La entrada en el vestuario fue acompañada por gritos y ovaciones en mi
dirección. Es una de esas situaciones en
las que no sabes hacia dónde mirar, qué hacer o qué decir, como cuando te
cantan feliz cumpleaños y estás allí en medio de todo el mundo siendo observada
por todos y solo piensas: “¡tierra trágame!”
—Enserio, Eli. Impresionante, yo nunca me he podido parar una pelota de
Jaime, tienes que contarme tu truco –Me dijo uno del equipo a la vez que
colocaba la mano en mi brazo, sonriéndome. Le sonreí de vuelta, pero entonces
él miró en dirección a Erik, que estaba colocado justo a mi derecha, y dejó
caer la mano al instante. Me di cuenta de lo que acababa de pasar. Mi novio
acababa de intimidar a uno de sus amigos con la mirada porque me había colocado
una mano encima. Tengo un novio muy
celoso, supongo que nadie es perfecto. Yo la que menos, así que si ese es uno
de sus defectos voy a tener que aprender a vivir con ello y aceptarlo tal y
como es. Porque de eso se trata el amor, ¿No? Confiar tu corazón a otra persona
suplicando que no lo rompa. Aceptándola tal y como es, porque si no lo haces
¿Cómo espera que alguien te acepte tal y como eres? Yo acepto a mi novio tal y
como es, una y mil veces. La verdad es que soy la persona más afortunada del
mundo porque tengo la oportunidad de disfrutar de una persona tan
extraordinaria como él. Le di un codazo en las costillas y me giré hacia
una voz que me llamaba desde mi izquierda.
— ¡Eli! Estuviste impresionante, simplemente impresionante, aún no me puedo
creer que te pararas mi pelota. Nadie nunca había parado mi pelota supersónica
–Dijo Jaime más confiado que nunca. Sonreí y choqué mi puño con el suyo, que
estaba extendido delante de él. Me miraba como si estuviera calculando algo,
como si mirándome sabría el secreto que mi mente escondía.
—Siempre hay una primera vez para todo, ¿no? Me alegro de haber sido yo la
que te derrotara por primera vez, va a dejar más huella en tu ego, eso tenlo
por seguro –Me reí –Aparte, no tengo ningún truco como todos dicen, simplemente
me he puesto en tu lugar. No eres tan difícil de leer como te crees, eres bueno
manipulando la mente de los demás, pero conmigo no es tan fácil. Ahí lo dejo
–Me reí de nuevo al ver su cara de confusión, como si mi respuesta le hubiera
brindado más preguntas en vez de respuestas –Ah, Y deberías pensar en darle
efecto a la pelota, si quieres que yo no pare una pelota, aunque no te aseguraré
que no la pare –Añadí, esta vez quien tenía confianza era yo. Y se sentía bien,
al menos por una vez, tener yo la sartén por el mango. Di la vuelta para irme,
ya que apenas quedaba Jaime para cambiarse. Todos se habían duchado y cambiado
a la velocidad del rayo. Yo iba vestida con ropa de Erik, ya que no quería
sudar la ropa que llevaba antes.
Justo cuando iba a salir por la puerta, Erik me paró. Me cogió del brazo y
tiró de mí hacia su pecho.
—Vale, vale, ya me voy. Los dejo solos. Nos vemos otro día, ¿verdad Eli?
Pásate otro día, eres totalmente bienvenida siempre que quieras –Dijo Jaime al
pasar por nuestro lado para irse. Me reí sin poder evitarlo. Me siento tan feliz, he sido aceptada por
los amigos de Erik. Ahora formo parte de su vida completamente. Ahora sí que
estoy con él de verdad. Siento como si pudiera hacer cualquier cosa con él.
—De acuerdo, Jaime. Vendré otro día, siempre que Erik quiera que venga
claro. Tampoco quiero obstaculizar sus prácticas, no sería justo –Respondí,
mirando hacia Erik observando su reacción.
—Puedes venir todos los días si quieres, por mí perfecto. Sí, puede que me
distraigas, pero eso no es malo. Puedes quedarte en las gradas los otros días
si no quieres jugar, así me obligas a querer demostrarte lo bueno que soy y me
esfuerzo más aún. Será bueno, al final. ¿Qué te parece? –Preguntó con mirada
cautelosa, sin saber que esperar de mi respuesta. Le sonreí ante el
pensamiento.
—Por mí, cuenta con ello. Ni lo dudes. Aquí estaré todos los días que
tengas prácticas, puedo traerme un libro o lo que sea. Otros días puedo salir a
jugar, solo cuando hayáis acabado. Va a ser genial –Contesté, emocionada. Erik
me miró con los ojos iluminados, haciéndolos parecer estrellas. Tenía una
sonrisa increíble, de esas que provoca que mis rodillas decidan por las buenas
no funcionar. Cada vez que lo miro a los
ojos, me derrito.
Erik no borró su sonrisa y me rodeó con sus brazos, haciéndome suya. Soy completamente suya, no sé si ha quedado
alguna duda suelta en el aire o algo similar, pero para dejar evidencia de
ello:
—Soy tuya, completamente –Solté antes de poder controlar lo que decía. Se
quedó quieto donde estaba y entonces de repente, como si algo le hubiera
pinchado me acercó más a él.
—Claro que eres mía, yo soy tuyo también, no lo olvides Princesa –Aseguró,
a la vez que soltaba una risita tonta. Rodeé su cuello con los brazos y miré
directamente en sus ojos y sentí como si pudiera observar directamente su alma.
Eso sentía exactamente cuando él miraba a mis ojos, que podía ver mi yo real. Yo normalmente guardo lo que siento bajo
llave, no me gusta expresar lo que siento. Acostumbro a pretender que estoy
bien, aunque no lo esté. He perdido a mucha gente durante el transcurso de mi
vida, pero aún y así siempre he tenido una sonrisa en la cara. Para no
preocupar a los demás, para no sentir de verdad lo que representa perder a
alguien. Si hago como si no estuviera pasando, el dolor se hace más soportable.
Si lloro, siento como si no pudiera parar nunca, como si el dolor fuera a
tragarse toda la energía que me queda. No puedo permitirlo, no quiero sentir lo
que tengo que sentir, por eso siempre escondo lo que siento.
Cuando estoy con Erik, es como si
estuviera en un mundo paralelo, no tengo que preocuparme de nada. Solo
existimos nosotros, él y yo. Él mira directamente a mi alma, y me provoca
escalofríos. Aparte, no puedo controlar lo que digo o siento a su lado, aún no
me he convertido totalmente inmune a sus efectos, y no sé si algún día podré
serlo. Creo que nunca voy a ser inmune a él, a sus ojos azules impresionantes,
a su sonrisa que me quita el aliento del pecho como si me hubiera caído de un
quinto piso. Sonreí, con la sonrisa más auténtica en años. Una
sonrisa de auténtica felicidad, lo que me provoca este hombre con solo existir.
Él bajó y yo me coloqué de puntillas para crecer unos centímetros, y
nuestros labios se encontraron a medio camino. Y éstos, encontraron su propio
camino, sus labios encontraron su camino hacia mi corazón. Sus manos recorrían
mi espalda, apretándome hacia su pecho amplio y mío. Mío, mío, aún no me lo creo. Es MÍO. Y de nadie más. Yo recorría su
pecho con mis manos, dibujando la forma de sus abdominales, de sus pectorales,
de sus bíceps, hasta llegar a sus hombros. Allí, rodeé de nuevo su cuello con
mis brazos y con su ayuda salté y coloqué mis piernas alrededor de su cintura.
Seguí besándolo con pasión y él enredó su mano con mi pelo mientras yo jugaba
con el suyo.
Aparté un segundo mis labios de los suyos para coger aire antes de
desmayarme por falta de oxígeno en el cerebro. Jadeando, seguí jugando con su
pelo, pero esta vez con nuestras frentes unidas. Podía notar su pecho subiendo
y bajando a causa de la dificultad para respirar porque nuestros pechos eran
uno, de lo cerca que estaban. No podíamos estar más cerca el uno del otro, sino
nos hubiéramos atravesado directamente.
—Estás sudado, necesitas ducharte –Dije entre jadeos, aun sintiéndome
mareada por sus efectos. Solo decir la frase, su cara se iluminó. Yo aún estaba
con las piernas rodeando su cintura y los brazos rodeando su cuello. Se
aprovechó del control que tenía sobre mí y me movió por el vestuario a su
antojo – ¿Qué haces? –Le pregunté girando la cabeza intentando averiguar hacia dónde me llevaba.
— ¿No decías que necesitaba una ducha? Pues a eso voy –Respondió él con una
sonrisa triunfante en la cara. Abrí los ojos con sorpresa. No puede ser, este hombre se ha vuelto loco. Me reí de la
situación. No sé cómo va a acabar esto.
Parece irreal.
Como el vestuario estaba desierto no me importó ser paseada por el lugar
entero como si no fuera capaz de caminar con mis propios pies. Lo miré,
fascinándome como de costumbre con su perfección.
Antes de siquiera darme cuenta, él había abierto dos de las duchas dentro
de la parte del vestuario donde era exclusivo para ducharse, con las duchas
apartadas cada una por una pared de mármol. Me acercó a una de ellas, me giré
sorprendida.
—Espera, no irás a… –Apenas sin terminar la frase, me colocó debajo de una
de las duchas, empapándome en segundos. Abrí la boca sonriendo, no pudiéndome
creer lo que acababa de hacer –Serás… – Le grité mientras acercaba su cabeza al
agua, y a la vez acercándola hacia mí. Cuando estuvo debajo del chorro del
agua, la electricidad entre nosotros se multiplicó y por consiguiente me besó
con fiereza. Yo en respuesta le mordí el labio, provocando una sonrisa en sus
labios que encajaban a la perfección entre los míos. Y así nos pasamos horas.
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