Me levanté más
rápido que los demás días. Pensando y pensando en lo que pasaría. Hoy es un día diferente, hoy voy a pasarlo
entero con él, sin necesidad de escaparme para ver si me encuentro
accidentalmente con él. Hoy va a ser mejor. Voy a intentar averiguar qué siente
por mí y qué siento por él.
Cuando llegué,
me paró directamente el director de deportes, mirándome estresado. Mierda, esto no pinta bien. Con mi suerte,
puedo esperarme cualquier cosa.
—Dime –Le
dije, para darle la señal de que podía decírmelo. Cuanto antes acabe mejor.
—Lo siento,
pero te cambio de grupo, te necesito en el grupo de la excursión del Imax, hay
muchos niños pequeños y no pueden con todo –Me miró con ojos suplicantes,
dejándome ver que no tenía otra opción.
—Vale, pero
¿Seguro que no tienes otra opción? –Le contesté notando el golpe de sus
palabras. Lo sabía, no podía ser tan
fácil.
—Seguro, a no
ser que me des tú otra opción –Me dijo, con ojos determinantes. Esto parece un reto, lo tomo, sin duda.
—Voy a
intentarlo –Respondí a la vez que me iba, con la cara baja.
Paseé por el
colegio, buscándolo. Le diré que no voy
con él. No quiero ir a esa excursión, quiero ir con él. ¿Cómo va a reaccionar
él? Estaba tan emocionado como yo al darse cuenta de que iba a ir con él. Tengo
que encontrarlo ya.
En vez de ir
al despacho, fui directa a las clases, dejando mi bolso en una silla. Entonces
caí, Raquel. Si puedo convencerla para que me cambie, todo arreglado. Espero que acepte, no quiero pasarme el día
cabizbaja pensando en él.
—Raquel,
Raquel, Raquel, No quiero ir al Imax, por favor, cámbiame –Le supliqué sólo
entrar, ella me miró sorprendida, pero entendía lo que yo quería. Se levantó de
un salto y vino hacia mí.
—Lo siento
Eli, ya he hablado con el director, no me ha hecho caso –Me miró con mirada
compasiva, pidiendo perdón con la mirada.
—Mierda,
gracias igualmente, voy a buscarlo –Le dije, triste. Saliendo por la puerta,
buscándolo. Si hablo con él, a lo mejor
puede convencer al director. Él es mi única opción.
Busqué por las
clases, a ver si por allí se encontraba. Entonces lo vi, apoyado despreocupado
en el marco de la puerta de la última clase, hablando con Jordi. Se giró, como
si hubiera notado mi presencia. Se le iluminó la cara al instante. Pero cambió
la expresión al ver que caminaba directa hacia ellos con cara seria. Dejó la
conversación con Jordi, lo dejó hablando sin escucharlo. Jordi siguió la
dirección de su mirada y fue a parar a mí, y me miró sorprendido.
— ¿Puedo
hablar contigo un segundo? –Le pregunté a la vez que me quedaba paraba delante
de él, mirando un segundo a Jordi, para dejarle ver que quería que fuera a
solas.
—Claro,
¿Jordi? –Me miró preocupado, perdiendo el brillo de sus ojos -¿Qué ocurre?
–Preguntó serio una vez Jordi se fue. Sintiéndose protector, Supongo, se acercó a mí, colocando sus
manos en mis caderas. Ese toque espontáneo y despreocupado me relajó, pero no
me quitó de la situación de alarma en la que me encontraba.
—No voy a ir a
la excursión contigo, el director de deportes me ha cambiado al grupo de la
otra excursión –Le dije triste, mirándole directamente en los ojos. Esos ojos
con los que había soñado. Esos que no me podía sacar de la cabeza.
—No, quiero ir
contigo. Voy a ir a hablar con él, ¿Hay alguien con el que puedas cambiarte?
–Me dijo, a la vez que me cogía de la mano y me dirigía donde se encontraba el
director de deportes. Una sonrisa se colocó en mi cara, ante la esperanza de un
cambio de planes. Se me escapó una risita al pensar en sus palabras. “No, quiero ir contigo”. Wow, sí que tenía
ganas de ir conmigo, como yo. ¿Soy una ilusa al pensar que hay alguna esperanza
para nosotros?
—Sí, Raquel.
¿Crees que conseguirás convencerlo? –Le pregunté apretando su mano, él al notar
el apretón entrelazó nuestros dedos. Aceleré el paso para adecuarme al suyo,
con mi corazón desbocándose en mi pecho. Con una sonrisa perenne en la cara.
Pasamos de
clase en clase, hasta que llegamos al despacho. Allí se encontraba el director
serio, controlando los grupos y los autobuses.
—Perdona, ¿Has
cambiado a Elizabeth de grupo? ¿Podrías meter a Raquel? –Le preguntó, serio, al
director. Soltando las palabras como si tuviera la oportunidad de decirlas
nunca más.
— ¿Por qué?
–Preguntó él, levantando la mirada sorprendido y mirándolo acusatoriamente,
esperando sus argumentos.
—Necesito a
Elizabeth en mi grupo, porque conoce a los niños, son muchos y sabe cómo
controlarlos. Confío plenamente en ella, ¿Sería mucha molestia volver a
cambiarla? –Yo me quedé allí boquiabierta ante sus palabras. El director
también. Entonces lo miró entendiendo, pero con un pequeño rastro de duda. A lo mejor se nota que hay algo más que mi
control sobre los niños que nos une. Yo no pude evitar quedarme mirándolo,
con la boca ligeramente abierta. Este
hombre está llegando hasta mí, sinceramente. Da miedo, pero a la vez, la
emoción de saber que le importo me causa una euforia inexplicable.
—De acuerdo,
si la necesitas tanto, se lo voy a decir a Raquel ahora. Prepara tu grupo,
salen antes. ¿Ya saben en qué autobús van? –Dijo él estresado, dirigiéndose a
la clase donde se encontraba Raquel.
Una vez hubo
desaparecido, me giré hacia él con una sonrisa inmensa, mirándolo con
fascinación. Su cara mostraba tanta emoción como la mía. Su sonrisa me cegaba.
Me levantó del suelo en un abrazo de oso. Notaba su pecho a presión con el mío,
escuchando el latido de su corazón acelerado como el mío. Nos pusimos a reír,
triunfantes. Me dio vueltas en el aire, provocando más risas. Esa risa, podría escuchar esa risa a todas
horas del día y nunca me cansaría. Me encanta este hombre. Bien, ahora podré
pasar el día con él. Intentaré ir con él en autobús, a ver si tengo suerte.
—Gracias,
gracias, gracias. No tienes ni idea de las ganas que tenía de ir contigo –Le
susurré al oído, con emoción contenida. Volví a tocar el suelo pero me quedé
encerrada entre sus brazos, no que no me gustara, al contrario.
—Sí que me lo
imagino, porque yo también me moría de ganas de pasar el día contigo. ¿En qué
autobús vamos? –Preguntó expectante. Mirándome fijamente con esos ojos azules,
mi perdición. Con una sonrisa cegadora en la cara. Lo que más me gusta de él, es cómo me mira. Cómo si yo fuera la única a
quien quiere mirar, la única en el mundo. Hace que me tiemblen las piernas y se
me ponga la piel de gallina. Este hombre tiene completo control sobre mí.
— ¿Vamos? ¿Por
qué asumes directamente que quiero ir contigo? –Le pregunté mirándolo
fijamente. ¿Se lo habrá creído? Por una
vez, quiero engañarlo. Siempre que hablo con él acabo soltando lo primero que
me pasa por la cabeza. Al menos una vez quiero controlar lo que le digo. Empecé
a reírme al ver su cambio de expresión. Pasó de emocionado a confuso y dolido.
Cuando me vio reírme, entendió que me estaba burlando de él. Entonces empezó a
hacerme cosquillas, con una expresión maliciosa en la cara.
—No,
¡nononononononononono! Por favor, no, sabes que son mi debilidad, para por
favor –Grité mientras él seguía con su ataque. Me puse a reír
descontroladamente, provocando que él riera conmigo. Me alejé de él lo más
rápido que pude, en el momento en el que no podía más. Al ver que me alejaba,
paró y me empujó hacia él. Colocó sus brazos a mí alrededor. El abrazo que compartimos fue muy íntimo, me
quitó el aliento. Noté como él colocaba su cabeza en el hueco de mi cuello. Notando
su respiración en mi cuello me relajé.
—Ei,
tortolitos, hora de irse –Oí una voz familiar, Quim. Me giré hacia él,
sacándole la lengua. Cosa que provocó risas a los tres. ¿Por qué tuvo que interrumpirnos? Parece que disfruta molestándonos.
—Sí, vámonos
–Dijo Erik, a la vez que me cogía de la mano para dirigirme fuera. Pero me
acordé de algo, y me detuve un momento.
—Espera, mi
bolso, está en una de las clases –Dije a la vez que me giraba en esa dirección.
Quim me paró antes siquiera de poder dar un paso. Eso evitó que dejara ir la mano
de Erik, cosa que agradecí. Al menos una
cosa sí ha hecho bien. ¿Soy muy cruel? Puede.
— ¿Te refieres
a esto? –Preguntó Quim a la vez que me tendía mi bolso, como si fuera lo más
normal. Como si se hubiera materializado allí, por arte de magia.
—Sí, gracias
–Le contesté sorprendida, con una sonrisa mostrando mi gratitud. A lo mejor no es tan malo como me pensaba.
De acuerdo, malo no es la palabra que buscaba. ¿Pesado? Tampoco. Emmm…
¿infantil? Suficientemente cerca.
—Ya podemos
irnos, entonces –Dijo Erik, dejando ir mi mano. Pero antes de que pudiera
protestar, colocó su brazo alrededor de mi cintura y me apretujó contra él.
Salimos fuera,
hacia donde se encontraban los autobuses. Colocaron a los niños dentro,
divididos por grupos, y se pidió 3 monitores por autobús. El director de deportes
me asignó a uno de los autobuses con Quim y Tete. Y Erik estaba en el otro con
Juan y Jordi. Me desanimé al instante, me negué a mirar a Erik a la cara. No
quería ver su expresión mientras dejaba ir el brazo a mí alrededor, moviéndose
hacia el director para quejarse. Lo que nos sorprendió a todos fue que Quim
hablara y nos salvara:
—Yo voy a ir
con el grupo de Jordi, Erik si quieres puedes ir en el otro. Es que prefiero
ese grupo de niños. Aparte, también está allí mi grupo –Habló muy rápido,
guiñándome un ojo y dándole una palmada en el hombro a Erik. Éste me miró
triunfante, con un brillo en los ojos que eclipsó completamente el fulgor del
impresionante día que hacía.
Volvió a mi
lado y colocó de nuevo el brazo alrededor de mi cintura posesivamente. Subí al
autobús, antes que él. Cuando llegué al final de las escaleras me di la vuelta.
— ¿Dónde
quieres que nos sentemos? –Le pregunté mirando por el autobús. Él señaló con la
cabeza el final del autobús, así que ahí fue hacia donde me dirigí. Al llegar
al final, me giré hacia él, dándole a entender que quería que pasara él
primero.
Pasó hacia la
ventana y se sentó con la espalda apoyada en la ventana, un pie apoyado en el
suelo y el otro en el asiento, dejándome claro que quería que me sentada ahí.
Me senté y me apoyé en su pecho y él me rodeó con sus brazos. Cerré los ojos
disfrutando de su olor y la sensación de sus brazos a mí alrededor. Noté un
beso en la cabeza y sonreí. Este va a ser
un buen día, estoy segura.
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