Sonó el
despertador y parecía que sonaba más temprano. Estoy agotada, solo quiero dormir un poco más. La razón, para variar un
poco, es Erik. Pasarme casi la noche entera hablando por teléfono no creo que
sea lo más saludable. Pero me hace inmensamente feliz. Me da igual no dormir
nunca más mientras la razón sea el haber estado hablando con él.
Me levanté,
pero solo porque pensé que iba a verlo en breve y estaba deseándolo. No podía
evitar desear con todas mis fuerzas estar entre sus brazos de nuevo. Espera, ¿Qué día es hoy? Cogí el
teléfono y miré el día y la hora. Miércoles,
hoy es miércoles, eso solo quiere decir una cosa… Excursión. Mierda. Toca
Liceo. Y no sería tan pesado si no fuera SOLA. Riri va con los pequeños no-sé-dónde
y va justamente con los de fútbol. El grupo de los pequeños tenía pocas
monitoras para la excursión, así que no he tenido otra opción. Suspiré, de
repente perdí todas las ganas de ir y tuve la gran, inmensa tentación de volver
a la cama y no salir de ella. Pero no lo hice, lo voy a ver ahora, porque me pasa a buscar, y luego por la tarde puedo
quedar con él. Vale, voy a sobrevivir a este día, se me va a hacer eterno pero
va a pasar eventualmente. Vamos allá.
Me coloqué
unos leggins azul oscuro y una camisa larga de color turquesa, me lavé los
dientes, me peiné rápido y me puse las lentillas. Tiempo récord. No recuerdo la última vez que tardé apenas 10 minutos
para hacerlo todo. Fui a la cocina rápido y cogí un trozo de pan con queso.
Mientras comía, le envié un mensaje a Erik para que me recogiera más temprano. Quiero pasar más tiempo con él, aunque sea
sin hacer nada. A lo mejor puedo aprovechar un poco antes de irme a la
excursión.
Me
sorprendió que de repente el timbre de la puerta sonara. Miré a mi móvil y Erik
aún no había contestado a mi mensaje. Miré a través de la pantalla antes de
salir y vi su sonrisa. Estaba casi enganchado a la cámara con una sonrisa
divertida y traviesa. No pude evitar reírme ante su estupidez. Adoro a este hombre que se comporta como un
niño. Siempre me arranca una sonrisa.
Corrí a
través de la puerta apenas abriéndola para pasar. Sin poder evitarlo, pasé a
toda velocidad a través del jardín delantero y abrí de un golpe la puerta de
fuera. Sin poder reaccionar de ninguna manera, sus brazos estaban a mi
alrededor antes siquiera de que pudiera moverme en su dirección.
Su olor me
envolvió como si yo fuera un regalo, especial. Enterré mi cabeza en su duro
pecho y me dejé envolver. Tenía una mano en mi espalda, manteniéndome
enganchada a su cuerpo, y la otra en mi pelo, acariciándome. En sus brazos me
sentía segura, protegida, querida. No
quiero moverme nunca, me quiero quedar aquí para siempre.
Me separó un
poco de él y movió la mano que tenía en mi pelo hacia mi nuca y me acercó a su
boca. Sonreí y lo besé con todas las ganas que tenía. Le despeiné, ganándome un
gruñido.
Una cosa que me encanta de tener novio, es tener ropa suya,
sobretodo una chaqueta cuando hace frío. Qué mala suerte que justamente haya
empezado a salir con él en verano. Ante ese
pensamiento no pude evitar reírme mientras le besaba. Me separó y me miró con
ojos curiosos y preciosos, para variar.
— ¿Qué me he
perdido? — preguntó sin poder evitar reírse ante el sonido de mi risa no muy bien
disimulada. Lo miré con ojos soñadores. Él
es mi sueño hecho realidad.
— Es una tontería
en realidad, una estupidez de las mías, para variar — Contesté aun riéndome.
Miré hacia otra parte con vergüenza, pero no duró mucho porque su mano se posó
en mi mejilla obligándome a enfrentarlo. Suspiré, Siempre consigue lo que quiere de mí, no puedo evitarlo. Tiene mucho
poder sobre mí, y eso en un principio me daba miedo, pero ahora no.
— Suéltalo,
o tendré que sacártelo a base de cosquillas. Tú misma – Me amenazó con una
sonrisa en la cara y una ceja levantada. Me había avisado y sus manos ya estaban
creando camino a través de mi espalda. Me estremecí.
— Vale,
vale. Que lo que más me gusta de tener novio es tener su ropa. Pero en invierno
es mejor, porque me encanta tener la chaqueta de un chico, me hace sentir
especial e importante. Pero ahora mismo, es imposible tener frío si te tengo
tan cerca, aparte de que es verano – Solté de un golpe antes de que me
arrepintiera. Me miró sorprendido, está
claro que no era lo que se esperaba. Nos reímos los dos como dos tontos.
—
Estupideces de las tuyas, como tú dices, son lo que hace mi día especial. Tú
haces mis días especiales – Susurró. Me quedé mirándolo con la boca abierta. Que pomposo por favor… Me encanta. Nos
miramos durante unos segundos sin decir nada y empezamos a reír de repente los
dos a la vez.
— ¿Demasiado
cursi? – Preguntó entre carcajadas, cosa que nos hizo reír aún más. Me puse de
puntillas.
— Sí –
Contesté son una sonrisa inmensa. Le di un beso corto, pero lleno de ternura –
Pero – Otro beso – Me – Otro – Encanta – Otro beso más largo – Me encantas –
Otro beso aún más largo, y esta vez le mordí el labio inferior. Una sonrisa
grande como el universo se formó en su cara y yo la percibí a través de mis
labios. Sus sonrisas son aún más
increíbles si las detecto a través de mis labios, que no a través de mis ojos.
— Bueno,
deberíamos ir tirando, que sino llegaremos tarde y ninguno de los dos podrá ir
a las excursiones – Me dijo mientras me daba besos en la mejilla.
— Pues eso
suena tentador, podríamos no ir – Dije yo, apretándome a él. Lo oí suspirar.
Noté su respiración en mi cuello segundos antes de que sus labios se posaran
allí. Me hizo cosquillas con su respiración y me mordió el cuello. Cuando se
separó miró mi cuello con cara divertida. Oh,
no. Por favor que no me haya marcado. Lo miré enfadada y eso solo provocó
que se pusiera a reír. Se apartó y caminó hacia la puerta del conductor.
Me acerqué
al coche y me paré delante de la puerta sin abrirla. Miré a mi reflejo y me
fijé en una mancha rosada en mi cuello. Será…
Oh, sí, se va a enterar…
Abrí la
puerta del coche y me tiré dentro. Cuando reboté en el asiento, Erik estalló en
carcajadas, y al oír ese sonido tan hipnotizante no pude evitar unirme. Negó
con la cabeza riéndose y arrancó el coche.
Cuando
aparcó, no quería bajarme, porque eso querría decir que en breve iba a acabarse
la mañana con él. Así que cuando se bajó del coche, no me moví. Me sonrió desde
fuera y me envió una de sus miradas traviesas. Del tipo que quería decir que
aceptaba el reto. Oh-oh. Me va a sacar
del coche a la fuerza. Sonreí. Pues
que lo intente. Crucé los brazos sobre mi pecho y miré fijamente hacia el
frente, negándome a mirarlo a él. Sabía que si lo miraba aunque fuera un
microsegundo, estaría perdida. Perdida en
sus ojos, en sus labios, en sus caricias. No, no quiero salir. Debo parecer una niña pequeña buscando atención,
pero en realidad solo estoy mirando a ver cómo reacciona. Aparte, claro, que
adoro cuando me toca, por mínima que sea la caricia.
La puerta a
mi lado se abrió de un golpe y yo seguía con el cinturón puesto. Seguía
negándome a mirarlo, esos ojos pueden
conmigo. Noté que se acercaba e hice mi mayor esfuerzo para no ponerme a
reír o algo similar. Me rodeó con un brazo y oí el clac del cinturón al desabrocharse.
Me lo quitó con cuidado, rozándome con su brazo y mano apropósito.
De repente
noté su brazo debajo de mis piernas mientras el otro se interponía entre mi
espalda y el asiento. En pocos segundos estaba totalmente separada del asiento
y entre sus brazos. Cerré los ojos disfrutando de la sensación y le rodeé el
cuello con un brazo.
— Princesa,
abre los ojos – Noté su respiración en mi cara, haciéndome cosquillas. Abrí los
ojos, y me lo encontré a centímetros. Una sonrisa le iluminaba la cara,
haciendo que unas pequeñas arrugas se le posaran en los laterales de los ojos.
Pude ver claramente el color de sus ojos increíblemente azules. El borde del
iris era más oscuro y eso solo provocaba que se viera aún más claro lo demás. Me encantan sus ojos, creo que no ha quedado
lo suficientemente claro – No te has resistido mucho, me esperaba más de
ti, cariño – Su voz me sacó de mi mundo. El tono que usó para llamarme cariño
me provocó piel de gallina. Solté una risita.
— No puedo
contra ti, una mirada y me tienes deshecha. No es justo – Dije empezando a
reírme, miré hacia el cielo intentando distraerme de las sensaciones que me
provocaba el sentir sus fuertes brazos sosteniéndome en el aire. Antes de que
me diera tiempo de volver a mirar sus ojos, sus labios se apoderaron de los
míos. Le di la bienvenida al beso sin pensármelo dos veces. Cada vez que pienso en él, o estoy con él,
me encuentro en un mundo diferente. Yo lo llamo el mundo de Yupi, para ser más
exactos, vivo en la calle piruleta número 5. Estoy constantemente allí, cada
vez que estoy ausente.
— Eres
adorable – Susurró contra mis labios antes de besarme de nuevo. Ajá, en el mundo de Yupi he dicho.
Definitivamente.