domingo, 24 de marzo de 2013

Capítulo 36


Noté mi corazón acelerarse a medida que entraba en la sala blanca, completamente inexpresiva. Sentado en una silla, detrás de una mesa plateada completamente vacía y limpia, se encontraba Jaime con una sonrisa petulante en la cara. Tenía los labios hinchados y rojos a causa de los golpes de Erik, aparte de los dos ojos negros y la nariz rota. Estaba hecho un cromo. No sé cómo puede siquiera abrir los ojos, está destrozado. Verlo así, en cierto modo, me hace sentir mejor. Pienso que ha obtenido lo que realmente se merece. Al verle la cara, un sentimiento profundo de ira me inundó desde la cabeza a los pies. Apreté las manos en puños y me mordí en labio intentando controlar los instintos asesinos que me consumían en ese momento. Ahora mismo podría pegarle, hasta hartarme, no tendría ningún problema. No entiendo sus motivos, ni el cómo. Este hombre debe tener algún problema o algo similar. No puedes ir de repente agrediendo a la gente y simplemente esperar que no se queje. Supongo que no se esperaba que me resistiera como lo he hecho, no le ha dado tiempo de hacerme real daño. Pero los moratones del cuello, aunque se vayan, no voy a olvidarlos jamás.
— Hola preciosa – Dijo él primero, como si solo nos encontráramos él y yo en la sala blanca, como si nada hubiera pasado. Decidí no seguirle el rollo contestándole, así que me mantuve callada. Estaba rígida y tensa, totalmente incómoda. Solo quiero saber por qué y entonces me voy. No tengo ganas de estar aquí, quiero que se acabe pronto todo esto. Echo de menos los brazos protectores de Erik rodeándome. Suspiré intentando relajarme y no dejarme llevar por mis más puros impulsos. Noté una mano segura y protectora colocarse en mi hombro derecho. Me giré y el agente que yo había escogido para que me acompañara sonrió con confianza, dándome ánimos. Le devolví la sonrisa y me senté en la silla delante de Jaime. Solo nos separaba la fría mesa de metal.
Él se apoyó en la mesa, acercándose con falsa diversión fácilmente palpable a través de su mirada. Intenta enfadarme, no va a conseguirlo.
— ¿Por qué? – Pregunté lo más calmada que pude fingir. Sus labios se curvaron en otra sonrisa, esta vez sin diversión fingida, sino real. ¿Así que te diviertes? Impresionante.
— Simplemente, amor, porque te quiero para mí – Contestó como si se tratara de la cosa más obvia, sin más. Jadeé y temblé ante el uso de la palabra amor. No me esperaba que lo dijera tan confiado y libre. Este hombre es un psicópata, me da miedo – Erik siempre se queda con todo. Fue elegido capitán por encima de mí, siempre consigue todo lo que quiere, no es justo. Cuando os encontré en la entrada besándoos, y vi cómo te miraba, supe que la mejor manera de hacerle daño era haciéndotelo a ti – Siguió con rabia antes de que pudiera siquiera reaccionar. Cuando lo sepa Erik va a querer matarlo, y no creo que si se da la ocasión vuelva a pararlo.
— ¿Así que en realidad ha sido un ataque de celos hacia Erik? Querías utilizarme para hacerle daño… eso es rastrero y enfermizo, aparte de infantil, claro. Enserio, háztelo mirar, no es normal. Voy a presentar cargos y me voy a asegurar de que estés encerrado durante mucho tiempo – Dije con rabia, empezando a levantarme pero sentándome de nuevo – Atacarme de repente por celos no ha sido un movimiento muy inteligente. ¿Qué ibas a hacer? ¿Mantenerme encerrada en el armario? ¿Ibas acaso a matarme? ¿Creías que iba a rendirme tan fácilmente? No me conoces en absoluto. Espero que no le hayas hecho nada similar a nadie más – Las preguntas salían una detrás de otra sin poder pararlas. Tenía tantas preguntas y dudas que no podía evitar que salieran a borbotones. No quiero que vea que me ha afectado realmente lo que ha pasado, pero no he podido evitar preguntar. No sé si tendré una oportunidad como la de ahora para hacerlo. Si Erik hubiera estado aquí, a lo mejor sí que hubiera dicho algo. Yo creía que era un ataque dirigido a mí, no a Erik. Por eso en un principio pensé que no me hubiera dicho nada si hubiéramos entrado los dos juntos. Ahora creo que da igual, porque si lo que quería era hacerle daño ya lo ha conseguido, y entonces se estaría mofando de nosotros. Prefiero pasar por esto sola, Erik habría reaccionado mal ante sus palabras y seguro que hubieran tenido que pasarle los pies antes de que dejara realmente inconsciente a Jaime.
Él seguía sonriendo y no contestó ninguna de las preguntas. No dijo nada, simplemente se mantuvo mirándome como si esperara una gran reacción por mi parte. No voy a darle ese gusto, se ha acabado.
— De acuerdo – Dije seria. Me levanté de la silla con un sonido estridente.
Estiró el brazo por encima de la mesa y me cogió, de manera brusca y hermética, la muñeca. Jadeé de la impresión y tiré, intentando soltarme del agarre. Me hacía daño.
— ¡No te atrevas a dejarme aquí! – Gritó perdiendo la compostura. Sonreí ante su reacción. Al ver mi sonrisa apretó su agarre en mi muñeca y grité.
Antes siquiera de poder acabar el grito, el agente de mi derecha le dobló el brazo, consiguiendo que me soltara. Respiré aliviada cuando noté de nuevo la sangre circular por mi muñeca libremente. Me acaricié la muñeca y me dirigí a la puerta con paso rápido. Respiraba con dificultad y me temblaban las manos. Por eso agradecí cuando un agente me abrió la puerta. Yo no soy capaz ni de abrir una puerta ahora, doy las gracias por siquiera poder andar. No me noto fuerzas ni para hablar.
Solo abrir la puerta me encontré a Erik con mirada fija y preocupada justo delante de la puerta, de pie. En el instante en el que me vio dio un paso adelante y me rodeó con los brazos, haciéndome sentir segura y protegida. Lo necesitaba, lo necesito.
— Lo siento, lo siento – repetía una y otra vez acariciándome la cabeza como a una niña pequeña. Con los ojos llenos de lágrimas me separé de él frunciendo el ceño. ¿Por qué me pide ahora lo siento? No ha hecho nada.
— ¿Por qué lo sientes? No tienes ninguna culpa y lo sabes – Dije con tono serio. Me atravesaba con sus increíbles ojos azules llenos de preocupación y culpabilidad.
— Si no te hubiera llevado conmigo al partido o a la práctica, nada de esto hubiera pasado... – Empezó a replicar con tono preocupado y con rabia hacia sí mismo. No, eso ni hablar. Lo que me faltaba ahora, tener que sacarle la culpabilidad de la cabeza a Erik.
Me puse de puntillas y le di un beso, que en un principio pretendía ser tierno y suave, pero la necesidad tomó lugar y se convirtió en pura pasión y fuego. No pude evitar llevar mis manos a su pelo y hacerlo mío. Él a su vez me apretó más contra su pecho. Nos separamos después de unos minutos con la respiración acelerada.
— Ni se te ocurra pensar así. No ha sido culpa tuya. Si no me hubieras llevado tú, habría buscado otra manera de ir. Ni te lo pienses, era imposible que supieras lo que iba a pasar. No podrías haberte imaginado ni por asomo que uno de tus compañeros de equipo es un sicópata enfermizo con celos poco sanos hacia ti, que ha decidido utilizar a tu novia para hacerte daño – Contesté rápidamente antes de que añadiera nada más. Me miró con sorpresa y confusión. He hablado demasiado.
— Así que de celos era de lo que se trataba... En cierto modo lo entiendo, tengo la mejor novia del mundo. Es normal que despierte envidias y celos, pero llegar a tal extremo es enfermizo. Si vuelvo a ver a ese imbécil, no será capaz de tocar a nadie más – Dijo, con rabia. Coloqué las manos en sus mejillas, y el gesto pareció tranquilizarlo.
— Vamos, te llevo a casa. Tu madre debe estar preocupada – Añadió cuando se hubo calmado. Asentí con una sonrisa. Entrelazó nuestros dedos y caminamos a través de los pasillos en busca de una salida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario