— Será… – Gritó Erik cuando hube explicado todo.
Lo paré justo cuando se estaba levantando, besándolo tiernamente. El beso lo
deshizo y me lo devolvió sin dudarlo.
— Ya está hecho, no podemos cambiar nada. Lo he
pasado mal, pero me he defendido. Nunca me había visto involucrada en nada
similar. Sigo sin entender sus motivos o nada, pero sí voy a presentar cargos.
No va a salvarse de ésta. Ya le has pegado bastante, no vas a conseguir nada
pegándole más. Estoy bien. No me ha llegado a hacer mucho, aparte de los
moratones que me saldrán en el cuello – Dije para tranquilizar a Erik, una vez
se relajó un poco gracias al beso.
— Lo sé. ¿Te he dicho que estoy muy orgulloso de
ti? Tenía un moratón recién hecho en la cara cuando lo arrastré fuera del
armario, aparte de varios arañazos por todo el cuerpo. Tengo una novia
guerrera, recuérdame que nunca te haga enfadar – Contestó riéndose. Sonreí ante
tales acusaciones. No es para tanto,
simplemente hice lo que tenía que hacer.
— Ya te lo he dicho, no soy una damisela en apuros
– Respondí con un suspiro profundo, como si estuviera exasperada, pero en
realidad estaba sonriendo.
— Lo sé, pero si me hubiera dado cuenta de que no
estabas antes… – Añadió antes de que yo pudiera seguir hablando.
— No, no y no. No te lo voy a permitir. No voy a
permitirte sentirte culpable por eso. Estabas jugando, no puedes estar encima
de mí el día entero. Aparte, soy yo la que me aparté sin decir nada,
simplemente para tener privacidad para hablar por teléfono con Riri – Contesté rápidamente
antes de que pudiera siquiera acabar la frase. Mierda, Riri. Tengo que llamarla, debe estar preocupada – ¡Riri!
Debe estar preocupada, tengo que llamarla. Y a mi madre. Dios – Añadí poniéndome
las manos en la cabeza, empezando a ponerme nerviosa. Entonces noté unas manos
colocarse en mis mejillas, haciéndome sentir pequeña y acogida. Lo miré a los
ojos.
— Ya las he llamado, a todas. Tu madre estaba
histérica, pero la he conseguido tranquilizar, quiere que vayas a casa en cuanto
te tranquilices y hayas hablado con la policía – Dijo, mirándome directamente a
los ojos intentando tranquilizarme. Y qué bien lo hacía.
Respiré aliviada y le rodeé el cuello con los
brazos. Él me levantó y me llevó en brazos hasta el coche.
Me sentó en el asiento y condujo hasta la
comisaría. Durante todo el trayecto estuvimos callados, pero él me iba mirando
cada poco tiempo comprobando mi expresión. Yo me pasé el trayecto entero
mirando por la ventana, intentando no pensar en lo que acababa de pasar. Sigo sin entender mucho todo lo sucedido. Quiero
mirarlo a la cara y preguntarle el por qué. Quiero ver qué dice y sobretodo
cómo lo dice.
— ¿En qué piensas? – Oí la voz de Erik a lo lejos,
sin entender bien lo que había dicho. Me giré de pronto, mirándolo.
— ¿Perdón, qué? – Le pregunté para que me
repitiera la pregunta, ya que había sido como una llamada a lo lejos apagada
por mis pensamientos. Me sonrió indicándome que no importaba el hecho de estar
perdida en mi mundo.
— Preguntaba en qué piensas – Repitió con voz
tierna y tranquila, provocando una sonrisa. ¿Cómo
puedo tener un novio tan increíble? Espero que no se ponga como una furia con
Jaime cuando lo vea, yo solo quiero hablar con él un momento para preguntarle
por qué. Pero no puedo hacerlo con Erik delante, se lo carga.
— En el por qué. No tengo ni una ligera pista. Y se
lo voy a preguntar – Contesté sin mirarlo. Pensativa, aún con dudas en la
cabeza picando como abejas.
— ¡Ni hablar! – Gritó Erik con tono serio. Me giré
sorprendida y sus ojos me traspasaban, con sincera preocupación – No vas a
estar a solas con ese cabrón, no te lo voy a permitir – Añadió al ver que no
decía nada.
— Erik, estaré rodeada de policías entrenados en
las peores situaciones. Antes de que me pudiera siquiera tocar, ya estaría en
el suelo inconsciente – Contesté calmada, intentando hacerle razonar – No tienes
ninguna razón para preocuparte, voy a estar bien. No quiero que estés conmigo
si me permiten hablar con él porque te vas a lanzar a su yugular como si fueras
un vampiro – Añadí intentando conseguir que cambiara de opinión.
— No. Ese cerdo no va a acercarse a ti a menos de
10 metros, de eso me voy a encargar yo mismo – Dijo, sin mirarme. Miraba
fijamente a la carretera con los ojos entrecerrados, el ceño fruncido y
clarísimamente los labios dibujados en una línea. Veo que no lo he convencido, a ver si viendo a los policías consigo que
entre en razón.
Llegamos a la comisaría, donde nos esperaban con
ansias. Apenas pisar la alfombra de la entrada me consiguió una avalancha de
policías que me arrastró hasta una sala. Me sentaron en una silla de plástico
incómoda, mirándome fijamente como si fuera una clase de experimento que se
tuviera que estudiar. Erik maniobró para abrirse camino hasta donde me
encontraba yo y se sentó en la silla de al lado. Me miraba todo el tiempo, pero
yo estaba mirando a todos los agentes a mí alrededor. Noté que alguien me cogía
de la mano y salté de la silla del susto, jadeando. Al girarme en esa dirección
vi a Erik sonreírme y me relajé al instante.
— De acuerdo señorita. ¿Podría explicarme todo lo
que ha ocurrido? Sin dejarse ningún detalle, son importantes – Empezó con voz
grave, un agente con pinta de más de 40 años. Era intimidante. Tragué, respiré
y contesté lo más calmada y tranquila que pude maniobrar. Notaba, mientras
hablaba, varios apretones y caricias en la mano que Erik tenía cogida.
— ¿Así, sin más? ¿Sin razón aparente? – Preguntó el
agente con tono suspicaz, como si no se creyera realmente lo que le acababa de
contar. Increíble, ¿Ahora no me cree?
— Exactamente, así sin más. Sé lo mismo que usted
en ese aspecto. No estoy en la cabeza de ese cabrón, no sé lo que piensa. ¿No
me cree? ¿Enserio? – Contesté más alterada, sin poder creerme la situación en
la que estaba – ¿Usted cree que yo misma soy capaz de hacerme las marcas del
cuello que tengo ahora mismo? – Pregunté acusatoriamente mientras me apartaba
el pelo para que viera claramente las magulladuras que tenía evidentes a la
vista por todo el cuello. Me miraba con cara seria e imperturbable. Suspiré
exasperada, no sabía qué hacer o decir para que me creyera.
— La creo, solo quería asegurarme de que no nos
ocultaba nada – Contestó calmado, como si yo no hubiera estado alterada en
ningún momento de la conversación.
— No tengo ninguna razón para hacerlo, señor –
Contesté seria y aún a la defensiva – Para averiguarlo, quiero verlo. Quiero
preguntarle yo misma el por qué – Añadí. Solo soltar las palabras, noté a Erik
tensarse y apretar con más fuerza mi mano. Lo miré, intentando conseguir que me
dejara ir a verlo. No me miró, siguió mirando hacia el agente con cara seria. Parece que no va a cambiar de opinión. Supongo
que está esperando la respuesta del agente, con la esperanza de que me niegue
la posibilidad de verlo.
— Está en la sala de interrogatorios, puede ir
cuando quiera. Dos agentes la acompañarán dentro, usted tranquila, no volverá a
hacerle daño – Dijo, asintiendo con la cabeza. Empezó a levantarse lentamente.
Entonces Erik se levantó de la silla como un muelle, soltando mi mano en el
acto.
— ¡Ni hablar! No quiero que se acerque a él –
Gritó, indignado. Supongo que esperaba de
verdad que el agente me lo negara.
Todos los agentes presentes se quedaron mirando
fijamente con ligera expresión de sorpresa a Erik. Suspiré y miré a mí
alrededor, buscando al agente más fuerte. Vi al lado de la puerta a un agente
muy alto y fuerte. Tenía los músculos visiblemente desarrollados, parecía que
fueran a explotarle los brazos. Tenía cara seria e intimidante, me daba un poco
de miedo. Este, si pido que venga
conmigo, a lo mejor Erik se tranquiliza un poco. Tengo que ir sola, si va Erik
no conseguiré nada.
— Agente, ¿Podría el chico de al lado de la puerta
acompañarme dentro, si no es mucha molestia? – Dije, girándome de nuevo hacia
el agente, señalando el chico.
— Claro, ningún problema. Sígame – Contestó, con
una sonrisa, claramente aliviado de que hubiera encontrado una solución. La
tensión entre Erik y el agente era posible cortarla con un cuchillo. Me giré
hacia Erik y lo miré suplicante. Él miraba fijamente al chico de al lado de la
puerta.
— Yo también podría protegerte – Me dijo mirándome
preocupado, acercándose. Yo coloqué una mano en su pecho y la otra en su
mejilla.
— No va a decirme nada si tú estás presente,
necesito estar sola. Este chico puede protegerme sin ningún problema, aparte,
otro compañero lo acompañará. Es imposible que me haga daño de nuevo, sino sí
que le haré daño. Esta vez estaré preparada – Le susurré mientras me acercaba
para darle un beso. Vi cómo se iba relajando gradualmente, hasta que nuestros
labios se tocaron. En ese momento estaba completamente bajo mi control, lo
había conseguido, lo había convencido. Ya
está, ahora a por Jaime.
Me separé de Erik y el chico de la puerta se
colocó a mi derecha mientras atravesaba el umbral de la puerta de la sala.
Mientras caminaba por el pasillo otro agente muy alto e intimidante se me
colocó a la izquierda, entonces estaba rodeada. Completamente segura. El agente
de 40 años se paró delante de una puerta plateada, la abrió y se apartó para
dejarme pasar primero. Me giré hacia Erik y le envié una mirada confiada
acompañada de una sonrisa para dejarlo tranquilo. Cuando vi que me contestaba
con otra sonrisa, pero más cautelosa y aún preocupada, me giré y atravesé la
puerta justo detrás del chico fortachón.
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