Cuando acabé de ducharme, aún notaba el olor
fuerte a vainilla de mi gel de baño, cosa que me encantaba, justamente esa era
la razón de su uso, el olor tan característico y dulce. En el instante en el
que mis pies tocaron la alfombra previamente seca del baño, la música de mi
móvil dejó de sonar. Miré hacia esa dirección y vi que me estaban llamando. Me
acerqué intentando no mojar todo el suelo, fallando impresionantemente.
Cogí una toalla, me rodeé con ella rápidamente y
cogí el teléfono justo después de secarme las manos levemente con la toalla.
Con el teléfono en mis manos, vi el nombre en la pantalla: Príncipe Azul.
Suspiré con una sonrisa recién adquirida en la cara.
— ¿Si? – Respondí rápidamente antes de que
colgara. Con solo oír la respiración desde la otra línea se me aceleró el
corazón, haciéndome sentir como si tuviera el corazón en la boca y no en el
lado izquierdo del pecho.
— Buenos días Princesa – Canturreó alegremente,
separé un momento el móvil de la oreja para averiguar qué hora era, las 8 en
punto. Aún es temprano, me dijo que me
pasaría a buscar a las 8:30 si no recuerdo mal. Además de mirar la hora,
necesito un segundo para poder controlar mi respiración y la aceleración de mi
corazón, que parece estar en una maratón. Respiré profundamente y me volví
a colocar el móvil en la oreja justo para oír:
— ¿Hola? ¿Ahora eres Blancanieves? ¿Necesitas que
te despierte con un beso? – Me puse a reír ante tales acusaciones y él se rio
conmigo. Me envolví más fuerte en la toalla con miedo a que se me cayera
acompañada del móvil.
— No, no necesito de tus servicios de momento. Si
en algún momento lo hago, te lo comunicaré – Dije con tono serio, pero en
realidad estaba sonriendo como una tonta. Estoy
segura que ha notado la sonrisa en mis labios desde el mismo instante en el que
he empezado a hablar – Dime, Principito, ¿tienes algo que decir? O ¿puedo
secarme y vestirme? O por el contrario, ¿prefieres que aparezca en toalla? –
Añadí con tono demandante, pero por el jadeo por su parte adiviné que la broma
de la toalla le había llegado. Me reí por lo bajo. Se aclaró la garganta, como
intentando aclarar más bien sus ideas antes de decir nada más. Aún me reí más,
pero esta vez a carcajadas y no por lo bajo.
— Mmm suena apetecible… Digo, aceptable… Pero, ¿a
qué hora te tenía que, tenía que… venir a buscar? – Dijo después de varios
intentos y tartamudeos, cosa que provocó aún más carcajadas por mi parte. Soltó
un bufido, como si estuviera intentando controlar su corazón. Lo sé, porque es justo mi reacción pocos
minutos antes.
— Pues verás, mi Príncipe Azul, se supone que me
tienes que pasar a buscar a las 8:30 y si no cuelgas ya, tendrás que pasar más
tarde porque no me habré podido ni cambiar – Contesté, aun riéndome.
— Ah, verdad, verdad. Pues entonces cuelgo para
que mi novia se ponga guapa, aunque no tienes que hacer mucha cosa para
conseguirlo – Dijo de manera cariñosa y suave. Me derritió simplemente escuchar
sus palabras. Suspiré ilusionada con volver a verlo en menos de media hora.
— Erik, Príncipe… Levántate de la cama anda –
Añadí ante de que colgara. Oí una risa de repente, unas carcajadas increíbles
que provocaron que un escalofrío me pusiera la piel mojada, de gallina. Suspiré
y colgué. Este hombre es impresionante,
con un simple suspiro, un simple jadeo, o una simple carcajada, puede controlar
todo mi mundo. Suspiré de nuevo y me sequé, pensando qué iba a ponerme. Llevo suspirando continuamente desde el
mismo instante en el que lo conocí. Ya sé que voy a ponerme, unos pantalones
cortos tejanos, mis converse grises y su camiseta para demostrarle mi apoyo.
Perfecto. Y que no falte el complemente perfecto… Una sonrisa.
Corrí hasta mi habitación, cogí todo lo necesario
y además, la camiseta de Erik. Estoy
emocionada de pasar el día entero con él, de poder verlo jugar directamente y
de que pensara en mí instantáneamente cuando se acordó del partido.
Cogí un bolso, coloqué dentro las llaves, el
monedero y comprobé que no necesitaba nada más. Comprobé la hora y me relajé al
ver que faltaban 10 minutos y que a lo mejor llegaba tarde, ya que se había
encantado hablando por teléfono. Volví al baño y me vestí rápidamente. Me miré
en el espejo. Uff, ¿Y se supone que tengo
que irme así? Me peiné para parecer más normal y me coloqué rímel azul claro,
que se veía a quilómetros. Me encanta el
rímel azul, hace destacar la oscuridad de mis ojos chocolate. Me puse un
poco de mi colonia, Hypnôse, en el cuello y en las muñecas, como de costumbre. Me
dirigí a la cocina a ver si alguien estaba levantado pero vi que no, así que
dejé una nota encima de la mesa conforme había salido. No quiero preocuparlas innecesariamente. Aparte, casi tengo los 18, no
es que tenga que pedir permiso ni nada parecido.
Con una sonrisa en la cara, cogí el bolso y las
llaves. Cuando estaba a medio camino del pasillo me paré de repente porque me
parecía haber oído el sonido de mi móvil. Volví hasta el baño y allí lo
encontré, efectivamente, me estaban llamando. Evidentemente, era mi Príncipe,
aunque pasaban 5 minutos de las 8:30.
— ¿Si? – Dije al ponerme el teléfono en la oreja
rápidamente.
— Princesa, estoy fuera. ¿Estás lista? – Preguntó
con expectación, podía notar el nerviosismo en su voz. Supongo que él habrá podido notar el nerviosismo de mi voz también,
porque estoy tan nerviosa como él. Es el primer partido al que voy a ir, me
muero de ganas. En ese instante, salí corriendo hacia la puerta deseando
poder teletransportarme a sus brazos directamente.
— Lista, pero hazme un favor – Respondí con voz
suave, como si estuviera intentando hablar seductoramente. No estoy muy segura de que haya funcionado, pero la intención estaba
muy clara.
— Lo que sea por mi novia – Contestó él con una
sonrisa y voz de caballero. No pude evitar reírme ante tal tono de petulancia. Nunca va a cambiar, me encanta.
— Sal del coche – Dije justo antes de colgar sin
esperar ninguna respuesta por su parte. Me reí de camino hacia la puerta del
vestíbulo de las casas pareadas donde vivía. Cuando salí al jardín pude verlo,
a través del muro grande donde estaba la puerta del parking comunitario,
apoyado en el coche con una sonrisa de oreja a oreja como un niño pequeño con
juguete nuevo.
Caminé poco a poco para hacerle sufrir, pero en
realidad no quería nada más que correr a sus brazos y sentirme rodeada por su
olor y su calidez. Al cabo de unos 10 pasos, más o menos, no pude aguantar y
eché a correr. Vi cómo se reía y se separaba del coche.
Cuando estuve lo suficientemente cerca, entendió
los brazos y salté. Me cogió al vuelo y me dio vueltas. Sentía sus brazos
rodeándome, al igual que su olor y calidez. Podía notar su corazón acelerado al
compás del mío.
— Hueles genial, como siempre, a vainilla. Pero
ahora aún más fresco, me encanta – Dijo mientras enterraba su cara en mi pelo
mojado y yo la mía en su fuerte pecho. Suspiré, absorbiendo su olor y las
sensaciones que él me provocaba.
— A mí también me gusta como hueles, sobretodo tu
colonia. ¿No será One Million, por casualidad? – Contesté separándome un poco
para poder ver su cara y por la cara de asombro asumí que estaba en lo cierto –
Así huelen tus camisetas, al menos las dos que tengo y nunca te devolveré –
Añadí con una risa. Él al estar un poco más separado tenía vía libre a mis
labios y la tomó.
Cuando sus labios tocaron los míos, saqué mis
brazos que rodeaban su cintura para colocarlos rodeando su cuello. Noté una
sonrisa asomar sus labios y yo enterré mis dedos entre su pelo acariciándolo.
Sus manos recorrían mi espalda, enredando mi pelo y apretándome más a él.
En el momento en el que ya no podía respirar, tuve
que separarme a regañadientes. Aún con mis brazos rodeando su cuello y sus
brazos rodeándome, nos miramos durante unos segundos. Las sonrisas de nuestras
caras hablaban por nosotros, no había necesidad de añadir más complementos.
— Será mejor que nos pongamos en marcha si no
quieres llegar tarde y que tu equipo pierda el respeto que te tienen – Suspiré
mientras colocaba mis manos en su pecho para separarlo, pero él no puso de su
parte y me apretó más contra él.
— Teniendo la novia que tengo, no necesito el
respeto de nadie. Aparte, desde que te conocen, me tienen en un pedestal. Será
que me tienen envidia, si yo fuera ellos, también tendría envidia de mí –
Respondió él con voz suave, enviándome al cielo sin siquiera pestañear.
Salté y le di otro beso sin poder reprimirme. ¿Cómo podría? Es completamente irresistible,
a cada palabra que pronuncia, se gana un hueco en mi ya agujereado corazón.
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