—Canta, ya
estás tardando –Dijo Raquel con cara expectante, con Quim a su lado pegado como
un chiche. Me reí nerviosa, noté el color subir hasta mi cara y me giré hacia
Erik, mi NOVIO. Aún no me lo puedo creer,
es mío. Debo estar soñando, No entiendo cómo se ha podido fijar en mí.
Solamente adoro la sensación dentro de mí, y no puedo dejar de sonreír. Erik
al notar mi mirada, colocó un brazo alrededor de mi cintura apretándome hacia
él.
—Solo voy a
decir que tengo el novio más increíble del mundo –Solté en un susurro. Al decir
eso, me giré hacia Erik, coloqué una mano en su nuca y lo besé. El beso fue
tierno, pero lleno de fuego. Me separé al cabo de unos minutos. Sé que si empiezo no voy a ser capaz de
parar. Este hombre es como una droga para mí.
Cuando me giré
hacia Riri y su compinche los vi sonreírse el uno al otro. Entonces se dieron
un abrazo espontáneo, contentos de conseguir sus propósitos. Erik y yo nos
miramos con el ceño fruncido, hablando con la mirada. “¿Qué está pasando
aquí?”, levanté las cejas ante su pregunta no formulada, indicando que ocurría
más de lo que habíamos previsto en primer lugar. Él me guiñó un ojo, haciéndome
sonrojar y le di un beso leve y tierno en los labios. Sonreímos ambos, durante
el beso.
Entonces,
Raquel y Quim se separaron de repente, como si hubiera sido un acto reflejo.
Los dos rehuían nuestras miradas y parecían incómodos. De repente Raquel miró
el reloj, nerviosa.
—Es tarde,
Eli. Deberíamos irnos –Dijo, girándose para ir a buscar su bolso. No, no quiero irme, de ninguna manera. No
quiero separarme de él. Miré a Erik, y esos ojos azules me atravesaron. Lo
miré triste, sin ganas de separarme de él. Negó levemente con la cabeza,
intentando decirme algo. Fruncí el ceño, confusa, y me giré de nuevo hacia
Raquel, que había aparecido de nuevo como un rayo. No recuerdo nunca haberle visto tantas ganas de irse, ¿Puede esto tener
algo que ver con Quim? Estoy segura de que es así.
—Vámonos –Dijo
mientras me tiraba del brazo, tiré para que no me arrastrara con ella. Voy a tener que hablar con ella, aquí pasa
algo y voy a descubrir qué es.
—Sé caminar
sola, gracias –Dije yo, mordaz.
—No –Dijo
alguien, alto y claro detrás de mí. Sorprendidas, nos paramos las dos a la vez.
Nos giramos y vimos a Erik caminar hacia mí, con cara decidida y con una
sonrisa de escándalo. Se puso delante de mí y rodeó mi nuca con una mano porque
la otra estaba ocupada haciendo su camino alrededor de mi cintura,
aprisionándome hacia su pecho majestuoso. Me besó de manera apasionada,
provocando escalofríos por todo mi cuerpo. Acaricié su pecho y subí las manos
hasta sus hombros, admirando su fuerza. Enredé mis dedos en su pelo,
alborotándolo y perdiéndome en su suavidad. Nos separamos al cabo de unos
minutos, jadeando, incapaces de hablar. No podía separar mis ojos de los suyos,
una fuerza superior a mí me lo impedía.
—Se viene
conmigo, Raquel, no te preocupes. No puedo separarme de ella, no ahora –Dijo
él, sin apartar un segundo sus ojos de dios griego de mí. Este hombre me vuelve loca, es mi debilidad.
Raquel me miró
preguntado si era lo que yo quería y asentí sin duda alguna para que se fuera
tranquila. Si es lo que quiero… Es
EXACTAMENTE lo que quiero. Él es todo lo que quiero.
—Toda tuya.
Eli llámame cuando llegues a casa –Dijo ella, emocionada por mí. Me guiñó un
ojo, haciéndome reír. No sé qué haría sin
ella.
Erik mantenía
una mano en mi cintura y la otra estaba enredada en mi pelo. Me sentía
completamente rodeada y segura. Respiré hondo, percibiendo su colonia. Nunca quiero dejar de oler su perfume,
nunca. Este hombre me tiene, completamente, loca.
—Lo malo es
que tengo la tarde ocupada, Princesa –Dijo él con tono pícaro. ¿Qué trama? Lo miré confundida.
—Si estás
ocupado… ¿Por qué no has dejado que me fuera? –Le pregunté sin entender nada
–No entiendo nada, mejor llamo a Raquel ante de que se vaya –Dije mientras me
giraba en la dirección en la que había desaparecido Raquel, saliendo de entre
sus brazos. Pero él me paró poniendo de nuevo el brazo alrededor de mi cintura
y dándome la vuelta hacia él. Me choqué contra su pecho, alcé la vista y miré
de nuevo a sus ojos y me perdí en ellos, en su inmensidad, en su pureza.
—He dicho que
estaba ocupado en algo, pero no he dicho que esté demasiado ocupado para ti,
nunca estoy demasiado ocupado para ti. Tengo entrenamiento de fútbol, ¿Quieres
venir conmigo? –Me preguntó besándome en la mejilla. ¿Enserio? ¿Me está pidiendo que entre en su vida de esta manera? Me dan
cosquillas en el estómago el simple hecho de pensar que soy tan importante para
él. El poder ver su vida como la ve él es algo muy especial. Asentí varias
veces, nerviosa y emocionada. Me besó, de manera tan tierna que noté mis
piernas como gelatina, decidieron dejar de funcionar correctamente y mis
rodillas se doblaron. Pero mi Príncipe me cogió en brazos, poniendo mis piernas
alrededor de su cintura.
Me separé un
segundo para observar sus increíbles ojos. Respiré hondo e intenté relajarme,
inútilmente, porque su simple presencia me provocaba mariposas en el estómago.
—Será mejor
que nos vayamos, ¿A qué hora tienes entrenamiento? –Dije yo, con la voz
temblorosa, causada por los efectos de mi nueva droga: Erik Medina.
—En 15
minutos, concretamente. ¿Nos vamos? –Dijo él a la vez que miraba el reloj, pero
no me soltaba.
—Sí, vámonos.
Pero para poder caminar, necesito tener los pies en el suelo. Es como camina la
gente normal, no sé cómo caminarás tú –Le dije, a la vez que me apoyaba más en
él, dejando ver que en realidad no quería que me soltara. Soltó una risita.
— ¿Así,
Princesa sabelotodo? Pues hoy vas a caminar de manera distinta –Contestó él
mientras caminaba sin soltarme o dejar la mínima posibilidad de dejarme en el
suelo. En venganza fui directa a su cuello y lo mordí. Mala idea. Él me hizo
cosquillas para evitar que lo mordiera más aún. Me reí descontroladamente
mientras él atravesaba el umbral de la puerta y me llevaba hasta el coche.
Cuando estuvo
delante del coche se pensó como abrirlo sin dejarme en el suelo, así que me
apreté más contra él y lo rodeé con los brazos por el cuello. Durante unos
segundos, no prestó atención al coche, sino que me miró a mí y a mis labios. No
pude evitar acercarme a él y besarlo. Pero justo antes de que mis labios
rozaran los suyos me bajó y me colocó en el asiento y no ni siquiera había
notado que había abierto la puerta. Una vez sentada, colocó su mano en mi nuca
y me besó, tierna y levemente.
Condujo
durante unos 10 minutos, ya que entrenaba y vivía en el pueblo del al lado.
Durante esos minutos, no pude sacar mis ojos de él. Él me iba mirando de
soslayo cada pocos minutos, como si realmente comprobara que yo seguía allí.
Sonreí, sumida en mis pensamientos sobre el hombre tan increíble que tenía
justo al lado que a la vez era mi novio. Aún
no me lo creo. Parece irreal, si esto en realidad es un sueño, no quiero
despertar nunca.
Aparcó delante
de un gimnasio grande e impersonal. Salió de un salto del coche y fue hacia el
maletero, mientras yo salía del coche. Nos encontramos a medio camino y él me
cogió de la mano, dándome un apretón ligero. Le sonreí y vi que se acercaba
para darme otro beso, pero yo me aparté justo cuando estaba a punto de dármelo.
—Deberíamos
entrar, ¿no? –Dije yo, con una sonrisa en la cara, disfrutando de mi venganza.
Soltó una risita y me cogió en brazos al estilo nupcial –No, suéltame. Me
siento inútil, como si no supiera caminar o algo. Erik… Cariño –Me congelé al
instante de soltarlo. Él, de repente, se congeló también. Me miró con los ojos
abiertos como dos platos. Yo me tapé la boca inconscientemente y él negó con la
cabeza. Confusa, aparté mi mano de mi boca y él aprovechó para besarme y
colocarme como antes, con la piernas a su alrededor. Sonreía en medio del beso,
como si el hecho de que me saliera sin querer lo hiciera más bonito y
entrañable. Le devolví el beso con pasión, enredando mis manos en su pelo. No
noté que nos movíamos hasta que mi espalda fue aplastada contra un frío cristal.
Supuse que era la puerta, pero no me importó, seguí besándolo.
De repente, el
apoyo de mi espalda desapareció y me sentí en el aire durante un segundo.
Cuando el segundo hubo pasado, volvía a estar completamente cogida de Erik que
debía haberse apoyado también en la puerta. Dejé de besarlo y me giré para
enfrentar al culpable de nuestra casi caída.
—Medina,
llegas tarde. Y muy bien acompañado por lo que veo. ¿Vas a presentarme a esta
preciosidad? –Dijo su compañero de equipo, lo supe por la camiseta que llevaba,
la misma que tenía yo de Erik, pero con otro número. Sonreí en su dirección sin
querer ser maleducada. Miré a Erik para que me bajara, pero se negó de nuevo,
no que me sorprendiera. Le di un golpe en el hombro y levanté las cejas
indicando que era hora de dejarme en el suelo.
—Erik, Puedes
dejarme en el suelo –Dije, mirándolo. Se mordió el labio y ladeó la cabeza como
si estuviera pensándoselo – ¿Enserio te lo estás pensando? –Añadí al ver que no
respondía. Me acerqué a él para besarlo y él se acercó encantado con una
sonrisa que me quitaba el aliento. Cuando nuestros labios se tocaron abrí la
boca y le mordí el labio inferior, intentando conseguir lo que quería. Se rio,
me acarició la espalda y me dejó en el suelo sin separar nuestros labios. Al
ser más alto que yo, cuando me dejó en el suelo, tuve que ponerme de puntillas.
Noté la sonrisa en sus labios y no pude evitar sonreír. Dejé ir su labio
inferior antes de que le sangrara y en el instante en que lo hice me besó él
con fuerza.
Después de
disfrutar de sus besos durante minutos, decidí que era hora de entrar antes de
que llegara realmente tarde. Me pasaría
días enteros besándolo, días. Me giré para encontrarme que su amigo se
había ido.
—Será mejor
que entremos y te presente a todo el equipo, intentaré que no se te lancen encima
como leones sin comer durante días pero no prometo nada, son así no se lo
tengas en cuenta –Dijo él dándome un beso antes de coger mi mano y dirigirme
dentro. El corazón me iba a miles de kilómetros por hora.
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