sábado, 30 de marzo de 2013

Capítulo 39


Siento como si la oscuridad me tragase. No tengo fuerza. ¿He comido los últimos días? Sí, poco pero sí. Este nudo en el estómago lo tengo desde el momento en el que conocí a Erik, pero nunca llegué a pensar que sentiría tanto por él. No supe controlar mis impulsos y ahora estoy enamorada hasta los huesos, sin poder hacer nada pada reprimirlo. No quiero estar lejos de él. Pero ¿Qué ha pasado? Piensa…
No, no, no. Ya sé. Lo oí hablar con el director de deportes antes. Dijo que no tenía nada conmigo, ni lo quería. Eso me sentó como una patada, peor que nada. Puede ser que realmente no sienta nada por mí y todo sea una mentira, o simplemente se estuviera divirtiendo. O por otra parte, podría ser que solo me estuviera protegiendo, que quisiera evitar problemas con el director de deportes hacia mí. Pero eso no los evita, no quiero esconderme, no quiero. Pero aaaarg, ¿Por qué ha tenido que hacerlo? Empiezo a cansarme de la actitud de Príncipe Azul que tiene que salvar a la Princesa en apuros. No soy una Princesa en apuros. Puedo defenderme yo solita, pude con Jaime. No es que no agradeciera la intervención de Erik, claro que sí, pero ahora la acción de protección hacia el director me ha sobrado. No sé qué se espera al mentirle. Lo va a descubrir tarde o temprano. Noto como la cabeza me da vueltas, estoy muy mareada. Teniendo los ojos cerrados no ayuda para nada, tengo que abrirlos y mantenerlos fijos en algo. Pero no encuentro mis ojos, no encuentro nada. No sé dónde estoy, solo que no soy dueña de mi cuerpo. No puedo moverme.
¿Por qué noto que todo se mueve? ¡No! Eso me provoca más mareo. Espera, empiezo a notar cosas. Noto que me falta el aliento, vamos mejorando. Empiezo a notar mi cuerpo, voy a mover algo a ver si puedo. Moví los dedos de la mano izquierda poco a poco, intentando volver a la realidad. ¡Sí! Vamos a mejor. A ver, tengo que abrir los ojos, pero me escuecen. Moví poco a poco el brazo y me froté los ojos, intentando recobrar todo el dominio de mi cuerpo gradualmente. ¿Eso son voces? Oigo algo, pero como si fuera de muy lejos y no entiendo nada, como si fuera en otro idioma. Intentaré concentrarme a ver si entiendo algo. Esa voz me suena, ¿Será de Erik? Tengo que hablar con él, dejarle saber que no soy una Princesa en apuros, la semana que viene hago los 18, no pueden decidir por mí. Yo soy la que decido con quién estoy y con quién no. Sé que nos llevamos algunos años, sé que es mayor que yo, pero me da igual. Ahora que pienso, ¿Cuántos años mayor será? No sé su edad, la verdad es que siempre me ha dado igual la edad, a mí me gustan mayores y él es mayor. No hay más. Empiezo a entender un poco las voces, pero siguen siendo lejanas. Parece como si se acercaran, sin embargo. Me pitan los oídos.
¿Eli? ¿Eli? ¡Eli por favor abre los ojos! Por favor… – Oí a alguien decir, una y otra vez. La voz sonaba realmente preocupada, ¿Será realmente Erik? Puede ser. Tengo que abrir los ojos, pero lo intento y no pasa nada. Noté algo por encima, parece una manta, pero estamos en pleno verano. Pues se siente bien, ya no tengo tanto frío. ¿Frío? Dios mío, no entiendo nada. ¿Por qué tengo frío? Sigo muy mareada. Ah, puede ser una bajada de azúcar o una bajada de tensión. Entonces se entiende por qué me pitan los oídos, el frío y el mareo. Tengo que comer mejor. Intentaré abrir los ojos de nuevo.
Abrí los ojos y tuve que cerrarlos al instante por la claridad. Al cabo de unos segundos los volví a abrir y me di cuenta de que mucha claridad no había. Estaba en la enfermería, que realmente era un cuarto con camilla justo al lado del vestuario de piscina de los chicos. Era el vestuario de los monitores de piscina, con una ducha y un cristal que permitía ver la piscina entera. Me giré poco a poco sin querer marearme más de lo que ya estaba. En el instante en el que me giré, vi a Erik a mi lado. Me miraba tan preocupado que hice una mueca. Odio que se preocupen por mí, no lo soporto. No me gusta que estén encima de mí preocupados, como si fuera a morirme o algo. Se lanzó encima de mí y me abrazó con fuerza.
— Menos mal que estás bien, estaba preocupadísimo – Susurró, apretándome contra él. Estábamos solos en la enfermería. Suspiré e intenté sentarme, pero necesité su ayuda. Con una mano en mi espalda me levantó, me giró y me colocó apoyada en la pared.
— ¿Cómo te encuentras mi amor? ¿Qué ha pasado? – Preguntó demasiado rápido para mi gusto. Miré hacia el techo, intentando fijarme en un punto concreto para no marearme.
— Estoy bien. Oí tu conversación con el director – Contesté con voz suave pero ronca, sin reconocer mi propia voz. Tosí para conseguir recobrar mi propia voz. Notaba su mirada fija en mí, pero no lo miré.
— Princesa, no es lo que piensas, solo quería protegerte, no quería que te llamara la atención o te molestara de ninguna manera. ¿Lo entiendes verdad? Necesito que lo entiendas, porque… – Lo corté mirándolo fijamente. Sé que me quería proteger, pero no necesito que me proteja, no quiero esconder nada. No lo necesito, mi madre acepta nuestra relación, no necesito que un director de deportes decida sobre mi vida.
— Quien no lo entiende eres tú. No necesito que me protejas constantemente, puedo arreglármelas y lo sabes. No quiero esconder lo que siento por ti, no quiero estar contigo a escondidas. La única opinión que importa para mí es la de mi madre y ella ya nos ha dado el visto bueno. Lo que diga el director me da igual – Dije seria, mirándolo fijamente.
Antes de que pudiera añadir nada más colocó las manos en mis mejillas y puso su frente sobre la mía. Sonreí levemente aun sintiéndome mareada.
— No puedo perderte, simplemente no puedo permitírmelo – Susurró antes de besarme con fuerza pero tiernamente a la vez. No sé cómo hubiéramos conseguido esconder tal atracción, simplemente imposible.
Rodeé su cuello con los brazos y me separé de la pared acercándome a él. Jugué con su pelo entre mis dedos, ganándome una sonrisa por su parte. Me rodeó con sus brazos de nuevo, masajeándome la espalda con cariño. Después de un rato tuvimos que separarnos debido a la falta de oxígeno. Nuestras respiraciones estaban aceleradas y yo seguía jugando con su pelo. De repente, la puerta se abrió y apareció el director con mi bocadillo en una mano y una Coca-Cola en la otra. Erik se separó de mí para que pudiera acercarse el director y dármelos. Tenía una mirada enfadada y miraba a Erik como si tuviera rayos láser.
Me tendió la Coca-Cola y el bocadillo. Lo cogí sin mirarle. Si veo otra mirada asesina hacia Erik, le voy a chillar. Abrí la lata y empecé a desenvolver el bocadillo. Nadie decía nada, la atmosfera se podía cortar con un cuchillo de lo tensa que estaba.
— ¿Te encuentras mejor, Eli? – Preguntó preocupado, mirándome. Asentí sin responder nada y mordí el bocadillo – ¿Puedo hablar un segundo contigo, Erik? – Pregunto, esta vez con voz seria y desafiante, claramente enfadado. Cogí la mano de Erik y le di un apretón, me miró y le asentí a la vez que sonreía. Negó con la cabeza visiblemente y fruncí el ceño. ¿Qué estará pensando? Tiene que hablar con él, quiera o no.
— No. Está claro que de lo que quieres hablar nos concierne a los dos. Por lo tanto, puedes decirlo aquí sin ningún problema – Soltó Erik totalmente seguro, ganándose un apretón en la mano de mi parte y una mirada de sorpresa por parte del director.
— De acuerdo, como quieras. ¿Cómo puedes estar en una relación con una menor? ¡Tienes 24 años, por dios! – Soltó de repente, enfadado. ¿24? No me esperaba esa edad, No sé. Me da igual, yo quiero estar con él y él quieres estar conmigo. Eso me basta y me sobra. Y si al director no le basta, pues es su problema.
— Me da igual lo que creas. Yo quiero estar con él y él quiere estar conmigo, eso me basta. Los 18 los hago la semana que viene el lunes. La única opinión que me importa es la de mi madre, y ya nos ha dado el visto bueno. No tienes nada a hacer. Estamos los dos de monitores, no es como si él estuviera haciéndome de profesor o algo similar – Dije yo enfadada, no tenía ningún derecho a reprocharle nada a Erik o a mí. Respiré profundamente, me encontraba un poco mejor pero el nudo en el estómago seguía allí, perenne.
El director me miró asombrado. Claramente no se esperaba que fuera yo la que lo cortara de tal manera, no tiene nada que hacer. Sonreí al ver que no le salían las palabras.
— Puedes aceptarlo o estar en contra, es tu decisión. Pero no podrás evitarlo, no tienes nada que hacer – Añadió Erik, rodeándome con un brazo, colocándolo alrededor de mi cintura. Sonreí de nuevo cuando el director se fue de repente cerrando la puerta de un golpe.
Erik se giró hacia mí y me acercó a él sonriendo. Nuestras narices se rozaron y nos reímos. Coloqué una mano en su mejilla y lo besé suavemente. Otra batalla menos. Esto promete.

jueves, 28 de marzo de 2013

Capítulo 38


No, ¿Por qué no se han ido aún? ¿Seguirán mucho tiempo? Odio lo que me hizo. Me miré en el espejo y me fijé en las marcas oscuras del cuello. Espero que se vayan pronto, no quiero estar explicándole a todo el mundo la razón de mis moratones. Un psicópata me atacó. Suspiré y las intenté esconder con el pelo, pero se seguían viendo, menos, pero se seguían viendo. Le dejé, no había más. Bueno, hoy es lunes. Toca enfrentarse a todos con moratones en el cuello. Suspiré. Inmersa en mi mundo, me vestí. Cuando estaba subiéndome los pantalones cortos mi teléfono vibró como un loco, como si fuera su último aliento. Corrí a cogerlo antes de que colgara y sonreí al ver quién llamaba.
— ¿Si? – Contesté, para variar… Era evidente la sonrisa en mi cara, totalmente palpable.
— Princesa, buenos días. ¿Qué te parece que te pase a buscar yo y no Raquel? – Dijo emocionado, como si fuera un genio y acabara de descubrir una ley física maravillosa. Me reí ante su emoción. No lo había pensado, pero es buena idea. Así evito los enfados de Riri cuando salgo tarde.
— Buena idea, mi Príncipe Azul. Pica al número 12 cuando llegues. Ya estoy lista, me estoy poniendo los zapatos – Contesté emocionada. Cuando me hube puesto los dos zapatos correctamente y hube comprobado que estaban en el pie que debían estar, me dirigí a la cocina – ¿Tardarás mucho en venir? – Añadí mientras Cogía el bocadillo y lo colocaba en el bolso, maniobrando con el teléfono aún en la oreja.
— No. Sal, ya estoy aquí – Dijo él, con una sonrisa en la cara. No necesitaba verlo para saber que estaba sonriendo, era totalmente previsible, aparte de que se le notaba al hablar. No puede esconderme nada, ni que quiera.
— Ah, vale. Saliendo – Contesté a la vez que separaba el teléfono de la oreja y colgaba. Atravesé la puerta de un salto y cerré con llave. Mierda, Riri. Si no la aviso va a venir. Cogí el teléfono mientras caminaba hacia la puerta del vestíbulo y le envié un mensaje mientras pasaba por la pasarela del jardín.
Me pasará a buscar Erik a partir de ahora. Tenemos que hablar
Como es una cotilla acabada, no tendré tiempo de entrar antes de que me pare para que le cuente lo que le quiero contar. Miré hacia delante y me encontré a Erik apoyado en el marco de la puerta exterior con una sonrisa en la cara. Me acerqué a él. Con una risita, se acercó y colocó una mano en mi barbilla para besarme. Lo besé con ganas, ya que no lo veía desde el sábado. Solo hace un día pero parece una eternidad. Suspiré y sonreí durante el beso.
— Me acuerdo aún de lo del sábado, eh. No creas que te salvarás de esta – Dijo una vez nuestros labios se separaron. Solté una risotada.
— Si, ya… Te la debía y lo sabes. ¡Me tiraste tal cual al agua en el colegio! Sin piedad alguna, ¿Creías que iba a pasártela así sin más? – Contesté aún sonriéndole.
— No, no y no. No me la debías, estábamos en paz después de lo de la grapadora – Dijo con tono insolente.
— Me da igual, no necesito deberte nada para empujarte a la piscina si quiero. Tú habrías hecho lo mismo aunque no me debieras ninguna, ¿o no? – Lo miré con las cejas levantadas. Como no contestó, me moví hacia el coche y me senté en el asiento del copiloto sonriendo. Se sentó pocos segundos después al volante.
— ¡Vale! – Soltó antes de arrancar el coche, provocando que me riera descontroladamente. No podía parar de reír ante su infantilismo. Me encanta.
Paró el coche y yo seguía riéndome, ya que de mi casa al colegio solamente había un minuto o dos. Me miró con fingido enfado, cosa que empeoró la situación, porque me reí el doble. Al final, se puso a reír mientras íbamos saliendo del coche poco a poco. Cuando salimos, se puso a mi lado y me cogió de la mano. Le sonreí con todas las ganas que tenía, sus ojos brillaban más que el cielo muy por encima de nuestras cabezas.
Tal como había previsto, antes siquiera de poder atravesar la puerta, Raquel apareció a mi lado y me arrastró fuera. Sin poder evitarlo, mi mano se soltó de la de Erik y éste se giró rápidamente para ver qué pasaba. Le sonreí y asentí con la cabeza indicando que estaba bien, que se adelantara.
— Erik, ¿Tienes un minuto? – Oí una voz profunda preguntar desde dentro. Me fijé y vi al director de deportes mirar muy fijamente a Erik. Esto no tiene muy buena pinta, ya le preguntaré luego de qué se trata.
Me giré hacia Raquel y me miró confusa y preocupada. No tengo ganas de explicar ahora mismo, así que… Simplemente levanté mi pelo para que viera mi cuello. Jadeó y se llevó las manos a la boca, cubriéndola con asombro.
— ¿Qué demonios te ha pasado? ¿Quién te lo ha hecho? – Se acercó a mí y con un dedo tocó uno de lo moratones, como si no se creyera que estaba allí, al instante me aparté con cara de dolor. Auch, eso duele. Mejor le cuento todo ahora, no quiero que mucha más gente se entere.
Jaime, un compañero del equipo de fútbol de Erik – Empecé intentando mantenerme tranquila. Se lo conté todo y ella me miraba con cara horrorizada, como si no quisiera creérselo. Es difícil de creer, lo sé. Pero a quién más le cuesta creerlo es a mí, está claro. Me puso una mano en el hombro, confortándome. Le sonreí.
— Lo siento mucho, Eli. Tendrías que haberme llamado antes – Contestó con voz enfadada. Asentí con la cabeza, entendiendo. Suspiré.
— Será mejor que entremos, me da mala espina el director de deportes hablando con Erik tan serio. Debe haber pasado algo. Quiero saber si Erik se ha metido en problemas por algo, aunque no lo creo – Solté mientras me giraba hacia la puerta. Me paró Riri y me cubrió el cuello con mi propio pelo. Le sonreí agradeciéndole el gesto.
Caminamos a través de las puertas y no hizo falta acercarme al despacho, podía oír los gritos desde la propia puerta. Oí mi nombre entre los gritos y me acerqué sin hacer ruido. Raquel me miró confusa y le indiqué que siguiera, no quería que se ganara una bronca por mi culpa. “Te cuento todo lo que averigüe luego” articulé con los labios en su dirección. Asintió en mi dirección y se fue sin hacer ningún ruido. Me acerqué más.
— ¿Te das cuenta en los problemas en los que nos podríamos meter? – Oí el grito profundo del director. Oh-oh. Esto destila problemas. ¿Qué habrá pasado?
— No sé de qué me está hablando, señor – Contestó Erik serio y seguro, pero yo pude notar un rastro de nerviosismo en su voz. Espero que el director no lo note, ¿De qué deben estar hablando? ¿Y por qué he oído mi nombre antes? No, no puede ser. ¿Puede ser que se haya metido en problemas por estar conmigo? No… Por favor dime que no. Seguí escuchando para poder asegurarme.
Sabes perfectamente de lo que te estoy hablando. Elizabeth, es una menor aún, no tienes permitido acercarte a ella – La voz grave y protectora del director me provocó escalofríos. No es justo que le culpen a él, apenas soy menor, la semana que viene hago los 18. Aparte, con quién estoy o no es completamente cosa mía.
— Los dos somos monitores, no es como si fuera su profesor o algo. Aparte, hace los 18 dentro de nada – Contestó Erik a la defensiva. Así se habla. Mi chico. Siento meterlo en problemas. Espero de verdad que defienda nuestra relación, eso querrá decir que se siente orgulloso de ella.
— ¿Así que admites estar con ella? – Preguntó acusatoriamente el director. Se le notaba el enfado en la voz y en el volumen de la conversación, claro.
— No, no estoy con ella. No tengo nada que ver con ella. Tampoco quiero – Dijo Erik con voz segura y firme, totalmente enfadado. El golpe que sentí en el pecho al escuchar esas palabras fue indescriptible. Sentí el aire escaparse de mis pulmones y mis piernas tambalearse sin fuerza suficiente como para seguir sosteniéndome de pie. Me apoyé en la pared, intentando recuperar el aliento. ¿Qué ha sido eso? ¿Dónde está el Príncipe que iba a protegerme siempre? ¿El que iba a rescatarme y defenderme siempre? ¿Qué ha pasado? No entiendo nada. Entonces oí los pasos de Erik salir del despacho. Yo estaba paralizada, no podía moverme. Todas las dudas que tenía sobre nuestra relación o sobre si de verdad le gustaba aparecieron de la nada, como si fueran un muelle y hubiera sido estirado al máximo y ahora volviera a su forma original. ¿Y si en realidad nada ha sido real para él? Pues entonces sí que es buen actor… No puede ser, pero si lo ha hecho para protegerme lo ha hecho bastante mal, porque si el director quiere saber qué pasa, lo sabrá. No podremos escondérselo mucho tiempo. Es muy iluso por su parte el pensar que simplemente negándoselo salvaría la situación. Jadeé aún sin poder conseguir el aire que necesitaba para respirar correctamente. Esto es demasiado, demasiado para mis nervios. Sigo aún a la espera de otro ataque por culpa de Jaime, ¿Y ahora esto? Suficiente, no puedo más.
— ¿Eli? – Oí su voz melodiosa, estaba preocupado. Levanté la mirada y le envié una mirada asesina, no creyendo nada de nada. ¿Qué es real y qué no? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Vamos a tener que escondernos como si esto estuviera mal? No quiero eso, quiero estar con él sin vergüenza, sin esconderme. Estoy mareada. Me tengo que ir de aquí. Noté como él ponía expresión de pánico. Me giré para irme, pero tan pronto como solté las manos de la pared, me fui directa al suelo. Antes siquiera de notar el golpe del suelo, perdí el conocimiento. 

martes, 26 de marzo de 2013

Capítulo 37


Era tarde, más o menos las 5 y aún no habíamos comido. Con el lío de la comisaría no habíamos tenido tiempo ni de comer. Tengo mucha hambre.
— Ya estamos, ¿Cuándo nos podremos volver a ver? – Preguntó cuando paró el coche justo delante de mi casa.
— Ahora – Me acerqué a él y le planté un beso. Sonrió durante éste y solté una risita.
— No, enserio – Dijo él, separándose. Tenía todo serio, pero tenía una sonrisa en los ojos.
— Va enserio – Dije, aún muy cerca de sus labios. Su frente se arrugó cuando él frunció el ceño – ¿Quieres pasar? Te presento a mi madre, y pasamos el rato en el jardín y en la piscina. ¿Te apetece? – Pregunté cautelosa. No sé si es muy rápido. Presentarle a mi madre es un paso importante. A lo mejor me he precipitado, pero tengo muchas ganas de estar en completa comodidad con él. Ya me imagino estirada en el césped del jardín comunitario con él estirado a mi lado completamente cómodos, sin siquiera decir nada. Sería un sueño hecho realidad.
Vi que una sonrisa se formaba en su cara, y a medida que los segundos pasaban se hacía cada vez más grande y majestuosa. Las comisuras de mis labios se elevaron sin mi permiso, sonriéndole.
— No hay nada que me apetezca más, ¿No le molestará a tu madre alimentar a una boca más? Porque me estoy muriendo de hambre – Dijo mientras se acercaba más a mí en busca de otro beso. Otro beso que le concedí sin dudarlo ni un momento.
Salí del coche, fui directa a la puerta y coloqué la llave en la ranura. Antes de que pudiera darle la vuelta a la llave, ya noté a alguien detrás de mí apoyando su pecho en mi espalda. Respiré mejor al notar su cuerpo detrás de mí, como si necesitara su protección todo y estar completamente segura. Atravesamos la puerta y caminamos por el jardín. Lo miré y él alargó la mano para coger la mía. Coloqué mi mano en la suya el doble de grande, cuando la rodeó con los dedos sentí como si mi mano perteneciera a la de una muñeca de porcelana, pequeña y frágil. Cogidos de la mano llegamos a la puerta del vestíbulo que da a los otros apartamentos del mismo edificio. Yo giré la llave y él empujó la puerta. Sonreí. Trabajo en equipo.
De nuevo, antes de que pudiera colocar la llave en la cerradura de la puerta de mi casa, mi madre la abrió desde el otro lado de un golpe. Salté del susto y Erik me apretó la mano indicando que todo iba bien. Supongo que aún estoy susceptible, dado que me han atacado hace unas horas. Suspiré y dejé ir la mano de Erik para abrazar a mi madre, que se había quedado plantada en la puerta con mirada más que preocupada. A medida que me observaba y abrazaba vio que estaba bien y la preocupación de sus ojos pasó a ser el alivio más profundo que había visto nunca.
— Mama, te presento a Erik – Dije, una vez vi la sonrisa volver a la cara de mi madre. Se giró en su dirección como si recién se diera cuenta de que había alguien más a mi lado. Él le sonrió y se quedó parado en la puerta sin saber qué hacer o decir. ¿Ahora le ha venido la vergüenza? A buenas horas…
— Encantada, soy Laura, la madre de Elizabeth – Dijo, hablando muy rápido a la vez que se adelantaba para darle dos besos en las mejillas a Erik – Hemos hablado antes, ¿verdad? Gracias por cuidar de mi hija, te lo agradezco de verdad. Parece muy dura y fuerte, pero no lo es tanto. Estaréis hambrientos, ¿Os apetece comer espaguetis? – Añadió mientras se metía dentro de la casa indicándole que pasara. Él me miró y le cogí de nuevo la mano. Me sonrió y me dio un beso en la parte superior de la cabeza. Solté una risita y mi madre sonrió mirando la escena. Noté el color subir a mis mejillas.
Nos sentamos en la mesa y comimos como si hiciera semanas que no probábamos bocado. Nadie dijo nada mientras se comía, pero podía leer en la cara de mi madre las preguntas no formuladas. Lo notaba en sus ojos.
— Pregunta – Dije, una vez hube terminado y paré para beber agua. Noté la mirada de interrogación que me hizo Erik, pero la ignoré. Tenía la mirada fija en mi madre, que intentaba simular sus preguntas manteniéndose callada. Respiró profundamente y me sonrió.
— ¿Cómo lo has sabido? ¿Que tenía preguntas a hacer? – Preguntó Erik, pero por poco no lo habría preguntado mi madre. Los dos me miraron curiosos. Reí por lo bajo.
— Porque la conozco como si la hubiera parido, pero ha sido justamente al revés – Solté, ganándome risas por parte de los dos. Los ojos verdes de mi madre brillaban con alivio y amor. Su pelo rubio hasta el hombro, estaba recogido en una coleta. En cambio, sus labios finos no entendían la palabra recoger, porque estaban libremente estirados formando una sonrisa inmensa, mostrando la alegría de poder compartir un momento tan importante conmigo. Aún podía sentir la curiosidad poblar sus ojos claros, pero seguía sin preguntar.
— Vamos, suéltalo – Dije al ver que seguía sin pronunciar palabra. Soltó una risita y abrió la boca para hablar, pero la paré – De una en una, por favor – Añadí, para que no me atosigara a preguntas a las que tendría que pensar para responder. Asintió con la cabeza, y prosiguió.
— ¿Está encerrado? El imbécil que te atacó, digo – Preguntó primero, pero antes de que pudiéramos responder, preguntó de nuevo – ¿Por qué lo hizo? – Dijo, esta vez con más rabia.
— Sí, está encerrado. Lo hizo por celos hacia mí, no tenía nada que ver con ella. Estaba resentido porque no lo escogieron capitán del equipo y a mí sí. Vio lo mucho que me importa Eli y lo usó en mi contra – Contestó Erik antes de que me diera tiempo de responder. Lo miré y sonreí tristemente. No puedo llegar a imaginarme cómo se debe estar sintiendo. Un amigo suyo lo ha traicionado haciéndole daño a una persona que le importa. Es un psicópata, no tiene más definiciones, pero cómo le debe haber afectado a Erik, no puedo ni imaginarlo. Moví mi mano a través de la mesa y la coloqué en su mano. Él en respuesta entrelazó nuestros dedos. Levanté la otra mano y le acaricié la mejilla y luego la cabeza, levantando su pelo. Me miró con una sonrisa y se acercó para darme un beso en la mejilla.
— ¿Le enseñas el jardín comunitario y la piscina? Ya te preguntaré todo lo que ha pasado esta noche – Dijo mi madre, levantándose de la mesa y llevándose los platos vacíos. Miré a Erik, que me devolvió la mirada emocionada. Parece un niño pequeño con un juguete nuevo, otra vez.
Me levanté y alargué mi mano, a los pocos segundos él la tomó como suya y caminamos hacia la puerta del jardín.
— Gracias por la comida, estaba riquísima – Dijo él, girándose, justo antes de atravesar el umbral de la puerta para salir al jardín. Paseamos por el mullido césped y el sol aún y estar muy abajo, seguía calentando.
Solo llegar al lado de la piscina, me senté en el borde, me quité los zapatos y coloqué los pies dentro del agua. Toqué el borde de la camisa de fútbol y jugué con un hilo suelto. Erik se sentó a mi lado una vez se hubo sacado los zapatos. Me moví hacia él y coloqué mi cabeza en su hombro. Me relajaba simplemente el notar su hombro subir y bajar a cada respiración. Me podría quedar así para siempre. No necesito nada ni nadie más aparte de él. En tan poco tiempo, se ha ganado un lugar dentro de mi corazón.
— Estoy muy orgulloso de ti, lo sabes, ¿Verdad? – Dijo él, mirándome. Lo miré con una sonrisa y me levanté. Lo observé una vez levantada, para que hiciera lo mismo. Me miró confuso y se levantó, colocándose justo delante de mí, entre la piscina y yo. Me acerqué a él y puse una mano en su pecho mirándole a los ojos, esos ojos que me tenían hechizada. Puse la otra mano en su pecho, acercándome más. Estaba a centímetros de su boca.
Justo cuando estaba a punto de besarle lo empujé.

domingo, 24 de marzo de 2013

Capítulo 36


Noté mi corazón acelerarse a medida que entraba en la sala blanca, completamente inexpresiva. Sentado en una silla, detrás de una mesa plateada completamente vacía y limpia, se encontraba Jaime con una sonrisa petulante en la cara. Tenía los labios hinchados y rojos a causa de los golpes de Erik, aparte de los dos ojos negros y la nariz rota. Estaba hecho un cromo. No sé cómo puede siquiera abrir los ojos, está destrozado. Verlo así, en cierto modo, me hace sentir mejor. Pienso que ha obtenido lo que realmente se merece. Al verle la cara, un sentimiento profundo de ira me inundó desde la cabeza a los pies. Apreté las manos en puños y me mordí en labio intentando controlar los instintos asesinos que me consumían en ese momento. Ahora mismo podría pegarle, hasta hartarme, no tendría ningún problema. No entiendo sus motivos, ni el cómo. Este hombre debe tener algún problema o algo similar. No puedes ir de repente agrediendo a la gente y simplemente esperar que no se queje. Supongo que no se esperaba que me resistiera como lo he hecho, no le ha dado tiempo de hacerme real daño. Pero los moratones del cuello, aunque se vayan, no voy a olvidarlos jamás.
— Hola preciosa – Dijo él primero, como si solo nos encontráramos él y yo en la sala blanca, como si nada hubiera pasado. Decidí no seguirle el rollo contestándole, así que me mantuve callada. Estaba rígida y tensa, totalmente incómoda. Solo quiero saber por qué y entonces me voy. No tengo ganas de estar aquí, quiero que se acabe pronto todo esto. Echo de menos los brazos protectores de Erik rodeándome. Suspiré intentando relajarme y no dejarme llevar por mis más puros impulsos. Noté una mano segura y protectora colocarse en mi hombro derecho. Me giré y el agente que yo había escogido para que me acompañara sonrió con confianza, dándome ánimos. Le devolví la sonrisa y me senté en la silla delante de Jaime. Solo nos separaba la fría mesa de metal.
Él se apoyó en la mesa, acercándose con falsa diversión fácilmente palpable a través de su mirada. Intenta enfadarme, no va a conseguirlo.
— ¿Por qué? – Pregunté lo más calmada que pude fingir. Sus labios se curvaron en otra sonrisa, esta vez sin diversión fingida, sino real. ¿Así que te diviertes? Impresionante.
— Simplemente, amor, porque te quiero para mí – Contestó como si se tratara de la cosa más obvia, sin más. Jadeé y temblé ante el uso de la palabra amor. No me esperaba que lo dijera tan confiado y libre. Este hombre es un psicópata, me da miedo – Erik siempre se queda con todo. Fue elegido capitán por encima de mí, siempre consigue todo lo que quiere, no es justo. Cuando os encontré en la entrada besándoos, y vi cómo te miraba, supe que la mejor manera de hacerle daño era haciéndotelo a ti – Siguió con rabia antes de que pudiera siquiera reaccionar. Cuando lo sepa Erik va a querer matarlo, y no creo que si se da la ocasión vuelva a pararlo.
— ¿Así que en realidad ha sido un ataque de celos hacia Erik? Querías utilizarme para hacerle daño… eso es rastrero y enfermizo, aparte de infantil, claro. Enserio, háztelo mirar, no es normal. Voy a presentar cargos y me voy a asegurar de que estés encerrado durante mucho tiempo – Dije con rabia, empezando a levantarme pero sentándome de nuevo – Atacarme de repente por celos no ha sido un movimiento muy inteligente. ¿Qué ibas a hacer? ¿Mantenerme encerrada en el armario? ¿Ibas acaso a matarme? ¿Creías que iba a rendirme tan fácilmente? No me conoces en absoluto. Espero que no le hayas hecho nada similar a nadie más – Las preguntas salían una detrás de otra sin poder pararlas. Tenía tantas preguntas y dudas que no podía evitar que salieran a borbotones. No quiero que vea que me ha afectado realmente lo que ha pasado, pero no he podido evitar preguntar. No sé si tendré una oportunidad como la de ahora para hacerlo. Si Erik hubiera estado aquí, a lo mejor sí que hubiera dicho algo. Yo creía que era un ataque dirigido a mí, no a Erik. Por eso en un principio pensé que no me hubiera dicho nada si hubiéramos entrado los dos juntos. Ahora creo que da igual, porque si lo que quería era hacerle daño ya lo ha conseguido, y entonces se estaría mofando de nosotros. Prefiero pasar por esto sola, Erik habría reaccionado mal ante sus palabras y seguro que hubieran tenido que pasarle los pies antes de que dejara realmente inconsciente a Jaime.
Él seguía sonriendo y no contestó ninguna de las preguntas. No dijo nada, simplemente se mantuvo mirándome como si esperara una gran reacción por mi parte. No voy a darle ese gusto, se ha acabado.
— De acuerdo – Dije seria. Me levanté de la silla con un sonido estridente.
Estiró el brazo por encima de la mesa y me cogió, de manera brusca y hermética, la muñeca. Jadeé de la impresión y tiré, intentando soltarme del agarre. Me hacía daño.
— ¡No te atrevas a dejarme aquí! – Gritó perdiendo la compostura. Sonreí ante su reacción. Al ver mi sonrisa apretó su agarre en mi muñeca y grité.
Antes siquiera de poder acabar el grito, el agente de mi derecha le dobló el brazo, consiguiendo que me soltara. Respiré aliviada cuando noté de nuevo la sangre circular por mi muñeca libremente. Me acaricié la muñeca y me dirigí a la puerta con paso rápido. Respiraba con dificultad y me temblaban las manos. Por eso agradecí cuando un agente me abrió la puerta. Yo no soy capaz ni de abrir una puerta ahora, doy las gracias por siquiera poder andar. No me noto fuerzas ni para hablar.
Solo abrir la puerta me encontré a Erik con mirada fija y preocupada justo delante de la puerta, de pie. En el instante en el que me vio dio un paso adelante y me rodeó con los brazos, haciéndome sentir segura y protegida. Lo necesitaba, lo necesito.
— Lo siento, lo siento – repetía una y otra vez acariciándome la cabeza como a una niña pequeña. Con los ojos llenos de lágrimas me separé de él frunciendo el ceño. ¿Por qué me pide ahora lo siento? No ha hecho nada.
— ¿Por qué lo sientes? No tienes ninguna culpa y lo sabes – Dije con tono serio. Me atravesaba con sus increíbles ojos azules llenos de preocupación y culpabilidad.
— Si no te hubiera llevado conmigo al partido o a la práctica, nada de esto hubiera pasado... – Empezó a replicar con tono preocupado y con rabia hacia sí mismo. No, eso ni hablar. Lo que me faltaba ahora, tener que sacarle la culpabilidad de la cabeza a Erik.
Me puse de puntillas y le di un beso, que en un principio pretendía ser tierno y suave, pero la necesidad tomó lugar y se convirtió en pura pasión y fuego. No pude evitar llevar mis manos a su pelo y hacerlo mío. Él a su vez me apretó más contra su pecho. Nos separamos después de unos minutos con la respiración acelerada.
— Ni se te ocurra pensar así. No ha sido culpa tuya. Si no me hubieras llevado tú, habría buscado otra manera de ir. Ni te lo pienses, era imposible que supieras lo que iba a pasar. No podrías haberte imaginado ni por asomo que uno de tus compañeros de equipo es un sicópata enfermizo con celos poco sanos hacia ti, que ha decidido utilizar a tu novia para hacerte daño – Contesté rápidamente antes de que añadiera nada más. Me miró con sorpresa y confusión. He hablado demasiado.
— Así que de celos era de lo que se trataba... En cierto modo lo entiendo, tengo la mejor novia del mundo. Es normal que despierte envidias y celos, pero llegar a tal extremo es enfermizo. Si vuelvo a ver a ese imbécil, no será capaz de tocar a nadie más – Dijo, con rabia. Coloqué las manos en sus mejillas, y el gesto pareció tranquilizarlo.
— Vamos, te llevo a casa. Tu madre debe estar preocupada – Añadió cuando se hubo calmado. Asentí con una sonrisa. Entrelazó nuestros dedos y caminamos a través de los pasillos en busca de una salida.

viernes, 22 de marzo de 2013

Capítulo 35


— Será… – Gritó Erik cuando hube explicado todo. Lo paré justo cuando se estaba levantando, besándolo tiernamente. El beso lo deshizo y me lo devolvió sin dudarlo.
— Ya está hecho, no podemos cambiar nada. Lo he pasado mal, pero me he defendido. Nunca me había visto involucrada en nada similar. Sigo sin entender sus motivos o nada, pero sí voy a presentar cargos. No va a salvarse de ésta. Ya le has pegado bastante, no vas a conseguir nada pegándole más. Estoy bien. No me ha llegado a hacer mucho, aparte de los moratones que me saldrán en el cuello – Dije para tranquilizar a Erik, una vez se relajó un poco gracias al beso.
— Lo sé. ¿Te he dicho que estoy muy orgulloso de ti? Tenía un moratón recién hecho en la cara cuando lo arrastré fuera del armario, aparte de varios arañazos por todo el cuerpo. Tengo una novia guerrera, recuérdame que nunca te haga enfadar – Contestó riéndose. Sonreí ante tales acusaciones. No es para tanto, simplemente hice lo que tenía que hacer.
— Ya te lo he dicho, no soy una damisela en apuros – Respondí con un suspiro profundo, como si estuviera exasperada, pero en realidad estaba sonriendo.
— Lo sé, pero si me hubiera dado cuenta de que no estabas antes… – Añadió antes de que yo pudiera seguir hablando.
— No, no y no. No te lo voy a permitir. No voy a permitirte sentirte culpable por eso. Estabas jugando, no puedes estar encima de mí el día entero. Aparte, soy yo la que me aparté sin decir nada, simplemente para tener privacidad para hablar por teléfono con Riri – Contesté rápidamente antes de que pudiera siquiera acabar la frase. Mierda, Riri. Tengo que llamarla, debe estar preocupada – ¡Riri! Debe estar preocupada, tengo que llamarla. Y a mi madre. Dios – Añadí poniéndome las manos en la cabeza, empezando a ponerme nerviosa. Entonces noté unas manos colocarse en mis mejillas, haciéndome sentir pequeña y acogida. Lo miré a los ojos.
— Ya las he llamado, a todas. Tu madre estaba histérica, pero la he conseguido tranquilizar, quiere que vayas a casa en cuanto te tranquilices y hayas hablado con la policía – Dijo, mirándome directamente a los ojos intentando tranquilizarme. Y qué bien lo hacía.
Respiré aliviada y le rodeé el cuello con los brazos. Él me levantó y me llevó en brazos hasta el coche.
Me sentó en el asiento y condujo hasta la comisaría. Durante todo el trayecto estuvimos callados, pero él me iba mirando cada poco tiempo comprobando mi expresión. Yo me pasé el trayecto entero mirando por la ventana, intentando no pensar en lo que acababa de pasar. Sigo sin entender mucho todo lo sucedido. Quiero mirarlo a la cara y preguntarle el por qué. Quiero ver qué dice y sobretodo cómo lo dice.
¿En qué piensas? – Oí la voz de Erik a lo lejos, sin entender bien lo que había dicho. Me giré de pronto, mirándolo.
— ¿Perdón, qué? – Le pregunté para que me repitiera la pregunta, ya que había sido como una llamada a lo lejos apagada por mis pensamientos. Me sonrió indicándome que no importaba el hecho de estar perdida en mi mundo.
— Preguntaba en qué piensas – Repitió con voz tierna y tranquila, provocando una sonrisa. ¿Cómo puedo tener un novio tan increíble? Espero que no se ponga como una furia con Jaime cuando lo vea, yo solo quiero hablar con él un momento para preguntarle por qué. Pero no puedo hacerlo con Erik delante, se lo carga.
En el por qué. No tengo ni una ligera pista. Y se lo voy a preguntar – Contesté sin mirarlo. Pensativa, aún con dudas en la cabeza picando como abejas.
— ¡Ni hablar! – Gritó Erik con tono serio. Me giré sorprendida y sus ojos me traspasaban, con sincera preocupación – No vas a estar a solas con ese cabrón, no te lo voy a permitir – Añadió al ver que no decía nada.
— Erik, estaré rodeada de policías entrenados en las peores situaciones. Antes de que me pudiera siquiera tocar, ya estaría en el suelo inconsciente – Contesté calmada, intentando hacerle razonar – No tienes ninguna razón para preocuparte, voy a estar bien. No quiero que estés conmigo si me permiten hablar con él porque te vas a lanzar a su yugular como si fueras un vampiro – Añadí intentando conseguir que cambiara de opinión.
— No. Ese cerdo no va a acercarse a ti a menos de 10 metros, de eso me voy a encargar yo mismo – Dijo, sin mirarme. Miraba fijamente a la carretera con los ojos entrecerrados, el ceño fruncido y clarísimamente los labios dibujados en una línea. Veo que no lo he convencido, a ver si viendo a los policías consigo que entre en razón.
Llegamos a la comisaría, donde nos esperaban con ansias. Apenas pisar la alfombra de la entrada me consiguió una avalancha de policías que me arrastró hasta una sala. Me sentaron en una silla de plástico incómoda, mirándome fijamente como si fuera una clase de experimento que se tuviera que estudiar. Erik maniobró para abrirse camino hasta donde me encontraba yo y se sentó en la silla de al lado. Me miraba todo el tiempo, pero yo estaba mirando a todos los agentes a mí alrededor. Noté que alguien me cogía de la mano y salté de la silla del susto, jadeando. Al girarme en esa dirección vi a Erik sonreírme y me relajé al instante.
— De acuerdo señorita. ¿Podría explicarme todo lo que ha ocurrido? Sin dejarse ningún detalle, son importantes – Empezó con voz grave, un agente con pinta de más de 40 años. Era intimidante. Tragué, respiré y contesté lo más calmada y tranquila que pude maniobrar. Notaba, mientras hablaba, varios apretones y caricias en la mano que Erik tenía cogida.
— ¿Así, sin más? ¿Sin razón aparente? – Preguntó el agente con tono suspicaz, como si no se creyera realmente lo que le acababa de contar. Increíble, ¿Ahora no me cree?
— Exactamente, así sin más. Sé lo mismo que usted en ese aspecto. No estoy en la cabeza de ese cabrón, no sé lo que piensa. ¿No me cree? ¿Enserio? – Contesté más alterada, sin poder creerme la situación en la que estaba – ¿Usted cree que yo misma soy capaz de hacerme las marcas del cuello que tengo ahora mismo? – Pregunté acusatoriamente mientras me apartaba el pelo para que viera claramente las magulladuras que tenía evidentes a la vista por todo el cuello. Me miraba con cara seria e imperturbable. Suspiré exasperada, no sabía qué hacer o decir para que me creyera.
— La creo, solo quería asegurarme de que no nos ocultaba nada – Contestó calmado, como si yo no hubiera estado alterada en ningún momento de la conversación.
— No tengo ninguna razón para hacerlo, señor – Contesté seria y aún a la defensiva – Para averiguarlo, quiero verlo. Quiero preguntarle yo misma el por qué – Añadí. Solo soltar las palabras, noté a Erik tensarse y apretar con más fuerza mi mano. Lo miré, intentando conseguir que me dejara ir a verlo. No me miró, siguió mirando hacia el agente con cara seria. Parece que no va a cambiar de opinión. Supongo que está esperando la respuesta del agente, con la esperanza de que me niegue la posibilidad de verlo.
— Está en la sala de interrogatorios, puede ir cuando quiera. Dos agentes la acompañarán dentro, usted tranquila, no volverá a hacerle daño – Dijo, asintiendo con la cabeza. Empezó a levantarse lentamente. Entonces Erik se levantó de la silla como un muelle, soltando mi mano en el acto.
— ¡Ni hablar! No quiero que se acerque a él – Gritó, indignado. Supongo que esperaba de verdad que el agente me lo negara.
Todos los agentes presentes se quedaron mirando fijamente con ligera expresión de sorpresa a Erik. Suspiré y miré a mí alrededor, buscando al agente más fuerte. Vi al lado de la puerta a un agente muy alto y fuerte. Tenía los músculos visiblemente desarrollados, parecía que fueran a explotarle los brazos. Tenía cara seria e intimidante, me daba un poco de miedo. Este, si pido que venga conmigo, a lo mejor Erik se tranquiliza un poco. Tengo que ir sola, si va Erik no conseguiré nada.
— Agente, ¿Podría el chico de al lado de la puerta acompañarme dentro, si no es mucha molestia? – Dije, girándome de nuevo hacia el agente, señalando el chico.
— Claro, ningún problema. Sígame – Contestó, con una sonrisa, claramente aliviado de que hubiera encontrado una solución. La tensión entre Erik y el agente era posible cortarla con un cuchillo. Me giré hacia Erik y lo miré suplicante. Él miraba fijamente al chico de al lado de la puerta.
— Yo también podría protegerte – Me dijo mirándome preocupado, acercándose. Yo coloqué una mano en su pecho y la otra en su mejilla.
— No va a decirme nada si tú estás presente, necesito estar sola. Este chico puede protegerme sin ningún problema, aparte, otro compañero lo acompañará. Es imposible que me haga daño de nuevo, sino sí que le haré daño. Esta vez estaré preparada – Le susurré mientras me acercaba para darle un beso. Vi cómo se iba relajando gradualmente, hasta que nuestros labios se tocaron. En ese momento estaba completamente bajo mi control, lo había conseguido, lo había convencido. Ya está, ahora a por Jaime.
Me separé de Erik y el chico de la puerta se colocó a mi derecha mientras atravesaba el umbral de la puerta de la sala. Mientras caminaba por el pasillo otro agente muy alto e intimidante se me colocó a la izquierda, entonces estaba rodeada. Completamente segura. El agente de 40 años se paró delante de una puerta plateada, la abrió y se apartó para dejarme pasar primero. Me giré hacia Erik y le envié una mirada confiada acompañada de una sonrisa para dejarlo tranquilo. Cuando vi que me contestaba con otra sonrisa, pero más cautelosa y aún preocupada, me giré y atravesé la puerta justo detrás del chico fortachón. 

Capítulo 34


— ¡Venga chicos! Segunda parte – Gritó Erik mientras se separaba de mí a regañadientes – Pol, te cambias por Jaime – Añadió en el último momento. Me siento incómoda con él a mi lado, desde la escena de la ducha no me mira igual. Me mira igual que en aquel momento y me da grima. Bueno, da igual, no puede hacerme nada ni que quiera. Primero, sé defenderme. Segundo, tengo a un increíble Príncipe Azul como novio para defenderme si es necesario.
Miré como jugaba Erik, con su majestuosa figura y sus impresionantemente rápidos reflejos. De repente, mi móvil vibró en mi bolsillo. Di un bote en la silla del susto y vi por el rabillo del ojo que mi repentino movimiento no había pasado desapercibido por Jaime. Cogí el móvil al notar más de una vibración. Una llamada. Miré confusa la pantalla y sonreí al ver quien llamaba.
— ¿Sí? – Dije, colocándome el teléfono en la oreja.
— ¿Has muerto? – Preguntó sarcásticamente la voz de la otra línea.
— Nop, pero se me olvidó llamarte cuando llegué a casa, llegué tarde, no quería despertarte Riri – Dije con una sonrisa, entonces me acordé. Ella huyó del colegio el viernes por lo de Quim. Tengo que conseguir información.
Me levanté y me fui fuera, para tener un poco de privacidad, no me viene de gusto que Jaime me escuche hablando con Riri. No sé, algo me dice que no tengo que confiar en él, y creo que no es solo lo de la mirada lasciva del viernes noche.
— Ya… Ya… Cuenta – Contestó Riri, sacándome de mis cavilaciones. Se lo conté todo, todo y todo.
— Uh, esto sube de temperatura… Qué suerte tienes, asquerosa – Respondió ella con tono triste. Ahora es el momento.
— Se  acabó. Canta – Dije con tono firme y serio. Estaba de espaldas al partido, no quería perderme nada, pero era un tema que preocupaba a mi mejor amiga, tenía que hacer algo.
— No sé a qué te refieres, Eli – Contestó ella con tono evasivo, no podía ser más evidente ni que lo hiciera a propósito.
— Venga ya… Si… Sabes perfectamente a qué me refiero, o ¿debería decir QUIÉN? – Dije con una sonrisa burlona en la cara. Estoy segura que se me nota en la voz, la sonrisa. Estoy segura que la ha notado.
No sonrías, y no hay nada… No ha pasado nada. ¡Nada! – Contestó ella un poco más alto de lo que me hubiera gustado, pero que se la iba a hacer… Estaba en fase de negación.
— Riri… Bueno si n… – Paré de hablar de golpe cuando noté una mano en mi boca impidiéndomelo. Alguien estaba detrás de mí con una mano en mi boca y la otra rodeando mi cintura, impidiendo moverme. Oh dios mío, ¿Me están secuestrando? ¿Enserio? Esto debe ser una broma… No, no y no. No voy a permitirlo.
Intenté separar con mis manos la mano aferrada herméticamente a mi boca, impidiéndome respirar. No funcionó, quien fuera el que tenía detrás, era mucho más fuerte que yo. Pero eso no quiere decir que me deje, no se lo voy a poner fácil. Si quiere guerra, guerra tendrá.
Llevé el codo hacia atrás rápidamente, dándole justamente en la barriga a mi agresor. Oí un gruñido y durante un segundo estuve libre. Cogí aire de manera brusca y me aparté intentando escapar pero mi agresor me cogió del pelo y tiró bruscamente hacia atrás. Grité a causa del dolor al notar varios mechones de mi pelo ser tirados y algunos pelos arrancados. Instintivamente, me giré con los brazos estirados y por consiguiente le di un puñetazo en la cara.
— ¡Ah!, No pensé que fueras tan difícil – Gritó él. Esta voz me suena, mucho. Miré bien a quién tenía delante. Jaime. Jadeé.
Al ver que lo había descubierto, colocó las manos en mi cuello y me arrastró a un armario oscuro de alguno de los vestuarios. Pataleé y le pegué pero no funcionó, siguió con su agarre mortal en mi cuello, provocando que me faltara el aire. Me empecé a poner histérica y noté lágrimas en los ojos. No, esto no se puede quedar así. Tengo que pensar racionalmente, tiene que haber alguna manera. Pensé durante unos segundos… Puede que alguna manera haya.
Coloqué mis manos juntas y las subí por el espacio entre sus brazos, que estaban estirados entre los dos con sus manos aún en mi cuello. Al subir mis brazos por encima de los suyos, provoqué que él apartara sus manos de mi cuello, dejándome al fin respirar. Me agaché y me apoyé en mis piernas intentando recuperar el aliento. Noté que él se separaba de mí y levantaba la mano. Cerré los ojos, esperando notar un fuerte golpe en la cara.
La puerta se abrió de repente y apareció Erik con la mirada más furiosa que le había visto nunca. Vio a Jaime, lo cogió de la camisa, levantándolo del suelo, y lo arrastró fuera del armario.
— ¡No toques a mi novia! – Dijo antes de darle un puñetazo que resonó por todo el vestuario. Después de ese puñetazo, le siguió otro y otro. Me levanté poco a poco, mareada por la falta de oxígeno. Me acerqué a ellos.
— ¡Erik! – No me oyó, siguió pegando a Jaime, que ya estaba casi inconsciente – ¡¡Erik!! ¡¡Erik!! Por favor… – Supliqué histérica, notando las lágrimas resbalar por mis mejillas. Veía como la sangre salía de varios puntos de la cara de Jaime, la nariz, un corte en la mejilla…
De repente, se giró hacia mí y dejó ir a Jaime, provocando que cayera al suelo con un sonido sordo. Yo perdí la fuerza en las piernas y me tambaleé. Erik corrió hacia mí y me cogió al vuelo, colocándome en brazos como si fuera una muñeca de trapo estropeada. Suspiré aliviada, notando como aún me costaba respirar. Seguía llorando e hiperventilando. Me acarició el pelo, intentando tranquilizarme. Yo rodeé su cuello con mis brazos y enterré mi cara en él. Él hizo lo mismo, colocó su cara en mi cuello. Yo sentía su respiración acelerada pasar de mi cuello a mi espalda, y eso me relajó considerablemente. Notaba besos en mi cuello y podía oír mis sollozos.
— Shhh, Ya está, estoy contigo. Todo va a ir bien – Me repetía mientras me daba besos en el cuello. No lograba tranquilizarme del todo. Se giró y se movió hacia uno de los bancos y se sentó poniéndome encima de él, nunca separándonos ni un centímetro.
Pasaron varios minutos, que pudieron ser horas, pero se sentían como segundos hasta que me hube calmado un poco. Mientras me acariciaba la cabeza, vi como enviaba mensajes y llamaba. ¿Qué acababa de pasar? Respiré profundamente, agradecida de poder sentir el aire entrar y salir de nuevo. Me separé unos centímetros del hombro de Erik para mirarlo a la cara.
— ¿Cómo me has encontrado? – Le pregunté con voz ronca y temblorosa. Tosí varias veces, intentando recuperar mi voz, mientras me tocaba el cuello adolorido. Él siguió con la mirada todos mis movimientos y vi sus ojos oscurecerse al observar dónde tenía colocada mi mano. Me levanté y me acerqué al espejo. Lo que me enseñaba era una versión desconocida de mí misma. Tenía los ojos rojos e hinchados, el cuello exactamente igual, con marcas más oscuras en los costados. Esto me va a dejar marca durante tiempo, va a salir el moratón. Suspiré y noté una nueva lágrima resbalar y hacerme cosquillas por la mejilla.
Cerré los ojos y noté a Erik colocarse delante y limpiarme la lágrima con el dedo y abrazarme con todas sus fuerzas. Me sentí segura en sus brazos, como si fuera una niña pequeña. Pero las niñas pequeñas no pegan a sus agresores. Ante ese pensamiento no pude hacer otra cosa que sonreír.
— Ahora que estás más calmada, cuéntame qué ha pasado. La policía se lo ha llevado hace una hora más o menos. Van a pedirte declaración y si quieres presentar cargos, estaré a tu lado todo el tiempo. Asentí con la cabeza y se lo conté todo, sin dejarme un solo detalle sin describir. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 33


— ¡Venga Erik! – Chillé para animarlo, podía oír el rugir de la multitud detrás de mí. No era mucha gente, pero la suficiente como para que un partido de fútbol no pareciera un desierto con personas vestidas de uniforme haciendo el tonto persiguiendo un objeto redondo llamado pelota.
Yo me encontraba en el banquillo, sentada junto a dos o tres jugadores del equipo. Entre yo y los jugadores sentados a mi derecha solo había una diferencia: Ellos miraban a todos los miembros del equipo por igual, observando su técnica y destreza mientras que yo solamente observaba a Erik, me daba igual su técnica o destreza, solo observaba con adoración esa mirada de concentración absoluta, la tensión de sus músculos que le hacía el doble de atractivo, el brillo de su piel a causa del sudor, el subir y bajar de su pecho a causa de su respiración acelerada, todo él. Estando aquí sentada, me siento especial, importante. Me siento lo suficientemente buena para merecerme estar aquí, con él. Siento que él quiere que esté aquí tanto como yo quiero estar. Lo que él me hace sentir es indescriptible, indestructible. Si algún día, por alguna razón, no estoy con él. Sé que voy a recordar este verano toda mi vida. Es el verano que me dio la fuerza suficiente como para dejar a alguien llegar a mí de esta manera, el verano que me ha dado la autoestima suficiente como para salir allí fuera, al mundo, con todo lo que tenga. Es el verano de mi vida, el verano que marca un antes y un después. Siempre habrá un antes y un después de Erik. Él es el punto de cambio.
— ¿En qué piensas tan concentrada? – Oí una voz a mi derecha que fue la que me sacó de mi mundo, mi tranquilo mundo. Me giré para enfrentar al hablante y vi a Pol inclinado en su silla mirándome expectante con una sonrisa en la cara. Sus ojos negros brillantes me miraban con sincera curiosidad. Le sonreí.
— En nada, ¿alguna novedad?, he estado ausente unos segundos – Contesté mirando de nuevo al campo, donde podía ver a Erik parado en medio del campo. Estaba mirando al suelo con las manos apoyadas en los muslos, intentando recuperar el aliento – ¿Falta mucho para la media parte? – Le pregunté a Pol sin mirarle, estaba muy ocupada observando a Erik levantar la mirada. Justamente, su mirada se dirigió hacia el banquillo. Sentí los extremos de mi boca estirar hacia arriba, formando una sonrisa. Él al verme sonreír se puso a reír y me guiñó un ojo. Noté el calor subir a mi cara y bajé la mirada sonriendo como una tonta.
— Ya se ha acabado la primera parte. Ya puedes estar de nuevo con tu chico, tortolitos empalagosos – Respondió mofándose. Lo miré y le empujé y eso provocó risas por parte de los dos. Entonces me giré de nuevo hacia el campo, y vi a Erik mirarme fijamente mientras caminaba en mi dirección con paso firme. Solté una risita porque parecía que fuera un soldado dirigiéndose al campo de batalla. Tenía una mirada concentrada, pero no era comparable a la que le había visto durante el partido. Mientras jugaba era como si nada en este mundo existiera, solamente estaba él en el campo.
Me levanté en el momento en el que Erik estaba a unos 5 metros de distancia del banquillo. Me crucé de brazos para ponérselo más difícil, es decir, sin correr hacia él o abrir los brazos. Vi un atisbo de sonrisa pasar por sus labios, como si entendiera el reto y lo aceptara. Sus ojos brillaron con anticipación y picardía. Me encanta.
Cuando estuvo a un paso de mí, se paró y yo fruncí el ceño, confundida. ¿Qué estará planeando? Antes de que pudiera reaccionar, se agachó y me rodeó la cintura con los brazos, así colocándome encima de su hombro izquierdo como si yo fuera una bolsa de patatas.
— ¡Erik! ¡Bájame! – Chillé para que me dejara en el suelo, pero fue inútil. Empezó a moverse en círculos, mareándome. Cogí su camiseta y tiré hacia arriba para ver la forma de su espalda, el final de su espalda donde dejaba de ser espalda. Pude ver en ese momento los hoyuelos en el final de la espalda y no pude evitar sonreír. Adoro esos hoyuelos, son tan sexis… Yo también los tengo, pero no se me ven mucho porque tengo que perder algunos quilos para que se me noten más.
Cuando dejé de luchar y solté la camisa paró de repente, haciendo que todo me diera vueltas como si aún nos estuviéramos moviendo. Entonces con el brazo derecho me rodeó las piernas, moviéndome para que me colocara en posición nupcial. En el momento en el que se estuvo quieto, rodeé su cuello con mis brazos. Él me acercó a él bruscamente y nuestras frentes se chocaron. Sonreímos al unísono. Estábamos respirando con dificultad. Con solo estar así de cerca de él, ya me siento completa, no necesito nada más para ser feliz la verdad. Con sus tonterías, sus bromas, su todo, me hace reír, me hace sentir como nunca antes.
Él se inclinó hacia mí y yo apreté mi agarre alrededor de su cuello, haciéndolo mío.
— Eres mío – Susurré hacia sus labios antes de que éstos se tocaran. Un segundo antes de cerrar los ojos fue lo que me bastó para ver el brillo de sus ojos a medida que se formaba una sonrisa en sus labios en respuesta a mi afirmación.
Cuando nuestros labios se tocaron, o mejor dicho, chocaron, fue eléctrico. Noté la electricidad pasar a través de mi cuerpo como si acabara de poner los dedos en un enchufe y encima estuviera mojada. Retorcí su pelo con mis manos, acercándolo más a mí si era siquiera posible. Él no podía mover sus manos porque me estaba sosteniendo, así que el brazo que mantenía mis piernas en el aire de repente dejó de hacerlo. Mis pies de repente tocaron el suelo, sin previsión. Así que a causa del susto no tuve suficiente fuerza como para sostenerme de pie y noté mi cuerpo tambalearse. Jadeé con anticipación. Pero él nunca permitiría que yo me hiciera daño. Efectivamente, me cogió antes de que me cayera, colocó sus brazos alrededor de mi cintura, juntando nuestros pechos hasta que no pasó ni un ápice de aire entre nosotros.
Sonreí. Vaya reflejos. Este es mi hombre. Al estar empotrada a su pecho noté su camiseta mojada de sudor y me rodeó ese olor dulce a sudor.
— Vaya reflejos, pero ¿Por qué me has dejado ir así de repente? – Pregunté mientras me perdía en la profundidad de sus ojos azules increíbles. No consigo acostumbrarme a lo increíbles que son sus ojos, a su profundidad, a su transparencia. Puedo saber exactamente qué está pensando solo mirándole a los ojos, aparte de que es muy previsible, porque tienen un brillo característico, un brillo que me cala, me llega directamente sin pasar por peaje.
— Simplemente, porque si te tenía cogida en brazos, no podía hacer esto – Contestó él mientras pasaba su mano por mi espalda, bajando hasta pasar por mi trasero y subiendo de nuevo pero esta vez por debajo de mi camisa. El camino que recorría su mano por mi espalda desnuda dejaba un rastro de piel de gallina, pero irónicamente, mi piel ardía ante sus caricias. Por dios, lo que este hombre me provoca no tiene nombre.
Nuestras lenguas bailaban juntas, y a ratos su lengua recorría el grosor de mis labios, dejándolos entumecidos. Yo no podía evitar sonreír y morderle de tanto en tanto. Estamos en nuestro mundo, nuestra isla. Allí tenemos todo lo que realmente necesitamos, el uno al otro. Lo necesito, ahora me acabo de car cuenta.
— Te necesito – Susurró rápidamente contra mis labios antes de volver a besarme tiernamente. Parece que lea mis pensamientos, la verdad. Es increíble. Una sonrisa tan grande se formó en mi cara, que le costó besarme de lo tirantes que estaban mis labios. Yo intenté separarme para contestarle, pero no me dejó, al contrario, me apretó más contra él y me besó con más fiereza. Suspiré en medio del beso y le mordí para que me dejara contestarle al menos. Me costó, pero mordiendo su labio inferior pude al fin conseguir un segundo de aire. Cogí aire rápidamente.
— Y yo a ti – Suspiré y antes de que pudiera acabar siquiera el suspiro, volvía a tener sus labios en los míos. Le necesito, me necesita… Me derrito. Mierda, ¿Esto significa que ya me he enamorado perdidamente? Creo que sí… No tengo salida, ya no puedo hacer nada. Ahora tiene completo poder sobre mí.

sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 32


Cuando acabé de ducharme, aún notaba el olor fuerte a vainilla de mi gel de baño, cosa que me encantaba, justamente esa era la razón de su uso, el olor tan característico y dulce. En el instante en el que mis pies tocaron la alfombra previamente seca del baño, la música de mi móvil dejó de sonar. Miré hacia esa dirección y vi que me estaban llamando. Me acerqué intentando no mojar todo el suelo, fallando impresionantemente.
Cogí una toalla, me rodeé con ella rápidamente y cogí el teléfono justo después de secarme las manos levemente con la toalla. Con el teléfono en mis manos, vi el nombre en la pantalla: Príncipe Azul. Suspiré con una sonrisa recién adquirida en la cara.
— ¿Si? – Respondí rápidamente antes de que colgara. Con solo oír la respiración desde la otra línea se me aceleró el corazón, haciéndome sentir como si tuviera el corazón en la boca y no en el lado izquierdo del pecho.
— Buenos días Princesa – Canturreó alegremente, separé un momento el móvil de la oreja para averiguar qué hora era, las 8 en punto. Aún es temprano, me dijo que me pasaría a buscar a las 8:30 si no recuerdo mal. Además de mirar la hora, necesito un segundo para poder controlar mi respiración y la aceleración de mi corazón, que parece estar en una maratón. Respiré profundamente y me volví a colocar el móvil en la oreja justo para oír:
— ¿Hola? ¿Ahora eres Blancanieves? ¿Necesitas que te despierte con un beso? – Me puse a reír ante tales acusaciones y él se rio conmigo. Me envolví más fuerte en la toalla con miedo a que se me cayera acompañada del móvil.
— No, no necesito de tus servicios de momento. Si en algún momento lo hago, te lo comunicaré – Dije con tono serio, pero en realidad estaba sonriendo como una tonta. Estoy segura que ha notado la sonrisa en mis labios desde el mismo instante en el que he empezado a hablar – Dime, Principito, ¿tienes algo que decir? O ¿puedo secarme y vestirme? O por el contrario, ¿prefieres que aparezca en toalla? – Añadí con tono demandante, pero por el jadeo por su parte adiviné que la broma de la toalla le había llegado. Me reí por lo bajo. Se aclaró la garganta, como intentando aclarar más bien sus ideas antes de decir nada más. Aún me reí más, pero esta vez a carcajadas y no por lo bajo.
— Mmm suena apetecible… Digo, aceptable… Pero, ¿a qué hora te tenía que, tenía que… venir a buscar? – Dijo después de varios intentos y tartamudeos, cosa que provocó aún más carcajadas por mi parte. Soltó un bufido, como si estuviera intentando controlar su corazón. Lo sé, porque es justo mi reacción pocos minutos antes.
— Pues verás, mi Príncipe Azul, se supone que me tienes que pasar a buscar a las 8:30 y si no cuelgas ya, tendrás que pasar más tarde porque no me habré podido ni cambiar – Contesté, aun riéndome.
— Ah, verdad, verdad. Pues entonces cuelgo para que mi novia se ponga guapa, aunque no tienes que hacer mucha cosa para conseguirlo – Dijo de manera cariñosa y suave. Me derritió simplemente escuchar sus palabras. Suspiré ilusionada con volver a verlo en menos de media hora.
— Erik, Príncipe… Levántate de la cama anda – Añadí ante de que colgara. Oí una risa de repente, unas carcajadas increíbles que provocaron que un escalofrío me pusiera la piel mojada, de gallina. Suspiré y colgué. Este hombre es impresionante, con un simple suspiro, un simple jadeo, o una simple carcajada, puede controlar todo mi mundo. Suspiré de nuevo y me sequé, pensando qué iba a ponerme. Llevo suspirando continuamente desde el mismo instante en el que lo conocí. Ya sé que voy a ponerme, unos pantalones cortos tejanos, mis converse grises y su camiseta para demostrarle mi apoyo. Perfecto. Y que no falte el complemente perfecto… Una sonrisa.
Corrí hasta mi habitación, cogí todo lo necesario y además, la camiseta de Erik. Estoy emocionada de pasar el día entero con él, de poder verlo jugar directamente y de que pensara en mí instantáneamente cuando se acordó del partido.
Cogí un bolso, coloqué dentro las llaves, el monedero y comprobé que no necesitaba nada más. Comprobé la hora y me relajé al ver que faltaban 10 minutos y que a lo mejor llegaba tarde, ya que se había encantado hablando por teléfono. Volví al baño y me vestí rápidamente. Me miré en el espejo. Uff, ¿Y se supone que tengo que irme así? Me peiné para parecer más normal y me coloqué rímel azul claro, que se veía a quilómetros. Me encanta el rímel azul, hace destacar la oscuridad de mis ojos chocolate. Me puse un poco de mi colonia, Hypnôse, en el cuello y en las muñecas, como de costumbre. Me dirigí a la cocina a ver si alguien estaba levantado pero vi que no, así que dejé una nota encima de la mesa conforme había salido. No quiero preocuparlas innecesariamente. Aparte, casi tengo los 18, no es que tenga que pedir permiso ni nada parecido.
Con una sonrisa en la cara, cogí el bolso y las llaves. Cuando estaba a medio camino del pasillo me paré de repente porque me parecía haber oído el sonido de mi móvil. Volví hasta el baño y allí lo encontré, efectivamente, me estaban llamando. Evidentemente, era mi Príncipe, aunque pasaban 5 minutos de las 8:30.
— ¿Si? – Dije al ponerme el teléfono en la oreja rápidamente.
— Princesa, estoy fuera. ¿Estás lista? – Preguntó con expectación, podía notar el nerviosismo en su voz. Supongo que él habrá podido notar el nerviosismo de mi voz también, porque estoy tan nerviosa como él. Es el primer partido al que voy a ir, me muero de ganas. En ese instante, salí corriendo hacia la puerta deseando poder teletransportarme a sus brazos directamente.
— Lista, pero hazme un favor – Respondí con voz suave, como si estuviera intentando hablar seductoramente. No estoy muy segura de que haya funcionado, pero la intención estaba muy clara.
— Lo que sea por mi novia – Contestó él con una sonrisa y voz de caballero. No pude evitar reírme ante tal tono de petulancia. Nunca va a cambiar, me encanta.
— Sal del coche – Dije justo antes de colgar sin esperar ninguna respuesta por su parte. Me reí de camino hacia la puerta del vestíbulo de las casas pareadas donde vivía. Cuando salí al jardín pude verlo, a través del muro grande donde estaba la puerta del parking comunitario, apoyado en el coche con una sonrisa de oreja a oreja como un niño pequeño con juguete nuevo.
Caminé poco a poco para hacerle sufrir, pero en realidad no quería nada más que correr a sus brazos y sentirme rodeada por su olor y su calidez. Al cabo de unos 10 pasos, más o menos, no pude aguantar y eché a correr. Vi cómo se reía y se separaba del coche.
Cuando estuve lo suficientemente cerca, entendió los brazos y salté. Me cogió al vuelo y me dio vueltas. Sentía sus brazos rodeándome, al igual que su olor y calidez. Podía notar su corazón acelerado al compás del mío.
— Hueles genial, como siempre, a vainilla. Pero ahora aún más fresco, me encanta – Dijo mientras enterraba su cara en mi pelo mojado y yo la mía en su fuerte pecho. Suspiré, absorbiendo su olor y las sensaciones que él me provocaba.
— A mí también me gusta como hueles, sobretodo tu colonia. ¿No será One Million, por casualidad? – Contesté separándome un poco para poder ver su cara y por la cara de asombro asumí que estaba en lo cierto – Así huelen tus camisetas, al menos las dos que tengo y nunca te devolveré – Añadí con una risa. Él al estar un poco más separado tenía vía libre a mis labios y la tomó.
Cuando sus labios tocaron los míos, saqué mis brazos que rodeaban su cintura para colocarlos rodeando su cuello. Noté una sonrisa asomar sus labios y yo enterré mis dedos entre su pelo acariciándolo. Sus manos recorrían mi espalda, enredando mi pelo y apretándome más a él.
En el momento en el que ya no podía respirar, tuve que separarme a regañadientes. Aún con mis brazos rodeando su cuello y sus brazos rodeándome, nos miramos durante unos segundos. Las sonrisas de nuestras caras hablaban por nosotros, no había necesidad de añadir más complementos.
— Será mejor que nos pongamos en marcha si no quieres llegar tarde y que tu equipo pierda el respeto que te tienen – Suspiré mientras colocaba mis manos en su pecho para separarlo, pero él no puso de su parte y me apretó más contra él.
— Teniendo la novia que tengo, no necesito el respeto de nadie. Aparte, desde que te conocen, me tienen en un pedestal. Será que me tienen envidia, si yo fuera ellos, también tendría envidia de mí – Respondió él con voz suave, enviándome al cielo sin siquiera pestañear.
Salté y le di otro beso sin poder reprimirme. ¿Cómo podría? Es completamente irresistible, a cada palabra que pronuncia, se gana un hueco en mi ya agujereado corazón. 

Capítulo 31


Cuando llegué a mi habitación después de contarle todo, con pelos y señales a mi madre, Sí, se lo cuento todo a mi madre, siempre hemos sido el pilar la una de la otra sin importar las circunstancias, mi madre es algo esencial para mí, realmente no sabría que hacer sin ella, me estiré en la cama con un golpe sordo.
Miré al techo con una sonrisa ridícula asomando entre mis labios aún hinchados, recordando la sensación de sus labios bailando al unísono con los míos, sus brazos rodeándome, haciéndome prisionera de mis propios deseos. Sin apenas darme cuenta, caí en un profundo sueño, completamente imposible de romper. Excepto por el sonido de mi móvil en el bolsillo derecho del pantalón. No, por una vez que me duermo rápido. Esto no es justo.
Me apoyé en mi lado izquierdo para coger el móvil con más comodidad. Me lo acerqué arrastrándolo a través de mí completamente dormida aún. Entreabrí los ojos molesta, había estado soñando con mi Príncipe azul y se me había interrumpido sin ningún miramiento.
Cuando la luz de la pantalla me cegó cerré los ojos con fuerza gruñendo. De forma gradual y calmada los fui abriendo para acostumbrarme poco a poco a tal claridad y observar la razón de la interrupción tan repentina. Miré primero la hora: 00:30. Auch, ¿a quién se le ocurre enviarme un mensaje a estas horas?
En el momento en el que me fijé en quién enviaba el mensaje antes de desbloquear el teléfono, noté la rabia desaparecer de mi sistema casi instantáneamente. Príncipe Azul. Como no, no sé cómo no lo he visto venir, ahora parece tan obvio. Si es él, se lo perdono. Se lo perdono todo. Veamos que pone.
No puedo dormir, no te puedo sacar de mi cabeza. ¿Qué me has hecho?
Me puse a reír. Es demasiado tierno, y tonto. Es empalagoso como él solo, por eso creo que el apodo de Príncipe Azul le va como anillo al dedo o como chocolate a las creps, según preferencia. Aunque debería ser incluso rosa, Príncipe Rosa. Me reí aún más de mi ocurrencia. Cerré los ojos sonriendo, mientras pensaba en qué responderle. Dejé de pensar y escribí:
Yo estaba durmiendo, justamente estaba soñando contigo, vives en una jaula llamada mi mente. La pregunta es: ¿Qué me has hecho TÚ a mí?
No esperaba ninguna respuesta, pero al cabo de dos minutos casi enteros volvió a sonar.
Me has hechizado con tus poderes de Princesa, peor como eres tan mala te has hechizado también. Tienes que tener cuidado con lo que haces. Sigo sin poder conciliar el sueño, a lo mejor debería probar tu técnica.
Sonreí tanto que me dolían las mejillas de tanto estirar la piel. Solté una risita.
Así que yo soy la mala, pues entonces no sé qué eres tú. Mi técnica… ¿Soñar contigo? No sé qué bueno puede salir de ti soñando contigo mismo ;)
Me reí en el mismo instante en el que envié el mensaje. Mala dice… Él sí que es malo. Me pregunto cuando lo volveré a ver, digo antes del campus. Conociéndolo estará en mi puerta antes siquiera de que me dé tiempo de pestañear. El teléfono sonó de nuevo, sacándome de mis pensamientos.
¿Malo, yo? No tienes ni idea… Pues mi técnica será soñar contigo, ¿Te parece bien?
Volví a reírme, miré de nuevo la hora y bostecé. Eran las 00:50
Me parece genial mientras me dejes dormir Príncipe Malévolo.
Entonces, volvió a sonar, pero esta vez más continuado. Como si fuera una llamada. ¿Una llamada? ¿Qué…? Me senté de repente y miré fijamente a la pantalla con los ojos abiertos de par en par, totalmente acostumbrada a la claridad de ésta. En la parte superior de la pantalla estaba escrito Príncipe Azul, llamando. Con miedo a que se colgara debido a mis reflejos lentos. Toqué la pantalla justo en el rincón en el que ponía contestar.
— ¿Si? – Dije titubeando, estaba cruzando los dedos para que no se me notara la voz de dormida. Yo siempre contesto así las llamadas, por mucho que sepa quién está en la otra línea. Siempre, es una costumbre.
—Hola mi Bella Durmiente – Contestó con su voz sexy y melodiosa al mismo tiempo. Sé que está sonriendo, se lo noto en la voz. Es tan adorable… Se hace querer. Sonreí al oír otro apodo para mí. No gano para apodos… a cada segundo que pasa tengo uno nuevo.
— ¿Qué quieres? Veo que no he sido lo suficientemente clara en mi mensaje, quiero dormir – Respondí con voz enfadada. Pero por la risa que la siguió, entendió que no estaba ni una pizca enfadada. Cuando oí su risa no pude evitar reírme también.
—De acuerdo, Princesita ocupada. Total, vas a soñar conmigo. ¿No prefieres charlar primero con el Príncipe Azul real, no el de los sueños? – Preguntó con tono arrogante. Me encanta cuando se pone prepotente, me recuerda a un niño pequeño. Pero de niño pequeño tiene bien poco.
—En realidad, el Príncipe de los sueños se está más calladito – Solté una risita cuando él resopló.
—Princesa – Me derritió al instante de llamarme así. No tengo remedio, él sabe cómo deshacerme. Y lo utiliza a su favor.
—Dime, Príncipe Pesado – Suspiré y me rendí a su encantos, como de costumbre.
—Pues la cosa es que mañana tengo un partido muy temprano en uno de los pueblos de aquí al lado. ¿Te importa si te paso a buscar sobre las 8:30 de la mañana? – Preguntó con voz dudosa, supongo que se esperaba un NO rotundo por mi parte. Sonreí.
—De acuerdo, ahora me pongo la alarma. Sabes que voy donde me quieras, ¿Lo sabes verdad? – Pregunté sonriendo. Oí su suspiro y me puse a reír, realmente se esperaba que lo rechazara. ¿Cómo podría rechazarlo? No creo que pudiera ni siquiera intentándolo.
—Prefecto, hasta mañana entonces – Dijo, esta vez con voz más animada. Me alegré de hacerlo feliz. La verdad es que me hacía ilusión ir a verlo jugar enserio, me hacía sentir importante en su vida.
—Buenas noches Príncipe. Y para que lo sepas, TÚ eres el Príncipe de mis sueños – Contesté antes de pensarlo. Ui, ha sonado más empalagoso de lo pretendía. Espero que no piense que es demasiado.
—Tú sí que eres la Princesa de mis sueños, preciosa – Soltó sonriendo. Sonreí encantada.
Colgué antes de que nos pasáramos una hora despidiéndonos y me estiré con mi sonrisa de ensueño colocada en la cara como un tatuaje. Cogí el teléfono y activé la alarma a las 7:30 para que me diera tiempo de ducharme. Volví a estirarme en la cama y al poco tiempo ya estaba en la ciudad de los sueños, soñando con el hombre de mis sueños.
En menos de lo que dura un latido, me sonó la alarma. Parece que no haya dormido nada de nada, que sueño tengo. Va siendo hora de levantarme.
Me levanté poco a poco de la cama y me dirigí al baño. Coloqué mi teléfono en el altavoz para escuchar música mientras me duchaba, sino sí que me dormía en la ducha del propio aburrimiento. Abrí el agua para que se calentara y mientras me desvestí. Cuando una nube cálida se adueñó del baño, entré en la ducha y dejé que el chorro de agua me recorriera, dibujando la forma de mi cuerpo a la perfección. Me relajé mientras el agua caliente despertaba mis aún dormidos músculos. 

Capítulo 30


—Ups, mierda. ¡Perdón! –Dijo alguien al entrar en el vestuario mientras Erik y yo nos estábamos besando bajo el corro de agua. Nos giramos de repente para averiguar quién nos había interrumpido de tal manera. Yo seguía apoyada contra la pared con las piernas alrededor de su cintura y mis brazos aún rodeaban su cuello. Al ver a Jaime de pie sin poder moverse, nos movimos nosotros. Yo separé mis piernas de su cuerpo a regañadientes y poco a poco fui añadiendo espacio entre los dos. Apagó la ducha sin dejar de mirarme, no podía evitar ponerme colorada ante la situación. Miré de nuevo a Jaime, y esa vez le envié mi mejor mirada asesina, intentando que se fuera.
— ¡Ah! Perdón, me he dejado una cosa, no esperaba encontrarme con nadie –Dijo avergonzado, pero aún sin irse. Me giré hacia Erik para observar detenidamente su reacción y al ver que lo estaba mirando se puso a reír, cosa que se contagió. Estábamos riéndonos todos y de repente miré hacia abajo, y me di cuenta de que la ropa mojada se había enganchado a mi cuerpo completamente, como si formara parte de mi propia piel. Solté un jadeo al observar que no dejaba nada a la imaginación. Erik siguió mi mirada y se puso delante de mí para evitar que Jaime me mirara. Ah, ahora entiendo por qué no se ha ido aún, y por qué me miraba tanto. Solté un bufido.
—Perfecto, ¿Podrías coger la cosa e irte? ¿O necesitas algo más? –Respondí, esta vez un poco más enfadada, no quería que me viera tal cual estaba. Y menos con esa mirada fija que tenía en la cara, vi a Erik apretar las manos en puños. Ha visto la mirada de Jaime, justo como yo la he visto. Me mira de arriba abajo como si fuera algo comestible, es repugnante. Nada comparado a cómo me mira Erik, con admiración y deseo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. Me aferré a la parte trasera de la camiseta empapada de Erik como si mi vida dependiera de ello. Él estiró el brazo hacia atrás, buscando mi mano. Coloqué mi mano entre la cuya y al instante él la envolvió, dándome un apretón.
—Qué suerte tienes Erik, te has buscado a una buena –Dijo Jaime con tono arrogante que provocó que se me pusiera la piel de gallina. Miré sigilosamente desde detrás de Erik, como un animal asustado. No estaba asustada realmente, estaba en shock y avergonzada, pero no asustada. No acababa de entender la situación, no entendía el porqué de la mirada tan lasciva de Jaime, parecía otra clase de persona. Supongo que nada es lo que parece.
—Vete, ahora –Contestó Erik. Por el tono de voz pude saber que estaba enfadado. Con total seguridad, tenía los labios en forma de una línea y el ceño fruncido, además de la mirada fija asesina que debía enviarle a Jaime.
No oí nada, pero supuse que se había ido, porque Erik se giró y me rodeó con los brazos, como comprobando que seguía allí. 
— ¿Estás bien? –Me preguntó. Asentí con la cabeza sin responder, notaba su corazón latir a mil por hora en su pecho –Será mejor que nos cambiemos y te lleve a casa –Añadió después de estar unos minutos abrazados. Asentí de nuevo, esta vez con más fuerza.
Me separé de él y observé el reloj de mi muñeca, eran pasadas las 10 de la noche. Wow, estando a su lado, el tiempo se me pasa volando, como si pasara a través de un agujero espacio-tiempo y apareciera de nuevo horas más tarde. Vi con el rabillo del ojo a Erik sacarse la camiseta. Abrí los ojos en sorpresa.
— ¿Qué hora es? –Preguntó Erik, acercándose a mí sin camisa. No podía separar mis ojos de su perfecto, mojado y trabajado pecho. Es como un Dios griego, no puede ser real. Había notado su pecho a través de las camisas y estaba maravillada, pero verlo tal cual me dejó descolocada. Era perfecto, con las abdominales como una tableta de chocolate.
—Me encanta el chocolate… –Suspiré antes de poder controlar lo que decía. Oh no, volvemos a no poder controlar lo que digo a su alrededor, pensaba que ya lo había superado, que era capaz de decir lo que quería decir. No quiero decir siempre exactamente lo que pienso. Bajé la cabeza, de repente colorada como un tomate, avergonzada. Él se acercó más, cosa que no ayudó para nada. Cuando estuvo justo delante de mí, puso la mano en mi barbilla para levantar mi cabeza.
—A mí me encantas tú. Eres adorable cuando dices exactamente lo que piensas, te lo he dicho, ¿Verdad? –Sonreí, mirándolo con adoración. Aún con su mano en mi barbilla, se acercó más a mí y me besó. Aún estoy maravillada con su sabor, su olor, todo él. ¡No me puedo creer que sea MÍO! Debo estar soñando. Si es así, no me quiero despertar por nada del mundo. No puedo apartar los ojos de él. Mientras nos besábamos sonreímos ambos, con la complicidad que solo nosotros compartíamos. Sin poder controlarlas, mis manos trazaron un camino por todo su torso mojado, acariciando la tableta de chocolate. Él soltó una risita y se le puso la piel de gallina bajo mis manos frías. No pude evitar reírme también, pero seguí acariciándolo, subiendo hacia sus hombros desnudos mientras él enredaba sus manos entre mi pelo haciéndome prisionera de sus besos.
Solo cuando el aire era una necesidad inevitable nos separamos jadeando. Miré el reloj de nuevo, eran las 11 y cuarto. ¡No puede ser, el reloj debe adelantarse solo, porque no puede ser real que pase de una hora a otra en cuestión de segundos! Negué con la cabeza aún confusa por sus besos, su olor… ¡Él!
—Deberíamos movernos, si seguimos así de cerca no podremos evitar besarnos de nuevo y va a ser un círculo vicioso –Dije entre risas, evitando mirarlo a los ojos porque sabía que si lo hacía sí que sería mi perdición, y nos pasaríamos la noche entera allí. No que no quiera, pero no quiero preocupar a mi madre. Ai, mi madre…
Miré alrededor en busca de mi bolso. Cuando no lo vi me moví hacia la puerta, donde justo en el banco de al lado se encontraba mi bolso aplastado. Me acerqué y rebusqué dentro en busca de mi móvil. Lo cogí y al instante vi las llamadas perdidas de mi madre. Suspiré, toqué el nombre en la pantalla y un segundo después estaba llamando.
—Hola mama, sí, estoy bien… Sí, sí, a eso iba. Simplemente me he entretenido con Erik, he venido a verlo jugar fútbol. Voy para allá… Sí, claro que te contaré todos los detalles… Vale, espérame y cenamos juntas… adiós… –Respondí con una sonrisa. Cotilla. Cuando me giré en busca de Erik, lo tenía justo detrás y antes de por siquiera reaccionar, me quitó el móvil de las manos y empezó a tocar la pantalla mientras sonaban los números al marcarse. Está apuntando su número de teléfono, que mono. Entonces se llamó a sí mismo, en el momento en el que se oyó una vibración proviniendo del fondo del vestuario, colgó.
Levantó la cabeza y me miró con su sonrisa tan característica. Me derrito cuando sonríe. Me tendió el teléfono con un movimiento muy exagerado, que solo pudo provocar risas por parte de ambos. Cogí el móvil aun riéndome. Me pregunto bajo qué nombre ha colocado su número.
Rebusqué entre los contactos en busca de alguno que no me fuera familiar, entonces pensé: ¿Qué hago? Si acaba de llamarse a sí mismo, tendrá que salir el número en la lista de llamadas. Así que allí fue donde miré y clarísimamente la última persona a la que había llamado era: Príncipe Azul. Me puse a reír de lo poco sorprendida que estaba, me lo esperaba completamente. Que predecible es este hombre. Así que aproveché que estaba concentrado mirando mi reacción para ir a por su móvil y escoger mi propio nombre. Cuando vio mis intenciones fue detrás de mí intentando pararme, pero fui más rápida y corrí hacia su bolsa y lo cogí antes de que llegara hasta mí. Cliqué en el último número que había llamado y puse el nombre: Princesa Patosa y cliqué aceptar.
Me puse a reír al cerrar el móvil, y aún más cuando lo vi correr hacia su móvil para comprobar el nombre, exactamente como había hecho yo con el mío. Lo mejor fue cuando lo vio, la risa que salió de sus labios perfectos, y seguidamente, la mirada de sus ojos azules increíbles.
—Mi Princesa Patosa, la más hermosa –Susurró mientras se acercaba a mí a paso lento. Negué con la cabeza y lo aparté. Soltó un bufido ante el rechazo, a lo que respondí con una carcajada.
—No, tenemos que cambiarnos y me tienes que llevar a casa, hablando de cambiarnos, ¿Qué me pongo? Tengo mis pantalones, pero no sé dónde puse mi camiseta. ¿Tienes alguna de sobras? –Anuncié mientras miraba a nuestro alrededor, esperando que mi camiseta apareciera de la nada por arte de magia.
—Puedes ponerte mi camisa, yo me puedo quedar con la camiseta de fútbol, puede que ya se haya secado un poco –Respondió con una sonrisa que dejaba sus pensamientos al descubierto: Sí, sí, mi novia va a tener dos camisetas mías y las va a usar. Me reí de nuevo, haciendo doler mis mejillas de lo mucho que había reído esa tarde. Asentí contenta de hacerlo feliz.
Me tendió una camiseta seca, era lisa azul excepto por un símbolo en medio del pecho. Era demasiado grande para mí y me servía de vestido más que de camiseta, pero era su camiseta, y a partir de ese momento iba a ser mía. Porque si se creía que iba a devolvérsela, podía seguir soñando si quería. Me aclaré la garganta para que captara la señal y se girara para poder ponerme la camiseta. Evidentemente no la captó, así que me giré yo y me quité la camiseta mojada que llevaba. Él podía ver mi espalda desnuda y los tirantes del sujetador, empapado también. Me puse su camisa, y una vez puesta, me quité el sujetador y los pantalones cortos. Como la camiseta era tan larga, me tapó hasta la mitad de los muslos, así podía ir sin pantalones hasta mi bolsa y coger los míos. Y así lo hice. Cuando estuve vestida, me giré.
Erik estaba mirándome fijamente, como si estuviera en trance, exactamente en la misma posición de antes. Se debían notar los pechos, ya que iba sin sujetador y esa era la dirección de su mirada. Era preferible eso, a llevar las redondas en la camiseta, mojándola. Tenía pensado dormir en esa camiseta con olor a él esa noche y las que hiciera falta. Me puse los zapatos y recogí las cosas. Vi su camiseta húmeda en el suelo y la cogí. Acercándome a él y tocando su pecho, le coloqué la camiseta, él nunca separando los ojos de los míos.
Le di un rápido beso en los labios y me separé para indicarle que nos teníamos que ir. Asintió con la cabeza comprendiendo, se acercó a mí y colocó un brazo alrededor de mi cintura, marcando lo que era suyo. Apoyé mi cabeza en su hombro mientras hacíamos el trayecto hasta el coche. Allí, me abrió la puerta.
—Oh, Príncipe, te superas a ti mismo –Sonreí como una tonta mientras entraba en el coche. Solo sentarme me puse el cinturón de seguridad. Él se subió en el lado del conductor y arrancó. Mientras conducía no podía separar los ojos de él, tan concentrado y sexy. Parece sacado de un libro, sigo sin creerme que sea real.
—Princesa, ¿Ves algo que te guste? –Preguntó sonriendo, efectivamente notando mi mirada fija. Me sonrojé y me reí.
—Sí, en realidad sí –Afirmé y solo soltar las palabras, una sonrisa se formó en sus labios y sus cejas se levantaron – A ti –Añadí, por si no había quedado lo suficientemente claro con la afirmación anterior.
De repente, paró. Cuando miré por la ventana vi que estábamos delante del bloque de casas pareadas donde vivía. Se me pasa el tiempo como un soplo de viento cuando estoy con él. Es algo sobrenatural.
Me lo he pasado genial, y el tiempo se me pasa volando cuando lo paso contigo, la verdad –Susurré acercándome a él para darle el beso de despedida. Él prediciendo mis acciones colocó una mano en mi nuca y me acercó a él para adelantar el beso. Nuestras bocas se encontraron y dejaron más que claro que allí era dónde pertenecían, en ninguna otra parte. Su mano de amoldaba perfectamente a la forma de mi nuca y mis dedos encajaban a la perfección entre su pelo, mientras que nuestras bocas formaban una unidad imposible de describir o separar. Allí es donde debía estar, entre sus brazos, probando sus labios. Donde quería estar. Sonreí mientras nos besábamos y noté sus labios titubear hacia arriba en el ademán de una sonrisa. Mordí su labio inferior para conseguir que ser riera y así separar nuestros labios, sino no había otra manera de romper el beso, ya que los dos estábamos tan sumergidos en las sensaciones que nos provocaba, que era imposible acabarlo.
—Adiós mi Príncipe, te voy a echar de menos –Dije contra sus labios. Negó con la cabeza y supe en ese momento que algo estaba maquinando, sonreí y no pregunté, quería que fuera una sorpresa. Me separé de él a regañadientes, ya que me hubiera quedado allí hasta mi último día en este mundo.
—Adiós mi Princesa bonita, quien te va a echar de menos soy yo, cuídate –Dijo él clavándome esos ojos tan bonitos que debían ser ilegales. Le sonreí y salí del coche. Una vez fuera, le dije adiós con la mano mientras arrancaba el coche.
Con una sonrisa soñadora me dirigí hacia la puerta exterior y la abrí con mi llave de color azul. Paseé a través del jardín con olor a césped recién regado y fui hacia la puerta de casa. Justo en el segundo en el que coloqué la llave antes de girarla, la puerta se abrió de un golpe asustándome. Era mi madre con una sonrisa en la cara.
—Cuenta.