sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 16


— ¿Enserio? ¿Vas enserio? No puede ser –Oí la voz enfadada de Raquel. Un segundo, ¿Raquel? Abrí los ojos y gruñí porque me molestaba la cantidad de luz, Riri había encendido la luz.
— ¿Qué pasa? ¿Qué día es? ¿Qué hora es? –Me senté con mucho esfuerzo y la miré. Estaba de pie con los brazos cruzados sobre el pecho con cara de policía. Mierda. Miré el reloj de mi móvil y vi que era martes y además eran las 9 – ¡No puede ser! -Grité sorprendida mientras me levantaba de la cama de un salto. ¡Me he dormido! Empiezo bien el día… Cuando empiezo el día así, suelo tener un mal día. Es como un presagio. Se me retorció el estómago ante el pensamiento. Veremos.
Me cambié a la velocidad del rayo, peinándome seguidamente con el cepillo de dientes aún en la boca. Raquel se rio ante el panorama. Le saqué la lengua mirándola a través del espejo escupiendo sin querer pasta de dientes, haciendo que se riera aún más. Me puse a reír y tuve que sacarme el cepillo de la boca para no ahogarme. Ese día me puse unos pantalones naranja chillón y una camiseta con una manga solamente de una mariposa azul enorme. De zapatos me tuve que poner unas converse, ya que mis sandalias estaban rotas.
— ¿Ya? –Me preguntó Raquel, resignada, con mi bolso en la mano.
—Sí, sí, vámonos –Le contesté corriendo a través de la puerta cerrándola de un portazo un segundo después. Una vez en el colegio, dejé el bolso en la misma clase que Raquel tenía que quedarse a controlar que hicieran deberes.
— ¿Qué ha pasado? –Me preguntó expectante, con un punto de curiosidad en sus ojos. ¿Por qué es tan suspicaz?
— ¿Qué ha pasado cuando, de qué? –Le pregunté frunciendo el ceño, escondiendo una sonrisa.
— ¿Qué me escondes? –Me miró levantando las cejas.
—Vale –Contesté, suspirando resignada –Ayer hablé con él antes de irnos, y parece tener más o menos claro lo que quiero de él, quiero que luche por mí. Pero que lo haga es otra cosa –Miré al suelo.
—Eso lo veremos, puede que antes de lo pensado –Dijo, mirando algo a su izquierda. Me giré en esa dirección y vi a Erik caminar por el pasillo hacia nosotras con Laura a su lado, el hecho de tener a Laura al lado no era el problema en sí, era la mano que tenía él encima de los hombros de ella. Me giré y me fui en la dirección contraria, yéndome por donde había venido antes. No, no me voy a poner celosa, tengo la situación bajo control. Puedo con esto, solo hace falta una decisión mía y esto se habrá acabado, esto de ponerme celosa se habrá acabado. Respiré hondo.
Cuando estuve con los niños pequeños me olvidé de todo, de los celos, de los trucos, de las contradicciones, de los pensamientos, de las dudas. Fue un momento de evasión, donde podía hacer el tonto sin quedar en evidencia, los niños pequeños del campus de inglés son una muy buena excusa para tirarte por el suelo y jugar. Lo malo es cuando uno se te tira encima y otro lo ve, hace lo mismo. Y era un grupo de más de 30. En un momento me vi inmovilizada. Me puse a reír.
— ¡Ayuda! ¡Me atacan! ¿Hay alguien? –Llamé pidiendo ayuda pensando que nadie me oiría. Los niños se pusieron a reír al oírme chillar.
— ¿Necesitas ayuda, Princesa? –Cuando oí su voz, mis piernas temblaron, literalmente. Los niños que estaban cogiéndome de las piernas se movieron, pero no soltaron su hermético agarre. Estiré la cabeza hacia atrás para verlo, yo estaba estirada en el suelo, así que lo veía muy alto. Me miró con cara divertida, y levantó una ceja. ¡Ah! Que no era una pregunta retórica… ¿De verdad quiere que se la conteste? – ¿No tienes a SuperMarcus aquí para salvarte? –Añadió él con tono burlón, poniéndose serio. Idiota.
—Da igual, no necesito tu ayuda, puedo salir de esto sola –Contesté enfadada, ¿Acaso he sacado yo a Laura? Si intentaba conseguir algo, lo ha hecho de pena. Suspiré, sin mirarlo.
— ¡Chicos! Arriba, es hora de clase de tenis. ¿Quién quiere ir a tenis? –Grité para que me hicieran caso. Se fueron levantando poco a poco e intenté moverme, pero aún quedaba alguno en mis piernas. Vi cómo se movía hacia el último que se negaba a levantarse y lo levantó, dejándome libre. Noté su mirada en mí y noté mi corazón saltarse un latido –Quiero una fila en la puerta, y no la crucéis hasta que llegue yo, ¿Vale? –Di las órdenes contundentes para que me hicieran caso. Me giré hacia él.
—Gracias, no hacía falta –Le dije, mirándolo a los ojos. Estoy segura que puede ver el dolor en mis ojos, Igual que yo puedo ver el dolor en los suyos. Me giré para irme pero una mano en mi brazo me paró. Me volví hacia él.
Él tiró de mí hacia él y me rodeó con los brazos. Mi corazón se volvió loco y empezó a latir como si él hubiera encontrado una señora corazón con lencería de encaje. Dios, no puedo negar mis sentimientos por este hombre. Si no averigua lo que siente por mí, tengo la sensación de que voy a sufrir. Si quiere estar conmigo tiene que dejarlo claro, no dejar pistas contradictorias. No puedo hacer esto, no hasta que él no esté seguro de sus sentimientos y pueda demostrármelos. Porque si no sé lo que siente, es como si no existiera nada en absoluto entre nosotras.
Puse las manos en su pecho y lo empujé. Me armé de valor, y tuve que utilizar todo el autocontrol de mi cuerpo. Tengo más autocontrol del que creía, porque me veía incapaz de separarme de él. No soporto estar lejos de él. Se acercó a mí de nuevo y di un paso hacia atrás.
—No, por favor –Dije negando con la cabeza. Notando el nudo de mi garganta presionando hasta que noté lágrimas en mis ojos, pero no tenía ninguna intención de dejarlas caer. Mi estómago parecía tener montada una fiesta con gente saltando y arrastrándose. Me miró dolido y con el ceño fruncido –No quiero tener nada que ver contigo hasta que no averigües lo que sientes por mí, te tragues tus dudas, cojas una indigestión y finalmente tomes una decisión –Dije, con la voz temblorosa, pero consiguiendo que las lágrimas no salieran.
—Eli, no es tan fácil como lo pintas. Siento como si no fuera lo suficientemente bueno para ti. Quiero lo mejor para ti y no creo que sea yo, por eso tengo dudas. Lo que siento por ti es fuerte, pero no sé si es lo suficientemente fuerte como para empezar una relación. Esa es la razón por la que intento mantenerme apartado y averiguar qué es lo mejor –Dijo él, serio.
—Si eres bueno o no para mí, seré yo la que lo juzgue, ¿No crees? No eres el único que tiene algo que ver en esto, el único que toma las decisiones. ¿Acaso no crees que yo pueda opinar o decidir por mí misma? No eres el único que tiene sentimientos, ¿Sabes?  –En ese momento noté una cálida lágrima resbalar por mi mejilla y la dejé caer y perderse entre el suelo. Él se acercó a mí instintivamente para rodearme con sus brazos, pero me giré y me fui. Jadeé sin aliento mientras intentaba recomponerme. Me sequé las lágrimas y fui a llevar a los niños a clase de tenis, a la que llegamos tarde, claro.
Después de llevarlos a tenis, tuve que llevar a los más pequeños a comer. Durante la dura tarea de intentar mantenerlos despiertos y que comieran, la puerta del comedor se abrió de repente. Raquel entró como si le perteneciera el suelo bajo sus pies y caminó directa hacia mí con mirada fija.
— ¿Ibas a contarme que acabas de rechazar a Erik, o ibas a omitir esa información también? –Preguntó ella enfadada, levantando una ceja. Cuando no contesté me envió una de sus miradas asesinas, muy efectivas por cierto, y puso sus manos en las caderas.
—Te lo iba a contar cuando te viera, ¿Te he visto? No, pues ahí tienes tu respuesta –Le contesté con el mismo tono que había utilizado ella. No estaba de humor para acusaciones, así que le contesté la mirada con la misma intensidad, o al menos lo intenté, es imposible igualar la intensidad de las miradas de Raquel.
Nos miramos intensamente un momento más, y entonces empezamos a reír. No podemos enfadarnos, somos incapaces. Eso es lo que me gusta de mi amistad con Raquel. Cuando nos hubimos calmado, se sentó en una de las sillas pequeñas a mi lado.
—Ahora sí, cuéntame, ¿Qué ha pasado? –Dijo ella, más calmada. Me miró compasiva. Se lo expliqué todo. Que no quería estar con él simplemente por estar, quería que él quisiera estar conmigo. ¿Era mucho pedir? Si era mucho, simplemente podía irse y buscarse a otra –No, este tío, enserio Eli, a este tío le gustas de verdad. Le he visto mirarte, y sé que ahora está destrozado porque lo has rechazado de manera brutal. Está deprimido, ¿Tú crees que si no le gustaras, estaría cómo está? –Me dijo ella con una sonrisa. La miré curiosa, con el ceño fruncido.
—Espera, ¿Qué? ¿De dónde has sacado que está destrozado? Creo que no soy la única que está ocultando algo… -Dije yo, acusándola con la mirada -¿Quién te ha dicho que está destrozado? –Añadí al ver que no contestaba.
—Quim –Dijo suspirando resignada.
—Uuuh –Dije, juguetona, riéndome. Me golpeó en el brazo, pero acabó riéndose como yo. Miré el reloj, ya era la hora de dormir de los niños –Bueno, Riri, tengo que llevarlos a dormir, y entonces se queda Laura con ellos. Espera donde ping-pong y luego voy, ¿Vale? –Le dije mientras me levantaba y guardaba algunas bandejas.
Hice a los peques formar una fila, y cogí la mano de dos de ellos y nos dirigimos hacia la habitación azul, así es como la llamo porque tiene todas las ventanas tapadas con papel azul. La puerta se abrió y entró Laura.
—Eli, ¿Cómo va todo? Hacía bastante que no nos veíamos –Susurró ella, acercándose y abrazándome. Le devolví el abrazo contenta de reencontrarme con una vieja amiga – ¿Recuerdas lo que me pediste? No creo que sea posible, ese tío va demasiado detrás de ti, no conseguirás nada haciéndolo ponerte celosa conmigo. No sabe que me lo pediste tú, pero lo único de lo que habla es de ti, hasta para ponerte celosa es malo, no sabe el pobre –Añadió, mirándome con una sonrisa. No pude evitar sonreírle de vuelta.
—Bueno, pues gracias igualmente, al menos lo has intentado, que ya es mucho. Un beso grande, voy al ping-pong, a ver si me relajo un rato, que no he parado en todo el día –Le contesté a la vez que me giraba para irme. Cerré la puerta silenciosamente y me dirigí donde se encontraban todos.
Solo entrar, vi a Riri jugar a ping-pong con Edu y en cambio Marcus estaba sentado en el banco. Cuando me vio, sonrió y se levantó a darme un abrazo. Necesitaba un abrazo en ese momento así que se lo devolví efusivamente. Oí a alguien aclararse la garganta y me giré para enfrentar a ese alguien. Era Erik. Lo miré con las cejar levantadas, Porque no sé levantar solo una, cada vez que lo intento parece que tenga un ataque epiléptico. Me miró fijamente, con dolor claro en sus preciosos y profundos ojos azul me derrito. Entonces se giró y se fue. Suspiré. ¿Por qué tiene que ser tan complicado? ¿No puede simplemente asumir lo que siente por mí?
—Mañana a Portaventura, ¿Verdad? Nos lo vamos a pasar genial, vamos a subir a todas las atracciones fuertes. Vamos, alégrate –Me dijo Marcus, para intentar despejar mi mente. No funcionó.
—Me voy, nos vemos mañana –Le di un rápido abrazo y me fui, me apetecía ir caminando a casa, sobretodo antes de que saliera él, así no tenía que cruzarme con él –Riri, me voy, nos vemos mañana, traeré la camiseta amarilla color neón –Añadí girándome hacia ella, pero ella ya me estaba mirando, había visto lo que acababa de pasar.
Caminé por el pasillo hacia la puerta de salida, pero a medio camino la puerta de uno de los vestuarios se abrió. Era Quim, que cuando me vio se acercó a mí.
—Oye, ¿De qué vas? Está destrozado, ¿Por qué lo has hecho? ¿Disfrutas viéndolo sufrir? –Me acusó sin tacto alguno. Lo miré sorprendida.
— ¿Perdona? ¿Acaso soy la que tuvo dudas y dejó de hablarle así de la nada? ¿Acaso soy la que tiene miedo de no ser lo suficientemente buena para él? ¿Soy yo la que tiene que averiguar sus sentimientos? No, No y No. Así que si vienes a acusarme de algo, acúsame de querer que quiera estar conmigo, no que de repente decida por mí si es bueno para mí o no. Que decida qué siente y si quiere demostrármelo, porque no sirve de nada sentir algo por alguien si no lo demuestras. Es como preparar un gran banquete con toda la comida que quieres comer y guardarlo en la nevera y morir de hambre, la cosa más inútil del planeta. 

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