lunes, 29 de abril de 2013

Capítulo 43


Sonó el despertador y parecía que sonaba más temprano. Estoy agotada, solo quiero dormir un poco más. La razón, para variar un poco, es Erik. Pasarme casi la noche entera hablando por teléfono no creo que sea lo más saludable. Pero me hace inmensamente feliz. Me da igual no dormir nunca más mientras la razón sea el haber estado hablando con él.
Me levanté, pero solo porque pensé que iba a verlo en breve y estaba deseándolo. No podía evitar desear con todas mis fuerzas estar entre sus brazos de nuevo. Espera, ¿Qué día es hoy? Cogí el teléfono y miré el día y la hora. Miércoles, hoy es miércoles, eso solo quiere decir una cosa… Excursión. Mierda. Toca Liceo. Y no sería tan pesado si no fuera SOLA. Riri va con los pequeños no-sé-dónde y va justamente con los de fútbol. El grupo de los pequeños tenía pocas monitoras para la excursión, así que no he tenido otra opción. Suspiré, de repente perdí todas las ganas de ir y tuve la gran, inmensa tentación de volver a la cama y no salir de ella. Pero no lo hice, lo voy a ver ahora, porque me pasa a buscar, y luego por la tarde puedo quedar con él. Vale, voy a sobrevivir a este día, se me va a hacer eterno pero va a pasar eventualmente. Vamos allá.
Me coloqué unos leggins azul oscuro y una camisa larga de color turquesa, me lavé los dientes, me peiné rápido y me puse las lentillas. Tiempo récord. No recuerdo la última vez que tardé apenas 10 minutos para hacerlo todo. Fui a la cocina rápido y cogí un trozo de pan con queso. Mientras comía, le envié un mensaje a Erik para que me recogiera más temprano. Quiero pasar más tiempo con él, aunque sea sin hacer nada. A lo mejor puedo aprovechar un poco antes de irme a la excursión.
Me sorprendió que de repente el timbre de la puerta sonara. Miré a mi móvil y Erik aún no había contestado a mi mensaje. Miré a través de la pantalla antes de salir y vi su sonrisa. Estaba casi enganchado a la cámara con una sonrisa divertida y traviesa. No pude evitar reírme ante su estupidez. Adoro a este hombre que se comporta como un niño. Siempre me arranca una sonrisa.
Corrí a través de la puerta apenas abriéndola para pasar. Sin poder evitarlo, pasé a toda velocidad a través del jardín delantero y abrí de un golpe la puerta de fuera. Sin poder reaccionar de ninguna manera, sus brazos estaban a mi alrededor antes siquiera de que pudiera moverme en su dirección.
Su olor me envolvió como si yo fuera un regalo, especial. Enterré mi cabeza en su duro pecho y me dejé envolver. Tenía una mano en mi espalda, manteniéndome enganchada a su cuerpo, y la otra en mi pelo, acariciándome. En sus brazos me sentía segura, protegida, querida. No quiero moverme nunca, me quiero quedar aquí para siempre.
Me separó un poco de él y movió la mano que tenía en mi pelo hacia mi nuca y me acercó a su boca. Sonreí y lo besé con todas las ganas que tenía. Le despeiné, ganándome un gruñido.
Una cosa que me encanta de tener novio, es tener ropa suya, sobretodo una chaqueta cuando hace frío. Qué mala suerte que justamente haya empezado a salir con él en verano. Ante ese pensamiento no pude evitar reírme mientras le besaba. Me separó y me miró con ojos curiosos y preciosos, para variar.
— ¿Qué me he perdido? — preguntó sin poder evitar reírse ante el sonido de mi risa no muy bien disimulada. Lo miré con ojos soñadores. Él es mi sueño hecho realidad.
— Es una tontería en realidad, una estupidez de las mías, para variar — Contesté aun riéndome. Miré hacia otra parte con vergüenza, pero no duró mucho porque su mano se posó en mi mejilla obligándome a enfrentarlo. Suspiré, Siempre consigue lo que quiere de mí, no puedo evitarlo. Tiene mucho poder sobre mí, y eso en un principio me daba miedo, pero ahora no.
— Suéltalo, o tendré que sacártelo a base de cosquillas. Tú misma – Me amenazó con una sonrisa en la cara y una ceja levantada. Me había avisado y sus manos ya estaban creando camino a través de mi espalda. Me estremecí.
— Vale, vale. Que lo que más me gusta de tener novio es tener su ropa. Pero en invierno es mejor, porque me encanta tener la chaqueta de un chico, me hace sentir especial e importante. Pero ahora mismo, es imposible tener frío si te tengo tan cerca, aparte de que es verano – Solté de un golpe antes de que me arrepintiera. Me miró sorprendido, está claro que no era lo que se esperaba. Nos reímos los dos como dos tontos.
— Estupideces de las tuyas, como tú dices, son lo que hace mi día especial. Tú haces mis días especiales – Susurró. Me quedé mirándolo con la boca abierta. Que pomposo por favor… Me encanta. Nos miramos durante unos segundos sin decir nada y empezamos a reír de repente los dos a la vez.
— ¿Demasiado cursi? – Preguntó entre carcajadas, cosa que nos hizo reír aún más. Me puse de puntillas.
— Sí – Contesté son una sonrisa inmensa. Le di un beso corto, pero lleno de ternura – Pero – Otro beso – Me – Otro – Encanta – Otro beso más largo – Me encantas – Otro beso aún más largo, y esta vez le mordí el labio inferior. Una sonrisa grande como el universo se formó en su cara y yo la percibí a través de mis labios. Sus sonrisas son aún más increíbles si las detecto a través de mis labios, que no a través de mis ojos.
— Bueno, deberíamos ir tirando, que sino llegaremos tarde y ninguno de los dos podrá ir a las excursiones – Me dijo mientras me daba besos en la mejilla.
— Pues eso suena tentador, podríamos no ir – Dije yo, apretándome a él. Lo oí suspirar. Noté su respiración en mi cuello segundos antes de que sus labios se posaran allí. Me hizo cosquillas con su respiración y me mordió el cuello. Cuando se separó miró mi cuello con cara divertida. Oh, no. Por favor que no me haya marcado. Lo miré enfadada y eso solo provocó que se pusiera a reír. Se apartó y caminó hacia la puerta del conductor.
Me acerqué al coche y me paré delante de la puerta sin abrirla. Miré a mi reflejo y me fijé en una mancha rosada en mi cuello. Será… Oh, sí, se va a enterar…
Abrí la puerta del coche y me tiré dentro. Cuando reboté en el asiento, Erik estalló en carcajadas, y al oír ese sonido tan hipnotizante no pude evitar unirme. Negó con la cabeza riéndose y arrancó el coche.
Cuando aparcó, no quería bajarme, porque eso querría decir que en breve iba a acabarse la mañana con él. Así que cuando se bajó del coche, no me moví. Me sonrió desde fuera y me envió una de sus miradas traviesas. Del tipo que quería decir que aceptaba el reto. Oh-oh. Me va a sacar del coche a la fuerza. Sonreí. Pues que lo intente. Crucé los brazos sobre mi pecho y miré fijamente hacia el frente, negándome a mirarlo a él. Sabía que si lo miraba aunque fuera un microsegundo, estaría perdida. Perdida en sus ojos, en sus labios, en sus caricias. No, no quiero salir. Debo parecer una niña pequeña buscando atención, pero en realidad solo estoy mirando a ver cómo reacciona. Aparte, claro, que adoro cuando me toca, por mínima que sea la caricia.
La puerta a mi lado se abrió de un golpe y yo seguía con el cinturón puesto. Seguía negándome a mirarlo, esos ojos pueden conmigo. Noté que se acercaba e hice mi mayor esfuerzo para no ponerme a reír o algo similar. Me rodeó con un brazo y oí el clac del cinturón al desabrocharse. Me lo quitó con cuidado, rozándome con su brazo y mano apropósito.
De repente noté su brazo debajo de mis piernas mientras el otro se interponía entre mi espalda y el asiento. En pocos segundos estaba totalmente separada del asiento y entre sus brazos. Cerré los ojos disfrutando de la sensación y le rodeé el cuello con un brazo.
— Princesa, abre los ojos – Noté su respiración en mi cara, haciéndome cosquillas. Abrí los ojos, y me lo encontré a centímetros. Una sonrisa le iluminaba la cara, haciendo que unas pequeñas arrugas se le posaran en los laterales de los ojos. Pude ver claramente el color de sus ojos increíblemente azules. El borde del iris era más oscuro y eso solo provocaba que se viera aún más claro lo demás. Me encantan sus ojos, creo que no ha quedado lo suficientemente claro – No te has resistido mucho, me esperaba más de ti, cariño – Su voz me sacó de mi mundo. El tono que usó para llamarme cariño me provocó piel de gallina. Solté una risita.
— No puedo contra ti, una mirada y me tienes deshecha. No es justo – Dije empezando a reírme, miré hacia el cielo intentando distraerme de las sensaciones que me provocaba el sentir sus fuertes brazos sosteniéndome en el aire. Antes de que me diera tiempo de volver a mirar sus ojos, sus labios se apoderaron de los míos. Le di la bienvenida al beso sin pensármelo dos veces. Cada vez que pienso en él, o estoy con él, me encuentro en un mundo diferente. Yo lo llamo el mundo de Yupi, para ser más exactos, vivo en la calle piruleta número 5. Estoy constantemente allí, cada vez que estoy ausente.
— Eres adorable – Susurró contra mis labios antes de besarme de nuevo. Ajá, en el mundo de Yupi he dicho. Definitivamente. 

domingo, 21 de abril de 2013

Capítulo 42


Seguí caminando por el campo de fútbol debajo del sol abrasador. Uff, que poco me gusta el sol y el calor, me sientan mal. Me mareo y me siento débil. Además, en invierno, si tienes frío te pones más capas de ropa, en cambio, en verano, por mucho que te deshagas de ropa, sigues asfixiado de calor. No me gusta nada. Suspiré  y me coloqué bien las gafas de sol, que se me estaban resbalando por el puente de la nariz. Llegué al lado de un monitor, que me sonreía como si  me conociera de siempre. Le sonreí, no sin sentirme ligeramente incómoda.
— ¿La lista de asistencias? – Le pregunté cordialmente. En respuesta, simplemente asintió con la cabeza y me entregó un papel que tenía en las manos, como si ya hubiera estado preparado para dármelo. Como si me hubiera estado observando. Esto me ha dado un poco de grima, o simplemente aún estoy trastocada por el ataque de Jaime. Estoy siendo paranoica, no debería creerme todo lo que pienso. Intenté sacármelo de la cabeza y empecé a escribir en la lista que tenía en las manos.
Cuando hube acabado, me giré y la vista más increíble me golpeó. Me quedé sin aliento, incapaz de moverme, por nada del mundo.
Erik, sonriendo como un niño pequeño y levantando a un enano de los de su grupo. Estaba con los brazos extendidos por encima de su cabeza y el niño parecía que estuviera volando por los aires. Él le daba vueltas y lo hacía reír a carcajadas. Como ya he comentado antes, adoro a los hombres con traje, y con niños. Erik con los niños tiene algo, como una conexión. Es tan adorable, a veces no se puede diferenciar entre el niño y él. Me encanta este lado de su personalidad. Puede ser muy protector y macho, pero luego tiene esa cara tan adorable y esa actitud de niño. Es como dos caras de una moneda, y las adoro a las dos. Dicen que todo el mundo tiene una parte oscura, y que si de verdad quieres a una persona debes querer también esa parte. La parte oscura de Erik son sus celos, inseguridades y pequeños insignificantes defectos. Una vez aceptado todo eso, es posible aceptar por completo a una persona, sin medias tintas, sin dudas. Yo acepto sin ninguna duda a Erik, con todas sus cosas. Ahora esperemos que me acepte a mí con mis cosas, complejos e inseguridades.
De repente, Erik dejó de moverse y dejó al niño pequeño en el suelo. A lo mejor debería dejar de babear tanto por mi novio. Mmm... NUNCA. Sonreí tanto que mis mejillas me dolían, podía notar el color subir por mi cuello y posarse en mis pómulos ya de por sí de color rosa. ¿LA razón? ERIK, sin duda. Había dejado de jugar con el niño porque me había visto mirarlo con cara soñadora. Su sonrisa se agrandó aún más que cuando estaba jugando, si eso era siquiera posible. Además, no solo se agrandó, sino que llegó a sus ojos, y tomó un brillo travieso. Esa mirada y esa sonrisa, eran totalmente diferentes a las anteriores. La sonrisa de antes era de diversión y cariño hacia el niño. En cambio, la que formaba parte de su cara en ese momento era diferente, aunque mantenía el rastro de diversión, era más seria, más pasional. Me puso la piel de gallina y mi cuerpo se quedó petrificado. Seguía plantada en el suelo sin poder moverme un centímetro.
Tenía sus brazos a sus costados, como si no tuvieran fuerza. Seguro que está cansado, puedo ver como su pecho sube y baja a gran velocidad, está cansado. Me miraba fijamente, como si con solo mirarme, ya fuera feliz. Tomé una respiración profunda y seguí maravillándome con la vista.
Mis ojos acariciaron su cuerpo como la brisa. Pasé de sus piernas fuertes a su vientre plano con abdominales escondidos por la camiseta azul eléctrico, entonces llegué a su pecho, grande, ancho y fuerte. Un pecho al que adoro moldearme, no puedo evitar apoyarme en él cada vez que lo tengo cerca. No puedo evitar relajarme al sentir sus brazos a mí alrededor. Ante ese pensamiento, vi sus brazos, fuertes, trabajados, con sus músculos tensos. Los brazos son una debilidad para mí, es impresionante. Me encantan, no puedo evitarlo, son mi debilidad. Sobretodo cuando me levanta, o me rodea con ellos. Uff, me pueden. Y a través de sus brazos, me encontré con sus hombros, haciéndolo parecer un armario. Sus hombros... el lugar perfecto para colocar mi cabeza. Parece como si encajara su cuerpo completamente con el mío. Como si perteneciéramos en uno con el otro. Paseando a través de sus hombros, acaricié mentalmente su cuello y coloqué mi mirada en su marcada mandíbula, Creo que no hace falta decirlo, pero es otra cosa que me vuelve loca, la mandíbula perfectamente marcada. Adoro besar su mandíbula, es lo que lo hace tan varonil y perfecto. Luego, descubrí su boca, con esos labios perfectos, ni muy delgados ni muy gruesos, simplemente perfectos. Esos labios que se adhieren a los míos como si fueran parte de mí. Cuando me besa no puedo pensar en nada más, es como un hechizo del que no hay salida alguna. Me tiene colgando de su cuello y comiendo de la palma de su mano. Y no creo, realmente, que sepa la magnitud del control que tiene sobre mí, ni creo que lo averigüe nunca. Cuando esos labios dibujan una sonrisa, sobretodo cuando la sonrisa es para mí o causada por mí, mi mundo se detiene. Todo se para, nada tiene sentido, solo él. Pasé entonces, a su nariz, pequeñita y redondilla. A continuación su pelo, ni muy corto, ni muy largo. Lo suficiente para que yo pueda enterrar mis dedos y enredarlo durante un beso. No me gusta en pelo corto corto en los chicos, porque entonces, ¿Con qué juegas mientras los besas? Exacto.
Y por último, la parte que más me ha enamorado de él, desde el principio de todo. Sus ojos. Los ojos más increíbles que he visto en mi vida, no sé por qué, pero sigo siendo tan débil contra ellos como cuando lo vi por primera vez. Son tan azules, profundos y expresivos que ni siquiera puedo describirlos con claridad. Me nublan el pensamiento. Cuando mi mirada se posa en esos dos faros azules como el mar y el cielo fusionados, no puedo hacer nada. Soy una roca inerte, sin poder pensar ni actuar con sentido común. Sus ojos son los que tienen un verdadero hechizo sobre mí, nunca unos ojos habían tenido tanto efecto sobre mí. En realidad nunca me había sentido así respecto a nadie. Mi mundo entero está controlado por él, no creo que jamás pueda vivir igual. Si algún día no lo tengo a mi lado, sé que me voy a derrumbar. Es un pilar para mí, he perdido demasiado como para perderlo también a él. Supongo que mi expresión debe haber cambiado mientras mis pensamientos divagaban por los mares de mis sentimientos hacia él, porque de repente no tiene la misma expresión. Está mirándome preocupado. Levantó un brazo y con un dedo, me indicó que fuera hacia allí.
Pero eso no es lo que hice. No fui simplemente hacia allí, CORRÍ hacia allí. En el instante en el que empecé a correr, separó los brazos de sus costados y los abrió para acogerme en sus brazos. En menos de lo que dura una respiración completa, salté y rodeé con los brazos su cuello. Cuando sus brazos me aseguraron contra su cuerpo, mi pecho se amoldó al suyo y olí su perfume embriagador, me relajé. Las dudas que en un momento me habían abrumado, de repente no cabían en mi interior. Estaba demasiado ocupada manteniéndome lo más cerca posible de él. La sensación de estar sujeta por él era tan indescriptible que me sentía en el cielo.
Acarició mi pelo con una mano, mientras la otra estaba colocada en la parte baja de mi espalda. El pulgar de la mano que estaba en mi espalda empezó a dibujar círculos, como si supiera que algo me atormentaba y tuviera que calmarme. Puede que sea verdad y yo sea como un libro abierto. Aunque solo me pasa con mi madre, ella siempre sabe perfectamente cuando me pasa algo aunque lo esconda con mi mejor sonrisa falsa. Ah, perdón, también Raquel. Son unas expertas quitándome la máscara. Pero que lo haya hecho con tal facilidad Erik, eso me llena de una sensación que ni siquiera sé cuál es. Es impresionante, saber que se ha fijado en mis expresiones, en mí, lo suficiente como para que sepa cuando algo me atormenta y cuando no.
— ¿Pasa algo, Princesa? – Preguntó con voz suave, y sentí como si fuera de derretirme. No contesté y me apreté más contra él. ¿No lo estoy asfixiando? Debo tener un agarre increíblemente fuerte alrededor de su cuello, pero no parece notarlo. Sigue acariciándome la espalda con el pulgar. Me separó un poco para mirarme a la cara y ver por sí mismo si pasaba algo. Cuando vio mi cara, frunció el ceño y la mano que tenía en mi pelo se posó en mi mejilla. Sonreí, intentando de una vez, ahuyentar todas las dudas que había tenido. Me acercó a él y me besó. Y vaya un beso. Puedo haberlo besado durante horas y muchas veces, por no hay manera humana de no maravillarse contra esos labios suaves y cálidos ganándose terreno hacia mi corazón. Suspiré durante el beso y paró.
— Enserio, ¿Qué ocurre? – Preguntó de nuevo, pero esa vez con tono mordaz. Esa vez tenía que contestar, respiré profundamente – Suéltalo ya, me estás poniendo nervioso – Añadió al ver que me costaba. Me acerqué más a él, apretando mi agarre en su cuello.
— Nunca me dejes, ¿Vale? No me creo capaz de soportarlo, no puedo perderte... Yo... – Solté, mirando hacia otra parte intentando que no viera la desesperación que se había apoderado de mí.
Suspiró y colocó la mano en mi barbilla obligándome a mirarlo a los ojos. Cuando lo miré a los ojos vi que no había ni una pizca de duda en ellos.
— Nunca te voy a dejar, te lo prometo. No puedo permitírmelo. Sería imposible para mí conseguirlo, me vería a mí mismo persiguiéndote, rogándote al cabo de horas o incluso minutos. ¿De acuerdo? No quiero que tengas duda alguna de lo que siento por ti, ninguna – Dijo, serio, justo antes de besarme pasionalmente. Entonces me dejé derretir entre sus brazos, me dejé convencer por sus palabras. Me dejé llevar por mis sentimientos.

jueves, 11 de abril de 2013

Capítulo 41


Me dirigí hacia el campo de fútbol con la sonrisa aún en la cara. Bien, de momento ya he conseguido que Raquel sacara lo que lleva dentro, ahora solamente falta averiguar si Quim siente lo mismo por ella. Yo creo que sí, porque cosas como esta no son fáciles de esconder y por lo que he visto, tampoco no se le da bien esconderlas. Siempre acabo descubriendo cualquier cosa que Raquel me esconda, no sé ni por qué lo intenta. Cada vez que esconde algo, tiende a enviar siempre la conversación hacia la otra persona, como si tuviera miedo de hablar y soltarlo sin querer. Intenta hablar lo menos posible y eso es totalmente contradictorio a su personalidad, por eso sé exactamente cuando no quiere decirme algo. La conozco como si fuera mi hermana real.
Caminando por el campo, vi a una figura azul moverse hacia mí. Me giré enfrentándolo y una sonrisa creció en mi rostro sin remedio. Erik. Debió volver al campo mientras hablaba con Raquel. Vi su sonrisa radiante y mi cerebro reaccionó enviando escalofríos por todo mi cuerpo a pesar de la elevada temperatura del ambiente. Solo verle, sus ojos azules me golpean como si fuera la primera vez que los viera. Tiene exactamente el mismo efecto, todo él, ahora que cuando lo vi por primera vez en medio del pasillo. Parece una eternidad mirado desde este momento, pero en realidad solamente hace unas semanas. Ha pasado tanto en estas semanas que parece sacado de una película romántica. Pero en las películas románticas siempre aparece un problema que hace tambalearse la relación, eso aún no ha pasado porque sus dudas fueron previas a la relación. Normalmente es algo que hace cuestionarse la certeza de la pareja. La verdad es que nuestro caso es un poco diferente, hay una diferencia de edad, pero él no lo aparenta y su edad mental puede que esté incluso por debajo de la mía, pero eso es lo que lo hace especial.
Sin tiempo a otro latido más, atravesó los pocos pasos que nos separaban y me rodeó con sus brazos. Reí y me apreté contra su cuerpo, era capaz de oler su esencia a hombre que tanto me gustaba. Podría quedarme rodeada por sus brazos toda mi vida, es como si tuviera un estilo de hechizo sobre mí, que no me permite pensar en nada ni nadie más. Tiene mi cabeza totalmente bajo su control.
— Vamos, Erik. La vas a romper al final. Deja de hacer tonterías y déjala pasar lista tranquila que ya ha perdido suficiente tiempo cuchicheando con Raquel. Chicas... — Dijo Quim, que de repente estaba a nuestro lado mirándonos con envidia. ¿Cuándo ha aparecido? Ha sido como un fantasma, o puede que estuviera tan distraída por Erik que podría haber caído una bomba que no me hubiera enterado. Será eso.
— Es mía, puedo hacer lo que quiera, ¿Verdad? — Contestó Erik, mirándome con los ojos brillantes. Le miré a los ojos con expresión soñadora y le regalé una sonrisa tan grande como un corte de sandía. Me apretó más a él, ya que aún estaba en sus brazos, y me besó tiernamente. Sonreímos ambos en medio del beso, demostrando a todo el mundo y a nosotros mismos lo mucho que pertenecíamos el uno con el otro. Por favor, no me dejes nunca, nunca, nunca. No me creo capaz de superarlo. La verdad es que el tiempo es indiferente cuando encuentras a la persona correcta. Es un riesgo necesario en este caso, necesario para la propia felicidad. En tan poco tiempo te has ganado tal lugar en mí que no deja de asombrarme. No me sorprende el haberme encaprichado tan fácilmente, porque soy muy enamoradiza, como ya ha quedado claro anteriormente. Pero lo que sí me sorprende es su capacidad de conseguir mantenerme cada día más enganchada, cada día descubro una faceta suya o me maravillo por una ya conocida. No creo que nunca me canse de mirar fijamente a sus ojos y perderme en su profundidad, o de notar sus brazos rodearme y sentir la calidez que recorre mi cuerpo. Son sensaciones irreversibles e irremediables a su alrededor. A su alrededor, exactamente donde quiero estar.
— Venga, ponte a trabajar o sino sí que le daremos una razón sólida al director para separarnos — Dije separándome unos centímetros para recuperar el aliento que él me robaba cada vez que sus ojos sobrehumanos me miraban. Suspiré mientras me miraba fijamente, negándose claramente a separarse. Sonreí y acerqué mis labios a los suyos, haciéndole pensar que iba a besarlo. Pero cuando separó los labios ligeramente para darle la bienvenida al beso le mordí el labio inferior juguetonamente. Gruñó y me besó con fiereza y no pude resistirme, le rodeé el cuello con los brazos y me apreté contra su pecho, notando a través de mis labios su sonrisa radiante.
Cuando el hecho de respirar se convirtió en un problema nos separamos y me besó tiernamente la nariz, consiguiendo una risita tonta por mi parte. Este hombre me puede. Sabe exactamente cómo derretirme, me encanta. Nunca me había sentido tan conectada con alguien, tan enganchada.
Pasé a través del campo a pasar lista, y como era lógico el que estaba más cerca, con una sonrisa en la cara, mientras negaba con la cabeza como si no quisiera mirar más, era Quim. Envidioso.
— Buenos días señor envidioso. ¿Tienes la lista? — Le pregunté sonriendo, al ver que se reía por mi acusación, me reí sin poder evitarlo — Venga, seguro que estás ocupado, no quiero molestar — Añadí al ver que no movía ni un músculo. Asintió con la cabeza y se movió hacia su mochila, y justo al lado estaba la lista con las asistencias. Me la tendió y lo miré intentando descifrar su expresión, ya que había cambiado de repente. Pude observar entonces, que no me estaba mirando a mí realmente, tenía la mirada fijada en algo detrás de mí. Miré por encima de mi hombro, sin siquiera preocuparme por disimular. A lo lejos pude ver a Raquel mirando un papel con Tete justo al lado muy juntos y concentrados. Estoy segura que es solamente algo del colegio, Tete es muy mayor, y encima diría que tiene pareja e hijos. Pero es raro que Quim no lo sepa, si se conocen muy bien entre ellos. Pero eso no creo que evite el hecho de que se ponga celoso, porque los celos normalmente al principio salen por las cosas más tontas y luego ya empiezas a darte cuenta de que es una tontería, solamente si llegas a estar con esa persona, claro. Supongo que Quim y Raquel siguen en la etapa ni siquiera sé que me gustas, entonces es totalmente entendible que él tenga celos por todo, si ni siquiera sabe que Raquel le corresponde. Es un tema delicado, porque los sentimientos de cada persona son personales, como bien dice la palabra, entonces eso hace exclusivo el hecho de aceptarlos y afrontarlos. Así que no voy a presionar, solamente voy a esperar a que lo deje ir cuando esté preparado. Exactamente lo que hice con Erik, aunque se podría decir que algo de presión sí que hice. Sonreí ante ese pensamiento. Miré de nuevo a Quim esperando que cambiara la cara, pero no lo hizo. Justo lo contrario, frunció el ceño de tal manera que por un momento pensé que sus cejas iban a convertirse en una sola. Solté una risa silenciosa y seguí pasando lista, dejándolo solo con sus pensamientos, fueran los que fueran.
Cuando hube acabado, decidí colocarle la hoja en la cara en vez de tendérsela. Porque estaba completamente segura de que no la hubiera visto, sino. Me reí mientras, sobresaltado, cogía la hoja y el color teñía sus mejillas morenas por el sol. Sus ojos oscuros aún se oscurecieron más al mirarme sin entender nada. Me reí aún más fuerte, ganándome una mirada enfadada por su parte. Empezó a girarse, no sin mirar de nuevo hacia Raquel, Como no.
— Campeón, ¿Cuánto tiempo vas a seguir en negación? No es sano, ¿Lo sabías? – Dije antes de siquiera darme cuenta de que estaba hablando. Paró en seco y me miró con los ojos abiertos como un cordero antes de ser degollado. No me contestó. Supongo que pensará que lo ha soñado o algo, porque parece que hubiera perdido la capacidad de hablar. Levanté las cejas, preguntando. Así dejo evidente que no lo decía de forma retórica, ni que lo ha soñado. Es real, y va a tener que darme alguna respuesta, quiera o no.
— Eh… Emmm… No… Yo… – Empezó sin saber exactamente cómo expresar lo que en ese momento le pasaba por la cabeza. Negó rápidamente con la cabeza, como si intentara sacarse las dudas y las ideas incompletas de la mente – No sé de lo que me estás hablando, Eli. Sí, tenías razón. Estoy ocupado y empiezas a molestar – Soltó sin poder contenerse. No me lo tomé mal, porque yo fui la primera que soltó un tema que no quiere abordar y lo entiendo. Así que se lo perdoné sin siquiera pensármelo. Asentí con la cabeza, con una sonrisa de disculpa en la cara. Me giré y me fui a molestar a otro monitor. Suspiré. Esto de intentar que la gente se enfrente a sus sentimientos es muy cansado, tendré que buscarme otro trabajo. 

lunes, 8 de abril de 2013

Capítulo 40

Capítulo 40

De acuerdo, yo ya he tenido suficientes emociones por hoy, ahora toca ayudar a mi mejor amiga. Necesita sacar lo que lleva dentro. No puede esconder la atracción que siente por Quim mucho tiempo más, así que voy a intentar sacarle información.
Paseando por el pasillo con la lista de asistencias en una mano y en la otra la Coca-Cola que no me había acabado aún. A ver si ha pasado algo más con Riri y Quim, podría ser. Aunque no lo creo, después del rechazo de los dos el otro día lo veo difícil. Parece como si los dos tuvieran miedo de salir heridos. Pero si no se arriesga no se gana, no podemos vivir con miedo, es lo peor que hay.
Atravesé la puerta que daba al campo de fútbol y el sol me cegó de repente. Saqué las gafas de sol que colgaban del cuello de mi camisa y me las puse, notando el alivio al instante. Al llevar lentillas, el sol me molesta el doble, necesito llevar las gafas de sol. Aunque con estas gafas parezco una turista. Son muy grandes y negras, parece que sea una famosa que quiere esconder su identidad, por eso me encantan.
Cuando Raquel me vio, fue corriendo hacia mí. Le sonreí, indicando que estaba bien, la cara preocupada que llevaba no me gustaba nada.
— ¿Cómo estás? – preguntó con voz seria y enfadada. ¿Enfadada? ¿Por qué está enfadada? Asentí indicando que estaba bien, fruncí el ceño en su dirección intentando pensar en una razón por la que pudiera estar enfadada – ¿Cómo te atreves? – Preguntó, de nuevo enfadada. Ladeé la cabeza confusa.
— ¿Qué? ¿Por qué estás enfadada? – Pregunté totalmente fuera de mí, no sabía a qué se refería.
— ¿Cómo te atreves a preocuparme así? ¿Volveremos a pasar por lo mismo? ¿Volveré a pelearme contigo porque no comes? Otra vez no, Eli. ¿Te gusta marearte y encontrarte mal? No lo entiendo, ya pasaste por eso una vez, ¿Te acuerdas? ¿Has comido? – Habló muy rápido, sin dejarme tiempo de responder a ninguna de las preguntas formuladas. Suspiré.
— No volveré a pasar por lo mismo, no he tenido tiempo de comer estas semanas, no es que haya dejado de comer como esa vez. No te preocupes tanto, he estado muy estresada con todo, hoy he oído a Erik decirle al director que no tenía nada conmigo y que tampoco quería y sin darme cuenta he perdido el conocimiento. Supongo que estoy manejando más estrés del que puedo. Sí, he comido, me he comido mi bocadillo antes de tiempo y el director me ha comprado una Coca-Cola. ¿Contenta? – Pregunté, hablando rápido también, sin dejarle tiempo de objetar nada. No quería escuchar su sermón otra vez. Suspiré de nuevo, cansada de pelearme con la gente. Bebí de la lata que tenía en la mano, acabándomela finalmente. Con lo poco que me gustan las peleas, últimamente tengo más de las que puedo controlar. No lo entiendo.
— Y ahora a hablar de ti, me he cansado de hablar solamente de mí. ¿Qué pasa entre tú y Quim? – Pregunté levantando las cejas. Mi pregunta la pilló por sorpresa y se tiró atrás abriendo mucho los ojos, que ese día se veían de color verde oscuro a causa del fulgor del sol. Abrió la boca para decir algo, la miré atenta, pero volvió a cerrarla rápidamente mirando hacia otra parte. Respiró profundamente. Ahí viene la negación.
— Nada, ¡No pasa nada! – Dijo, entre enfadada y decepcionada. Me reí de lo absurdo que sonaba en sus labios. Me miró enfadada al ver que no me lo creía ni por asomo. Ladeé la cabeza de nuevo, levantando las cejas otra vez para rehacer la pregunta a ver si esa vez respondía. Pero se negó a mirarme. Suspiré con una sonrisa. Eso ya responde a muchas preguntas.
— Reharé la pregunta. ¿Te gusta Quim? – Pregunté, poniéndome delante de su cara, obligándola a mirarme aunque no quisiera. Soltó una risita y evitó de nuevo mi mirada. Ahí tengo mi respuesta – De acuerdo, ya sé lo que quería que saber, ahora ¿Me vas a explicar por qué os evitáis como si quemarais? – Pregunté levantando la voz. Me miró de inmediato sorprendida y enfadada, miró a nuestro alrededor para comprobar si alguien nos había oído. Siguió sin contestar y suspiré de nuevo asintiendo con la cabeza – Bien, negación. Vamos bien – Solté, girándome con una sonrisa enorme en los labios. Solo quiero provocarla para que lo suelte, no puede mantenerlo encerrado siempre.
— No soy como tú, ¿Vale? – Dijo de repente, intentando que me parara, pillándome por sorpresa. Me paré de repente, girándome con el ceño fruncido, completamente confusa.
— ¿Qué se supone que significa eso? – Pregunté, cruzando los brazos sobre el pecho. Resopló cansada. Levanté las cejas, empezando a estar molesta.
— Pues… Que no sé expresar lo que siento así porque sí, sin más. No puedo simplemente decirle que quiero estar con él. No… No puedo – Dijo sin mirarme. Me relajé. Me acerqué a ella y coloqué las manos en sus hombros, provocando que levantara la cabeza y nuestras miradas se cruzaron.
— Riri, Es normal tener miedo. ¿Crees que yo no tenía miedo? ¿No me viste el fin de semana pasado? El fin de semana entero en tu casa comiéndome el coco sin poder evitarlo. Estaba aterrada, no podía ni moverme del miedo que me corría por las venas. Es inevitable sentirse así cuando estás en una situación como esta. Pero ¿Sabes qué? – Negó con la cabeza mordiéndose el labio inferior – Que el simple hecho de tener miedo significa que es de verdad, que no es un capricho momentáneo. Eso solamente te convierte en humana, no pasa nada. No voy a decir quién no arriesga no gana, porque simplemente pega. Aunque la acabe de decir, claro – Nos reímos y decidí seguir con mi discurso – El miedo es normal, pero se tiene que controlar. No podemos dejar que el miedo nos controle a nosotros, ¿De acuerdo? – Asintió con la cabeza mientras respiraba profundamente. Sonreí – Tienes que enfrentarte a tus miedos, porque la sensación de debilidad que se siente cuando el miedo te domina dudo mucho que te guste. De acuerdo. Entiendo que no quieras arriesgarte a no ser que sepas exactamente lo que siente la otra persona, pero eso es muy difícil. Pero para eso estoy aquí, y Erik también. Para apoyarte y para averiguar si ese energúmeno siente lo mismo, ¿De acuerdo? – Asintió de nuevo con la cabeza y me miró agradecida.
— Gracias, Eli. ¿Tanto se me nota que me gusta? Es que no quiero que lo sepa… No quiero que quede muy evidente – Dijo, preocupada mientras miraba hacia el campo de fútbol, donde él se encontraba. Suspiré aliviada de que soltara todo lo que sentía.
— Se te nota tanto como se le nota a él – Me miró con la pregunta en los ojos, confundida – Sí, lo que has oído. Se le nota tanto como a ti. Te daré un ejemplo: Cuando Erik y yo dijimos que estábamos saliendo y os abrazasteis. De repente ya no estabais abrazados y cada uno caminaba en sentidos opuestos, huyendo – Negó la cabeza, incrédula – Sí, huyendo. Como si de repente os hubierais dado cuenta de lo que estaba pasando y no quisierais enfrentaros a la realidad justo en frente de vuestras narices. De repente quisiste irte corriendo, como si te hubiera picado una abeja en el culo – Soltamos una risita las dos, disfrutando del momento. En ese instante, la escena resultaba realmente cómica.
Cuando nos hubimos calmado, una idea le pasó por la cabeza, lo noté en sus ojos color verde botella. Ui, que miedo.
— No me has contado nada sobre lo que ha pasado con Erik y el director. ¿No habías dicho que había dicho que no estaba contigo ni quería? Cuenta – Dijo con el ceño fruncido, sin entender nada. Suspiré. Odio hablar de mí, pero antes le he empezado a explicar y no he seguido. Tengo que acabar.
— Pues lo dijo para protegerme, pero no me gustó porque el director iba a descubrirlo tarde o temprano. No servía de nada, no necesito la aprobación del director, solo la de mi madre y ya la tengo. Así que me niego a escondernos – Dije suspirando.
— ¿Iba? ¿Es que ya os ha descubierto? – Preguntó con los ojos como platos. Bingo, las pilla al vuelo.
— Sí. Erik me llevó a la enfermería y cuando me desperté dijo que no podía perderme y que lo había dicho para protegerme. Pero yo le dije lo mismo que te he dicho a ti, no necesito la aprobación de nadie excepto la de mi madre. Me besó y entonces entró el director – Dije, narrando la historia como si se tratara de un cuento de hadas.
— ¿Y qué dijo? ¿Qué pasó? – Preguntó acercándose más, como si fuera una niña pequeña y yo le estuviera explicando un cuento cualquiera antes de ir a dormir. Sonreí.
— Me enfrenté al director, diciéndole que su aprobación me traía sin cuidado. No pudo decir nada, y se fue – Contesté con una sonrisa, consiguiendo una por su parte. Me miró orgullosa y chocamos lo cinco riéndonos.
— Por cierto Schwester, pareces una mosca con esas gafas, o una turista – Dijo, cosa que provocó más risas aún. (Schwester: hermana en alemán. Como nos parecemos tanto, y nos confunden decidimos llamarnos hermanas, ya que lo parecemos y todo el mundo lo cree. En francés no quedaba muy bien, así que decidimos en alemán, y así se quedó)
— Lo sé, me encanta – Volvimos a reírnos – Más me vale seguir con mi recorrido, tengo que pasar lista. Voy a empezar con tu enamorado, ¿Vale? ¿Quieres acompañarme? – Pregunté coqueta, levantando las cejas y pestañeando excesivamente ganándome un golpe en el brazo. Me reí de nuevo. Esto parece ir a mejor por momentos, esto promete.