— ¿A qué viene esa cara de susto? – Preguntó Erik,
sacándome de mi mundo, mientras caminábamos descalzos y cogidos de la mano a través
del césped del jardín de mi casa. Suspiré, no quería mostrar abiertamente lo
que daba vueltas en mi cabeza y me mantenía preocupada.
— Tengo miedo – Susurré, sin estar segura de
que me hubiera oído. No quería que él se sintiera mal, por eso no lo había
dicho antes.
De repente, se soltó de mi mano. Lo miré
rápidamente, con mirada confusa. Antes de que pudiera articular otra palabra me
levantó en sus brazos, colocando un brazo por debajo de mis piernas. Sonreí y
le rodeé el cuello con los brazos.
— ¿De qué tienes miedo, Princesa? Estoy aquí
contigo, no pasa nada – Contestó con voz tranquilizadora. Lo miré directamente
a los ojos, incapaz de contestar ante el escrutinio de sus preciosos ojos
azules. Por mucho que los mire cada día,
soy incapaz de acostumbrarme a su brillo, a su color, a ellos en general. Y a
Erik, por mucho que pase tiempo con él, soy incapaz de acostumbrarme a su presencia.
Es como si mi corazón no formara parte de mi cuerpo cada vez que él me mira o
me toca. No logro hacerme a la idea de él estando conmigo, parece un sueño. Es
demasiado bueno para ser real – ¿Y Bien? – Añadió, al ver que no parecía
dispuesta a contestar a su pregunta. Sacudí la cabeza en un intento de aclarar
las ideas.
— Tengo miedo de no ser lo suficientemente
buena, de estar siempre comparada con Lerda, de tener que competir con su
perfección… De – Respondí rápido antes de arrepentirme y antes de poder seguir,
Erik me besó. Claro, cualquiera puede pensar
cuando me está besando de esta manera. Enterré mis dedos entre su pelo,
dejándome llevar. Si me besa así, puede que
mis dudas simplemente se esfumen como el humo. Solo un poco más y ya no habrá
ni rastro.
— Ni se te ocurra pensar eso, ni una sola vez
más, ni una. ¿Me oyes? – Asentí con una sonrisa inmensa en la cara – No tienes
nadie con quien compararte, no quiero más dudas sobre si eres lo
suficientemente buena. Porque eres perfecta para mí, mi Princesa patosa y
preciosa. Eres más perfecta de lo que podría ser nadie, no porque no tengas
defectos, sino porque tus defectos te hacen perfecta para mí. No puedes
competir con nadie, porque la verdad es que me haces sentir como nunca nadie me
ha hecho sentir antes. Por esa razón, eres perfecta. No sabría decir si quiero
estar contigo por lo preciosa, patosa, increíble que eres, o por cómo me miras
y me haces verme a mí mismo. Me has hecho cuestionarme mi mundo, en una semana.
Me has hecho plantearme las cosas como nunca antes, haciéndome pensar que si no
dejaba claros mis sentimientos, te iba a perder. La sensación era imposible de
soportar, me faltaba el aire. Tú me permites respirar, cada vez que sonríes,
cada vez que me miras y cuando me besas me desplazo a otro mundo. Un mundo al
que solo nosotros pertenecemos. Sé que viste a Leila, Quim no te contó que era
pelirroja. No sé cuándo la viste, pero yo no quiero verla. Te tengo a ti y no
necesito a nadie más, ¿Ha quedado claro? O ¿Lo repito? – Yo no cabía dentro de
mí misma cuando hubo acabado su discurso improvisado, no sabía qué decir o qué
hacer. Tal perfección debía ser irreal. Estoy
soñando, esto no puede ser real.
Me quedé mirándolo con la boca abierta, con
una mirada de adoración en los ojos. Este
hombre me puede. Me acerqué a él y lo besé, entregando mi corazón entero,
dándole un tierno, largo, profundo y perfecto beso. Me correspondió sin un
segundo de vacilación, apretándome más contra él. Suspiré entre sus brazos, no
quería que me soltara nunca. Nos besamos durante lo que parecieron horas, sin
poder separarnos.
Estábamos estirados en el blando césped, con
las piernas enredadas, disfrutando simplemente de los besos del otro. Como si
no pudiéramos respirar si no compartiéramos boca. Sonreí y le mordí el labio,
consiguiendo que separáramos nuestros labios por primera vez en horas.
— Me arden los labios – Anuncié con una
risita ahogada. Notaba los labios entumecidos, de la sesión de besos. Los
notaba ardiendo e hinchados. Miré los suyos y estaban rojos e hinchados así que
supuse que los míos debían estar iguales. Paseé un dedo ligeramente por encima
de mi labio inferior, notándolo al rojo vivo. Solté una risita – ¿Descanso? –
Pregunté pestañeando exageradamente. Vi como suspiraba y se acercaba un momento
para darme otro beso y no me aparté.
— Es verdad, si tenemos una conversación
pendiente. Una que te produce celos insaciables y dudas innecesarias. Y eso me
encanta, porque no significa nada para mí y aún y así le das mucha importancia.
No puedo evitar sentirme satisfecho, porque mi chica tiene celos de mi ex –
Dijo con voz tranquila. Le di un golpe en el hombro y antes de rodar por el
césped me apretó contra él para que rodara con él. Acabé riéndome, con el pelo
enredado en plantas.
Me levanté con un resoplido e intenté
desenredar mi pelo, fallando miserablemente. Lo miré haciéndome la enfadada y caminé
hasta el borde de la piscina. Mirando mi reflejo en el agua, apenas me
reconocí. El agua tranquila me enseñaba a una chica morena con el pelo enredado
con diminutas flores blancas y césped, labios hinchados y rosados, y ojos
brillantes, llenos de vida. No pude evitar sonreírle a mi reflejo, ¿Esa soy yo? ¿Qué me ha pasado? Ese brillo
en los ojos es causado por él, estoy convencida.
Pocos segundos pasé sola delante del agua,
porque Erik apareció a mi lado, curioso. Observó con atención mi reflejo y lo
vi sonreír a través de su propio reflejo, detrás de mí. Me giré y lo enfrenté.
Acarició mi mejilla con la mano y apoyó su frente en la mía.
— Conocí a Leila cuando íbamos a la universidad.
Ella estaba estudiando periodismo y yo educación física. Era amiga de un amigo,
nos presentó y allí empezó todo – Empezó sin mirarme. Me aparté y me senté en
el borde de la piscina, colocando las piernas dentro directamente sin probar el
agua primero. Se sentó a mi lado y continuó hablando – Nos gustamos al instante,
pero había un problema: Ella estaba saliendo con mi mejor amigo. Yo no quería
entrometerme, pero ella insistió. Me negué en rotundo, hasta que no dejara las
cosas claras con su novio. Ella me provocaba y al final caí, cuando ella aún
estaba saliendo con mi mejor amigo. Éste se enteró y dejó de hablarme, ella me
dijo que así podríamos estar juntos tranquilamente. Me costó y me dolió perder
a mi amigo de la infancia, pero ella me hacía creer que valía la pena. No valía
la pena. Estuvimos juntos 5 años, y le pedí matrimonio el último año de
carrera. Me dijo que sí, pero al cabo de dos meses, cuando faltaba una semana
para la boda, desapareció – Me miró tranquilamente, como si me estuviera
contando una historia ajena. Lo miré sorprendida y me sonrió. Parece que lo ha superado, y me gusta pensar
que es, en cierta parte, gracias a mí. Espero. Pero por mucho que lo haya
superado, esa relación no se cerró como debería. Se dejó esa duda sin resolver,
hay asuntos sin aclarar. Y eso no me gusta nada, desde que la vi. Porque parece
que ella está aquí para resolver esas dudas que quemaban en su momento. Pero
revivir antiguas heridas, solo puede ser malo.
—
¿Cómo que desapareció? ¿Dejó al menos una nota? – Pregunté, reacia a entender
tal barbaridad. ¿Cómo pudo dejar a
semejante personaje? No sé cómo fue capaz, siendo como es él, un amor de
persona. Si yo supiera que le he hecho tanto daño a una persona tan buena y
cariñosa y amable como él, me retorcería de dolor.
— Sí, simplemente desapareció. Un día volví a
casa, y me encontré que todas sus cosas habían desaparecido, la ropa, los
utensilios del baño, todo. Decidí que ya había pasado suficiente tiempo en ese
apartamento y lo vendí. Eso es todo, no hay más. No he sabido nada más de ella
desde entonces – Respondió, mirándome a los ojos. No podía evitar sentir
lástima por él y odio hacia ella.
— Si ella apareciera de repente, ¿querrías
saber qué pasó? O ¿Lo dejarías pasar? – Le pregunté, mordiéndome el labio
inferior, dudando. Colocó una mano en mi muslo y lo acarició lentamente.
— Mentiría si dijera que no quiero saber qué
pasó. Pero creo que no va a solucionar nada, al revés, creo que va a
complicarlo todo aún más. Y no necesito remover cosas ya superadas. No necesito
las respuestas, las quiero, sí, pero no las necesito realmente. Puedo seguir
perfectamente sin saber qué fue lo que la impulsó a abandonarme de tal manera,
dejándome incapaz de abrirme a nadie. Hasta que llegaste tú y me hiciste
cuestionar todo, lo que sentía, lo que quería. Me has cambiado, de eso estoy
seguro. Y no puedo hacer otra cosa que agradecértelo – Me miró de manera tan
intensa que sentía como si me fuera a derretir en cualquier momento.
— No tienes por qué agradecérmelo, la verdad
es que fui muy dura contigo. No entendía el porqué de tantas dudas y pensaba que
era por mi culpa. Cuando Quim me contó sobre Lerda, me sentí una persona
horrible por decir tales cosas. No tuve en cuenta tus sentimientos, solo
pensaba en que no quería que me hicieran daño, no quería que esto fuera un
simple rollo de verano. Pero sin querer te presioné cuando a lo mejor no era lo
que necesitabas en ese momento – Susurré sonrojándome, mientras miraba hacia el
agua, negándome a mirarlo a los ojos.
Noté su mano en mi barbilla, girando mi cara
para enfrentarlo. Su sonrisa hizo que mi estómago se removiera como si tuviera
vida propia.
— Era justo lo que necesitaba, porque estaba
verdaderamente aterrorizado. Necesitaba un golpe de efecto para darme cuenta de
qué era lo que me estaba perdiendo. El hecho de ver que tú perdías los estribos
y te dejabas llevar por tus instintos en según qué momentos, fue esencial. Eres
esencial para mí, en estos momentos – Aclaró, con seguridad en la voz y un tono
suave como la miel que provocó escalofríos por todo mi cuerpo – Te necesito a
ti, nada más – Añadió antes de besarme tiernamente dejándome sin aliento,
mareada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario