Con un nudo en
el estómago, y una sonrisa gigantesca en la cara, me dirigí a la oficina, para
seguir haciendo de secretaria. Al entrar, me sorprendió ver a dos personas
dentro, sentadas en la mesa, delante del ordenador. Era una chica, puede que
dos o tres años menor que yo, y un chico, que tenía pinta de ser un año mayor
que yo, o si no, dos. Saludé, y me senté delante del ordenador, pensando como
iba yo a sacarme de la manga una hoja de información para la excursión del
miércoles. ¿Cómo hago yo una hoja de
información, si ni siquiera sé que vamos a hacer el miércoles?
-Hola, ¿Alguno
sabe por casualidad cómo hacer una hoja de información? –Les pregunté, probando
mi suerte –Es que, no tengo ni idea de cómo hacerla –Al acabar la frase no pude
evitar reírme de la situación en la que estaba metida.
-No, lo
siento, ni idea –Me dijo la chica, riéndose también.
-Da igual, soy
Elizabeth, por cierto, encantada –Me levanté y le di dos besos a la chica.
-Ana,
encantada –Me contestó a la vez que me devolvía los dos besos –Y este es mi
hermano Marcos.
-Encantada
Marcos –Me giré y le di dos besos a él también.
-Igualmente
–Dijo él.
-¿Has comido?
–Le pregunté a Ana, me da la impresión
que vamos a hacernos amigas muy rápidamente.
-No, ¿Quieres
que vayamos juntas? –Me contestó ella, con una sonrisa en la cara.
-Claro, a mi
me daba miedo ir a comer sola, por eso no he ido aún –Le dije con una sonrisa,
entonces me giré hacia Marcos -¿Vienes?
-Claro,
adelantaros, yo espero a Edu –Dijo, refiriéndose a un alumno del mismo colegio
donde nos encontrábamos, pero dos años menor que yo, no tenía mucha relación
con él, pero era simpático.
-Vale, allí
nos vemos, ¿Os sentaréis con nosotras? –Le pregunté, curiosa.
-Sí,
reservarnos dos sitios –Dijo, convencido.
Y con eso, nos
fuimos Ana y yo hacia el comedor, subimos las escaleras, las mismas donde una
hora o dos antes, había estado a centímetros de mi ojo que me derrito. ¿MI? Ya estamos otra vez, bueno, ya que
estoy, voy a desahogarme con Ana, seguro que le interesa.
-Oye, ¿te has
fijado en los monitores de fútbol? Son guapísimos, sobretodo uno, con unos
OJAZOS azules –Le dije con la sonrisa más tonta y grande del universo.
-¡No los he
visto aún, a ver, a ver, cuéntame sobre este OJAZOS, que aquí hay más que no me
cuentas, seguro! –Sabía que me haría
amiga de ella rápidamente. Le conté todo, todo, y entramos las dos
riéndonos como dos tontas al comedor.
-¿Cuál es? A
ver, a ver… -Dijo ella, ansiosa por ver el que me estaba haciendo volverme
loca.
-¡Oh, dios
mio! Está aquí, está sentado en la primera mesa a la izquierda, al lado del
Jordi, mira, mira, es aquel que mira hacia aquí –Contesté yo, nerviosísima. Este hombre me puede, simplemente, me puede.
-Ala, ¡es
guapo! Sí que tiene los ojos bonitos, sí. Eli, no deja de mirarte en ningún
momento, ni siquiera se digna a disimular, este tío está colado por ti. Sin
duda, igual que tú de él –Me susurró ella, convencida, mientras nos dirigíamos
a la barra a coger nuestra comida.
-Eli,
guapísima, ¿Por qué no te sacas la cola de caballo que llevas, y le enseñas lo
que vales? –Al oír eso, no pude evitar echarme a reír como una loca, no me
esperaba que me dijera nada parecido.
-Cuando
estemos sentadas, y así también voy a buscar la jarra del agua, y me paseo por
delante, ¿Te parece bien? –Le dije, con una mirada brillante, contenta de mi
plan improvisado. Con esta chica, me voy
a reír mucho, me lo voy a pasar genial. Ante mi respuesta, Ana asintió
convencida con mi argumento.
Después de
coger las bandejas con nuestra comida, nos dirigimos a nuestra mesa, me senté
de manera que tenía en diagonal hacia la derecha al ojo que me derrito.
-Eli, no para
de mirar, no para, es impresionante, ahora es cuando te tienes que sacar la
cola –Me dijo ella, sin parar de mirarlo, controlando todos y cada uno de sus
movimientos.
Lentamente, me
estiré y llevé mis manos a la cola, estirando poco a poco conseguí sacarla. Una
vez fuera, me masajeé el pelo, ya que al estar tan apretado me dolía. Moví mi
pelo para que volviera a su forma normal, sin mirar siquiera un momento hacia él.
Me levanté, bajé la cabeza para mover mi pelo, y la volví a subir rápido.
-Ana, voy a
buscar la jarra del agua, ¿Vale? –Dije, mientras pasaba por delante de él, esta
vez, sí mirándolo, con una sonrisa triunfal, al ver su cara de atónito
mirándome fijamente. Entonces, oí su voz.
-Ahora vengo,
Jordi –Dijo él, con su voz grave, pero melódica, que enviaba escalofríos por mi
cuerpo. Genial, ya tengo la piel de
gallina, este hombre será mi perdición.
Me dirigí a
coger la jarra del agua, pero estaba vacía, cuando me giré para ir a buscar una
botella para llenarla, me lo encontré a menos de medio metro de mí. Me tendió
la botella, con una sonrisa triunfal, sabiendo que me había sorprendido.
-¿Te ayudo,
Princesa? –Dijo él con una risita. Cuando
se ríe así, me da ganas de besarlo. Oh oh, no, nononononono, no empecemos, si
no, no podré parar de pensar en ello.
-Claro,
Príncipe, que atento, muchas gracias –Le dije, con la misma risita. En ese
momento, vi hacia donde su mirada se dirigía, hacia mis labios, igual que la
mía se había dirigido a los suyos momentos antes. Esto no pinta bien, no sé si vamos a aguantar mucho así. Uf, ¿Hace
calor, o soy yo? No, no soy yo, ¡es él!
Al estar llena
la jarra, cogí otra, para que la llenara también. Para ganar tiempo, ya que no
quería irme.
-Esta, para ti
–Dije mientras él la llenaba, sin separar un segundo los ojos de los míos.
Una vez llenas
las dos, le di la suya, y cogí la mía, girándome para dirigirme a mi sitio. En
ese momento, noté que colocaba la mano en mi espalda, haciéndome temblar.
-Estás muy
sexy con el pelo suelto, ¿Sabes? –susurró él, a mi oído, haciendo mis piernas
temblar, y casi tiro la jarra. Se puso a reír -¿Pasa algo, Princesa? –Añadió
él, con tono inocente, riéndose al ver la influencia que tenía sobre mí.
-Me pones
nerviosa, ¿lo sabías? –Solo decirlo, pensé: ¡Otra
vez! Enserio, tengo que aprender a controlar lo que digo cerca de este hombre.
-¿Ah, Sí? ¿Y
si hago esto? –Dijo él, a la vez que bajaba la mano, y la colocaba por el borde
de mi camisa, haciéndome cosquillas por la espalda. Provocándome temblores de
verdad esta vez, me retorcí ante el repentino roce de su mano, y tuvo que coger
él la jarra porque se iba al suelo.
El ataque de
risa que le dio, no tiene nombre. Al oírlo reír de esa manera, no pude evitar
reírme también, esta vez cogiendo de sus manos mi jarra. Haciéndome la
enfadada, me moví hacia mi mesa, donde se encontraba Ana, casi en el suelo del
ataque de risa repentino. En la mesa también se encontraban Edu y Marcos, mirándonos
sin entender nada.
-Lo voy a
matar, lo voy a matar –Dije mientras me sentaba, que solo provocó más risas por
parte de Ana.
Durante el
resto de la comida, nos íbamos enviando miraditas con sentido. Y nos iban dando
ataques de risa.
Después de
comer, me dirigí hacia la oficina. Al cabo de un rato, oí risas y voces, y vi
entrar a todos los monitores de fútbol. Me congelé y me senté recta en el
ordenador.
Se sentaron en
la mesa donde antes se encontraban Ana y Marcos. Se pusieron a grapar las hojas
de información, hechas por mí, y las hojas de autorización, hechas por mí
también.
Sin girar la
cabeza, seguí con mis cosas en el ordenador, mientras todos los monitores
grapaban las hojas. Medina, estaba sentado más cerca de mí. Notaba su mirada en
mi espalda de vez en cuando, pero no me giré.
-Ah, se me han
acabado las grapas de mi grapadora, ya no puedo grapar más –Oí que Medina decía
triunfal. Ante eso, cogí la grapadora que tenía delante, me giré y se la di,
con una sonrisa triunfal equivalente a la suya.
-Aquí tienes,
ahora no tienes excusa –Le dije, riéndome, sin poder evitarlo.
-Serás
cabrona… -Dijo él, cogiendo la grapadora de mis manos con una mirada asesina,
que no hizo más que hacerme reír más.
-Si se tiene
que hacer, se hace, ¿No? –Dije, girándome hacia los demás monitores, sin poder
aguantar la risa aún.
-OOOH, Medina,
tienes a una guerrera aquí, con razón la persigues tanto –Dijeron los demás
monitores. Yo triunfante, me giré de nuevo hacia el ordenador, sin parar de
reír. Oí una silla moverse en mi dirección y lo siguiente que sentí, fue una
cálida mano en mi cintura, y un susurro en mi oreja:
-De esta no
vas a salir impune, que lo sepas… -Con un escalofrío y una risita nerviosa por
mi parte, se alejó y volvió a su sitio, a grapar las hojas de información con
mi grapadora.
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