martes, 26 de marzo de 2013

Capítulo 37


Era tarde, más o menos las 5 y aún no habíamos comido. Con el lío de la comisaría no habíamos tenido tiempo ni de comer. Tengo mucha hambre.
— Ya estamos, ¿Cuándo nos podremos volver a ver? – Preguntó cuando paró el coche justo delante de mi casa.
— Ahora – Me acerqué a él y le planté un beso. Sonrió durante éste y solté una risita.
— No, enserio – Dijo él, separándose. Tenía todo serio, pero tenía una sonrisa en los ojos.
— Va enserio – Dije, aún muy cerca de sus labios. Su frente se arrugó cuando él frunció el ceño – ¿Quieres pasar? Te presento a mi madre, y pasamos el rato en el jardín y en la piscina. ¿Te apetece? – Pregunté cautelosa. No sé si es muy rápido. Presentarle a mi madre es un paso importante. A lo mejor me he precipitado, pero tengo muchas ganas de estar en completa comodidad con él. Ya me imagino estirada en el césped del jardín comunitario con él estirado a mi lado completamente cómodos, sin siquiera decir nada. Sería un sueño hecho realidad.
Vi que una sonrisa se formaba en su cara, y a medida que los segundos pasaban se hacía cada vez más grande y majestuosa. Las comisuras de mis labios se elevaron sin mi permiso, sonriéndole.
— No hay nada que me apetezca más, ¿No le molestará a tu madre alimentar a una boca más? Porque me estoy muriendo de hambre – Dijo mientras se acercaba más a mí en busca de otro beso. Otro beso que le concedí sin dudarlo ni un momento.
Salí del coche, fui directa a la puerta y coloqué la llave en la ranura. Antes de que pudiera darle la vuelta a la llave, ya noté a alguien detrás de mí apoyando su pecho en mi espalda. Respiré mejor al notar su cuerpo detrás de mí, como si necesitara su protección todo y estar completamente segura. Atravesamos la puerta y caminamos por el jardín. Lo miré y él alargó la mano para coger la mía. Coloqué mi mano en la suya el doble de grande, cuando la rodeó con los dedos sentí como si mi mano perteneciera a la de una muñeca de porcelana, pequeña y frágil. Cogidos de la mano llegamos a la puerta del vestíbulo que da a los otros apartamentos del mismo edificio. Yo giré la llave y él empujó la puerta. Sonreí. Trabajo en equipo.
De nuevo, antes de que pudiera colocar la llave en la cerradura de la puerta de mi casa, mi madre la abrió desde el otro lado de un golpe. Salté del susto y Erik me apretó la mano indicando que todo iba bien. Supongo que aún estoy susceptible, dado que me han atacado hace unas horas. Suspiré y dejé ir la mano de Erik para abrazar a mi madre, que se había quedado plantada en la puerta con mirada más que preocupada. A medida que me observaba y abrazaba vio que estaba bien y la preocupación de sus ojos pasó a ser el alivio más profundo que había visto nunca.
— Mama, te presento a Erik – Dije, una vez vi la sonrisa volver a la cara de mi madre. Se giró en su dirección como si recién se diera cuenta de que había alguien más a mi lado. Él le sonrió y se quedó parado en la puerta sin saber qué hacer o decir. ¿Ahora le ha venido la vergüenza? A buenas horas…
— Encantada, soy Laura, la madre de Elizabeth – Dijo, hablando muy rápido a la vez que se adelantaba para darle dos besos en las mejillas a Erik – Hemos hablado antes, ¿verdad? Gracias por cuidar de mi hija, te lo agradezco de verdad. Parece muy dura y fuerte, pero no lo es tanto. Estaréis hambrientos, ¿Os apetece comer espaguetis? – Añadió mientras se metía dentro de la casa indicándole que pasara. Él me miró y le cogí de nuevo la mano. Me sonrió y me dio un beso en la parte superior de la cabeza. Solté una risita y mi madre sonrió mirando la escena. Noté el color subir a mis mejillas.
Nos sentamos en la mesa y comimos como si hiciera semanas que no probábamos bocado. Nadie dijo nada mientras se comía, pero podía leer en la cara de mi madre las preguntas no formuladas. Lo notaba en sus ojos.
— Pregunta – Dije, una vez hube terminado y paré para beber agua. Noté la mirada de interrogación que me hizo Erik, pero la ignoré. Tenía la mirada fija en mi madre, que intentaba simular sus preguntas manteniéndose callada. Respiró profundamente y me sonrió.
— ¿Cómo lo has sabido? ¿Que tenía preguntas a hacer? – Preguntó Erik, pero por poco no lo habría preguntado mi madre. Los dos me miraron curiosos. Reí por lo bajo.
— Porque la conozco como si la hubiera parido, pero ha sido justamente al revés – Solté, ganándome risas por parte de los dos. Los ojos verdes de mi madre brillaban con alivio y amor. Su pelo rubio hasta el hombro, estaba recogido en una coleta. En cambio, sus labios finos no entendían la palabra recoger, porque estaban libremente estirados formando una sonrisa inmensa, mostrando la alegría de poder compartir un momento tan importante conmigo. Aún podía sentir la curiosidad poblar sus ojos claros, pero seguía sin preguntar.
— Vamos, suéltalo – Dije al ver que seguía sin pronunciar palabra. Soltó una risita y abrió la boca para hablar, pero la paré – De una en una, por favor – Añadí, para que no me atosigara a preguntas a las que tendría que pensar para responder. Asintió con la cabeza, y prosiguió.
— ¿Está encerrado? El imbécil que te atacó, digo – Preguntó primero, pero antes de que pudiéramos responder, preguntó de nuevo – ¿Por qué lo hizo? – Dijo, esta vez con más rabia.
— Sí, está encerrado. Lo hizo por celos hacia mí, no tenía nada que ver con ella. Estaba resentido porque no lo escogieron capitán del equipo y a mí sí. Vio lo mucho que me importa Eli y lo usó en mi contra – Contestó Erik antes de que me diera tiempo de responder. Lo miré y sonreí tristemente. No puedo llegar a imaginarme cómo se debe estar sintiendo. Un amigo suyo lo ha traicionado haciéndole daño a una persona que le importa. Es un psicópata, no tiene más definiciones, pero cómo le debe haber afectado a Erik, no puedo ni imaginarlo. Moví mi mano a través de la mesa y la coloqué en su mano. Él en respuesta entrelazó nuestros dedos. Levanté la otra mano y le acaricié la mejilla y luego la cabeza, levantando su pelo. Me miró con una sonrisa y se acercó para darme un beso en la mejilla.
— ¿Le enseñas el jardín comunitario y la piscina? Ya te preguntaré todo lo que ha pasado esta noche – Dijo mi madre, levantándose de la mesa y llevándose los platos vacíos. Miré a Erik, que me devolvió la mirada emocionada. Parece un niño pequeño con un juguete nuevo, otra vez.
Me levanté y alargué mi mano, a los pocos segundos él la tomó como suya y caminamos hacia la puerta del jardín.
— Gracias por la comida, estaba riquísima – Dijo él, girándose, justo antes de atravesar el umbral de la puerta para salir al jardín. Paseamos por el mullido césped y el sol aún y estar muy abajo, seguía calentando.
Solo llegar al lado de la piscina, me senté en el borde, me quité los zapatos y coloqué los pies dentro del agua. Toqué el borde de la camisa de fútbol y jugué con un hilo suelto. Erik se sentó a mi lado una vez se hubo sacado los zapatos. Me moví hacia él y coloqué mi cabeza en su hombro. Me relajaba simplemente el notar su hombro subir y bajar a cada respiración. Me podría quedar así para siempre. No necesito nada ni nadie más aparte de él. En tan poco tiempo, se ha ganado un lugar dentro de mi corazón.
— Estoy muy orgulloso de ti, lo sabes, ¿Verdad? – Dijo él, mirándome. Lo miré con una sonrisa y me levanté. Lo observé una vez levantada, para que hiciera lo mismo. Me miró confuso y se levantó, colocándose justo delante de mí, entre la piscina y yo. Me acerqué a él y puse una mano en su pecho mirándole a los ojos, esos ojos que me tenían hechizada. Puse la otra mano en su pecho, acercándome más. Estaba a centímetros de su boca.
Justo cuando estaba a punto de besarle lo empujé.

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