lunes, 3 de junio de 2013

Capítulo 49


El teléfono sonó de nuevo, sobresaltándome. Estaba todo oscuro como una cueva excepto por una luz a mi izquierda, en el suelo, al lado de la cama. ¿Desde cuándo pongo el móvil en el suelo a mi izquierda? Desde nunca, espera, esta habitación no me suena de nada. ¿Dónde estoy? El móvil volvió a sonar, haciéndome saltar de nuevo.
— Contéstale, no ha parado de llamar desde el viernes. Va a aparecer por aquí al final, porque estoy segura de que habrá aparecido por tu casa – Dijo una voz dormida, a mi lado. Me giré de repente y vi a Raquel frotarse los ojos. Espera, ¿Raquel? Me quedé pensando durante unos segundos y entonces me acordé. Lerda, apareció el viernes, me quedé a dormir en casa de Raquel para evitar que Erik apareciera por mi casa. Sé que no es muy inteligente evitar a Erik de esta manera, pero ahora mismo no puedo enfrentarlo sin soltarle el porqué de la desaparición de Lerda. Sé que le va a doler, sé que necesitará hablar con ella para cerrar todo el asunto. Y no quiero que la vea, porque es una arpía. No se lo merece, no merece ni que Erik le dirija una mirada. Sé que no es justo lo que estoy pensando, pero no quiero que la vea. Sin embargo, sé que cuando se lo cuente hará lo que yo quiera que haga, y eso es lo que me da más rabia. Sé que si le digo que no vaya, no irá. Pero también sé que eso es totalmente injusto y tengo que ser consecuente con las personas que quiero. Y si de verdad confío en Erik, entonces no debería preocuparme. Pero de eso ya se han ocupado mis dudas y complejos, de asegurarme de dejar un mar de inseguridades al descubierto.
— ¿Quieres coger el teléfono de una vez? ¡O lo haré yo! Son las 4 de la mañana, por el amor de dios… – Gritó Raquel, exasperada. Esa vez, no había oído a mi teléfono sonar otra vez, estaba completamente perdida en mi mundo pensando qué debería hacer. Como me había pasado el fin de semana entero. Era domingo madrugada, técnicamente era lunes. Miré a mi teléfono y suspiré al ver que era mi madre.
— ¿Si? – Contesté como siempre aun sabiendo quién era. No tenía la voz de dormida que tenía Raquel, me había despejado completamente. Mierda, eso significa que no voy a poder volver a dormirme. Me levanté y salí de la habitación. Bajé las escaleras mientras tapaba el teléfono, ya que mi madre estaba chillando como una histérica.
– ¿Mamá? ¿Qué ocurre? – Susurré alarmada, intentando no despertar a nadie de la casa.
— Tu maldito novio está histérico. Está aquí y no piensa irse hasta que sepa dónde estás y por qué lo estás evitando. Así que te sugiero que te pongas al teléfono y le indiques cómo ir a casa de Raquel, porque no pienso aguantarle ni un minuto más – Y con eso, colgó. Me quedé boquiabierta, mirando fijamente el teléfono. ¿Qué acaba de pasar? ¿Erik está en mi casa? ¿Está mal pensar lo rematadamente romántico que es eso? Al cabo de un minuto, mi teléfono volvió a sonar. Erik.
— Sube por la carretera principal, a la segunda a la derecha y en la curva del pueblo te paras, bajo en cinco minutos – Contesté, sin dejarlo hablar. Colgué al acabar la frase, suspirando. Ahí voy, y yo pensaba que me quedaban unas horas para enfrentarme a él. Que equivocada estaba.
Corrí hacia la habitación de Raquel y la encontré sentada, mirando hacia la pared con expresión dormida. No pude evitar soltar una risa. Me miró sorprendida y se le encendieron los ojos con curiosidad.
— ¿Qué pasa? ¿Qué es tanto alboroto? – Susurró intentando sonar demandante pero sonó más desesperada de lo que le hubiera gustado, eso seguro. Le sonreí mientras me sentaba en la cama a su lado.
— Erik ha montado una escena en mi casa, mi madre está histérica. Me ha hecho contestarle el teléfono para indicarle dónde estoy – Suspiré y miré hacia el suelo sabiendo que mi cara debía estar de un tono mortalmente rojizo. Cuando levanté la mirada, extrañada al no oír ni siquiera una risa por parte de Raquel, vi que se había quedado con la misma cara que yo al enterarme, totalmente boquiabierta – Vaya un novio me he buscado, no puedo ocultarle nada – Suspiré de nuevo, levantándome y caminando alrededor de la cama para recoger mis cosas y vestirme.
— Tienes que entenderlo, también. Eres muy extremista. De repente estás todo el día encima de él y horas después te niegas a hablarle. Añadiendo las constantes llamadas cortadas durante el fin de semana entero. No eres lo que yo llamaría sutil – Contestó, completamente despierta. Me tapé la cara con las manos, respirando profundamente intentando calmarme.
— Siento haberte despertado, espero que puedas volver a dormir, yo me tengo que ir. Conociéndolo, estará allí esperando como un pitbull – Dije demasiado alto porque Raquel me miró alarmada. Asentí sin decir nada, me vestí tan rápido que estaba segura de que tenía la camiseta y el sujetador del revés. Pero me dio igual, tenía que enfrentarme a él y cuanto antes mejor. Parece que vaya a la guerra. Me reí sola, mientras abría la puerta principal con el menor ruido posible.
El aire fresco fue un choque agradable contra mi cálida piel expuesta. No quería enfrentarme a un novio enfadado, pero tampoco soportaba pasar un minuto más sin hablarle. Lo necesito de nuevo, necesito ese calor que siento en el pecho cada vez que me toca o me mira con esos ojos enormemente azules de cachorrito inofensivo. Bajé corriendo la calle dirección a la curva del pueblo. Antes de que llegara a la curva, ya me había visto. Estaba apoyado en el capó del coche, con los labios dibujando una línea. Ups, está enfadado. Supongo que me lo merezco. Me miró de arriba abajo, como si le costara reconocerme. Dejé de correr y miré hacia otra parte sin querer enfrentar su mirada gélida. Estaba a unos 5 metros de donde se encontraba él.
— ¿Pero qué demonios te pasa? – Preguntó, demasiado fuerte. Por un segundo tuve miedo de despertar a los vecinos, pero entonces me di cuenta de que realmente me daba lo mismo. Como no me moví, en 5 zancadas, estaba delante de mí. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, a compás del suyo que estaba apenas a un centímetro del mío. Me costaba respirar de lo cerca que estábamos y de lo poco que deseaba pelarme con él. Me miraba intensamente, como si batiera una lucha interna – No me vuelvas a hacer algo así. Ahora entiendo cómo te sentiste cuando desaparecí porque tenía dudas. Lo llevaste mejor de lo que lo estoy llevando yo, tengo que admitirlo. Pero, NO VUELVAS A HUIR DE MÍ – Empezó a gritar, y en la última palabra se le quebró la voz, quedando solamente un susurro.
Levanté la mirada hacia él, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Notaba la electricidad pasar a través de nuestros cuerpos. No sé cuánto tiempo voy a aguantar sin besarle. Ante ese pensamiento, no pude evitar mirar directamente sus labios. Me mordí el labio intentando frenar mis impulsos. Pero fui la única en conseguirlo.
Porque de repente me besó, con toda la pasión y las ganas retenidas por el tiempo que habíamos pasado separados. Apenas dos días, pero parecía una eternidad. Al principio, sus labios eran fieros y urgentes contra los míos, pero luego se convirtió en un beso dulce y lleno de preocupación. Nuestros cuerpos se unieron como si fueran dos imanes y no pudieran evitar la atracción. Me rodeó con los brazos, atrayéndome aún más contra él y yo le envolví el cuello con mis brazos y le devolví el beso con toda la necesidad que tenía de él. Nos pasamos besándonos hasta que el sol salió, calentándonos las cabezas. Ni siquiera vimos el amanecer, estábamos demasiado perdidos entre os labios del otro. Estábamos bajo un hechizo.
— Conseguid una habitación. No os comáis en medio de la calle, es asqueroso – Gritó Raquel desde su ventana, sacándonos de nuestro mundo. Dejamos de besarnos para mirarla y reírnos. Pero no nos separamos ni un centímetro. Cuando le hube sacado la lengua a Raquel y enviado una mirada asesina, me volví a girar hacia él y rocé mi nariz con la suya consiguiendo que cerrara los ojos. Cogí aire.
— Lo siento, tuve un ataque de celos y de dudas. No pude evitarlo después de… – Me paré a media frase, aún sin saber cómo abarcar el tema de Lerda. Sé que se llama Leila, pero me niego a llamarla por su nombre, no se merece ni eso por mi parte. Me miró comprensivo y besó la punta de mi nariz, haciéndome reír.
— Lo sé, sé que hablaste con Leila. Lo vi, yo fui quien te llamó justo al acabar la conversación. No me lo cogiste y llamaste a Raquel. Pensé en darte tiempo pero luego no cogías mis llamadas, así que me planté en tu casa esta madrugada. Seguro que tu madre se está pensando lo de dejarte estar conmigo, ¿Verdad? – Habló muy rápido, avergonzado por su confesión de escuchar a escondidas. Lo miré sorprendida pero divertida.
— No te preocupes por mi madre, seguro que encontró romántico que aparecieras en mi casa en plena noche buscándome. Yo lo encuentro de película, y me encanta. Pero, si viste toda la conversación… Sabes qué pasó con Leila. Sabes por qué te dejó. ¿No estás enfadado con ella? – Pregunté, cautelosa. Si ya lo sabe, no tiene que hablar con ella. Lo miré tranquila, pero realmente estaba saltando en mi interior con alivio.
— Ni me inmuté, estaba demasiado embobado mirando a mi novia sacar unas y dientes para defenderme. Era una escena digna de ver, suerte que no me la perdí. Sé que no quieres que hable con ella, pero necesito hacerlo. Tengo que arreglar esto, necesito decirle que no quiero estar con ella. No puede seguir persiguiéndome, tiene que quedarle claro que tengo a otra persona en la cabeza, y en el corazón, y en el móvil, y en todas partes. No voy a caer de nuevo, lo hice una vez y me sirvió de aprendizaje para toda mi vida. Me da igual lo que haga con su vida, mientras no interfiera en la mía – Sonrió mientras cogía mi mano y entrelazaba nuestros dedos. El alivio que sentía al pensar que no tenía que hablar con ella de nuevo se fue, pero no completamente. Sus palabras me derritieron, desde la primera hasta la última célula de mi cuerpo completamente enamorado.