— Princesa, levántate o llegaremos tarde –
Noté unos labios cálidos darme suaves besos en la parte superior de la cabeza y
en la frente. Me había quedado dormida entre los brazos de Erik. Estaba con la
cabeza apoyada en su pecho, que subía y bajaba con cada respiración. Estábamos
estirados en mi pequeña cama individual de apenas 80 cm de ancho. Era una buena
excusa para dormir apretados. El día anterior nos habíamos quedado dormidos
mirando una película, en realidad, unas cuantas películas.
Lo miré a través de mis pestañas, medio
dormida. Me devolvió la mirada y me maravillé con la vista. Tenía los ojos de color
azul profundo, el pelo revuelto y aún me estaba rodeando con los brazos. Sonreí
soñadoramente y le di un beso de buenos días. Me lo devolvió a la vez que me
apretaba más contra él.
Me entregó mis gafas de ver, que estaban en
la mesita de noche. Me las puse rápidamente y le di la espalda. No me gusta que me vean con las gafas puestas,
no me gusta cómo me sientan.
— No te escondas, sé que no te gusta que te
vean con las gafas de ver. Pero yo creo que estas increíblemente hermosa con o
sin gafas. Nunca lo olvides – Susurró mientras me acariciaba la espalda
cariñosamente. Miré por encima de mi hombro tentativamente y me encontré con su
sonrisa radiante. No pude evitar responderle con una sonrisa igual de grande.
Me levanté de la cama a regañadientes y abrí
el armario. Cogí unos tejanos con aspecto desteñido y una camiseta blanca y
negra con la bandera inglesa. Erik seguía sentado en mi cama, pasé por encima
de él para llegar a la cómoda y coger un sujetador limpio. Al ver lo que había
cogido, me lo arrancó de las manos y empezó a jugar con él. Me puse a reír ante
sus tonterías. Me miró divertido como si su intención fuera retarme, observar
mis reacciones.
— Así que esas tenemos… De acuerdo, si
quieres me pongo la camiseta sin sujetador. Entonces todos podrán ver claramente
mis atributos. ¿Es eso lo que quieres? – Bromeé, dirigiéndome hacia el baño,
moviéndome lentamente con el intento de llamar su atención. Una carcajada se
escapó de mis labios cuando me lanzó el sujetador con rabia.
Él ya traía una bolsa para cambiarse y
mientras yo me cambiaba en el baño como de costumbre, él se cambiaba en mi
habitación. Cuando salí, lo vi con el uniforme de fútbol y lo encontré más
guapo que nunca. Cada día está más guapo,
no lo entiendo. Suspiré, mirándolo simplemente. Se giró y yo me tiré en la
cama de espaldas, mirando al techo, cansada. A los pocos segundos, una sombra
me tapó la vista del techo, Erik estaba asomando la cabeza con curiosidad. Le
sonreí y se agachó para darme otro beso. No
me canso de sus besos, ni creo que lo haga nunca.
Desayunando, un cereal con forma de rosquilla
pequeña voló hacia mí. Lo desenganché de mi pelo y se lo lancé en la cara. Nos
pusimos a reír tan fuerte que salió mi madre de su habitación con el pelo
mojado a ver qué pasaba.
— Sois peores que dos niños pequeños, quiero
la cocina limpia de cereales – Soltó, fingiendo enfado. Cuando se giró, le
lancé uno de mis cereales. Solo notarlo, se giró, lo recogió y me lo lanzó
riéndose. No podía parar de reír mientras cereales volaban por la habitación
como si fuera la cosa más normal del mundo – Llegaréis tarde como no salgáis
ya, faltan 2 minutos para las 9. ¿Os llevo? – Añadió mi madre, todavía
riéndose, mientras miraba el reloj.
— No, vamos en el coche de Erik. Nos vemos
esta noche, te quiero – Dije yo antes de darle un beso en la mejilla y pasar
por la puerta con Erik pisándome los talones.
— Hoy es el último día de fútbol, tengo que
hacer las bolsas de regalo para los 100 niños. Solo de pensarlo me canso… –
Suspiré una vez dentro del coche. Noté una mirada preocupada por parte de Erik,
lo miré con una sonrisa.
— Te puedo ayudar con las bolsas si quieres –
Contestó tranquilo, mirándome durante unos segundos. Ya habíamos llegado. Salí
del coche, cerrando la puerta de un portazo.
— Tienes un grupo del que ocuparte, y
diplomas, copas y cosas que preparar. No quiero darte más trabajo, eso lo tengo
que hacer yo – Lo miré a los ojos, esos ojos que me tenían embrujada. Me acerqué
a él y él colocó sus manos en la parte baja de mi espalda, apretándome contra
su cuerpo.
— Como quieras, Princesa. Por cierto – Empezó
él, separándose de mí y girándose hacia la puerta de cristal – Roncas – Soltó mientras
atravesaba la puerta rápidamente. Me quedé con la boca abierta y al cabo de
unos segundos corrí hacia dentro, dispuesta a matarlo. Oí su risa melódica
mientras se alejaba.
— ¡Mentiroso! De esta no te escapas, guapo –
Le grité a su espalda, riéndome. Este
hombre saca lo mejor y lo peor de mí misma. Realza los dos extremos de mi
personalidad, no sé si eso es bueno o malo. Pero estoy dispuesta a averiguarlo.
Las horas pasaron y casi no vi a Erik en todo
el día, excepto al mediodía en el comedor. Esa tarde tenía práctica de fútbol y
yo no iba a ir, tenía que estar más con Raquel. Él lo entendió y quedamos para
vernos durante el fin de semana, a lo mejor yo iba a quedarme a dormir en su
casa. Pero no estaba hecho ningún plan, íbamos a improvisar sobre la marcha,
como siempre. Me encanta cuando de
repente se planta en mi casa con una película y palomitas. Fue lo que pasó el
jueves por la tarde, lo vi irse antes y ni siquiera tuve tiempo de despedirme.
Entonces una hora después, estaba en mi puerta. Adoro estas sorpresas, la
película en realidad era un maratón de A Todo Gas, un grupo de 6 películas de acción y coches que me encantan. Le
sorprendió el saber que compartíamos el mismo gusto por las películas. Así fue
como acabamos acurrucados en mi cama hasta la mañana de hoy.
— Eli, ¿Qué tienes en la cabeza? Desde que
estás con Erik, no hay quien te saque de tu mundo. Era… ¿El mundo de Yupi? –
Asentí hacia Raquel, que acababa de salir del despacho con mi bolso en la mano –
La calle Piruleta… El número… Se me ha ido. No me acuerdo, espera, tus dos
números favoritos: 5 y 7. Pues… ¿el 7? – Siguió Raquel pensativa mientras yo la
miraba con una sonrisa divertida en la cara.
— Nop, casi, es el 5. Gracias – Canturreé mientras
le quitaba el bolso de las manos y me lo colocaba en el hombro.
— A ver, cuéntame. ¿Te ha dicho algo más
sobre su súper prometida? – Preguntó, poniéndose seria de repente. La miré,
negando con la cabeza.
— Nada, tampoco he sacado el tema. ¿Qué más
hay que hablar? Creo que ya está todo dicho. Si te soy sincera, tengo miedo de
encontrármela. Porque como te dije, la vi en el campo de fútbol aquel día. Era
pelirroja. Creo que era ella, sino, era demasiada casualidad. Pero supongo que
no debo preocuparme hasta que de verdad aparezca delante de mis narices,
¿Verdad? – Pregunté, riéndome. Intentaba mirarlo de la mejor manera posible, no
quería pasarme días pensando en un tema que me carcomía por dentro de tal
manera. Miré a Raquel, que no me había contestado aún, para darme cuenta que no
me estaba mirando a mí, sino a algo frente a nosotras. Miraba muy fijamente,
con el ceño fruncido, como si estuviera intentando ver más allá de algo.
Me giré hacia delante, curiosa, y me quedé en
blanco. El color desapareció de mi rostro y perdí la fuerza de la mano que
sostenía el bolso. Un sonido sordo se oyó cuando mi bolso colisionó contra el
suelo, pero no le hice caso. Delante de nosotras, se encontraba una mujer alta,
muy delgada y con una poderosa melena rojiza. Jadeé, sin saber qué hacer o
decir. Me miraba fijamente, con cara molesta, como si yo fuera un bicho en el
cristal del coche que tuviera que apartar con la mano. Me giré hacia Raquel de
nuevo, intentando preguntarle qué hacer, pero ya no estaba allí.
Oh, no. No
me dejes sola en esta situación. ¿Qué tengo yo que hacer contra esta modelo
delante de mí? No entiendo por qué está aquí, le hizo daño a Erik con toda la
cara dura y ¿ahora pretende ganárselo otra vez? Por encima de mi cadáver.
Respiré hondo y vi a Raquel detrás de ella,
caminando hacia el coche de su padre. Resoplé y vi que se giraba para hacerme
una señal diciéndome que me llamaría más tarde para saber qué había pasado.
Asentí con la cabeza y me volví a fijar en la modelo-de-revista-y-ex-prometida-de-Erik.
Me aclaré la garganta y busqué mi voz.
— ¿En qué puedo ayudarte? Claramente sabes
quién soy, o no me estarías intentando partir por la mitad con la mirada –
Solté con más confianza de la que realmente sentía. No voy a dejarle ver lo mucho que me afecta su presencia. Erik es mío,
y nada ni nadie, va a conseguir que me separe de él. Y menos una modelo con
cara de perro. Levanté la barbilla, amenazante.
Soltó una risita tonta, tapándose la boca con
una manicura perfectamente falsa.
— Ai, cariño, ¿Crees que tienes algo que
hacer contra mí? ¿Tú? Mírate… Ni siquiera me llegas a las suelas de los
zapatos, enana – Habló con una voz irritante, demasiado aguda y chirriante. No
dejaba de reírse, como si pensara que la situación era algún tipo de broma.
Crucé los brazos sobre mi pecho y sonreí amenazadoramente, eso pareció pillarla
por sorpresa porque dejó de reírse.
— Primero, Cariño, no es que crea tener nada
que hacer contra ti, lo SÉ. Hay una cosa que se llama memoria, que resulta ser
una buena arma contra las zorras como tú, que se creen que pueden ir haciéndole
daño a la gente y salir impunes. No pienses ni por un segundo que Erik siente
algo por ti, porque odiaría verte desilusionada. Ahora que pienso, no lo
odiaría, en realidad disfrutaría como una ENANA con un juguete nuevo. No te
metas conmigo porque tienes todas las de perder BARBIE – Escupí con desprecio,
mirándola directamente a la cara. Por la expresión que cruzó sus ojos, no
estaba acostumbrada a que la trataran de esa manera, cosa que me hizo sonreír
aún más ampliamente. Va a aprender a no
meterse conmigo, si no lo aprende a las buenas, va a ser a las malas.
— Mira niña, iba a ser buena y dejarte salir
corriendo. Pero veo que me lo vas a poner difícil. Mira, te lo explico de
manera que lo entiendas. Yo estaba con Erik, y no me daba lo que yo quería,
entonces volví con su ex mejor amigo que parecía dispuesto a dármelo. Por cierto,
gracias por llamarme Barbie. ¿Tienes envidia de mi cuerpo? O tal vez de mí en
general… – Me fijé en lo que hacía mientras hablaba, estaba jugando con una
pulsera de plata preciosa con diferentes colgantes de colores. El colgante que
más me llamó la atención fue un brillante con forma de corazón que reflejaba la
luz en forma de arcoíris. Así que lo que
le quiere son cosas caras, ya veo. Esta mujer está mal de la cabeza.
— Lo de Barbie iba dirigido a lo plástica y
falsa que eres. Si todo lo que te cabe en ese cerebro de mosquito es el dinero
y las cosas caras, ¿Por qué sigues persiguiendo a Erik, después de plantarlo?
No tiene ningún sentido – Pregunté, sin entender nada. Empezando a cansarme de
la situación – Ah, se me olvidaba, es imposible que te quepa algo de sentido
común en la cabeza, si solo te sirve para aguantarte el pelo… – Añadí,
enfrentándola con la mirada. Se quedó mirándome, colorada, sin saber qué
responder. Me puse a reír y eso aún la molestó más.
— Tú, niñata. No te creas que te va a
preferir a ti, gorda y fea. Antes que a mí, delgada y preciosa como una Barbie.
Puedes hacerte todas las ilusiones que quieras, pero sabes que va a volver
conmigo. Solo tengo que encontrarlo y ya será mío. No quiero que te metas en mi
camino, ¿De acuerdo? – Gritó con voz penetrante mientras yo me reía. Caminó por
mi lado, chocando nuestros hombros a propósito. Resoplé.
— Prefiero ser gorda y fea, cómo tú dices, a
ser esquelética y creerme una princesa. Al menos soy auténtica. Yo quiero a las
personas por cómo son, por los valores que aportan, por las sensaciones que comportan.
No por los regalos que den. Para mí, el mejor regalo que Erik puede darme es
una de sus preciosas sonrisas o uno de sus increíbles besos y eso sin hablar de
sus miradas impresionantes con esos ojos azul-me-derrito. Si vas así por la
vida, acabarás sintiéndote sola aunque no lo estés, y eso es muy triste. Erik
busca más que eso, más de lo que tú puedes ofrecerle – Contesté, enfadada. No puedo creerme lo que estoy oyendo, ¿Se
cree de verdad que puede conseguir a las personas de ésta manera?
Impresionante. No puedo siquiera considerarla persona, es inhumana.
No contestó, pero jadeó e hizo un sonido que
pareció un “JÁ” malvado. Mis carcajadas eran en ese momento incontrolables. Esta situación es tan irreal, que parece
sacada de una película. No quiero ser una novia celosa, pero esta mujer me está
poniendo muy difícil el hecho de quedarme de brazos cruzados y no hacer nada.
— Una cosa más. ¿Te gusta tu pelo? – Añadí
con tono burlón. Me miró confusa y desconfiada. Sonreí más ampliamente y ladeé
la cabeza cuando no respondió.
— Claro, es perfecto, ¿No lo ves? –
Respondió, a la vez que lo lanzaba hacia atrás con una mano de manera
exagerada. Se había girado para enfrentarme.
— Pues como no des la vuelta ahora mismo, te
metas en tu coche y te largues, te voy a arrancar pelo por pelo hasta dejarte
la cabeza tan brillante como una bola de bolos, ¿De acuerdo? – Aclaré, con voz
angelical mientras pestañeaba repetidamente, aparentando inocencia. Puso cara
de susto y se giró bruscamente en dirección al parking mientras yo la observaba
con diversión. La saludé con la mano, sonriendo, cuando me miró a través del
cristal del coche cuando se iba.
En el segundo en el que el coche desapareció
de mi vista, me derrumbé en el suelo perdiendo la sonrisa al instante. ¿Qué acaba de pasar? ¿Cómo me ha salido la
gata malvada de dentro? No pienso permitir que me arrebate aquello que tanto
quiero y deseo. No tiene ningún derecho a aparecer de la nada y esperar que
todos estemos a su servicio. ¿Cómo pudo hacerle eso a Erik? Salió con él y
cuando se cansó volvió con su ex mejor amigo, eso no tiene nombre. Si todo lo
que le importa es el dinero, no entiendo por qué ha vuelto. Puede que ya tenga
todo el dinero que quería y ahora quiere a una persona que la quiera por ella
misma y no por el cuerpo. No entiendo qué fue lo que Erik vio en ella, no me
cabe en la cabeza.
Mi móvil vibró en mi bolsillo y sin mirar
colgué, no tenía ganas de hablar con nadie en ese momento. Me levanté del suelo
y me fui andando hasta mi casa.
Si se
enamoró una vez de esa mujer, puede hacerlo otra vez. Puede que haya parecido
muy confiada al hablar con ella, pero ahora me siento como si hubiera gastado
toda la confianza que me quedaba. Noto que me falta mucha confianza en mí misma
para poder combatir a esa modelo. Ella supo que mi inseguridad era un punto
débil al que atacar, y lo ha utilizado. Me he librado por esta vez, pero no
creo que se dé por vencida. Vi en sus ojos desesperación, y una mujer por
desesperación puede hacer lo que sea. No es que no confíe en Erik, no confío en
ella. Y no puedo evitar pensar que ella es superior a mí en algún sentido, que
está la posibilidad de que la escoja a ella por encima de mí. No, no puedo
pensar así. Es demasiado doloroso. Creo que al fin y al cabo, no voy a verlo
este fin de semana. No quiero contarle que la he visto, y que me he peleado con
ella. Parecería un ataque de celos y que no confío en él, pero sé al mismo
tiempo que no puedo simplemente ocultárselo. Porque si sabe que lo sabía y no
le dije nada, va a ser peor. Puedo esperarme al lunes para contárselo, no creo
que durante el fin de semana se atreva a presentarse en su casa e intentar
algo. No, nononononono, ahora tengo esa imagen en la cabeza y no voy a poder
quitármela de encima. Que ansiedad, no quiero estar preocupada por los
movimientos de esa arpía. Necesito a Raquel.
Cogí de nuevo mi teléfono mientras caminaba
hacia mi casa y marqué el número de Raquel. Dos pitidos más tarde, Raquel
contestó.
— ¿Eli? Cuenta, ¿Qué te ha dicho? ¿Qué ha
pasado? – Me atosigó a preguntas antes siquiera de poder saludarla. Suspiré.
— Te necesito, Schwester, ¿Me puedes pasar a buscar en media hora?
Prefiero pasar el fin de semana contigo. Aparte, tenemos cosas de las que
hablar. Tú tienes un Príncipe Azul al que enamorar, y yo tengo una zorra a la
que matar – Gruñí, antes de colgar.