sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 20


—Tienes que parar, lo digo muy enserio. Si de verdad pretendes que acabe con él, tienes que esperar a que él dé el paso. Se lo he puesto en bandeja, así que ahora le toca a él moverse. ¿Me harás el favor de ayudarme por lo que queda de día y me lo mantendrás apartado? Necesito pensar, y él también –Le dije a Quim, sonaba más enfadada de lo que realmente me sentía. No quería tener que hablar con Erik, no por lo que quedaba de día. Sabía que si me acercaba a él, acabaría entre sus brazos y besándolo. No, ni lo pienses. Simplemente con el simple hecho de pensar en él se me aceleraba el pulso. Voy a mantenerme apartada, ahora muy enserio. Esta vez, si de verdad quiere arreglar las cosas conmigo va a tener que ser muy convincente. Y no soy fácil de convencer, eso espero. Quim me miró con el ceño fruncido, como pensando en posibles vías alternativas. Ahora mismo me acabo de imaginar a Quim como un GPS. Le devolví la mirada ceñuda para intentar conseguir una respuesta de sus pensamientos. Como no funcionó levanté una ceja ladeando la cabeza, y me apoyé en la pierna izquierda.
—Nada, sí, de acuerdo. Voy a mantenerlo apartado, voy a intentar que recapacite. Tienes que tener paciencia con él, ¿de acuerdo? Lo ha pasado muy mal –Dijo Quim, con cara decaída. Empezó a girarse para irse pero lo paré, colocando mi mano en su brazo fuerte y firme.
—Espera, no puedes soltarme eso y simplemente irte como si nada. ¿Por qué le cuesta tanto decirme lo que siente por mí? Lo sabes, por favor, dímelo –Le supliqué a Quim. Puse ojos de cordero degollado para conseguir mi propósito. Suspiró. Me cogió de la mano y me arrastró a un lugar menos visible. Me dejé arrastrar notando la preocupación y curiosidad viajar por mis venas.
—A ver, no te lo voy a contar todo. Creo que es cosa suya decírtelo o no. Ha perdido a mucha gente, a la que quería. La última, fue su novia, bueno, prometida. Él la adoraba y creía con todo su corazón que iba a estar toda la vida con ella, pero dos días antes de la boda desapareció, sin dejar rastro. No ha sabido nada de ella desde entonces. Estuvo meses buscándola, sin éxito, desde entonces se ha encerrado en sí mismo y ha dejado de creer en el amor –Soltó Quim, dejándome de piedra. Respiré entrecortadamente intentando recobrar la compostura. Quim me miró curioso, como esperando a ver cuál iba a ser mi reacción. Respiré hondo y asentí.
—Ahora lo entiendo, y yo presionando y presionando. Soy una persona horrible –Dije en un susurro, tapándome la cara. Me sentí la peor persona del mundo –Sabía que había algo que no iba bien, algo que lo retenía excesivamente. Debí preguntarle, debí haber intentado entenderle. Pero en vez de eso, lo presioné aún más sin pensar en él, pensando solamente en mí. ¿Y si lo he perdido? ¿Y si de tanto presionar, ha acabado cansándose? –Añadí más para mí que para él. Noté una silenciosa lágrima resbalar por mi mejilla. Noté un dedo limpiándola, evitando su descenso. Levanté la mirada para encontrarme a Marcus delante de mí. Salté a sus brazos y él me acogió al instante como si yo fuera un peluche al que achuchar durante la noche. Sollocé en su hombro y él me acarició el pelo cariñosamente. Jadeé e intenté recuperar el aliento. Marcus me levantó, colocando mis piernas alrededor de su cintura, y se me llevó. Yo me apreté más a él, rodeándole el cuello con los brazos. Me sentó en un banco apartado y me miró preocupado.
—Dime –Me dijo, dejándome ver que podía contarle cualquier cosa. Lo miré y se lo conté todo. Se sentó a mi lado y me escuchó atentamente, sin dejar ir ningún comentario.
—Ahora lo que me toca es esperar, no voy a presionar más. No quiero ir más allá, ya me he pasado suficiente. Si quiere algo conmigo, va a tener que venir él. Me siento inútil –Dije, pasando las manos por mi pelo, como si eso fuera a calmarme. Me mordí el labio inferior nerviosa. Y empecé a hacer sonar los dedos pulgar y corazón, fregándolos juntos, provocando un sonido agudo y monótono como el golpeteo de un grifo casi cerrado –Quiero irme –Añadí suavemente.
Miré el reloj y me sorprendí al ver que era pasada la hora en la que teníamos que estar fuera del parque para volver.
Me levanté de un salto y empecé a caminar hacia la salida antes de que se hiciera demasiado tarde. A los pocos segundos noté una mano cálida tomando la mía, me giré hacia Marcus y le sonreí apretando su mano. Me acordé de la mano de Erik en mi mano, en mi espalda… Aparté mi mano de la de Marcus suavemente.
Aparecimos tarde Marcus y yo juntos, ganándonos miradas de todos, sobretodo de Raquel. Erik ni me miró. Y la verdad, lo agradecí mucho, no me sentía capaz de enfrentarlo en ese momento.
Fuimos subiendo al autobús poco a poco, yo estaba muy decaída y por estar mirando el suelo distraída, no me di cuenta de que intenté subir a la vez que él y me choqué con él.
—Perdón –Gesticulé con la boca, sin soltar ningún sonido. Me sonrió, pero fue una sonrisa triste y eso me puso aún más triste. Giré la cabeza para que no viera las lágrimas formándose en mis ojos. Él me permitió subir, indicándomelo poniendo una mano en mi espalda, enviando descargas eléctricas por todo mi cuerpo. Respiré hondo.
Pasé a través del autobús hasta la parte trasera con él pisándome los talones. Me senté en el asiento de la ventana de la izquierda. Él se sentó en el de la derecha, manteniendo dos asientos entre nosotros. Yo me estiré entre los tres asientos que tenía disponibles. Al colocar mi cabeza en el asiento, noté todo el estrés del día pasar factura y como teníamos un viaje de más de una hora, me permití a mí misma cerrar los ojos y dormir.
Noté a alguien acariciarme el pelo suavemente, haciéndome sentir como una niña pequeña siento arropada, pero no abrí los ojos. Sabía quién había sido, por su olor, su tacto, su todo. Este hombre me tiene del revés. Tiene que dar el paso si quiere que algo pase, ahora estoy segura. Porque no hay nada que pueda yo hacer a estas alturas, ya he hecho bastante, incluso demasiado.
Con un golpeteo repetitivo en mi hombro me desperté. Abrí los ojos y vi a Raquel delante de mí. Me levanté poco a poco y me estiré. Estaba sola en la parte trasera. Entonces recordé la caricia. ¿Lo habré soñado? Es muy probable. Ya está mi subconsciente jugándome malas pasadas. No es justo.
¿Eli? –Oí a Raquel decir, me miró curiosa. Debía tener el ceño fruncido de cuestionarme la realidad. La miré y cogí mi mochila. Se apartó para que pasara.
No puede ser que me afecte tanto. Odio el absoluto control que tiene sobre mí. Me siento una persona horrible, pero tampoco podría haberlo sabido. Podría haber preguntado, sin embargo. Ahora no importa, sintiéndome mala persona no va a mejorar la situación. Me toca esperar a que él reaccione, o sino lo perderé. El simple pensamiento de perderlo me seca la boca, me provoca la sensación de que me han cambiado el estómago por una lavadora. No recuerdo que nunca nadie me haya gustado tanto, este hombre se ha ganado un hueco en mi pequeño corazoncito.
Atravieso el pasillo, mirando el suelo. Me encuentro con Quim y me mira con expresión arrepentida. ¿Qué ha hecho? Espero que no haya hablado con Erik y que éste le haya dicho algo malo, o que ya no quiera verme más, o que realmente lo haya perdido. Empieza a pasar por mi lado, pasándome de largo. ¿Encima se atreve a pasar de mí? Ni hablar.
— ¿Qué? –Le pregunto, dejando en el aire una pregunta muy evidente. Se gira lentamente, como si no quisiera enfrentarme. Se rehúsa a mirarme y sigue mirando el suelo –Quim… -Dijo, acercándome –Me exasperas, enserio. Espera que adivino, sabe que me lo has contado y se ha enfadado contigo. Se siente avergonzado porque ahora lo sé, se siente vulnerable, ¿Me equivoco? –Añadí para llenar el silencio comprobando si inventándome una razón, la primera que me vino a la cabeza, conseguía que Quim soltara lo que tenía en mente.
Me miró con cara de asombro, se le abrieron los ojos como nos platos. Se le abrió la boca y frunció el ceño. Jadeé sorprendida, había dado en el clavo. Solté el aire retenido.
— ¿Enserio? Bien, perfecto –dije cortante, antes de girarme e irme por la puerta, decidida a andar hasta casa a ver si conseguía rebajar el estrés, notaba la presión en el pecho cada vez que respiraba –Simplemente, perfecto… -Susurré para mí misma chutando una piedra del camino. 

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