sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 29


La entrada en el vestuario fue acompañada por gritos y ovaciones en mi dirección. Es una de esas situaciones en las que no sabes hacia dónde mirar, qué hacer o qué decir, como cuando te cantan feliz cumpleaños y estás allí en medio de todo el mundo siendo observada por todos y solo piensas: “¡tierra trágame!”
—Enserio, Eli. Impresionante, yo nunca me he podido parar una pelota de Jaime, tienes que contarme tu truco –Me dijo uno del equipo a la vez que colocaba la mano en mi brazo, sonriéndome. Le sonreí de vuelta, pero entonces él miró en dirección a Erik, que estaba colocado justo a mi derecha, y dejó caer la mano al instante. Me di cuenta de lo que acababa de pasar. Mi novio acababa de intimidar a uno de sus amigos con la mirada porque me había colocado una mano encima. Tengo un novio muy celoso, supongo que nadie es perfecto. Yo la que menos, así que si ese es uno de sus defectos voy a tener que aprender a vivir con ello y aceptarlo tal y como es. Porque de eso se trata el amor, ¿No? Confiar tu corazón a otra persona suplicando que no lo rompa. Aceptándola tal y como es, porque si no lo haces ¿Cómo espera que alguien te acepte tal y como eres? Yo acepto a mi novio tal y como es, una y mil veces. La verdad es que soy la persona más afortunada del mundo porque tengo la oportunidad de disfrutar de una persona tan extraordinaria como él. Le di un codazo en las costillas y me giré hacia una voz que me llamaba desde mi izquierda.
— ¡Eli! Estuviste impresionante, simplemente impresionante, aún no me puedo creer que te pararas mi pelota. Nadie nunca había parado mi pelota supersónica –Dijo Jaime más confiado que nunca. Sonreí y choqué mi puño con el suyo, que estaba extendido delante de él. Me miraba como si estuviera calculando algo, como si mirándome sabría el secreto que mi mente escondía.
—Siempre hay una primera vez para todo, ¿no? Me alegro de haber sido yo la que te derrotara por primera vez, va a dejar más huella en tu ego, eso tenlo por seguro –Me reí –Aparte, no tengo ningún truco como todos dicen, simplemente me he puesto en tu lugar. No eres tan difícil de leer como te crees, eres bueno manipulando la mente de los demás, pero conmigo no es tan fácil. Ahí lo dejo –Me reí de nuevo al ver su cara de confusión, como si mi respuesta le hubiera brindado más preguntas en vez de respuestas –Ah, Y deberías pensar en darle efecto a la pelota, si quieres que yo no pare una pelota, aunque no te aseguraré que no la pare –Añadí, esta vez quien tenía confianza era yo. Y se sentía bien, al menos por una vez, tener yo la sartén por el mango. Di la vuelta para irme, ya que apenas quedaba Jaime para cambiarse. Todos se habían duchado y cambiado a la velocidad del rayo. Yo iba vestida con ropa de Erik, ya que no quería sudar la ropa que llevaba antes.
Justo cuando iba a salir por la puerta, Erik me paró. Me cogió del brazo y tiró de mí hacia su pecho.
—Vale, vale, ya me voy. Los dejo solos. Nos vemos otro día, ¿verdad Eli? Pásate otro día, eres totalmente bienvenida siempre que quieras –Dijo Jaime al pasar por nuestro lado para irse. Me reí sin poder evitarlo. Me siento tan feliz, he sido aceptada por los amigos de Erik. Ahora formo parte de su vida completamente. Ahora sí que estoy con él de verdad. Siento como si pudiera hacer cualquier cosa con él.
De acuerdo, Jaime. Vendré otro día, siempre que Erik quiera que venga claro. Tampoco quiero obstaculizar sus prácticas, no sería justo –Respondí, mirando hacia Erik observando su reacción.
—Puedes venir todos los días si quieres, por mí perfecto. Sí, puede que me distraigas, pero eso no es malo. Puedes quedarte en las gradas los otros días si no quieres jugar, así me obligas a querer demostrarte lo bueno que soy y me esfuerzo más aún. Será bueno, al final. ¿Qué te parece? –Preguntó con mirada cautelosa, sin saber que esperar de mi respuesta. Le sonreí ante el pensamiento.
—Por mí, cuenta con ello. Ni lo dudes. Aquí estaré todos los días que tengas prácticas, puedo traerme un libro o lo que sea. Otros días puedo salir a jugar, solo cuando hayáis acabado. Va a ser genial –Contesté, emocionada. Erik me miró con los ojos iluminados, haciéndolos parecer estrellas. Tenía una sonrisa increíble, de esas que provoca que mis rodillas decidan por las buenas no funcionar. Cada vez que lo miro a los ojos, me derrito.
Erik no borró su sonrisa y me rodeó con sus brazos, haciéndome suya. Soy completamente suya, no sé si ha quedado alguna duda suelta en el aire o algo similar, pero para dejar evidencia de ello:
—Soy tuya, completamente –Solté antes de poder controlar lo que decía. Se quedó quieto donde estaba y entonces de repente, como si algo le hubiera pinchado me acercó más a él.
—Claro que eres mía, yo soy tuyo también, no lo olvides Princesa –Aseguró, a la vez que soltaba una risita tonta. Rodeé su cuello con los brazos y miré directamente en sus ojos y sentí como si pudiera observar directamente su alma. Eso sentía exactamente cuando él miraba a mis ojos, que podía ver mi yo real. Yo normalmente guardo lo que siento bajo llave, no me gusta expresar lo que siento. Acostumbro a pretender que estoy bien, aunque no lo esté. He perdido a mucha gente durante el transcurso de mi vida, pero aún y así siempre he tenido una sonrisa en la cara. Para no preocupar a los demás, para no sentir de verdad lo que representa perder a alguien. Si hago como si no estuviera pasando, el dolor se hace más soportable. Si lloro, siento como si no pudiera parar nunca, como si el dolor fuera a tragarse toda la energía que me queda. No puedo permitirlo, no quiero sentir lo que tengo que sentir, por eso siempre escondo lo que siento.
Cuando estoy con Erik, es como si estuviera en un mundo paralelo, no tengo que preocuparme de nada. Solo existimos nosotros, él y yo. Él mira directamente a mi alma, y me provoca escalofríos. Aparte, no puedo controlar lo que digo o siento a su lado, aún no me he convertido totalmente inmune a sus efectos, y no sé si algún día podré serlo. Creo que nunca voy a ser inmune a él, a sus ojos azules impresionantes, a su sonrisa que me quita el aliento del pecho como si me hubiera caído de un quinto piso. Sonreí, con la sonrisa más auténtica en años. Una sonrisa de auténtica felicidad, lo que me provoca este hombre con solo existir.
Él bajó y yo me coloqué de puntillas para crecer unos centímetros, y nuestros labios se encontraron a medio camino. Y éstos, encontraron su propio camino, sus labios encontraron su camino hacia mi corazón. Sus manos recorrían mi espalda, apretándome hacia su pecho amplio y mío. Mío, mío, aún no me lo creo. Es MÍO. Y de nadie más. Yo recorría su pecho con mis manos, dibujando la forma de sus abdominales, de sus pectorales, de sus bíceps, hasta llegar a sus hombros. Allí, rodeé de nuevo su cuello con mis brazos y con su ayuda salté y coloqué mis piernas alrededor de su cintura. Seguí besándolo con pasión y él enredó su mano con mi pelo mientras yo jugaba con el suyo.
Aparté un segundo mis labios de los suyos para coger aire antes de desmayarme por falta de oxígeno en el cerebro. Jadeando, seguí jugando con su pelo, pero esta vez con nuestras frentes unidas. Podía notar su pecho subiendo y bajando a causa de la dificultad para respirar porque nuestros pechos eran uno, de lo cerca que estaban. No podíamos estar más cerca el uno del otro, sino nos hubiéramos atravesado directamente.
—Estás sudado, necesitas ducharte –Dije entre jadeos, aun sintiéndome mareada por sus efectos. Solo decir la frase, su cara se iluminó. Yo aún estaba con las piernas rodeando su cintura y los brazos rodeando su cuello. Se aprovechó del control que tenía sobre mí y me movió por el vestuario a su antojo – ¿Qué haces? –Le pregunté girando la cabeza intentando averiguar  hacia dónde me llevaba.
— ¿No decías que necesitaba una ducha? Pues a eso voy –Respondió él con una sonrisa triunfante en la cara. Abrí los ojos con sorpresa. No puede ser, este hombre se ha vuelto loco. Me reí de la situación. No sé cómo va a acabar esto. Parece irreal.
Como el vestuario estaba desierto no me importó ser paseada por el lugar entero como si no fuera capaz de caminar con mis propios pies. Lo miré, fascinándome como de costumbre con su perfección.
Antes de siquiera darme cuenta, él había abierto dos de las duchas dentro de la parte del vestuario donde era exclusivo para ducharse, con las duchas apartadas cada una por una pared de mármol. Me acercó a una de ellas, me giré sorprendida.
—Espera, no irás a… –Apenas sin terminar la frase, me colocó debajo de una de las duchas, empapándome en segundos. Abrí la boca sonriendo, no pudiéndome creer lo que acababa de hacer –Serás… – Le grité mientras acercaba su cabeza al agua, y a la vez acercándola hacia mí. Cuando estuvo debajo del chorro del agua, la electricidad entre nosotros se multiplicó y por consiguiente me besó con fiereza. Yo en respuesta le mordí el labio, provocando una sonrisa en sus labios que encajaban a la perfección entre los míos. Y así nos pasamos horas.

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