domingo, 21 de abril de 2013

Capítulo 42


Seguí caminando por el campo de fútbol debajo del sol abrasador. Uff, que poco me gusta el sol y el calor, me sientan mal. Me mareo y me siento débil. Además, en invierno, si tienes frío te pones más capas de ropa, en cambio, en verano, por mucho que te deshagas de ropa, sigues asfixiado de calor. No me gusta nada. Suspiré  y me coloqué bien las gafas de sol, que se me estaban resbalando por el puente de la nariz. Llegué al lado de un monitor, que me sonreía como si  me conociera de siempre. Le sonreí, no sin sentirme ligeramente incómoda.
— ¿La lista de asistencias? – Le pregunté cordialmente. En respuesta, simplemente asintió con la cabeza y me entregó un papel que tenía en las manos, como si ya hubiera estado preparado para dármelo. Como si me hubiera estado observando. Esto me ha dado un poco de grima, o simplemente aún estoy trastocada por el ataque de Jaime. Estoy siendo paranoica, no debería creerme todo lo que pienso. Intenté sacármelo de la cabeza y empecé a escribir en la lista que tenía en las manos.
Cuando hube acabado, me giré y la vista más increíble me golpeó. Me quedé sin aliento, incapaz de moverme, por nada del mundo.
Erik, sonriendo como un niño pequeño y levantando a un enano de los de su grupo. Estaba con los brazos extendidos por encima de su cabeza y el niño parecía que estuviera volando por los aires. Él le daba vueltas y lo hacía reír a carcajadas. Como ya he comentado antes, adoro a los hombres con traje, y con niños. Erik con los niños tiene algo, como una conexión. Es tan adorable, a veces no se puede diferenciar entre el niño y él. Me encanta este lado de su personalidad. Puede ser muy protector y macho, pero luego tiene esa cara tan adorable y esa actitud de niño. Es como dos caras de una moneda, y las adoro a las dos. Dicen que todo el mundo tiene una parte oscura, y que si de verdad quieres a una persona debes querer también esa parte. La parte oscura de Erik son sus celos, inseguridades y pequeños insignificantes defectos. Una vez aceptado todo eso, es posible aceptar por completo a una persona, sin medias tintas, sin dudas. Yo acepto sin ninguna duda a Erik, con todas sus cosas. Ahora esperemos que me acepte a mí con mis cosas, complejos e inseguridades.
De repente, Erik dejó de moverse y dejó al niño pequeño en el suelo. A lo mejor debería dejar de babear tanto por mi novio. Mmm... NUNCA. Sonreí tanto que mis mejillas me dolían, podía notar el color subir por mi cuello y posarse en mis pómulos ya de por sí de color rosa. ¿LA razón? ERIK, sin duda. Había dejado de jugar con el niño porque me había visto mirarlo con cara soñadora. Su sonrisa se agrandó aún más que cuando estaba jugando, si eso era siquiera posible. Además, no solo se agrandó, sino que llegó a sus ojos, y tomó un brillo travieso. Esa mirada y esa sonrisa, eran totalmente diferentes a las anteriores. La sonrisa de antes era de diversión y cariño hacia el niño. En cambio, la que formaba parte de su cara en ese momento era diferente, aunque mantenía el rastro de diversión, era más seria, más pasional. Me puso la piel de gallina y mi cuerpo se quedó petrificado. Seguía plantada en el suelo sin poder moverme un centímetro.
Tenía sus brazos a sus costados, como si no tuvieran fuerza. Seguro que está cansado, puedo ver como su pecho sube y baja a gran velocidad, está cansado. Me miraba fijamente, como si con solo mirarme, ya fuera feliz. Tomé una respiración profunda y seguí maravillándome con la vista.
Mis ojos acariciaron su cuerpo como la brisa. Pasé de sus piernas fuertes a su vientre plano con abdominales escondidos por la camiseta azul eléctrico, entonces llegué a su pecho, grande, ancho y fuerte. Un pecho al que adoro moldearme, no puedo evitar apoyarme en él cada vez que lo tengo cerca. No puedo evitar relajarme al sentir sus brazos a mí alrededor. Ante ese pensamiento, vi sus brazos, fuertes, trabajados, con sus músculos tensos. Los brazos son una debilidad para mí, es impresionante. Me encantan, no puedo evitarlo, son mi debilidad. Sobretodo cuando me levanta, o me rodea con ellos. Uff, me pueden. Y a través de sus brazos, me encontré con sus hombros, haciéndolo parecer un armario. Sus hombros... el lugar perfecto para colocar mi cabeza. Parece como si encajara su cuerpo completamente con el mío. Como si perteneciéramos en uno con el otro. Paseando a través de sus hombros, acaricié mentalmente su cuello y coloqué mi mirada en su marcada mandíbula, Creo que no hace falta decirlo, pero es otra cosa que me vuelve loca, la mandíbula perfectamente marcada. Adoro besar su mandíbula, es lo que lo hace tan varonil y perfecto. Luego, descubrí su boca, con esos labios perfectos, ni muy delgados ni muy gruesos, simplemente perfectos. Esos labios que se adhieren a los míos como si fueran parte de mí. Cuando me besa no puedo pensar en nada más, es como un hechizo del que no hay salida alguna. Me tiene colgando de su cuello y comiendo de la palma de su mano. Y no creo, realmente, que sepa la magnitud del control que tiene sobre mí, ni creo que lo averigüe nunca. Cuando esos labios dibujan una sonrisa, sobretodo cuando la sonrisa es para mí o causada por mí, mi mundo se detiene. Todo se para, nada tiene sentido, solo él. Pasé entonces, a su nariz, pequeñita y redondilla. A continuación su pelo, ni muy corto, ni muy largo. Lo suficiente para que yo pueda enterrar mis dedos y enredarlo durante un beso. No me gusta en pelo corto corto en los chicos, porque entonces, ¿Con qué juegas mientras los besas? Exacto.
Y por último, la parte que más me ha enamorado de él, desde el principio de todo. Sus ojos. Los ojos más increíbles que he visto en mi vida, no sé por qué, pero sigo siendo tan débil contra ellos como cuando lo vi por primera vez. Son tan azules, profundos y expresivos que ni siquiera puedo describirlos con claridad. Me nublan el pensamiento. Cuando mi mirada se posa en esos dos faros azules como el mar y el cielo fusionados, no puedo hacer nada. Soy una roca inerte, sin poder pensar ni actuar con sentido común. Sus ojos son los que tienen un verdadero hechizo sobre mí, nunca unos ojos habían tenido tanto efecto sobre mí. En realidad nunca me había sentido así respecto a nadie. Mi mundo entero está controlado por él, no creo que jamás pueda vivir igual. Si algún día no lo tengo a mi lado, sé que me voy a derrumbar. Es un pilar para mí, he perdido demasiado como para perderlo también a él. Supongo que mi expresión debe haber cambiado mientras mis pensamientos divagaban por los mares de mis sentimientos hacia él, porque de repente no tiene la misma expresión. Está mirándome preocupado. Levantó un brazo y con un dedo, me indicó que fuera hacia allí.
Pero eso no es lo que hice. No fui simplemente hacia allí, CORRÍ hacia allí. En el instante en el que empecé a correr, separó los brazos de sus costados y los abrió para acogerme en sus brazos. En menos de lo que dura una respiración completa, salté y rodeé con los brazos su cuello. Cuando sus brazos me aseguraron contra su cuerpo, mi pecho se amoldó al suyo y olí su perfume embriagador, me relajé. Las dudas que en un momento me habían abrumado, de repente no cabían en mi interior. Estaba demasiado ocupada manteniéndome lo más cerca posible de él. La sensación de estar sujeta por él era tan indescriptible que me sentía en el cielo.
Acarició mi pelo con una mano, mientras la otra estaba colocada en la parte baja de mi espalda. El pulgar de la mano que estaba en mi espalda empezó a dibujar círculos, como si supiera que algo me atormentaba y tuviera que calmarme. Puede que sea verdad y yo sea como un libro abierto. Aunque solo me pasa con mi madre, ella siempre sabe perfectamente cuando me pasa algo aunque lo esconda con mi mejor sonrisa falsa. Ah, perdón, también Raquel. Son unas expertas quitándome la máscara. Pero que lo haya hecho con tal facilidad Erik, eso me llena de una sensación que ni siquiera sé cuál es. Es impresionante, saber que se ha fijado en mis expresiones, en mí, lo suficiente como para que sepa cuando algo me atormenta y cuando no.
— ¿Pasa algo, Princesa? – Preguntó con voz suave, y sentí como si fuera de derretirme. No contesté y me apreté más contra él. ¿No lo estoy asfixiando? Debo tener un agarre increíblemente fuerte alrededor de su cuello, pero no parece notarlo. Sigue acariciándome la espalda con el pulgar. Me separó un poco para mirarme a la cara y ver por sí mismo si pasaba algo. Cuando vio mi cara, frunció el ceño y la mano que tenía en mi pelo se posó en mi mejilla. Sonreí, intentando de una vez, ahuyentar todas las dudas que había tenido. Me acercó a él y me besó. Y vaya un beso. Puedo haberlo besado durante horas y muchas veces, por no hay manera humana de no maravillarse contra esos labios suaves y cálidos ganándose terreno hacia mi corazón. Suspiré durante el beso y paró.
— Enserio, ¿Qué ocurre? – Preguntó de nuevo, pero esa vez con tono mordaz. Esa vez tenía que contestar, respiré profundamente – Suéltalo ya, me estás poniendo nervioso – Añadió al ver que me costaba. Me acerqué más a él, apretando mi agarre en su cuello.
— Nunca me dejes, ¿Vale? No me creo capaz de soportarlo, no puedo perderte... Yo... – Solté, mirando hacia otra parte intentando que no viera la desesperación que se había apoderado de mí.
Suspiró y colocó la mano en mi barbilla obligándome a mirarlo a los ojos. Cuando lo miré a los ojos vi que no había ni una pizca de duda en ellos.
— Nunca te voy a dejar, te lo prometo. No puedo permitírmelo. Sería imposible para mí conseguirlo, me vería a mí mismo persiguiéndote, rogándote al cabo de horas o incluso minutos. ¿De acuerdo? No quiero que tengas duda alguna de lo que siento por ti, ninguna – Dijo, serio, justo antes de besarme pasionalmente. Entonces me dejé derretir entre sus brazos, me dejé convencer por sus palabras. Me dejé llevar por mis sentimientos.

1 comentario:

  1. holaa :D espero qe te las la novela y te guste! ya me comentarás qué tal ♥

    ResponderEliminar