Esa mañana me
levanté con el pie izquierdo y me cambié rápido. Notaba en el estómago como si
una estampida de rinocerontes se estuviera llevando a cabo.
No podía
pensar con claridad, todo lo que venía a mi cabeza era Erik. ¿Cómo va a reaccionar hoy? ¿Va a ignorarme?
¿Va al menos a decirme hola? Mejor no me espero nada, tampoco tengo ganas de
liar más su cabeza. Debe sentirse mal, así que mejor dejo que piense. Aparte, el
hecho que yo ya sepa lo de su ex-prometida, no ayuda en ningún sentido. Debe
hacerle sentir avergonzado, y debe pensar que siento pena por él. Sí, está
claro que siento pena por él, pero en verdad no. Porque si la chica esa, a
quien odio sin conocer, no lo hubiera dejado, ahora no estaría en esta
situación. La verdad es que deseo con toda mi alma tener una oportunidad con
él, por mínima que sea.
Hoy tengo ganas de hacer algo diferente, así que cogí el bañador y lo puse en la bolsa. Hoy me apetece controlar a los pequeños en la piscina, y a lo mejor
tengo suerte y él está allí en bañador… uf. Sacudí la cabeza. Nada de pensar, se acabó.
Cogí la bolsa
y el bolso y me dirigí al coche con Raquel, que me miraba con el ceño fruncido,
como si viera a través de mí y supiera que estaba planeando algo. Le guiñé un
ojo y se rio sacudiendo la cabeza, subió al coche detrás de mí.
Cuando
llegamos al colegio, vio mi bolsa. Me paró y me miró con una ceja levantada. De
pie delante de ella, solté una risita, la abrí y sonrió.
— ¿Qué
pretendes? –Me preguntó ella, riéndose. Retomamos la marcha hacia las clases.
—Pretendo
verlo en bañador. Puede que no quiera hablar conmigo porque está avergonzado y
dolido. Pero eso no significa que no pueda darme un gusto a la vista, ¿Verdad?
No tiene nada de malo –Le dije sonriendo. Nos dirigimos a las clases a dejar
los bolsos. Luego me dirijo al despacho a recoger la lista, para comprobar que
todos han venido.
Me paseo por
el colegio pintando en la libreta entre mis brazos. Salgo fuera para pasar
lista de los grupos de fútbol. Al abrir la puerta para salir hacia el campo de
fútbol, mi corazón se acelera, solo con el pensamiento de él hablándome, o
mirándome como los primeros días, me crea un nudo en el estómago. Sonrío
inconscientemente al recordad cómo me miraba la primera semana.
Salí,
aparentando tranquilidad, y me dirigí hacia Quim. Cuando estuve delante de él,
me miró y miró por encima de mi hombro y al instante supe que estaba mirando a
Erik, pero no me giré. Sacudí la cabeza, dejándole ver que no iba a hablar del
tema.
— ¿Falta
alguien de tu grupo? –Le pregunté con voz neutral. Me miró a mí de nuevo y miró
a su lista, pasándomela después de mirarla, pero no me dirigió la mirada de
nuevo. Apunté lo que tenía que apuntar y me giré para irme –Adiós, Pasa un buen
día –Le dije, yéndome. Pero se giró inesperadamente y me miró.
—Espera –Me
paré para escucharlo – ¿Has hablado con él? –Me dijo con expectación. Negué con
la cabeza mirando al suelo y noté el nudo de la garganta molestar de nuevo. Me
aclaré la garganta, le sonreí y me fui sin decir nada más.
Caminé por el
campo con paciencia hacia otro monitor. Que me miró con una sonrisa.
— ¿Alguien no
ha venido? –Le pregunté intentando igualar la sonrisa, pero fallando enormemente.
Suspiré resignada. Supongo que hasta que
no se aclare todo el tema con Erik, no puedo respirar tranquila.
Al apuntar lo
necesario, me dirigí al grupo de mi Ojo que me derrito, pero no fui hacia él.
Fui hacia Jordi.
—Hola, Jordi,
¿Te falta alguno de tu grupo? –Le pregunto, evitando mirar a mi derecha. De
pie, tieso como un palo, se encontraba Erik mirándome fijamente con expresión
dura y confusa. Como si estuviera debatiendo en su cabeza sobre si acercarse o
no. Suspiro más fuerte.
—Puedes
preguntárselo a Erik, estoy seguro que estará encantado de darte una respuesta,
¿Verdad Erik? –Lo miró muy significativamente, Lo está haciendo queriendo, sabe de todo lo que está pasando y quiere
que Erik dé la cara, muy bonito Jordi. Erik le respondió a la mirada de
forma dura y negando ligeramente con la cabeza –Simplemente tienes que hablar
con ella, ¡no cuesta tanto! –Dijo frunciéndole el ceño. Me temo que esto tiene poco que ver con hablarme sobre la lista de
asistencias. ¿Por qué todo el mundo tiene que meterse? No pueden simplemente
dejarnos solucionarlo pos nosotros mismos, ¿No? Pues parece que no. Presionando
no creo que se vaya a conseguir nada. Esto tiene completamente que ver con
Erik, si no es capaz de expresar lo que siente de verdad, me temo que no voy a
poder estar con él.
— ¿No puedes
decírmelo tú? No cuesta nada, es un momento, Jordi –Le supliqué, pero él
simplemente sonrió y negó con la cabeza. Suspiré y me giré hacia Erik, pero
intenté evitar su mirada y él hizo lo mismo.
—Sígueme –Me
dijo con voz aparentemente neutral, pero le noté un pequeño tembleque al final.
Sonreí ante el pensamiento de ponerle nervioso. Pero recordé por qué la tensión
se podía cortar con un cuchillo entre nosotros.
Lo seguí hasta
la punta derecha del campo y recogió una lista del suelo. Me la tendió
seguidamente. La cogí aún sin mirarle y apunté lo que necesitaba. Me giré y me
dirigí hacia la salida del campo. Entonces me di cuenta que aún tenía su lista.
Suspiré resignada y me giré de nuevo para devolvérsela.
Estaba justo
delante de mí en cuanto me giré, con el brazo extendido para pararme. Lo miré
con el ceño fruncido y bajó el brazo. Noté una lágrima saltar al vacío desde mi
ojo derecho. Él miraba al suelo y cuando subió un segundo la cara, me vio
secarme la lágrima con el dorso de la mano. Se acercó para rodearme con sus
brazos. Pero por mucho que lo deseara en ese momento, me aparté. Tosí, para
disimular un jadeo. Bajó los brazos mirando hacia su derecha, con el ceño
fruncido y expresión dolida. Respiré hondo para tranquilizarme.
—Cobarde
–Susurré lo suficientemente fuerte para que me oyera. Él levantó la cabeza y me
miró, sorprendido, sus ojos abiertos como platos eran en cierto modo graciosos,
por un momento con esos ojos azules tan grandes parecía una rana. Tragué y tiré
el papel al suelo, a sus pies.
Me giré y me
fui, intentando ser fuerte y no llorar en frente de todos. Caminé más rápido de
lo necesario para alejarme de allí. Vi a Raquel alejarse de su grupo y
dirigirse hacia mí. Negué con la cabeza y le indiqué con las manos que luego
hablaríamos. Asintió con la cabeza resignada y volvió con su grupo.
Entré al
colegio de nuevo, notando aire faltar en mi pecho y en el pasillo vi a Ana.
Parecía aburrida, sin nada que hacer. Cuando me vio vino corriendo a abrazarme,
le devolví el abrazo al instante. Me notó afectada y me sentó en un banco para
que se lo explicara todo.
Se lo expliqué
todo y para cuando me di cuenta, ya era hora de comer.
— ¿Vamos a
comer? –Me preguntó emocionada, desde el primer día que no comíamos juntas,
casi. Asentí con la cabeza, pero mi sonrisa no pudo adecuarse a la suya, ya que
en la cabeza tenía la idea de él estando allí en el comedor.
Fuimos y solo
entrar me arrepentí de haber ido. Intenté girarme para irme, pero Ana me cogió
del brazo y me arrastró con ella. Me quejé pero no sirvió. Me sentó en una
silla, justo en diagonal con Erik. Suspiré y miré hacia él, me estaba mirando
fijamente. No disimuló ni separó su mirada de la mía, el contrario, la
intensificó más cuando notó que lo miraba con la misma intensidad. Acabamos los
dos frunciendo el ceño ante la competición de miradas. Cuando nos cansamos de fruncir
el ceño con tanta fuerza, una sonrisa surgió en nuestros rostros. Me levanté y
me dirigí a buscar la jarra con agua. Oí su silla moverse y sentí el poder del
Deja vu. Justo la misma escena en la que nos habíamos encontrado el primer día
de campus. Pero ese día no llevaba coleta, así que no podía sacármela
seductoramente. Removí mi pelo para al menos conseguir mantenerme en la misma
zona que la última vez, sonreí. Me paré a coger la jarra, pero pasó exactamente
lo mismo, no quedaba agua. Noté su pecho contra mi espalda y empecé a respirar
con dificultad. Oí una risita y no pude evitar sonreír. Respiré hondo.
—La botella,
¿Por favor? –Resistí la tentación de llamarlo Príncipe, no podía saber que
estaba abierta a estar con él sin que destapara sus sentimientos. Noté un frío
en la espalda y un vacío cuando se apartó. Pero pocos segundos después apareció
a mi lado con la botella de agua. No
puedo mantenerme mucho tiempo más apartada de este hombre, me gusta demasiado.
Es como si una cuerda me tuviera sujeta de los pies y cada vez que me alejara
de él, me tirara al suelo. Miré hacia sus preciosos ojos y me perdí en
ellos, sin poder reaccionar de ninguna manera. Vi su pecho ampliarse al coger
una respiración profunda. Ladeé la cabeza, confusa.
—Luego tengo
natación con los peques, ¿has traído bañador? –Dijo con una sonrisa pícara. Oh no.
—Sí, lo he
traído –Dije, con un pequeño tembleque en la voz. Lo miré fijamente, examinando
su reacción.
—Bien, te veo
allí entonces –Dijo él con una sonrisa enorme en su cara y me marchó sin
esperar una respuesta, cosa que provocó una risa que salió como un jadeo por mi
parte.
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