— ¡Venga chicos! Segunda parte – Gritó Erik
mientras se separaba de mí a regañadientes – Pol, te cambias por Jaime – Añadió
en el último momento. Me siento incómoda
con él a mi lado, desde la escena de la ducha no me mira igual. Me mira igual
que en aquel momento y me da grima. Bueno, da igual, no puede hacerme nada ni
que quiera. Primero, sé defenderme. Segundo, tengo a un increíble Príncipe Azul
como novio para defenderme si es necesario.
Miré como jugaba Erik, con su majestuosa figura y
sus impresionantemente rápidos reflejos. De repente, mi móvil vibró en mi
bolsillo. Di un bote en la silla del susto y vi por el rabillo del ojo que mi
repentino movimiento no había pasado desapercibido por Jaime. Cogí el móvil al
notar más de una vibración. Una llamada.
Miré confusa la pantalla y sonreí al ver quien llamaba.
— ¿Sí? – Dije, colocándome el teléfono en la
oreja.
— ¿Has muerto? – Preguntó sarcásticamente la voz
de la otra línea.
— Nop, pero se me olvidó llamarte cuando llegué a
casa, llegué tarde, no quería despertarte Riri – Dije con una sonrisa, entonces
me acordé. Ella huyó del colegio el
viernes por lo de Quim. Tengo que conseguir información.
Me levanté y me fui fuera, para tener un poco de
privacidad, no me viene de gusto que
Jaime me escuche hablando con Riri. No sé, algo me dice que no tengo que
confiar en él, y creo que no es solo lo de la mirada lasciva del viernes noche.
— Ya… Ya… Cuenta – Contestó Riri, sacándome de mis
cavilaciones. Se lo conté todo, todo y todo.
— Uh, esto sube de temperatura… Qué suerte tienes,
asquerosa – Respondió ella con tono triste. Ahora
es el momento.
— Se acabó.
Canta – Dije con tono firme y serio. Estaba de espaldas al partido, no quería
perderme nada, pero era un tema que preocupaba a mi mejor amiga, tenía que
hacer algo.
— No sé a qué te refieres, Eli – Contestó ella con
tono evasivo, no podía ser más evidente ni que lo hiciera a propósito.
— Venga ya… Si… Sabes perfectamente a qué me
refiero, o ¿debería decir QUIÉN? – Dije con una sonrisa burlona en la cara. Estoy segura que se me nota en la voz, la
sonrisa. Estoy segura que la ha notado.
— No sonrías, y no hay nada… No ha pasado nada.
¡Nada! – Contestó ella un poco más alto de lo que me hubiera gustado, pero que
se la iba a hacer… Estaba en fase de negación.
— Riri… Bueno si n… – Paré de hablar de golpe
cuando noté una mano en mi boca impidiéndomelo. Alguien estaba detrás de mí con
una mano en mi boca y la otra rodeando mi cintura, impidiendo moverme. Oh dios mío, ¿Me están secuestrando?
¿Enserio? Esto debe ser una broma… No, no y no. No voy a permitirlo.
Intenté separar con mis manos la mano aferrada
herméticamente a mi boca, impidiéndome respirar. No funcionó, quien fuera el
que tenía detrás, era mucho más fuerte que yo. Pero eso no quiere decir que me deje, no se lo voy a poner fácil. Si
quiere guerra, guerra tendrá.
Llevé el codo hacia atrás rápidamente, dándole
justamente en la barriga a mi agresor. Oí un gruñido y durante un segundo
estuve libre. Cogí aire de manera brusca y me aparté intentando escapar pero mi
agresor me cogió del pelo y tiró bruscamente hacia atrás. Grité a causa del
dolor al notar varios mechones de mi pelo ser tirados y algunos pelos
arrancados. Instintivamente, me giré con los brazos estirados y por
consiguiente le di un puñetazo en la cara.
— ¡Ah!, No pensé que fueras tan difícil – Gritó
él. Esta voz me suena, mucho. Miré
bien a quién tenía delante. Jaime. Jadeé.
Al ver que lo había descubierto, colocó las manos
en mi cuello y me arrastró a un armario oscuro de alguno de los vestuarios.
Pataleé y le pegué pero no funcionó, siguió con su agarre mortal en mi cuello,
provocando que me faltara el aire. Me empecé a poner histérica y noté lágrimas
en los ojos. No, esto no se puede quedar
así. Tengo que pensar racionalmente, tiene que haber alguna manera. Pensé
durante unos segundos… Puede que alguna manera
haya.
Coloqué mis manos juntas y las subí por el espacio
entre sus brazos, que estaban estirados entre los dos con sus manos aún en mi
cuello. Al subir mis brazos por encima de los suyos, provoqué que él apartara
sus manos de mi cuello, dejándome al fin respirar. Me agaché y me apoyé en mis
piernas intentando recuperar el aliento. Noté que él se separaba de mí y
levantaba la mano. Cerré los ojos, esperando notar un fuerte golpe en la cara.
La puerta se abrió de repente y apareció Erik con
la mirada más furiosa que le había visto nunca. Vio a Jaime, lo cogió de la
camisa, levantándolo del suelo, y lo arrastró fuera del armario.
— ¡No toques a mi novia! – Dijo antes de darle un
puñetazo que resonó por todo el vestuario. Después de ese puñetazo, le siguió
otro y otro. Me levanté poco a poco, mareada por la falta de oxígeno. Me
acerqué a ellos.
— ¡Erik! – No me oyó, siguió pegando a Jaime, que
ya estaba casi inconsciente – ¡¡Erik!! ¡¡Erik!! Por favor… – Supliqué
histérica, notando las lágrimas resbalar por mis mejillas. Veía como la sangre
salía de varios puntos de la cara de Jaime, la nariz, un corte en la mejilla…
De repente, se giró hacia mí y dejó ir a Jaime,
provocando que cayera al suelo con un sonido sordo. Yo perdí la fuerza en las
piernas y me tambaleé. Erik corrió hacia mí y me cogió al vuelo, colocándome en
brazos como si fuera una muñeca de trapo estropeada. Suspiré aliviada, notando
como aún me costaba respirar. Seguía llorando e hiperventilando. Me acarició el
pelo, intentando tranquilizarme. Yo rodeé su cuello con mis brazos y enterré mi
cara en él. Él hizo lo mismo, colocó su cara en mi cuello. Yo sentía su
respiración acelerada pasar de mi cuello a mi espalda, y eso me relajó
considerablemente. Notaba besos en mi cuello y podía oír mis sollozos.
— Shhh, Ya está, estoy contigo. Todo va a ir bien
– Me repetía mientras me daba besos en el cuello. No lograba tranquilizarme del
todo. Se giró y se movió hacia uno de los bancos y se sentó poniéndome encima
de él, nunca separándonos ni un centímetro.
Pasaron varios minutos, que pudieron ser horas,
pero se sentían como segundos hasta que me hube calmado un poco. Mientras me
acariciaba la cabeza, vi como enviaba mensajes y llamaba. ¿Qué acababa de pasar? Respiré profundamente, agradecida de poder sentir
el aire entrar y salir de nuevo. Me separé unos centímetros del hombro de Erik
para mirarlo a la cara.
— ¿Cómo me has encontrado? – Le pregunté con voz
ronca y temblorosa. Tosí varias veces, intentando recuperar mi voz, mientras me
tocaba el cuello adolorido. Él siguió con la mirada todos mis movimientos y vi
sus ojos oscurecerse al observar dónde tenía colocada mi mano. Me levanté y me
acerqué al espejo. Lo que me enseñaba era una versión desconocida de mí misma.
Tenía los ojos rojos e hinchados, el cuello exactamente igual, con marcas más
oscuras en los costados. Esto me va a
dejar marca durante tiempo, va a salir el moratón. Suspiré y noté una nueva
lágrima resbalar y hacerme cosquillas por la mejilla.
Cerré los ojos y noté a Erik colocarse delante y
limpiarme la lágrima con el dedo y abrazarme con todas sus fuerzas. Me sentí
segura en sus brazos, como si fuera una niña pequeña. Pero las niñas pequeñas no pegan a sus agresores. Ante ese
pensamiento no pude hacer otra cosa que sonreír.
— Ahora que estás más calmada, cuéntame qué ha
pasado. La policía se lo ha llevado hace una hora más o menos. Van a pedirte
declaración y si quieres presentar cargos, estaré a tu lado todo el tiempo.
Asentí con la cabeza y se lo conté todo, sin dejarme un solo detalle sin
describir.
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