se está pensando lo de dejarte estar conmigo, ¿Verdad? – Habló muy rápido, avergonzado por su confesión de escuchar a escondidas. Lo miré sorprendida pero divertida.
— No te preocupes por mi madre, seguro que encontró romántico que aparecieras en mi casa en plena noche buscándome. Yo lo encuentro de película, y me encanta. Pero, si viste toda la conversación… Sabes qué pasó con Leila. Sabes por qué te dejó. ¿No estás enfadado con ella? – Pregunté, cautelosa. Si ya lo sabe, no tiene que hablar con ella. Lo miré tranquila, pero realmente estaba saltando en mi interior con alivio.
— Ni me inmuté, estaba demasiado embobado mirando a mi novia sacar unas y dientes para defenderme. Era una escena digna de ver, suerte que no me la perdí. Sé que no quieres que hable con ella, pero necesito hacerlo. Tengo que arreglar esto, necesito decirle que no quiero estar con ella. No puede seguir persiguiéndome, tiene que quedarle claro que tengo a otra persona en la cabeza, y en el corazón, y en el móvil, y en todas partes. No voy a caer de nuevo, lo hice una vez y me sirvió de aprendizaje para toda mi vida. Me da igual lo que haga con su vida, mientras no interfiera en la mía – Sonrió mientras cogía mi mano y entrelazaba nuestros dedos. El alivio que sentía al pensar que no tenía que hablar con ella de nuevo se fue, pero no completamente. Sus palabras me derritieron, desde la primera hasta la última célula de mi cuerpo completamente enamorado.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Capítulo 48



— Princesa, levántate o llegaremos tarde – Noté unos labios cálidos darme suaves besos en la parte superior de la cabeza y en la frente. Me había quedado dormida entre los brazos de Erik. Estaba con la cabeza apoyada en su pecho, que subía y bajaba con cada respiración. Estábamos estirados en mi pequeña cama individual de apenas 80 cm de ancho. Era una buena excusa para dormir apretados. El día anterior nos habíamos quedado dormidos mirando una película, en realidad, unas cuantas películas.
Lo miré a través de mis pestañas, medio dormida. Me devolvió la mirada y me maravillé con la vista. Tenía los ojos de color azul profundo, el pelo revuelto y aún me estaba rodeando con los brazos. Sonreí soñadoramente y le di un beso de buenos días. Me lo devolvió a la vez que me apretaba más contra él.
Me entregó mis gafas de ver, que estaban en la mesita de noche. Me las puse rápidamente y le di la espalda. No me gusta que me vean con las gafas puestas, no me gusta cómo me sientan.
— No te escondas, sé que no te gusta que te vean con las gafas de ver. Pero yo creo que estas increíblemente hermosa con o sin gafas. Nunca lo olvides – Susurró mientras me acariciaba la espalda cariñosamente. Miré por encima de mi hombro tentativamente y me encontré con su sonrisa radiante. No pude evitar responderle con una sonrisa igual de grande.
Me levanté de la cama a regañadientes y abrí el armario. Cogí unos tejanos con aspecto desteñido y una camiseta blanca y negra con la bandera inglesa. Erik seguía sentado en mi cama, pasé por encima de él para llegar a la cómoda y coger un sujetador limpio. Al ver lo que había cogido, me lo arrancó de las manos y empezó a jugar con él. Me puse a reír ante sus tonterías. Me miró divertido como si su intención fuera retarme, observar mis reacciones.
— Así que esas tenemos… De acuerdo, si quieres me pongo la camiseta sin sujetador. Entonces todos podrán ver claramente mis atributos. ¿Es eso lo que quieres? – Bromeé, dirigiéndome hacia el baño, moviéndome lentamente con el intento de llamar su atención. Una carcajada se escapó de mis labios cuando me lanzó el sujetador con rabia.
Él ya traía una bolsa para cambiarse y mientras yo me cambiaba en el baño como de costumbre, él se cambiaba en mi habitación. Cuando salí, lo vi con el uniforme de fútbol y lo encontré más guapo que nunca. Cada día está más guapo, no lo entiendo. Suspiré, mirándolo simplemente. Se giró y yo me tiré en la cama de espaldas, mirando al techo, cansada. A los pocos segundos, una sombra me tapó la vista del techo, Erik estaba asomando la cabeza con curiosidad. Le sonreí y se agachó para darme otro beso. No me canso de sus besos, ni creo que lo haga nunca.
Desayunando, un cereal con forma de rosquilla pequeña voló hacia mí. Lo desenganché de mi pelo y se lo lancé en la cara. Nos pusimos a reír tan fuerte que salió mi madre de su habitación con el pelo mojado a ver qué pasaba.
— Sois peores que dos niños pequeños, quiero la cocina limpia de cereales – Soltó, fingiendo enfado. Cuando se giró, le lancé uno de mis cereales. Solo notarlo, se giró, lo recogió y me lo lanzó riéndose. No podía parar de reír mientras cereales volaban por la habitación como si fuera la cosa más normal del mundo – Llegaréis tarde como no salgáis ya, faltan 2 minutos para las 9. ¿Os llevo? – Añadió mi madre, todavía riéndose, mientras miraba el reloj.
— No, vamos en el coche de Erik. Nos vemos esta noche, te quiero – Dije yo antes de darle un beso en la mejilla y pasar por la puerta con Erik pisándome los talones.
— Hoy es el último día de fútbol, tengo que hacer las bolsas de regalo para los 100 niños. Solo de pensarlo me canso… – Suspiré una vez dentro del coche. Noté una mirada preocupada por parte de Erik, lo miré con una sonrisa.
— Te puedo ayudar con las bolsas si quieres – Contestó tranquilo, mirándome durante unos segundos. Ya habíamos llegado. Salí del coche, cerrando la puerta de un portazo.
— Tienes un grupo del que ocuparte, y diplomas, copas y cosas que preparar. No quiero darte más trabajo, eso lo tengo que hacer yo – Lo miré a los ojos, esos ojos que me tenían embrujada. Me acerqué a él y él colocó sus manos en la parte baja de mi espalda, apretándome contra su cuerpo.
— Como quieras, Princesa. Por cierto – Empezó él, separándose de mí y girándose hacia la puerta de cristal – Roncas – Soltó mientras atravesaba la puerta rápidamente. Me quedé con la boca abierta y al cabo de unos segundos corrí hacia dentro, dispuesta a matarlo. Oí su risa melódica mientras se alejaba.
— ¡Mentiroso! De esta no te escapas, guapo – Le grité a su espalda, riéndome. Este hombre saca lo mejor y lo peor de mí misma. Realza los dos extremos de mi personalidad, no sé si eso es bueno o malo. Pero estoy dispuesta a averiguarlo.
Las horas pasaron y casi no vi a Erik en todo el día, excepto al mediodía en el comedor. Esa tarde tenía práctica de fútbol y yo no iba a ir, tenía que estar más con Raquel. Él lo entendió y quedamos para vernos durante el fin de semana, a lo mejor yo iba a quedarme a dormir en su casa. Pero no estaba hecho ningún plan, íbamos a improvisar sobre la marcha, como siempre. Me encanta cuando de repente se planta en mi casa con una película y palomitas. Fue lo que pasó el jueves por la tarde, lo vi irse antes y ni siquiera tuve tiempo de despedirme. Entonces una hora después, estaba en mi puerta. Adoro estas sorpresas, la película en realidad era un maratón de A Todo Gas, un grupo de 6 películas de acción y coches que me encantan. Le sorprendió el saber que compartíamos el mismo gusto por las películas. Así fue como acabamos acurrucados en mi cama hasta la mañana de hoy.
— Eli, ¿Qué tienes en la cabeza? Desde que estás con Erik, no hay quien te saque de tu mundo. Era… ¿El mundo de Yupi? – Asentí hacia Raquel, que acababa de salir del despacho con mi bolso en la mano – La calle Piruleta… El número… Se me ha ido. No me acuerdo, espera, tus dos números favoritos: 5 y 7. Pues… ¿el 7? – Siguió Raquel pensativa mientras yo la miraba con una sonrisa divertida en la cara.
— Nop, casi, es el 5. Gracias – Canturreé mientras le quitaba el bolso de las manos y me lo colocaba en el hombro.
— A ver, cuéntame. ¿Te ha dicho algo más sobre su súper prometida? – Preguntó, poniéndose seria de repente. La miré, negando con la cabeza.
— Nada, tampoco he sacado el tema. ¿Qué más hay que hablar? Creo que ya está todo dicho. Si te soy sincera, tengo miedo de encontrármela. Porque como te dije, la vi en el campo de fútbol aquel día. Era pelirroja. Creo que era ella, sino, era demasiada casualidad. Pero supongo que no debo preocuparme hasta que de verdad aparezca delante de mis narices, ¿Verdad? – Pregunté, riéndome. Intentaba mirarlo de la mejor manera posible, no quería pasarme días pensando en un tema que me carcomía por dentro de tal manera. Miré a Raquel, que no me había contestado aún, para darme cuenta que no me estaba mirando a mí, sino a algo frente a nosotras. Miraba muy fijamente, con el ceño fruncido, como si estuviera intentando ver más allá de algo.
Me giré hacia delante, curiosa, y me quedé en blanco. El color desapareció de mi rostro y perdí la fuerza de la mano que sostenía el bolso. Un sonido sordo se oyó cuando mi bolso colisionó contra el suelo, pero no le hice caso. Delante de nosotras, se encontraba una mujer alta, muy delgada y con una poderosa melena rojiza. Jadeé, sin saber qué hacer o decir. Me miraba fijamente, con cara molesta, como si yo fuera un bicho en el cristal del coche que tuviera que apartar con la mano. Me giré hacia Raquel de nuevo, intentando preguntarle qué hacer, pero ya no estaba allí.
Oh, no. No me dejes sola en esta situación. ¿Qué tengo yo que hacer contra esta modelo delante de mí? No entiendo por qué está aquí, le hizo daño a Erik con toda la cara dura y ¿ahora pretende ganárselo otra vez? Por encima de mi cadáver.
Respiré hondo y vi a Raquel detrás de ella, caminando hacia el coche de su padre. Resoplé y vi que se giraba para hacerme una señal diciéndome que me llamaría más tarde para saber qué había pasado. Asentí con la cabeza y me volví a fijar en la modelo-de-revista-y-ex-prometida-de-Erik. Me aclaré la garganta y busqué mi voz.
— ¿En qué puedo ayudarte? Claramente sabes quién soy, o no me estarías intentando partir por la mitad con la mirada – Solté con más confianza de la que realmente sentía. No voy a dejarle ver lo mucho que me afecta su presencia. Erik es mío, y nada ni nadie, va a conseguir que me separe de él. Y menos una modelo con cara de perro. Levanté la barbilla, amenazante.
Soltó una risita tonta, tapándose la boca con una manicura perfectamente falsa.
— Ai, cariño, ¿Crees que tienes algo que hacer contra mí? ¿Tú? Mírate… Ni siquiera me llegas a las suelas de los zapatos, enana – Habló con una voz irritante, demasiado aguda y chirriante. No dejaba de reírse, como si pensara que la situación era algún tipo de broma. Crucé los brazos sobre mi pecho y sonreí amenazadoramente, eso pareció pillarla por sorpresa porque dejó de reírse.
— Primero, Cariño, no es que crea tener nada que hacer contra ti, lo SÉ. Hay una cosa que se llama memoria, que resulta ser una buena arma contra las zorras como tú, que se creen que pueden ir haciéndole daño a la gente y salir impunes. No pienses ni por un segundo que Erik siente algo por ti, porque odiaría verte desilusionada. Ahora que pienso, no lo odiaría, en realidad disfrutaría como una ENANA con un juguete nuevo. No te metas conmigo porque tienes todas las de perder BARBIE – Escupí con desprecio, mirándola directamente a la cara. Por la expresión que cruzó sus ojos, no estaba acostumbrada a que la trataran de esa manera, cosa que me hizo sonreír aún más ampliamente. Va a aprender a no meterse conmigo, si no lo aprende a las buenas, va a ser a las malas.
— Mira niña, iba a ser buena y dejarte salir corriendo. Pero veo que me lo vas a poner difícil. Mira, te lo explico de manera que lo entiendas. Yo estaba con Erik, y no me daba lo que yo quería, entonces volví con su ex mejor amigo que parecía dispuesto a dármelo. Por cierto, gracias por llamarme Barbie. ¿Tienes envidia de mi cuerpo? O tal vez de mí en general… – Me fijé en lo que hacía mientras hablaba, estaba jugando con una pulsera de plata preciosa con diferentes colgantes de colores. El colgante que más me llamó la atención fue un brillante con forma de corazón que reflejaba la luz en forma de arcoíris. Así que lo que le quiere son cosas caras, ya veo. Esta mujer está mal de la cabeza.
— Lo de Barbie iba dirigido a lo plástica y falsa que eres. Si todo lo que te cabe en ese cerebro de mosquito es el dinero y las cosas caras, ¿Por qué sigues persiguiendo a Erik, después de plantarlo? No tiene ningún sentido – Pregunté, sin entender nada. Empezando a cansarme de la situación – Ah, se me olvidaba, es imposible que te quepa algo de sentido común en la cabeza, si solo te sirve para aguantarte el pelo… – Añadí, enfrentándola con la mirada. Se quedó mirándome, colorada, sin saber qué responder. Me puse a reír y eso aún la molestó más.
— Tú, niñata. No te creas que te va a preferir a ti, gorda y fea. Antes que a mí, delgada y preciosa como una Barbie. Puedes hacerte todas las ilusiones que quieras, pero sabes que va a volver conmigo. Solo tengo que encontrarlo y ya será mío. No quiero que te metas en mi camino, ¿De acuerdo? – Gritó con voz penetrante mientras yo me reía. Caminó por mi lado, chocando nuestros hombros a propósito. Resoplé.
— Prefiero ser gorda y fea, cómo tú dices, a ser esquelética y creerme una princesa. Al menos soy auténtica. Yo quiero a las personas por cómo son, por los valores que aportan, por las sensaciones que comportan. No por los regalos que den. Para mí, el mejor regalo que Erik puede darme es una de sus preciosas sonrisas o uno de sus increíbles besos y eso sin hablar de sus miradas impresionantes con esos ojos azul-me-derrito. Si vas así por la vida, acabarás sintiéndote sola aunque no lo estés, y eso es muy triste. Erik busca más que eso, más de lo que tú puedes ofrecerle – Contesté, enfadada. No puedo creerme lo que estoy oyendo, ¿Se cree de verdad que puede conseguir a las personas de ésta manera? Impresionante. No puedo siquiera considerarla persona, es inhumana.
No contestó, pero jadeó e hizo un sonido que pareció un “JÁ” malvado. Mis carcajadas eran en ese momento incontrolables. Esta situación es tan irreal, que parece sacada de una película. No quiero ser una novia celosa, pero esta mujer me está poniendo muy difícil el hecho de quedarme de brazos cruzados y no hacer nada.
— Una cosa más. ¿Te gusta tu pelo? – Añadí con tono burlón. Me miró confusa y desconfiada. Sonreí más ampliamente y ladeé la cabeza cuando no respondió.
— Claro, es perfecto, ¿No lo ves? – Respondió, a la vez que lo lanzaba hacia atrás con una mano de manera exagerada. Se había girado para enfrentarme.
— Pues como no des la vuelta ahora mismo, te metas en tu coche y te largues, te voy a arrancar pelo por pelo hasta dejarte la cabeza tan brillante como una bola de bolos, ¿De acuerdo? – Aclaré, con voz angelical mientras pestañeaba repetidamente, aparentando inocencia. Puso cara de susto y se giró bruscamente en dirección al parking mientras yo la observaba con diversión. La saludé con la mano, sonriendo, cuando me miró a través del cristal del coche cuando se iba.
En el segundo en el que el coche desapareció de mi vista, me derrumbé en el suelo perdiendo la sonrisa al instante. ¿Qué acaba de pasar? ¿Cómo me ha salido la gata malvada de dentro? No pienso permitir que me arrebate aquello que tanto quiero y deseo. No tiene ningún derecho a aparecer de la nada y esperar que todos estemos a su servicio. ¿Cómo pudo hacerle eso a Erik? Salió con él y cuando se cansó volvió con su ex mejor amigo, eso no tiene nombre. Si todo lo que le importa es el dinero, no entiendo por qué ha vuelto. Puede que ya tenga todo el dinero que quería y ahora quiere a una persona que la quiera por ella misma y no por el cuerpo. No entiendo qué fue lo que Erik vio en ella, no me cabe en la cabeza.
Mi móvil vibró en mi bolsillo y sin mirar colgué, no tenía ganas de hablar con nadie en ese momento. Me levanté del suelo y me fui andando hasta mi casa.
Si se enamoró una vez de esa mujer, puede hacerlo otra vez. Puede que haya parecido muy confiada al hablar con ella, pero ahora me siento como si hubiera gastado toda la confianza que me quedaba. Noto que me falta mucha confianza en mí misma para poder combatir a esa modelo. Ella supo que mi inseguridad era un punto débil al que atacar, y lo ha utilizado. Me he librado por esta vez, pero no creo que se dé por vencida. Vi en sus ojos desesperación, y una mujer por desesperación puede hacer lo que sea. No es que no confíe en Erik, no confío en ella. Y no puedo evitar pensar que ella es superior a mí en algún sentido, que está la posibilidad de que la escoja a ella por encima de mí. No, no puedo pensar así. Es demasiado doloroso. Creo que al fin y al cabo, no voy a verlo este fin de semana. No quiero contarle que la he visto, y que me he peleado con ella. Parecería un ataque de celos y que no confío en él, pero sé al mismo tiempo que no puedo simplemente ocultárselo. Porque si sabe que lo sabía y no le dije nada, va a ser peor. Puedo esperarme al lunes para contárselo, no creo que durante el fin de semana se atreva a presentarse en su casa e intentar algo. No, nononononono, ahora tengo esa imagen en la cabeza y no voy a poder quitármela de encima. Que ansiedad, no quiero estar preocupada por los movimientos de esa arpía. Necesito a Raquel.
Cogí de nuevo mi teléfono mientras caminaba hacia mi casa y marqué el número de Raquel. Dos pitidos más tarde, Raquel contestó.
— ¿Eli? Cuenta, ¿Qué te ha dicho? ¿Qué ha pasado? – Me atosigó a preguntas antes siquiera de poder saludarla. Suspiré.
— Te necesito, Schwester, ¿Me puedes pasar a buscar en media hora? Prefiero pasar el fin de semana contigo. Aparte, tenemos cosas de las que hablar. Tú tienes un Príncipe Azul al que enamorar, y yo tengo una zorra a la que matar – Gruñí, antes de colgar.

lunes, 27 de mayo de 2013

Capítulo 47


— ¿A qué viene esa cara de susto? – Preguntó Erik, sacándome de mi mundo, mientras caminábamos descalzos y cogidos de la mano a través del césped del jardín de mi casa. Suspiré, no quería mostrar abiertamente lo que daba vueltas en mi cabeza y me mantenía preocupada.
— Tengo miedo – Susurré, sin estar segura de que me hubiera oído. No quería que él se sintiera mal, por eso no lo había dicho antes.
De repente, se soltó de mi mano. Lo miré rápidamente, con mirada confusa. Antes de que pudiera articular otra palabra me levantó en sus brazos, colocando un brazo por debajo de mis piernas. Sonreí y le rodeé el cuello con los brazos.
— ¿De qué tienes miedo, Princesa? Estoy aquí contigo, no pasa nada – Contestó con voz tranquilizadora. Lo miré directamente a los ojos, incapaz de contestar ante el escrutinio de sus preciosos ojos azules. Por mucho que los mire cada día, soy incapaz de acostumbrarme a su brillo, a su color, a ellos en general. Y a Erik, por mucho que pase tiempo con él, soy incapaz de acostumbrarme a su presencia. Es como si mi corazón no formara parte de mi cuerpo cada vez que él me mira o me toca. No logro hacerme a la idea de él estando conmigo, parece un sueño. Es demasiado bueno para ser real – ¿Y Bien? – Añadió, al ver que no parecía dispuesta a contestar a su pregunta. Sacudí la cabeza en un intento de aclarar las ideas.
— Tengo miedo de no ser lo suficientemente buena, de estar siempre comparada con Lerda, de tener que competir con su perfección… De – Respondí rápido antes de arrepentirme y antes de poder seguir, Erik me besó. Claro, cualquiera puede pensar cuando me está besando de esta manera. Enterré mis dedos entre su pelo, dejándome llevar. Si me besa así, puede que mis dudas simplemente se esfumen como el humo. Solo un poco más y ya no habrá ni rastro.
— Ni se te ocurra pensar eso, ni una sola vez más, ni una. ¿Me oyes? – Asentí con una sonrisa inmensa en la cara – No tienes nadie con quien compararte, no quiero más dudas sobre si eres lo suficientemente buena. Porque eres perfecta para mí, mi Princesa patosa y preciosa. Eres más perfecta de lo que podría ser nadie, no porque no tengas defectos, sino porque tus defectos te hacen perfecta para mí. No puedes competir con nadie, porque la verdad es que me haces sentir como nunca nadie me ha hecho sentir antes. Por esa razón, eres perfecta. No sabría decir si quiero estar contigo por lo preciosa, patosa, increíble que eres, o por cómo me miras y me haces verme a mí mismo. Me has hecho cuestionarme mi mundo, en una semana. Me has hecho plantearme las cosas como nunca antes, haciéndome pensar que si no dejaba claros mis sentimientos, te iba a perder. La sensación era imposible de soportar, me faltaba el aire. Tú me permites respirar, cada vez que sonríes, cada vez que me miras y cuando me besas me desplazo a otro mundo. Un mundo al que solo nosotros pertenecemos. Sé que viste a Leila, Quim no te contó que era pelirroja. No sé cuándo la viste, pero yo no quiero verla. Te tengo a ti y no necesito a nadie más, ¿Ha quedado claro? O ¿Lo repito? – Yo no cabía dentro de mí misma cuando hubo acabado su discurso improvisado, no sabía qué decir o qué hacer. Tal perfección debía ser irreal. Estoy soñando, esto no puede ser real.
Me quedé mirándolo con la boca abierta, con una mirada de adoración en los ojos. Este hombre me puede. Me acerqué a él y lo besé, entregando mi corazón entero, dándole un tierno, largo, profundo y perfecto beso. Me correspondió sin un segundo de vacilación, apretándome más contra él. Suspiré entre sus brazos, no quería que me soltara nunca. Nos besamos durante lo que parecieron horas, sin poder separarnos.
Estábamos estirados en el blando césped, con las piernas enredadas, disfrutando simplemente de los besos del otro. Como si no pudiéramos respirar si no compartiéramos boca. Sonreí y le mordí el labio, consiguiendo que separáramos nuestros labios por primera vez en horas.
— Me arden los labios – Anuncié con una risita ahogada. Notaba los labios entumecidos, de la sesión de besos. Los notaba ardiendo e hinchados. Miré los suyos y estaban rojos e hinchados así que supuse que los míos debían estar iguales. Paseé un dedo ligeramente por encima de mi labio inferior, notándolo al rojo vivo. Solté una risita – ¿Descanso? – Pregunté pestañeando exageradamente. Vi como suspiraba y se acercaba un momento para darme otro beso y no me aparté.
— Es verdad, si tenemos una conversación pendiente. Una que te produce celos insaciables y dudas innecesarias. Y eso me encanta, porque no significa nada para mí y aún y así le das mucha importancia. No puedo evitar sentirme satisfecho, porque mi chica tiene celos de mi ex – Dijo con voz tranquila. Le di un golpe en el hombro y antes de rodar por el césped me apretó contra él para que rodara con él. Acabé riéndome, con el pelo enredado en plantas.
Me levanté con un resoplido e intenté desenredar mi pelo, fallando miserablemente. Lo miré haciéndome la enfadada y caminé hasta el borde de la piscina. Mirando mi reflejo en el agua, apenas me reconocí. El agua tranquila me enseñaba a una chica morena con el pelo enredado con diminutas flores blancas y césped, labios hinchados y rosados, y ojos brillantes, llenos de vida. No pude evitar sonreírle a mi reflejo, ¿Esa soy yo? ¿Qué me ha pasado? Ese brillo en los ojos es causado por él, estoy convencida.
Pocos segundos pasé sola delante del agua, porque Erik apareció a mi lado, curioso. Observó con atención mi reflejo y lo vi sonreír a través de su propio reflejo, detrás de mí. Me giré y lo enfrenté. Acarició mi mejilla con la mano y apoyó su frente en la mía.
— Conocí a Leila cuando íbamos a la universidad. Ella estaba estudiando periodismo y yo educación física. Era amiga de un amigo, nos presentó y allí empezó todo – Empezó sin mirarme. Me aparté y me senté en el borde de la piscina, colocando las piernas dentro directamente sin probar el agua primero. Se sentó a mi lado y continuó hablando – Nos gustamos al instante, pero había un problema: Ella estaba saliendo con mi mejor amigo. Yo no quería entrometerme, pero ella insistió. Me negué en rotundo, hasta que no dejara las cosas claras con su novio. Ella me provocaba y al final caí, cuando ella aún estaba saliendo con mi mejor amigo. Éste se enteró y dejó de hablarme, ella me dijo que así podríamos estar juntos tranquilamente. Me costó y me dolió perder a mi amigo de la infancia, pero ella me hacía creer que valía la pena. No valía la pena. Estuvimos juntos 5 años, y le pedí matrimonio el último año de carrera. Me dijo que sí, pero al cabo de dos meses, cuando faltaba una semana para la boda, desapareció – Me miró tranquilamente, como si me estuviera contando una historia ajena. Lo miré sorprendida y me sonrió. Parece que lo ha superado, y me gusta pensar que es, en cierta parte, gracias a mí. Espero. Pero por mucho que lo haya superado, esa relación no se cerró como debería. Se dejó esa duda sin resolver, hay asuntos sin aclarar. Y eso no me gusta nada, desde que la vi. Porque parece que ella está aquí para resolver esas dudas que quemaban en su momento. Pero revivir antiguas heridas, solo puede ser malo.
 — ¿Cómo que desapareció? ¿Dejó al menos una nota? – Pregunté, reacia a entender tal barbaridad. ¿Cómo pudo dejar a semejante personaje? No sé cómo fue capaz, siendo como es él, un amor de persona. Si yo supiera que le he hecho tanto daño a una persona tan buena y cariñosa y amable como él, me retorcería de dolor.
— Sí, simplemente desapareció. Un día volví a casa, y me encontré que todas sus cosas habían desaparecido, la ropa, los utensilios del baño, todo. Decidí que ya había pasado suficiente tiempo en ese apartamento y lo vendí. Eso es todo, no hay más. No he sabido nada más de ella desde entonces – Respondió, mirándome a los ojos. No podía evitar sentir lástima por él y odio hacia ella.
— Si ella apareciera de repente, ¿querrías saber qué pasó? O ¿Lo dejarías pasar? – Le pregunté, mordiéndome el labio inferior, dudando. Colocó una mano en mi muslo y lo acarició lentamente.
— Mentiría si dijera que no quiero saber qué pasó. Pero creo que no va a solucionar nada, al revés, creo que va a complicarlo todo aún más. Y no necesito remover cosas ya superadas. No necesito las respuestas, las quiero, sí, pero no las necesito realmente. Puedo seguir perfectamente sin saber qué fue lo que la impulsó a abandonarme de tal manera, dejándome incapaz de abrirme a nadie. Hasta que llegaste tú y me hiciste cuestionar todo, lo que sentía, lo que quería. Me has cambiado, de eso estoy seguro. Y no puedo hacer otra cosa que agradecértelo – Me miró de manera tan intensa que sentía como si me fuera a derretir en cualquier momento.
— No tienes por qué agradecérmelo, la verdad es que fui muy dura contigo. No entendía el porqué de tantas dudas y pensaba que era por mi culpa. Cuando Quim me contó sobre Lerda, me sentí una persona horrible por decir tales cosas. No tuve en cuenta tus sentimientos, solo pensaba en que no quería que me hicieran daño, no quería que esto fuera un simple rollo de verano. Pero sin querer te presioné cuando a lo mejor no era lo que necesitabas en ese momento – Susurré sonrojándome, mientras miraba hacia el agua, negándome a mirarlo a los ojos.
Noté su mano en mi barbilla, girando mi cara para enfrentarlo. Su sonrisa hizo que mi estómago se removiera como si tuviera vida propia.
— Era justo lo que necesitaba, porque estaba verdaderamente aterrorizado. Necesitaba un golpe de efecto para darme cuenta de qué era lo que me estaba perdiendo. El hecho de ver que tú perdías los estribos y te dejabas llevar por tus instintos en según qué momentos, fue esencial. Eres esencial para mí, en estos momentos – Aclaró, con seguridad en la voz y un tono suave como la miel que provocó escalofríos por todo mi cuerpo – Te necesito a ti, nada más – Añadió antes de besarme tiernamente dejándome sin aliento, mareada.

domingo, 26 de mayo de 2013

Capítulo 46


Me pasé la excursión aburrida con los niños pequeños. Durante la hora de comer fuimos a un parque y me senté en un banco sola a comer. Pensando en Erik, le envié un mensaje.
Estoy comiendo en un parque, echándote de menos. ¿Qué haces? ¿Cómo llevan su relación Amor/Odio aquellos dos? ¿Se han matado ya?
Sonreí mientras lo enviaba. Estará comiendo con los niños de su grupo, ya contestará cuando pueda. Espero que Raquel y Quim se hayan acercado aunque sea un poco, se nota de lejos que los dos sienten algo el uno por el otro, no es algo fácil de ocultar. Tengo que pensar en algo, algún plan maestro para conseguir que estén juntos, sé que parece manipulador y que podrían acabar juntos ellos solitos, pero no es así. No los veo enfrentándose a sus sentimientos, veo demasiado miedo entre ellos dos. No quieren salir mal parados, aparte del hecho de que no tienen la confianza suficiente en los sentimientos del otro como para lanzarse, ¡los dos! Si fuera uno, de acuardo, el otro se lo piensa, se da cuenta de los sentimientos del otro y se confiesa. Pero al ser los dos, no van a hacer nada hasta no estar completamente seguros de los sentimientos del otro. No es como el caso de Erik, los dos sabíamos los sentimientos del otro sin necesidad de sacarlos a la luz. Eran demasiado evidentes, aparte de que no puedo esconder nada a su alrededor ni queriendo.
Estando en mi mundo como estaba, me asusté cuando mi móvil vibró en mis manos. Lo miré rápidamente para ver que era un mensaje de Erik.
Estaba pensando en ti, preguntándome qué hacías. Estoy controlando a los pequeños mientras comen, piensa que falta poco para que volvamos. Nos veremos dentro de poco, Princesa. Soñaré con tus labios hasta que pueda saborearlos.
Con la cara colorada, el corazón en la boca y una sonrisa que dolía me moví hacia el autobús para hacer el viaje de vuelta.
Mientras estaba sentada en el asiento de atrás, dejé a mi cabeza fantasear tranquila sobre Erik, mi Príncipe Azul. En vez de crear escenas nuevas en mi cabeza, me digné simplemente a recordar momentos vividos con él. El primero que me vino a la cabeza fue nuestro primer beso. Después de subir a una atracción impresionante, me abrazó y no pude aguantar, me lancé a sus labios. A esos impresionantes labios que se unen a los míos como si formaran parte de mí.
Él forma parte de mí, no puedo sacarlo. Nunca había sentido algo tan fuerte por nadie, no puedo evitar ese sentimiento de seguridad que me rodea cuando estoy entre sus brazos, o esa sensación cálida cuando siento sus ojos sobre mí y nadie más. Solo espero que esa pelirroja no sea su ex, porque le arranco uno a uno cada pelo largo y pelirrojo de la cabeza. Como intente conseguirlo otra vez, se las tendrá que ver conmigo. Ojalá que no me tenga que ver en esa situación, porque veo venir desde lejos las dudas en mi cabeza.
— Princesa... Mi amor... Despierta – Oí una voz muy familiar susurrar en mi oreja, haciéndome cosquillas con su respiración en mi cuello. Abrí los ojos rápidamente y lo vi, justamente delante de mí. Pestañeé repetidamente para darme cuenta de que era real, no un sueño – Sí, estoy aquí, no es un sueño. Conseguí que llegáramos antes para poder sorprenderte. Pero vi bajar a todos los niños y tú no bajabas, así que he subido yo. Y aquí estabas, dormida con una sonrisa preciosa en la cara. ¿En qué estabas soñando? Si puedo preguntar... – Continuó, un poco demasiado rápido para mi gusto. ¿Me ha vuelto a leer la mente? Sonreí aún más y rodeé su cuello con los brazos  y me apreté contra él con todas mis fuerzas.
— Estaba soñando contigo, justamente. Te he echado de menos, mi Príncipe – Solo decir esas palabras, me apartó de su cuello y colocó sus manos en mis mejillas.
— Yo sí que te he echado de menos, amor – Cuando dijo amor, me derretí. Los motes, y las tonterías que me dice me ponen la piel de gallina y me provocan tembleques en las rodillas. Este hombre me convierte en gelatina viviente.
Y me besó, solo decir la frase. Sus labios bailando y fundiéndose con los míos. Yo lo apreté contra mí, cogiéndolo de la camisa, y él rompió el beso, apartándose. Lo miré confundida y me sonrió, cegándome por un instante.
— Salgamos del autobús, que me voy a hacer daño en la espalda. Aparte, te están esperando los demás. Estoy seguro de que ese tal "Marcus" está deseando verte – Soltó medio molesto. Me reí a carcajadas sin poder evitarlo y me miró con el ceño fruncido – A mí no me hace ni pizca de gracia que a otro monitor le guste mi novia, no sé por qué te estás riendo – Añadió al ver que no paraba de reírme. Me levanté del asiento, cogiendo mi bolso del asiento de al lado.
— Me río de lo ridículamente celoso que estás ahora mismo, y me encanta. Solo voy a decirte, que Marcus tiene novia. Estaba enganchado conmigo porque lo había dejado con ella, y solo necesitaba apoyo moral, pero ahora vuelven a estar juntos. Dejando de lado esto, no hay nada ni nadie que pueda competir contigo, repito, NADIE – Contesté antes de darle un beso rápido pero profundo y tierno. Con mi aclaración, vi que se relajaba visiblemente, y con el beso acabé de convencerlo del todo. Sonreí satisfecha con mi trabajo y caminé delante de él hacia la puerta del autobús.
— hombre, aquí está la señorita tardona. Hace rato que he visto a los niños de tu grupo pasar a merendar – Dijo Edu cuando me vio llegar al pasillo donde jugaba a Ping-Pong con Marcus. Éste último, cuando me vio corrió hacia mí y me abrazó levantándome en el aire, dándome vueltas. Yo me puse a reír, ahora más tranquila, sin pensar en los celos de Erik, ya que eran irracionales.
Cuando Marcus me hubo dejado en el suelo, sana y salva, Erik me rodeó la cintura con un brazo y me atrajo a él, marcando el territorio. Solté una risita y lo conduje hacia el banco al lado de la tabla de Ping-Pong. Cuando iba a sentarme, se sentó él primero y me sentó en su regazo, rodeándome con sus fuertes brazos. Yo, sonriendo como una tonta, apoyé mi espalda en su pecho duro y firme y cerré los ojos disfrutando de la sensación.
Entonces me vino una idea a la cabeza. Giré mi cabeza hacia su cara.
— ¿Alguna noticia sobre los cabezones? – Me miró cuando escuchó la pregunta escaparse entre mis labios. Apretó los labios juntos durante unos segundos y cerré los ojos en derrota.
— Nada, ni se han acercado casi. Es como si tuvieran miedo de que si se tocaran por accidente se quemaran o algo parecido – Soltó con un suspiro. Besó mis párpados cerrados delicadamente. Abrí los ojos de nuevo para perderme irresistiblemente en sus ojos profundos e increíbles. Suspiré soñadoramente.
— No saben lo que se pierden – Susurré mientras acercaba mi boca a la suya y le daba un beso largo y profundo. El beso destilaba toda la pasión retenida durante el día entero. Noté sus dientes en mi labio inferior y sonreí.
— Tenemos que mostrarles qué puede pasar si dejan de lado sus dudas y miedos. Tenemos que darles fuerza para que se expresen, para que muestren su lado más vulnerable y obtengan a cambio una fuerza inconmensurable. Se lo merecen, tanto como nos lo merecemos nosotros – Dijo antes de besarme de nuevo.
— ¿Haremos algo esta tarde? – Le pregunté inocentemente, pestañeando más de lo necesario. Soltó una risita tonta y me miró directamente a los ojos.
— Claro, ¿cómo podría resistirme a estos ojos brillantes y preciosos? ¿Tenías algo en mente? – Dijo, mientras me acariciaba la mejilla. Me apoyé en su mano mientras cerraba durante un segundo los ojos.
— Podríamos estar en el jardín de mi casa, al lado de la piscina, planeando algún plan maestro para juntar a las dos personas más testarudas del planeta – Contesté mientras jugaba con su pelo con una mano. Supe que se relajaba con mis caricias, pero quería decir algo – ¿Ibas a decir algo? – Pregunté al ver que no lo soltaba.
— ¿Cómo lo sabías? Bueno, sí, quería decirte que tenemos una conversación pendiente – Respondió lentamente, como si realmente no quisiera soltarlo. Suspiré, era una conversación que quería tener, pero a la vez no. No quería saber nada sobre la ex prometida, preciosa pelirroja.
No quería estar comparándome con ella. Pero voy a tener que enfrentarme a ello, en algún momento iba a tener que hablar de ello, ¿No? Solo espero que no sea muy perfecta. Quiero ser mejor que ella, aunque sea muy poco, para sentirme mejor conmigo misma. ¿Un poquitín? No es pedir mucho, ¿Verdad?

sábado, 18 de mayo de 2013

Capítulo 45

Sentada en el asiento de atrás, al lado de la ventana, podía ver a Erik de pie al lado del autobús mirándome con cara de cachorrillo perdido. Le saqué la lengua y él dibujó un corazón con las manos. Me puse a reír y le envié un beso a través del aire. Cuando el autobús empezó a moverse, lo seguí con la mirada haciendo pucheros, hasta que lo perdí de vista. Me apoyé en el respaldo del asiento, intentando averiguar cómo iba a sobrevivir un día entero sin besarle. ¿Cómo, a ver?
Mi móvil vibró en mi bolsillo. Lo saqué rápidamente imaginándome de quién era el mensaje. Que sea de Erik, que sea de Erik. Efectivamente, era de él.

¿Cómo voy a sobrevivir a un día entero sin besarte, mi Princesa?

¿Me ha leído la mente? Solté una risita y escribí haciendo volar los dedos sobre la pantalla del móvil.

Es justamente lo que estaba pensando, tendremos que sobrevivir a base de imaginarnos lo que va a pasar cuando nos veamos. Aparte, tú tienes una misión importante, no lo olvides.

Sonriendo, toqué el botón enviar. Al cabo de unos segundos, mi móvil volvió a vibrar. Ya mas vale que no apague la pantalla, si voy a estar comprobando a cada segundo si me ha respondido.

Ui lo que te voy a hacer esta tarde, cuando nos veamos. Te voy a comer a besos. ¿Qué misión? Perdóname por ser un olvidadizo, pero es que llenas la mayoría de mi espacio disponible en mi cerebro ya de por sí pequeño. 

Me puse a reír sola, ganándome miradas extrañas de los niños pequeños del autobús que aún no se habían dormido. Sonreí disculpándome y volví a bajar la mirada, pensando qué le iba a contestar. 

Y yo te dejaré comerme a besos, no creas que opondré nada de resistencia. Ejem, la misión, sí. Quim y Raquel, tienes que observar qué hacen, cómo se comportan. Tenemos que ayudarlos, ellos se unieron a pesar de sus diferencias para ayudarnos a nosotros, se lo debemos. 

Claro que no pondrás ninguna resistencia, porque sabes que no puedes luchar contra mí, una mirada y estarías rendida, ¿Recuerdas? 

Me puse a reír sola de nuevo, esta vez sin preocuparme de ganarme miradas extrañas. Seguí leyendo.

Voy a ver qué hacen, no prometo que la situación vaya a mejorar mucho porque son dos cabezones empedernidos, pero intentaré volver con alguna idea al menos. Sí, se lo debemos, aunque ellos en nuestro caso no hicieron mucho. Tú hiciste todo el trabajo, eso de besarme y salir corriendo me dejó ver sin tapaderas que no había otra opción, tenía que estar contigo enserio o no estarlo en absoluto. 

Que no puedo luchar contra ti, ¿Así que esas tenemos...? De acuerdo, eso lo veremos esta tarde. Y lo de besarte y salir corriendo, fue totalmente inesperado, no quería besarte porque necesitaba que te dieras cuenta de tus sentimientos y eso no iba a ayudar para nada. Pero si finalmente ayudó, mejor que mejor. La verdad es que no pude resistirme, eres irresistible, ¿Te lo han dicho alguna vez?

Nop, no puedes luchar contra mí, pero me encanta cuando te pones en modo guerrera para demostrarme que no tienes la necesidad de darme la razón siempre. Eres auténtica e impredecible, tú sí que eres irresistible. Y siento el haber tenido tantas dudas, si hubiera sabido antes lo que iba a suponer ser tu novio, me hubiera tirado de cabeza. Simplemente me gustabas demasiado, y ahora me gustas aún más, y me dio miedo, porque no quería que me volvieran a romper el corazón. 

Es totalmente entendible, pero me dolió porque parecía que no tuvieras suficiente confianza en nosotros, como si pensaras que todo iba a salir mal y eso no va a pasar. ¿Puedo preguntarte qué pasó con tu prometida? ¿O es meterme demasiado donde no me llaman?

Me mordí el labio, nerviosa. No sabía qué esperar, no quería forzarlo a nada si no quería. Así que antes de que pudiera responder, le envié otro mensaje.

Si no quieres, o no te apetece, no he dicho nada. No tienes ninguna obligación a contármelo, solamente intentaba encontrar una razón coherente por la que tuviste tantas dudas en un principio. 

Entonces me llamó, no me devolvió el mensaje.
— ¿Sí? - Respondí cautelosa, no sabiendo qué iba a decir él o cómo debía yo reaccionar.
Oí una risa y me relajé al instante, dejando ir el aliento que había estado aguantando inconscientemente.
— Princesa, deja de morderte el labio, que nos conocemos. No estés nerviosa, sabes que puedes preguntarme lo que sea, ¿No? ¿Lo sabes? - Preguntó relajado y en parte divertido por mis reacciones cautelosas. ¿Cómo sabía que me estaba mordiendo el labio? Este hombre tiene poderes. Me esperaba que fueran preguntas retóricas, pero no lo eran, se esperaba realmente una respuesta por mi parte, así que antes de que hablara de nuevo, contesté.
— De acuerdo, Príncipe, lo tendré en cuenta - Lo oí soltar aire  como si lo hubiera estado sosteniendo. 
— Quiero contarte todo sobre Leila, pero no por teléfono. Esta tarde lo hablamos enserio, ¿De acuerdo? - ¿Leila? hasta el nombre me repugna. ¿Cómo pudo abandonarlo? si es el ser humano más bueno del mundo, no lo entiendo. Pero si aparece de nuevo, me la cargo.
Entonces, una idea loca me pasó por la cabeza. Mierda, ¿puede ser que sea la pelirroja que estaba en el campo de fútbol? Como sea esa... No reacciono. Tengo que preguntárselo, pero ¿Cómo lo hago para que no piense que la he visto o algo? A lo mejor puedo decir que Quim me lo contó.
— ¿Príncipe? ¿Puedo preguntarte algo? - Pregunté cautelosa, no sabiendo cómo sacar el tema.
— Lo que sea - Dijo, sin un ápice de duda. Cogí aire.
— Laila, Leila, o Lareida, me da igual. Por casualidad, ¿No será pelirroja? - Solté antes de arrepentirme. Noté como se tensaba incluso a través del teléfono. 
— Sí, pelirroja con el pelo largo. ¿Cómo lo sabes? ¿La has visto? - Su tono fue teñido por la alarma. Noté como el color desaparecía de mi cara sin poder yo evitarlo, me sentí fría y sin vida. Era incapaz de contestar, me había quedado de piedra - ¿Princesa, estás ahí? ¿Princesa? ¿Hola? - Preguntó con preocupación. Sacudí la cabeza anonadada, intentando conseguir que mis músculos funcionaran y mi boca se abriera para darle una respuesta. 
— Sí, estoy aquí, se me había caído el teléfono. Emm, No, no la he visto nunca. Solamente me sonaba porque creo que me lo comentó Quim - Respondí odiando al instante tener que mentirle. Pero no estoy segura de que sea ella. No la he visto nunca, puede que sea una casualidad. Mi madre me dice siempre que no existen las casualidades, pero yo no creo eso. Hay muchas personas pelirrojas en el mundo, puede que fuera la madre de algún jugador, o alguna novia. Lo que sea. No quiero pensar demasiado, si realmente era ella, aparecerá de nuevo. O no. Si aparece ya pensaré algo para decírselo a Erik, pero ahora no quiero meterla entre nosotros. Ahora que nos está yendo tan bien no quiero estropearlo. ¿Aparecerá de nuevo? Si lo hace, ¿Erik se iría con ella? No, no puedo pensar así. Sino, estoy perdida. Tiene que haber una explicaciónAl menos eso espero, no quiero competir con una ex prometida con ganas de guerra. Porque si tiene ganas de guerra, guerra tendrá.