sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 9


Me levanté más rápido que los demás días. Pensando y pensando en lo que pasaría. Hoy es un día diferente, hoy voy a pasarlo entero con él, sin necesidad de escaparme para ver si me encuentro accidentalmente con él. Hoy va a ser mejor. Voy a intentar averiguar qué siente por mí y qué siento por él.
Cuando llegué, me paró directamente el director de deportes, mirándome estresado. Mierda, esto no pinta bien. Con mi suerte, puedo esperarme cualquier cosa.
—Dime –Le dije, para darle la señal de que podía decírmelo. Cuanto antes acabe mejor.
—Lo siento, pero te cambio de grupo, te necesito en el grupo de la excursión del Imax, hay muchos niños pequeños y no pueden con todo –Me miró con ojos suplicantes, dejándome ver que no tenía otra opción.
—Vale, pero ¿Seguro que no tienes otra opción? –Le contesté notando el golpe de sus palabras. Lo sabía, no podía ser tan fácil.
—Seguro, a no ser que me des tú otra opción –Me dijo, con ojos determinantes. Esto parece un reto, lo tomo, sin duda.
—Voy a intentarlo –Respondí a la vez que me iba, con la cara baja.
Paseé por el colegio, buscándolo. Le diré que no voy con él. No quiero ir a esa excursión, quiero ir con él. ¿Cómo va a reaccionar él? Estaba tan emocionado como yo al darse cuenta de que iba a ir con él. Tengo que encontrarlo ya.
En vez de ir al despacho, fui directa a las clases, dejando mi bolso en una silla. Entonces caí, Raquel. Si puedo convencerla para que me cambie, todo arreglado. Espero que acepte, no quiero pasarme el día cabizbaja pensando en él.
—Raquel, Raquel, Raquel, No quiero ir al Imax, por favor, cámbiame –Le supliqué sólo entrar, ella me miró sorprendida, pero entendía lo que yo quería. Se levantó de un salto y vino hacia mí.
—Lo siento Eli, ya he hablado con el director, no me ha hecho caso –Me miró con mirada compasiva, pidiendo perdón con la mirada.
—Mierda, gracias igualmente, voy a buscarlo –Le dije, triste. Saliendo por la puerta, buscándolo. Si hablo con él, a lo mejor puede convencer al director. Él es mi única opción.
Busqué por las clases, a ver si por allí se encontraba. Entonces lo vi, apoyado despreocupado en el marco de la puerta de la última clase, hablando con Jordi. Se giró, como si hubiera notado mi presencia. Se le iluminó la cara al instante. Pero cambió la expresión al ver que caminaba directa hacia ellos con cara seria. Dejó la conversación con Jordi, lo dejó hablando sin escucharlo. Jordi siguió la dirección de su mirada y fue a parar a mí, y me miró sorprendido.
— ¿Puedo hablar contigo un segundo? –Le pregunté a la vez que me quedaba paraba delante de él, mirando un segundo a Jordi, para dejarle ver que quería que fuera a solas.
—Claro, ¿Jordi? –Me miró preocupado, perdiendo el brillo de sus ojos -¿Qué ocurre? –Preguntó serio una vez Jordi se fue. Sintiéndose protector, Supongo, se acercó a mí, colocando sus manos en mis caderas. Ese toque espontáneo y despreocupado me relajó, pero no me quitó de la situación de alarma en la que me encontraba.
—No voy a ir a la excursión contigo, el director de deportes me ha cambiado al grupo de la otra excursión –Le dije triste, mirándole directamente en los ojos. Esos ojos con los que había soñado. Esos que no me podía sacar de la cabeza.
—No, quiero ir contigo. Voy a ir a hablar con él, ¿Hay alguien con el que puedas cambiarte? –Me dijo, a la vez que me cogía de la mano y me dirigía donde se encontraba el director de deportes. Una sonrisa se colocó en mi cara, ante la esperanza de un cambio de planes. Se me escapó una risita al pensar en sus palabras. “No, quiero ir contigo”. Wow, sí que tenía ganas de ir conmigo, como yo. ¿Soy una ilusa al pensar que hay alguna esperanza para nosotros?
—Sí, Raquel. ¿Crees que conseguirás convencerlo? –Le pregunté apretando su mano, él al notar el apretón entrelazó nuestros dedos. Aceleré el paso para adecuarme al suyo, con mi corazón desbocándose en mi pecho. Con una sonrisa perenne en la cara.
Pasamos de clase en clase, hasta que llegamos al despacho. Allí se encontraba el director serio, controlando los grupos y los autobuses.
—Perdona, ¿Has cambiado a Elizabeth de grupo? ¿Podrías meter a Raquel? –Le preguntó, serio, al director. Soltando las palabras como si tuviera la oportunidad de decirlas nunca más.
— ¿Por qué? –Preguntó él, levantando la mirada sorprendido y mirándolo acusatoriamente, esperando sus argumentos.
—Necesito a Elizabeth en mi grupo, porque conoce a los niños, son muchos y sabe cómo controlarlos. Confío plenamente en ella, ¿Sería mucha molestia volver a cambiarla? –Yo me quedé allí boquiabierta ante sus palabras. El director también. Entonces lo miró entendiendo, pero con un pequeño rastro de duda. A lo mejor se nota que hay algo más que mi control sobre los niños que nos une. Yo no pude evitar quedarme mirándolo, con la boca ligeramente abierta. Este hombre está llegando hasta mí, sinceramente. Da miedo, pero a la vez, la emoción de saber que le importo me causa una euforia inexplicable.
—De acuerdo, si la necesitas tanto, se lo voy a decir a Raquel ahora. Prepara tu grupo, salen antes. ¿Ya saben en qué autobús van? –Dijo él estresado, dirigiéndose a la clase donde se encontraba Raquel.
Una vez hubo desaparecido, me giré hacia él con una sonrisa inmensa, mirándolo con fascinación. Su cara mostraba tanta emoción como la mía. Su sonrisa me cegaba. Me levantó del suelo en un abrazo de oso. Notaba su pecho a presión con el mío, escuchando el latido de su corazón acelerado como el mío. Nos pusimos a reír, triunfantes. Me dio vueltas en el aire, provocando más risas. Esa risa, podría escuchar esa risa a todas horas del día y nunca me cansaría. Me encanta este hombre. Bien, ahora podré pasar el día con él. Intentaré ir con él en autobús, a ver si tengo suerte.
—Gracias, gracias, gracias. No tienes ni idea de las ganas que tenía de ir contigo –Le susurré al oído, con emoción contenida. Volví a tocar el suelo pero me quedé encerrada entre sus brazos, no que no me gustara, al contrario.
—Sí que me lo imagino, porque yo también me moría de ganas de pasar el día contigo. ¿En qué autobús vamos? –Preguntó expectante. Mirándome fijamente con esos ojos azules, mi perdición. Con una sonrisa cegadora en la cara. Lo que más me gusta de él, es cómo me mira. Cómo si yo fuera la única a quien quiere mirar, la única en el mundo. Hace que me tiemblen las piernas y se me ponga la piel de gallina. Este hombre tiene completo control sobre mí.
— ¿Vamos? ¿Por qué asumes directamente que quiero ir contigo? –Le pregunté mirándolo fijamente. ¿Se lo habrá creído? Por una vez, quiero engañarlo. Siempre que hablo con él acabo soltando lo primero que me pasa por la cabeza. Al menos una vez quiero controlar lo que le digo. Empecé a reírme al ver su cambio de expresión. Pasó de emocionado a confuso y dolido. Cuando me vio reírme, entendió que me estaba burlando de él. Entonces empezó a hacerme cosquillas, con una expresión maliciosa en la cara.
—No, ¡nononononononononono! Por favor, no, sabes que son mi debilidad, para por favor –Grité mientras él seguía con su ataque. Me puse a reír descontroladamente, provocando que él riera conmigo. Me alejé de él lo más rápido que pude, en el momento en el que no podía más. Al ver que me alejaba, paró y me empujó hacia él. Colocó sus brazos a mí alrededor.  El abrazo que compartimos fue muy íntimo, me quitó el aliento. Noté como él colocaba su cabeza en el hueco de mi cuello. Notando su respiración en mi cuello me relajé.
—Ei, tortolitos, hora de irse –Oí una voz familiar, Quim. Me giré hacia él, sacándole la lengua. Cosa que provocó risas a los tres. ¿Por qué tuvo que interrumpirnos? Parece que disfruta molestándonos.
—Sí, vámonos –Dijo Erik, a la vez que me cogía de la mano para dirigirme fuera. Pero me acordé de algo, y me detuve un momento.
—Espera, mi bolso, está en una de las clases –Dije a la vez que me giraba en esa dirección. Quim me paró antes siquiera de poder dar un paso. Eso evitó que dejara ir la mano de Erik, cosa que agradecí. Al menos una cosa sí ha hecho bien. ¿Soy muy cruel? Puede.
— ¿Te refieres a esto? –Preguntó Quim a la vez que me tendía mi bolso, como si fuera lo más normal. Como si se hubiera materializado allí, por arte de magia.
—Sí, gracias –Le contesté sorprendida, con una sonrisa mostrando mi gratitud. A lo mejor no es tan malo como me pensaba. De acuerdo, malo no es la palabra que buscaba. ¿Pesado? Tampoco. Emmm… ¿infantil? Suficientemente cerca.
—Ya podemos irnos, entonces –Dijo Erik, dejando ir mi mano. Pero antes de que pudiera protestar, colocó su brazo alrededor de mi cintura y me apretujó contra él.
Salimos fuera, hacia donde se encontraban los autobuses. Colocaron a los niños dentro, divididos por grupos, y se pidió 3 monitores por autobús. El director de deportes me asignó a uno de los autobuses con Quim y Tete. Y Erik estaba en el otro con Juan y Jordi. Me desanimé al instante, me negué a mirar a Erik a la cara. No quería ver su expresión mientras dejaba ir el brazo a mí alrededor, moviéndose hacia el director para quejarse. Lo que nos sorprendió a todos fue que Quim hablara y nos salvara:
—Yo voy a ir con el grupo de Jordi, Erik si quieres puedes ir en el otro. Es que prefiero ese grupo de niños. Aparte, también está allí mi grupo –Habló muy rápido, guiñándome un ojo y dándole una palmada en el hombro a Erik. Éste me miró triunfante, con un brillo en los ojos que eclipsó completamente el fulgor del impresionante día que hacía.
Volvió a mi lado y colocó de nuevo el brazo alrededor de mi cintura posesivamente. Subí al autobús, antes que él. Cuando llegué al final de las escaleras me di la vuelta.
— ¿Dónde quieres que nos sentemos? –Le pregunté mirando por el autobús. Él señaló con la cabeza el final del autobús, así que ahí fue hacia donde me dirigí. Al llegar al final, me giré hacia él, dándole a entender que quería que pasara él primero.
Pasó hacia la ventana y se sentó con la espalda apoyada en la ventana, un pie apoyado en el suelo y el otro en el asiento, dejándome claro que quería que me sentada ahí. Me senté y me apoyé en su pecho y él me rodeó con sus brazos. Cerré los ojos disfrutando de su olor y la sensación de sus brazos a mí alrededor. Noté un beso en la cabeza y sonreí. Este va a ser un buen día, estoy segura. 

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