sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 25


— ¿Qué…? ¿Qué pa-pasa? –Tartamudeé nerviosa. No, nerviosa no, NERVIOSÍSIMA. ¿Y si me dice que no quiere estar conmigo? No voy a poder soportarlo, ni hablar. La cabeza me da vueltas, estoy mareada. Apreté los dedos pulgar e índice en los laterales de la cabeza, intentando controlar el mareo. No funcionó, cerré los ojos. Nop, mala idea. Me tambaleé hacia atrás, pero unos brazos fuertes me cogieron justo a tiempo y me levantaron sin problema alguno. Intenté respirar de manera normal, me concentré solamente en mi respiración.
— ¿Eli? ¿Estás bien? Mierda, todo esto es culpa mía. He tardado mucho en averiguar lo que siento, y no te lo mereces. Te he hecho pasar por mucho estrés, lo siento de verdad. Eli por favor di algo –Dijo él con voz preocupada, lo notaba muy cerca, pero estaba ocupada con la mirada fija en un punto del techo para no marearme más. Notaba mi pecho subir y bajar de manera forzada, como si costara el doble de trabajo de lo que debería. Me estiró en uno de los bancos del vestuario, colocando una mochila debajo de mis pies para mantenerlos en alto – ¿Cómo te encuentras? –Dijo él en un susurro, apartando el pelo de mi cara y poniéndolo cariñosamente detrás de la oreja. Suspiré e intenté levantarme, pero con el más simple de los movimientos, todo me dio vueltas, así que volví a estirarme. Colocó una de mis manos entre las suyas, dándome un apretón, como si estuviera dejando claro que estaba preocupado por mí y que estaba pendiente. Quiero levantarme, odio que estén pendientes de mí. No me gusta preocupar a la gente innecesariamente.
Estoy bien, simplemente estoy mareada. Hace mucho calor hoy. Ya se me pasará –Intenté calmarlo, pero noté su agarre más fuerte, así que aparentemente, no funcionó. De repente, noté sus manos soltar las mías. Mi reacción fue instantánea, apreté mi agarre en él justo cuando se levantó y se dispuso a salir del vestuario –No te vayas, por favor –Supliqué, girando la cabeza tan rápido que todo volvió a dar vueltas como si me encontrara en una montaña rusa.
—Voy a buscar una Coca-Cola o algo con azúcar para que te sientas mejor –Dijo él, mirándome preocupado. Odiaba esa mirada. Negué con la cabeza intentando que volviera a sentarse.
Aparentemente, mi cara de cachorrito funcionó. Se sentó de nuevo en el suelo, de rodillas a mi lado. Mis labios dibujaron una tenue sonrisa. Él se acercó a mí y me dio un beso suave y tierno en la frente. Suspiré. Sacó su móvil del bolsillo y escribió algo. Luego me miró y me acordé de que tenía algo que decirme.
—Erik. Querías decirme algo, Suéltalo ya por favor o me voy a volver loca –Le dije suplicante. Me miró fijamente a los ojos y una sonrisa se dibujó en su cara. Lo miré con el ceño fruncido aún sin saber qué esperar. Se acercó a mí, lentamente y me levantó la cabeza poco a poco con su mano en mi nuca, firme y segura.
La puerta se abrió de repente, apareciendo Marcus con una lata en la mano. Me miró preocupado y yo no pude evitar maldecirlo dentro de mi cabeza por interrumpirnos. Corrió hacia mí y colocó la mano en mi mejilla.
— ¿Estás bien? Estas muy pálida, te he traído una lata. Bébetela toda por favor, no me des estos sustos por favor –Dijo él con mirada preocupada y un poco enfadada. Noo, no puede estar aquí, por fin tengo un momento para hablar con Erik y tiene que destruirlo. Quiero que se vaya de aquí, pero… ¿Cómo puedo decirlo sin herir sus sentimientos?
—Estoy aquí también, para tu información. Dame eso, yo cuidaré de ella. Puedes irte, gracias –Dijo Erik con un tono mordaz y cortante. Supongo que aún está celoso y no lo culpo por ello, al revés, me parece la cosa más sexy del mundo. Me dan ganas de saltar a sus brazos.
—Muchas gracias, Marcus, estoy bien. Te busco luego, ¿Vale? –Le dije, para suavizar el ambiente y darle las gracias adecuadamente. Cogí la lata que tenía Erik en sus manos. Con lo celoso que estaba, tenía miedo de que calentara mi bebida antes de poder siquiera probarla. Me miró sorprendido mientras intentaba sentarme correctamente. Su mirada pasó de sorpresa a feliz por verme moverme, pero necesitaba su ayuda para sentarme, así que colocó un brazo por debajo de mi cuello y otro por debajo de mis rodillas para cogerme en brazos al estilo nupcial. Pero en vez de sentarme en el suelo, se sentó él en el banco y me sentó encima de él, aun sosteniéndome. Cuando miré hacia la puerta estaba cerrada de nuevo y estábamos solos. Abrí la lata y me la llevé a los labios bebiendo una gran cantidad, quería sentirme bien lo antes posible.
Erik estuvo acariciando mi pelo como si tuviera una muñeca entre sus brazos en vez de a mí. Me sonreía constantemente, cosa que me provocaba mariposas carnívoras en el estómago.
Cuando me sentí mejor, intentó sentarme normal en el banco pero lo paré.
—Estoy bien así, o ¿Molesto? Si peso mucho me puedo sentar, ya me siento bien –Dije, moviéndome levemente hacia un lado. Pero él me paró de repente, apretándome hacia él. Rodeé su cuello con mis brazos y enterré mi cara en su cuello.
—Eli, tengo que hablar contigo –Empezó, provocando piel de gallina por todo mi cuerpo irremediablemente. Asentí con la cabeza, aún sin apartar mi cabeza de su cuello –Eli, mírame a los ojos –Añadió al ver que no me movía.
Me aparté a regañadientes de su cuello, aun percibiendo su perfume increíble. Lo miré intrigada y le sonreí, dándole ánimos para que realmente soltara lo que su corazón guardaba con tanto empeño.
—Verás… He estado pensando muchísimo, y esto sigue dándome un miedo terrible –Dijo él, apartando su mirada de la mía. Coloqué mi mano en su mejilla y lo obligué a enfrenarme.
— ¿En qué has estado pensando tanto? –Le pregunté intentando ayudarle a que sacara lo que tan bien guardado tenía. Me atravesó con esos ojos azules que me perseguían hasta en sueños.
—En ti –Dijo él, con una seguridad que en mí flaqueaba. Noté el aire escaparse de mis pulmones como si de un colador se tratase. Una sonrisa inmensa se dibujó en mi cara como si no hubiera un mañana para mostrarla.
—Y ¿a qué conclusión has llegado? Si has llegado a alguna… –Dije yo bajando la mirada hacia el suelo con miedo a ser rechazada. Si me rechaza no sé cómo voy a reaccionar, la verdad. Este hombre me ha puesto la cabeza del revés y se ha apropiado de mis pensamientos como si fuera una camiseta de fútbol. Hablando de camiseta de fútbol, aún tengo la suya… Adoro tener esa camisa suya.
Esta vez fue él quien colocó su mano en mi mejilla para enfrentarlo. Me atravesó con su mirada y lo único que yo podía pensar era en lo mucho que deseaba que me besara en ese momento.
—Eli. No puedo perderte, simplemente no puedo permitírmelo. Me volvería loco. Eres lo mejor que me ha pasado. Haces que me sienta como un crío en el colegio, con mariposas en el estómago, con deseos de verte a cada momento. Me das miedo, de verdad. Porque tienes el poder de destruirme, completamente. Sé que si te pierdo no volveré a ser el mismo. Sin ti no soy nada, soy un simple jugador se fútbol. Como me miras, como me besas, como me tocas, me haces sentir especial. Puede parecerte muy cursi, pero me gustas de verdad. Y sé que para poder estar contigo, tengo que superar mis miedos. Así que aquí me tienes, todo tuyo, si quieres… –Dijo él con tono nervioso pero decidido. Me lancé a sus brazos y lo abracé con todas mis fuerzas. Noté su pecho hincharse cuando sus pulmones se llenaron de aire, como si hubiera estado aguantando la respiración esperando mi respuesta. Mi respuesta no necesitaba de palabras, así que simplemente me tiré hacia atrás y lo besé.
Él reaccionó al instante y me movió hasta que estuve encima de su regazo con las piernas a sus lados. Iba acariciando mi espalda cariñosamente. Sus labios bailaban con los míos como si pertenecieran allí, como si los dos fuéramos dos partes de un todo y se nos hubiera separado a la fuerza. Acaricié su nuca, acercándolo más a mí, profundizando el beso.
Respiré su olor y sonreí en el beso, provocando una sonrisa por su parte. Nuestras lenguas jugaban juntas y mi estómago estaba vivo definitivamente. Notaba como un simple toque suyo hacía mi mundo tambalearse, él tenía el poder de crear mi mundo, y como eso, destruirlo. Cuando respirar se volvió un problema nos separamos muy a nuestro pesar. Estábamos los dos luchando por respirar, jadeando. Nos mirábamos como si viéramos a través de nuestras almas.
—Tú también tienes el poder de destruirme, tienes tanto poder sobre mí que me da rabia. Una simple palabra, un simple roce o una simple mirada… pueden hacerme volar. Significas mucho para mí, te has ganado un hueco dentro de mí, no puedo evitarlo. Yo tampoco puedo evitar pensar en ti todo el tiempo, TODO EL TIEMPO –Dije, sin aliento aún. Iba a decir más, pero me pararon sus labios estrellados contra los míos.
Se apartó de mí un segundo y me miró con los ojos entrecerrados.
— ¿Quieres salir conmigo? ¿Ser enserio mi novia? –Me dijo indeciso, evitando mi mirada. Me levanté, poniéndome delante de él. Coloqué mis manos en sus mejillas, levantando su cabeza.
—Me encantaría, enserio –Dije acercándome a él. Cuando estuve a centímetros de su boca, vi la sonrisa más hermosa formarse en ellos y no pude aguantar más, me abalancé hacia él, apretándolo contra mí mientras mis labios formaban su camino con los suyos. Me separé un segundo de él para respirar –Solo quiero que sepas, que tienes mi corazón, es tuyo, absolutamente. Por favor, no lo rompas –Dije yo viendo la intensidad de su mirada, atravesándome. La manera en la que me miraba, era eléctrica, como si no pudiera evitar desearme. Ese pensamiento me hinchó el corazón en el pecho, haciéndome sentir más feliz que nunca.
—Nunca se me ocurriría. Si lo rompo, automáticamente se me rompería el mío. Ahora voy a volver a besarte, ¿De acuerdo? Porque ya echo de menos tus labios, Novia –Dijo él con una mirada radiante digna de una ley en su contra. Adoro el sonido de “novia” en sus labios, adoro como me siento ahora, lo adoro a él. Me hace sentir como una verdadera princesa.
—Por favor, Novio –Dije yo. Y lo hizo, haciéndome sentir como en las nubes. Tengo el novio más maravilloso del mundo, no puedo creérmelo aún. 

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