— ¿Qué…? ¿Qué
pa-pasa? –Tartamudeé nerviosa. No,
nerviosa no, NERVIOSÍSIMA. ¿Y si me dice que no quiere estar conmigo? No voy a
poder soportarlo, ni hablar. La cabeza me da vueltas, estoy mareada. Apreté
los dedos pulgar e índice en los laterales de la cabeza, intentando controlar
el mareo. No funcionó, cerré los ojos. Nop,
mala idea. Me tambaleé hacia atrás, pero unos brazos fuertes me cogieron
justo a tiempo y me levantaron sin problema alguno. Intenté respirar de manera
normal, me concentré solamente en mi respiración.
— ¿Eli? ¿Estás
bien? Mierda, todo esto es culpa mía. He tardado mucho en averiguar lo que
siento, y no te lo mereces. Te he hecho pasar por mucho estrés, lo siento de
verdad. Eli por favor di algo –Dijo él con voz preocupada, lo notaba muy cerca,
pero estaba ocupada con la mirada fija en un punto del techo para no marearme
más. Notaba mi pecho subir y bajar de manera forzada, como si costara el doble
de trabajo de lo que debería. Me estiró en uno de los bancos del vestuario,
colocando una mochila debajo de mis pies para mantenerlos en alto – ¿Cómo te
encuentras? –Dijo él en un susurro, apartando el pelo de mi cara y poniéndolo
cariñosamente detrás de la oreja. Suspiré e intenté levantarme, pero con el más
simple de los movimientos, todo me dio vueltas, así que volví a estirarme.
Colocó una de mis manos entre las suyas, dándome un apretón, como si estuviera
dejando claro que estaba preocupado por mí y que estaba pendiente. Quiero levantarme, odio que estén pendientes
de mí. No me gusta preocupar a la gente innecesariamente.
—Estoy bien,
simplemente estoy mareada. Hace mucho calor hoy. Ya se me pasará –Intenté
calmarlo, pero noté su agarre más fuerte, así que aparentemente, no funcionó.
De repente, noté sus manos soltar las mías. Mi reacción fue instantánea, apreté
mi agarre en él justo cuando se levantó y se dispuso a salir del vestuario –No
te vayas, por favor –Supliqué, girando la cabeza tan rápido que todo volvió a
dar vueltas como si me encontrara en una montaña rusa.
—Voy a buscar
una Coca-Cola o algo con azúcar para que te sientas mejor –Dijo él, mirándome
preocupado. Odiaba esa mirada. Negué con la cabeza intentando que volviera a
sentarse.
Aparentemente,
mi cara de cachorrito funcionó. Se sentó de nuevo en el suelo, de rodillas a mi
lado. Mis labios dibujaron una tenue sonrisa. Él se acercó a mí y me dio un
beso suave y tierno en la frente. Suspiré. Sacó su móvil del bolsillo y
escribió algo. Luego me miró y me acordé de que tenía algo que decirme.
—Erik. Querías
decirme algo, Suéltalo ya por favor o me voy a volver loca –Le dije suplicante.
Me miró fijamente a los ojos y una sonrisa se dibujó en su cara. Lo miré con el
ceño fruncido aún sin saber qué esperar. Se acercó a mí, lentamente y me
levantó la cabeza poco a poco con su mano en mi nuca, firme y segura.
La puerta se
abrió de repente, apareciendo Marcus con una lata en la mano. Me miró
preocupado y yo no pude evitar maldecirlo dentro de mi cabeza por
interrumpirnos. Corrió hacia mí y colocó la mano en mi mejilla.
— ¿Estás bien?
Estas muy pálida, te he traído una lata. Bébetela toda por favor, no me des
estos sustos por favor –Dijo él con mirada preocupada y un poco enfadada. Noo, no puede estar aquí, por fin tengo un
momento para hablar con Erik y tiene que destruirlo. Quiero que se vaya de
aquí, pero… ¿Cómo puedo decirlo sin herir sus sentimientos?
—Estoy aquí
también, para tu información. Dame eso, yo cuidaré de ella. Puedes irte,
gracias –Dijo Erik con un tono mordaz y cortante. Supongo que aún está celoso y no lo culpo por ello, al revés, me parece
la cosa más sexy del mundo. Me dan ganas de saltar a sus brazos.
—Muchas
gracias, Marcus, estoy bien. Te busco luego, ¿Vale? –Le dije, para suavizar el
ambiente y darle las gracias adecuadamente. Cogí la lata que tenía Erik en sus
manos. Con lo celoso que estaba, tenía miedo de que calentara mi bebida antes
de poder siquiera probarla. Me miró sorprendido mientras intentaba sentarme
correctamente. Su mirada pasó de sorpresa a feliz por verme moverme, pero
necesitaba su ayuda para sentarme, así que colocó un brazo por debajo de mi
cuello y otro por debajo de mis rodillas para cogerme en brazos al estilo
nupcial. Pero en vez de sentarme en el suelo, se sentó él en el banco y me
sentó encima de él, aun sosteniéndome. Cuando miré hacia la puerta estaba
cerrada de nuevo y estábamos solos. Abrí la lata y me la llevé a los labios
bebiendo una gran cantidad, quería sentirme bien lo antes posible.
Erik estuvo
acariciando mi pelo como si tuviera una muñeca entre sus brazos en vez de a mí.
Me sonreía constantemente, cosa que me provocaba mariposas carnívoras en el
estómago.
Cuando me
sentí mejor, intentó sentarme normal en el banco pero lo paré.
—Estoy bien
así, o ¿Molesto? Si peso mucho me puedo sentar, ya me siento bien –Dije,
moviéndome levemente hacia un lado. Pero él me paró de repente, apretándome
hacia él. Rodeé su cuello con mis brazos y enterré mi cara en su cuello.
—Eli, tengo
que hablar contigo –Empezó, provocando piel de gallina por todo mi cuerpo
irremediablemente. Asentí con la cabeza, aún sin apartar mi cabeza de su cuello
–Eli, mírame a los ojos –Añadió al ver que no me movía.
Me aparté a regañadientes
de su cuello, aun percibiendo su perfume increíble. Lo miré intrigada y le
sonreí, dándole ánimos para que realmente soltara lo que su corazón guardaba
con tanto empeño.
—Verás… He
estado pensando muchísimo, y esto sigue dándome un miedo terrible –Dijo él,
apartando su mirada de la mía. Coloqué mi mano en su mejilla y lo obligué a
enfrenarme.
— ¿En qué has
estado pensando tanto? –Le pregunté intentando ayudarle a que sacara lo que tan
bien guardado tenía. Me atravesó con esos ojos azules que me perseguían hasta
en sueños.
—En ti –Dijo
él, con una seguridad que en mí flaqueaba. Noté el aire escaparse de mis
pulmones como si de un colador se tratase. Una sonrisa inmensa se dibujó en mi
cara como si no hubiera un mañana para mostrarla.
—Y ¿a qué
conclusión has llegado? Si has llegado a alguna… –Dije yo bajando la mirada
hacia el suelo con miedo a ser rechazada. Si
me rechaza no sé cómo voy a reaccionar, la verdad. Este hombre me ha puesto la
cabeza del revés y se ha apropiado de mis pensamientos como si fuera una
camiseta de fútbol. Hablando de camiseta de fútbol, aún tengo la suya… Adoro
tener esa camisa suya.
Esta vez fue
él quien colocó su mano en mi mejilla para enfrentarlo. Me atravesó con su
mirada y lo único que yo podía pensar era en lo mucho que deseaba que me besara
en ese momento.
—Eli. No puedo
perderte, simplemente no puedo permitírmelo. Me volvería loco. Eres lo mejor
que me ha pasado. Haces que me sienta como un crío en el colegio, con mariposas
en el estómago, con deseos de verte a cada momento. Me das miedo, de verdad.
Porque tienes el poder de destruirme, completamente. Sé que si te pierdo no
volveré a ser el mismo. Sin ti no soy nada, soy un simple jugador se fútbol.
Como me miras, como me besas, como me tocas, me haces sentir especial. Puede
parecerte muy cursi, pero me gustas de verdad. Y sé que para poder estar
contigo, tengo que superar mis miedos. Así que aquí me tienes, todo tuyo, si
quieres… –Dijo él con tono nervioso pero decidido. Me lancé a sus brazos y lo
abracé con todas mis fuerzas. Noté su pecho hincharse cuando sus pulmones se
llenaron de aire, como si hubiera estado aguantando la respiración esperando mi
respuesta. Mi respuesta no necesitaba de palabras, así que simplemente me tiré
hacia atrás y lo besé.
Él reaccionó
al instante y me movió hasta que estuve encima de su regazo con las piernas a
sus lados. Iba acariciando mi espalda cariñosamente. Sus labios bailaban con
los míos como si pertenecieran allí, como si los dos fuéramos dos partes de un
todo y se nos hubiera separado a la fuerza. Acaricié su nuca, acercándolo más a
mí, profundizando el beso.
Respiré su
olor y sonreí en el beso, provocando una sonrisa por su parte. Nuestras lenguas
jugaban juntas y mi estómago estaba vivo definitivamente. Notaba como un simple
toque suyo hacía mi mundo tambalearse, él tenía el poder de crear mi mundo, y
como eso, destruirlo. Cuando respirar se volvió un problema nos separamos muy a
nuestro pesar. Estábamos los dos luchando por respirar, jadeando. Nos mirábamos
como si viéramos a través de nuestras almas.
—Tú también
tienes el poder de destruirme, tienes tanto poder sobre mí que me da rabia. Una
simple palabra, un simple roce o una simple mirada… pueden hacerme volar.
Significas mucho para mí, te has ganado un hueco dentro de mí, no puedo
evitarlo. Yo tampoco puedo evitar pensar en ti todo el tiempo, TODO EL TIEMPO
–Dije, sin aliento aún. Iba a decir más, pero me pararon sus labios estrellados
contra los míos.
Se apartó de
mí un segundo y me miró con los ojos entrecerrados.
— ¿Quieres
salir conmigo? ¿Ser enserio mi novia? –Me dijo indeciso, evitando mi mirada. Me
levanté, poniéndome delante de él. Coloqué mis manos en sus mejillas,
levantando su cabeza.
—Me
encantaría, enserio –Dije acercándome a él. Cuando estuve a centímetros de su
boca, vi la sonrisa más hermosa formarse en ellos y no pude aguantar más, me
abalancé hacia él, apretándolo contra mí mientras mis labios formaban su camino
con los suyos. Me separé un segundo de él para respirar –Solo quiero que sepas,
que tienes mi corazón, es tuyo, absolutamente. Por favor, no lo rompas –Dije yo
viendo la intensidad de su mirada, atravesándome. La manera en la que me
miraba, era eléctrica, como si no pudiera evitar desearme. Ese pensamiento me
hinchó el corazón en el pecho, haciéndome sentir más feliz que nunca.
—Nunca se me
ocurriría. Si lo rompo, automáticamente se me rompería el mío. Ahora voy a
volver a besarte, ¿De acuerdo? Porque ya echo de menos tus labios, Novia –Dijo
él con una mirada radiante digna de una ley en su contra. Adoro el sonido de “novia” en sus labios, adoro como me siento ahora,
lo adoro a él. Me hace sentir como una verdadera princesa.
—Por favor,
Novio –Dije yo. Y lo hizo, haciéndome sentir como en las nubes. Tengo el novio más maravilloso del mundo, no
puedo creérmelo aún.
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