sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 2


Después de al menos haber contestado a 20 llamadas, respondido a 10 mails y traspasado unas 30 listas, me terminé el bocadillo.
-Toma, aquí tienes la lista de las alergias, tienes que entregarla a cocina y a todos y cada uno de los monitores, para que nadie se quede sin saber los niños que tienen alguna alergia. Esto es muy importante, así que haz al menos unas 20 copias y repártelas – me dijo el director de deportes entregándome una lista escrita a bolígrafo, más larga de lo que me esperaba.
-Ahora mismo me pongo con ello. ¿Algo más? – le respondí con una sonrisa en la cara, contenta de poder ayudar.
-Sí, la hoja de autorización para la excursión de este miércoles, es decir, pasado mañana. Hablando de eso, quiero que hagas también la hoja de información, poniendo que vamos al camp nou, pasando por el museo, y el campo del español, pasando por una visita guiada con vídeo  ¿de acuerdo? Lo quiero para esta tarde, sé que puedes. ¡Acuérdate de lo de las alergias! – Me dijo mientras salía por la puerta con una montaña de folios y carpetas en los brazos.
Sin esperar un segundo más, me giré hacia el ordenador a pasar la lista de nombres. Una vez impresas las copias, las recogí sonriente, pensando que tenía que pasar por todos los monitores, incluyendo al ojo que me derrito, para dársela.
Pasé primero por la cocina para darle la lista a la cocinera.
-Aquí tienes, la lista de las alergias, controla mucho, porque hay muchas que son importantes, toma. Si al pasar por los monitores, hay alguno que no tenga apuntado, vendré aquí directa y te los añado a tu lista, ¿de acuerdo? – Le dije mientras le decía adiós con la mano.
-De acuerdo guapísima, te veo a la hora de comer – Me contestó la cocinera, con una sonrisa en la cara.
Salí de la cocina contentísima, preparada para verlo de nuevo. Sí, el momento más esperado del día, ¿que le voy a decir? ¿Hola? Eli por favor, no seas ridícula, venga.
Bajé las escaleras tan rápido que si no fuera por el que estaba delante de mí, me hubiera ido de bruces al suelo. Adiós, voy a matarme, decidido, debería ir con más cuidado, pobre del que me acaba de coger, que vergüenza por dios. 
-¡Perdón! No te he visto, iba distraída… - Me callé al ver quién me había cogido, y seguía con sus manos el rededor de mi cintura. Ni más ni menos que él, el ojo que me derrito. Me congelé, sin saber qué decir o hacer.
-Tranquila, suerte que estaba por aquí, porque si no al suelo ibas directa. ¿Te suele pasar mucho, esto? – Me tranquilizó él, con una sonrisa que debería ser ilegal. Aún sin sacar sus manos de mi cintura, al contrario, haciendo más presión con ellas al formular la pregunta.
-Sí, desgraciadamente sí. Soy muy patosa, no necesito a nada ni a nadie para tropezarme, yo misma me basto y me sobro. – contesté, sin poder evitar devolverle la sonrisa con la misma intensidad que la suya, aún más nerviosa por la cercanía. Y contenta por el hecho que no me había dejado ir, seguía entre sus brazos. Esos brazos fuertes que provocaban escalofríos por mi columna, esos brazos que no quería que me soltaran. Me daban una sensación de seguridad inmensa, sentía como si al estar con él, nada podría nunca pasarme. Se me escapó una risa nerviosa, ante esos pensamientos.
-Bueno, si es así, intentaré salvarte siempre que pueda de tus torpezas, pero ten cuidado, ¿vale? – mirándome a los ojos no pudo evitar reírse también, pero en el fondo de sus ojos, podía ver que estaba preocupado por mí. Oh, que mono es por favor, ¿como puede ser tan guapo, atento, amable, y… y…? me he quedado embobada. No, Eli, control, respira, que va a pensar que eres una adolescente tonta, ¡por favor! Habla, di algo, algo, ¡lo que sea!
-¿Serás mi príncipe azul, entonces? ¿Con su caballo blanco? ¿Mi salvador? – Se me escapó otra risa nerviosa, esta vez más larga. ¿¿QUÉ?? No, no acabo de decir eso, no es real, estoy soñando, por favor que esté soñando.
Cuando oí su risa, melódica y contagiosa, me di cuenta de que no era un sueño, que realmente lo había dicho. No, nononononononononono, ¿qué acabo de hacer? Tonta, más que tonta, ¿qué va a pensar de mi ahora? ¿Eh?
-Sí, seré tu príncipe azul, solo si quieres claro –Saltó él, aun riéndose. No me lo puedo creer, ¿acaba de decir lo que creo que acaba de decir? ¡Contesta! ¡¡¡No te quedes simplemente embobada!!!
-¡Claro que quiero, tonta sería si no lo quisiera! –Solo decirlo me arrepentí. ¿Porque no puedo controlar lo que hago o digo a su alrededor? No lo entiendo, simplemente no entiendo el efecto que este hombre tiene sobre mí. No me gusta no poder ser dueña de mis actos, ni de lo que digo, supongo que tendré que irme acostumbrando, porque no parece que eso vaya a cambiar.
Él volvió a reírse, no tan fuerte como antes, pero aún y así consiguió enviar escalofríos por todo mi cuerpo con esa maravillosa risa. Sonriendo como una tonta, lo miré de nuevo a los ojos, sin saber cuándo había conseguido apartarlos de los suyos, ya que no es tarea fácil. Entonces me di cuenta, yo tenía las manos en su pecho, fuerte, que subía y bajaba rápidamente con cada respiración, causado por la risa. Podía notar el latido de su corazón, rápido y monótono. ¿Puede ser que esté tan nervioso como yo lo estoy? Porque mi corazón iba a una velocidad similar al suyo, rápido como el de un pajarito. Bueno, vale ya de tonterías, que tengo cosas que hacer, a ver, ¡¡¡no quiero salir de sus brazos!!! Pero seguro que él también tiene cosas a hacer. ¡La lista! Mierda, con la caída, estaba tan concentrada en él, que no me he dado cuenta que se me habían caído por toda la escalera.
Él al notar mi mirada por la escalera, también vio las hojas repartidas por toda la escalera. Sacó las manos de mi cintura, muy a mi pesar. No, no quiero. Snif. Bueno, espero tener otra oportunidad como esta. Aunque con mi suerte, no creo que pase pronto. Con la decepción mostrándose en mi cara, me agaché para coger mis papeles. Junto en ese momento él se agachó también. No sacando sus ojos de mí. ¿Habrá notado la decepción en mi cara? Espero que no.
-¿Ocurre algo? –Dijo preocupado, dejando de recoger mis papeles.
-¿Qué? –Dije yo, aún en mi mundo. Definitivamente, lo ha notado, ¿Qué le digo yo ahora? Espero que esta vez pueda decir algo mejor que las metidas de pata de antes, no puedo controlar lo que digo cuando estoy con él, simplemente NO PUEDO.
-Emmm… nada, que me gustaba la sensación de tus manos en mi cintura, eso es todo – ¿Qué he dicho? Dios mio, este no es mi día, decidido. ¿Cómo puedo meter la pata una vez y otra, y otra, sin escusa alguna? Miré al suelo, avergonzada. Sin saber cómo iba él a reaccionar. Esperando que saliera corriendo, sinceramente.
Oí de repente su risa de nuevo, esta vez, tan fuerte como la primera vez. No pude evitar sentirme bien ante ese sonido tan impresionante. De momento le he hecho reír a carcajadas unas tres veces en lo que llevo de mañana. ¿Eso es bueno o malo? Sentí que me sonrojaba, y mucho. Volví la cara y seguí recogiendo papeles. Noté que se me acercaba, y me cogía por la muñeca, para que me girase y lo mirara a la cara.
-Eres adorable, ¿lo sabías? – Dijo, pausadamente, mientras se me acercaba, yo me quedé sin aliento. Me sonrojé más, si eso era siquiera posible. No me moví un centímetro, mientras veía como él disminuía la distancia que nos separaba, sin subir al escalón donde estaba yo, justo uno arriba de él. Al ser alto, llegaba justo en su cara, un poco más arriba, desde donde estaba. ¿Qué está pasando? ¿Porqué mi corazón va a mil por hora? Por favor, que se pare el tiempo, por favor. Noté una sonrisa grande como el campo de fútbol, formarse en mi cara, sin poder evitarla. Al ver mi sonrisa, él también sonrió, aun acercándose a mí. Puso una mano en mi cintura, provocando una risa nerviosa por parte de los dos. De los nervios y la risa, bajé la vista a mis pies. Él al ver que bajé la mirada, sacó la mano que aún aprisionaba mi muñeca y la colocó en mi barbilla, forzándome a mirarlo. Al tocarme, ¿Habrá notado el calor en mi cara? Espero que no. Uf, tenerlo tan cerca, es demasiado para mis nervios, me voy a deshacer.
-¡Eli! –El chirrido de una niña pequeña nos sacó de nuestro mundo, haciendo que nos giráramos al unísono hacia la dirección del sonido, justo para verla correr hacia mí y abrazarme.
-Mariona, guapísima, mira, tengo prisa, justamente iba a buscar a los monitores. Tengo que entregarles unos papeles, ¿te veo en clase de tenis? –Le dije a la niña, sin sacar mi mirada de la del hombre increíble que tenía a mi lado.
-¡Vale, nos vemos luego! –Dijo ella, dándome un beso en la mejilla, inocentemente, sin siquiera darse cuenta que había interrumpido un momento crucial. Cuando estuvo lo suficientemente lejos, nos echamos a reír como dos niños pequeños pillados haciendo travesuras.
-Era verdad, tengo algo que darte, cuando consiga todos los papeles del suelo, claro –Con la misma cara de decepción en nuestras caras, recogimos los papeles, de vez en cuando, enviándonos miradas significativas, haciéndome sonrojar, y provocando una sonrisa en su cara.
Cuando los hubimos recogido todos, él me sacó de las manos los míos, colocándolos en la pila que tenía él, sin sacar sus ojos de los míos. Cuando los cogió, puso su mano en la mía, como si fuera accidental, pero quedándose así un momento, para hacerme ver que no era accidental. Yo mirándolo, me perdí en la profundidad de sus ojos azules, los ojos más increíbles que había visto en toda mi vida. Enserio, en mi vida.
-Sí, eso, dámelos, aunque puedes quedarte uno. Bueno, puedes no, tienes que quedarte uno, necesitas saber los niños con alergias de tu grupo. Y por favor dime si hay alguno que no esté apuntado, es importante. –Dije con la máxima calma que pude simular. Ui, lo que este hombre provoca en mí, que peligro.
-Claro, toma, déjame ver –Me entregó la pila de papeles, con una calma exageradamente simulada, como si se riera de mí. No pude evitar reírme, y darle un golpe en el brazo. Pero estoy segura que me hice más daño yo que él, porque su brazo era extraordinariamente duro y fuerte. Él, al verme reír, no pudo evitar dejar ir una pequeña carcajada, pequeña, pero suficiente para hacer mis piernas temblar.
-No veo a ninguno que yo conozca, aunque sí hay algunos que deberías apuntarte, ya que no están aquí. –Dijo, esta vez con calma, y no simulada, pero aún con una sonrisa en la cara.
-Ups, he perdido el bolígrafo. ¿I si mejor vamos al campo, donde están todos los monitores, y ya que estoy les doy las listas a ellos? Así puedo apuntarme todos los que me faltan de una vez. –Le contesté, bajando las escaleras lentamente, mirándole.
-Como la señorita diga –Dijo él, con una reverencia y una sonrisa que quitaba el aliento. Provocándome la risa tonta que tenía desde que lo había visto por vez primera esa mañana. Dicho eso, él empezó a ir en la dirección contraria, subiendo las escaleras.
-¿No me acompañas? –Le dije sorprendida. No seas tonta, no puede ir siguiéndote como un perrito todo el día, a ver si lo entiendes. Si seguro ya se ha aburrido de estar contigo, no seas ilusa. –Si tienes otras cosas que hacer, lo entiendo, no hace falta que me acompañes, ya nos veremos por aquí supongo. –Intenté arreglarlo, pero evidentemente, mostrando en mi cara lo mal que me sentaba que no me acompañara. En ese momento, mirándome de una manera encantadora, se giró, se colocó a mi lado y dijo:
-Soy tu príncipe azul, ¿Recuerdas? No te voy a dejar sola, nunca –Dijo, con determinación, dando énfasis a la palabra NUNCA. Eso provocó una sonrisa tan grande en mi cara, que me dolieron las mejillas. De mirarlo tan fijamente, casi pierdo la concentración y me vuelvo a caer por las escaleras.
-¡Cuidado, Eli! –Gritó él, mientras daba un paso de gigante hacia delante, rodeando mi cintura con sus brazos y apretujándome contra él, dejándome sin aliento -¿Ves? No sé que harías sin mí. –Dijo orgulloso de sus reflejos, excepcionalmente rápidos, por cierto.
-No sé que es peor, el remedio o la enfermedad –Susurré yo contra su pecho. Provocando otra risa maravillosa de él, haciéndome temblar, a causa de las subidas y bajadas de su pecho.
-Vamos, a ver si tendré que llevarte de la mano, para que no te caigas –Respondió él con tono infantil, mientras sacaba sus brazos de mí.
Bajamos las escaleras, muy juntos, cosa que no era buena, precisamente, para mis nervios.
Cuando empezamos a subir la rampa que nos llevaba hacia el campo de futbol, donde los otros monitores estaban, resbalé un poco, pero al instante él puso un brazo alrededor de mi cintura, apretándome a él protectoramente. Miré hacia arriba, hacia su sonrisa, que brillaba más que el sol encima de nuestras cabezas. Uf, no sé si voy a poder sobrevivir este día sin derretirme por éste hombre, sinceramente, no lo sé.

2 comentarios:

  1. bonito encuentro... eli es un poco torpe y no se calla nada XD.. pero al menos el chico es majo y parece que siente también atracción hacia ella.. bueno..ya veremos que pasa.. :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. no se calla nada porque no puede evitar decir exactamente lo que piensa delante de él, tiene ese efecto en ella :D me alegra que te guste, me da una ilusión inmensa! ♥ sigue sigue

      Eliminar